Alberto Alvarez, un artista sanjuanino de exportación

En su casa montó su propio taller- galería de arte Tanto ruido”, y sus hijos crecieron en medio de lienzos, pinceles y caballetes. Vende sus obras a través de Kipling Gallery y Jacob Gallery y sus pinturas se encuentran en Argentina, Uruguay, EEUU, Canadá, Chile, Panamá, Sudáfrica, Israel y España. La siguiente nota fue publicada en El Nuevo Diario, edición 1939 del viernes 20 de noviembre de 2020

 A los 9 años descubrió el mundo de la pintura, y cuando entró por primera vez en el estudio de un artista plástico, supo que siempre viviría en uno.  Con 18 años, Alberto Alvarez obtuvo un premio regional en pintura, el primero de varios reconocimientos nacionales posteriores  y exposiciones individuales en galerías de Buenos Aires. Con 27 años, comenzó a ser representado por importantes galerías del mundo, como  KiplingGallery y Jacob Gallery de Toronto, Canadá. Hoy, a los 44, su obra se encuentra en Argentina, Uruguay, EEUU, Canadá, Chile, Panamá, Sudáfrica, Israel y España. Sin embargo él sigue viviendo en San Juan, donde tiene las raíces y la paleta de colores que plasma en su pintura.

Esta semana, su muestra “El valor temporal de la memoria”, pintada en 2010 en conmemoración del holocausto judío, y en gira por el país y el exterior desde el 2013, fue inaugurada en el Centro Cultural Estación San Martín.

–En una entrevista televisiva, tus hijos se emocionaron hasta las lágrimas al hablar de vos, ¿te gustaría que siguieran tu carrera?
–Mi hija Magalí (19) estudió danzas españolas y ahora está estudiando Hotelería y Turismo, también Sommelier; a Lucas (14) le gusta el deporte, juega al tenis (risas); y Julián, de 3, es el que más disfruta del taller por ahora. De hecho, este taller–galería de arte que tengo en mi casa se llama “Tanto ruido”, porque disfruto de pintar mientras veo a mis hijos jugar por un gran ventanal. Mi familia ha sido mi gran sostén en toda mi carrera, mi esposa (Carina Nieto) y mis hijos me han acompañado siempre.

–¿Cómo era ese niño que amaba pintar a los 9? ¿Tus padres te incentivaron?
–Sí, me incentivaron. Mi mamá era maestra de manualidades, como se decía antes. A mí me gustaba mucho dibujar y comencé a tomar clases, pero si tengo que definir un momento en el que decidí que quería pintar fue cuando visité los talleres de dos artistas plásticos que fueron mis maestros.  Luego cursé Artes Plásticas en Mendoza y también Diseño Industrial, que fue la carrera que finalicé y me ayudó mucho a sostener a mi familia cuando todavía la pintura no lo hacía…

–Si el público supiera la inversión que cada artista realiza para poder pintar una obra, pasan años hasta que ese gasto se amortiza. En tu caso, hoy cotizando en el exterior, ¿cómo es el proceso para ponerle precio a la obra?
–El gasto es grande, en una obra puedo usar hasta 15 pinceles, por ejemplo, porque se rompen y no son económicos, pero no es solo lo material, sino en tiempo de los intentos. Fui aprendiendo en el camino. Al principio, luego de enviar las obras, buscaba por internet  a cuánto se había vendido, seguía a coleccionistas, siempre aparecía el precio en algún lado y veía que yo no era el que ganaba. Este es el negocio de las galerías, que son intermediarios y todos debemos pagar el derecho de piso.  He perdido obras que envié a exposiciones y no volvieron; he perdido obras que se extraviaron en el transporte, hay obras que no me pagaron nunca, pasé por muchas situaciones hasta llegar hasta acá.

–¿Hoy cuánto puede valer tu obra? ¿Negociás una temática, un color que gusta o una obra por encargo?
 – Se vendieron obras mías hasta en 15.000 dólares, aunque ese no sea el monto que llega a mis manos, pero te da satisfacción saber que alguien esté dispuesto a pagar el precio. También soy consciente que los números no te hacen ni mejor ni peor artista. No negocio ningún tipo de sugerencia en cuanto a mi paleta o temática, siempre mi búsqueda sale de las entrañas, después que la consuma quien quiera. Jamás negocié eso ni lo permití, considero que sería mercantilizar la obra y no sería arte. Solo en las charlas entre colegas, con vino de por medio, se permiten debates de esos temas (risas).

–Tus obras son abiertas, invitan a mirar más allá. Son más bien abstractas y tienen poca y precisa figuración, sobre todo figura humana. ¿Cómo es el proceso para llegar a una obra o a una serie?
–Soy bastante caótico.  Me interesa el caos como un tipo de orden en el proceso creativo. Le doy importancia al tiempo–contemporaneidad, al accidente plástico que allí sucede, que hace mutar la idea original para acercar a una verdad que tal vez nunca pueda lograr. Siempre estoy trabajando, buscando. A veces pinto varias obras en simultáneo; a veces tomo una que hacía tiempo había abandonado, depende. Cuando termino una obra y se exhibe, siento que terminó mi trabajo, que a partir de ahora lo que esa obra genere en las personas ya no es algo que yo busqué.

–¿En qué momento del día te dedicas a pintar?
–A cualquier hora, desde la mañana, pero mi mejor momento comienza la tarde noche y no tiene tiempo, por eso construí el taller en mi casa. Antes lo  tenía en Médano de Oro y nosotros vivimos en Rivadavia, era mucha la distancia a recorrer y a veces muy tarde.  Aquí puedo compartir con mi familia, levantarme prepararme el mate y venir a pintar.

–¿Alguna vez pensaste en dejar San Juan y vivir en una ciudad más cerca de centros de arte?
 –Al principio. Yo soy muy de bajo perfil, familiero, casi no doy entrevistas, me gusta vivir así. Cuando no existía internet sentía eso de estar alejado de los centros de arte, pero hoy no, puedo vivir en San Juan y que mi obra se exponga en cualquier país. La realidad de San Juan también cambió mucho cuando se construyó el Museo de Bellas Artes Franklin Rawson.  Eso fue muy importante para la provincia. La pintura me ayudó a conocer muchos amigos, gente generosa que me ayudó mucho en mi carrera. Además, si me fuera los colores de mi pintura no serían los mismos, esos tierras y ocres son parte de mi paisaje

De Sudáfrica a San Juan

Como para graficar que a través del internet, una obra puede llegar al mundo, Alberto cuenta que hace unos años, un coleccionista de Sudáfrica se puso en contacto con él. Al principio, el artista no estaba muy convencido de que fuera verdad la propuesta de viajar a San Juan para conocerlo y ver su obra. Sin embargo, el hombre cumplió su palabra. Llegó a San Juan, fue al taller de Alberto, comió con su familia y le compró obra. “Hoy somos grandes amigos y espero que podamos volver a encontrarnos pronto”, sostiene Alberto.

 

Para saber más

El taller-galería de arte Tanto ruido está ubicado en Rivadavia, San Juan.

Teléfonos:0264-4332684/264 4165553

instagram: @alberto.alvarez.artista

www.alvarezalberto.com

 

Fuente: El Nuevo Diario, edición 1939 del viernes 20 de noviembre de 2020

 

  

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Alberto Alvarez: “Se vendieron obras mías hasta en 15.000 dólares, aunque ese no sea el monto que llega a mis manos, pero te da satisfacción saber que alguien esté dispuesto a pagar el precio”.
Alberto Alvarez: “Me interesa el caos como un tipo de orden en el proceso creativo”
“Siempre estoy trabajando, buscando. A veces pinto varias obras en simultáneo”, expresa Alberto Alvarez
Alberto Alvarez: “Si tengo que definir un momento en el que decidí que quería pintar fue cuando visité los talleres de dos artistas plásticos que fueron mis maestros”
Alberto Alvarez, en su casa de Rivadavia montó su propio taller-galería de arte, llamado “Tanto ruido”