Instrumentos musicales

La guitarra
 El instrumento de mayor predilección popular ha sido y será en Cuyo la guitarra. No obstante sus escasos elementos sonoros, saben los cantores criollos penetrar todos sus secretos, y al tañerla, con recursos ingeniosos, combi­nan hábilmente las notas punteadas y rasgueadas ha­ciendo temblar las bordonas con agilísimos dedeos, que parecen reunir en una sola unidad emocional, al que canta, al que ejecuta y al que baila.

La guitarra fue, es y seguirá siendo en Cuyo, mo­desto instrumento de acompañamiento que se conforma con el rango democrático de ser compañero fiel de nuestros cantores populares. El caballo, el facón y la guitarra, constituyeron para los gauchos cuyanos los elementos inseparables de su vida.

Tuvo también la guitarra entre la aristocracia sus cultores destacados. Algunos de ellos, sin llegar a astros de extraordinaria magnitud, consiguieron, sin embar­go, llevarla a los salones sociales y elevarla en muchos casos a la categoría de instrumento de concierto. Y, no fueron solamente recias manos varoniles las que allí las tañeron, sino también las deliciosas caricias de las blan­cas manos femeninas, que sorprendieron a los audito­rios con el encanto de las exquisitas armonías que de ella arrancaban.

Es doloroso hacer notar que la guitarra día a día va alejándose de los salones, pues, parece que modesta y democrática, se aviene más y conforma mejor en el ambiente de los payadores que cantan a la Patria, a la libertad o a su china. Ella comparte todas las emocio­nes de los mozos del pueblo que a la luz de la luna entonan sus endechas amorosas; participa de todas las alegrías y francachelas, de las serenatas y fiestas popu­lares; en todas ellas, al calor de la emoción y de la sin­ceridad recoge en los impulsos de todas las pasiones, la más vehemente y leal consagración.

 

El requinto
Requinto fue una voz castella­na muy conocida en la época colonial, antipática por su significado, pues se le llamó así al servicio extraordi­nario que se impuso a los indios americanos en tiem­pos de Felipe II. Representaba el aumento de una quin­ta parte del total de sus contribuciones ordinarias, ra­zón por lo que fue siempre resistido.

También se llama así a un instrumento musical de viento, más pequeño que el clarinete ordinario. Su uso actualmente está circunscripto a las bandas militares. Generalmente, en el ejército recibe igual denomina­ción el músico que lo ejecuta.

Requintar se denomina la acción de bajar o subir cinco puntos una cuerda. En el uso ordinario, se le agregó el prefijo “a” y se dice comúnmente: «arrequin­tar»» la guitarra, para denominar la acción de bajarla o subirla cinco tonos en su encordado. De aquí creemos que proviene el nombre de requinto con que en Cuyo se denomina un instrumento musical de doce cuerdas, de afinación muy baja y de la misma forma que la gui­tarra, pero de tamaño más reducido.

Se le encuerda indistintamente en las primeras, se­gundas y terceras, con cuerdas de alambre o de tripa; en las cuartas, quintas y sextas, con entorchados como los de la guitarra. Se ejecuta con púas de carey o de hueso, y tienen éstas formas de corazón o triángulo, sujetándose entre las yemas de los dedos pulgar e índi­ce de la mano derecha.

Con la guitarra armoniza muy bien al oído, por lo que en Cuyo se lo consideró insustituible para rasguear los alegres de las cuecas, gatos y tonadas. En los bailes reemplaza a la mandolina, siendo su sonido más vigoroso y menos hiriente. Aunque la conformación de este instrumento es distinta en su caja sonora, la manga de ambos es semejante.
El instrumento que en Cuyo se conoce con el nom­bre de requinto, no es otro que la bandurria española, y es de los más antiguos, conocido en casi todo el mun­do con distinto nombre y forma, aunque sin diferen­cias fundamentales. Generalmente se le afina con in­tervalos de quinta justa, entre una y otra cuerda.
En Mendoza se conocen algunos requintos confec­cionados con esmerada labor de ebanistería, clavijero antiguo, a cuña de madera, y mecánicos adaptados, con catorce trastes fijos.
Se sabe que simples aficionados masculinizaron la bandurria con la denominación de “Requinto" y fue el consorte y compañero inseparable de la guitarra crio­lla sirviendo no sólo para dar vida y alegría a los aires populares, sino que unido a otros instrumentos, for­mó parte de las orquestas y con ellas penetró hasta los aristocráticos salones de la sociedad.

Don Segundo Suárez, que fue en un tiempo un buen carpintero ebanista, viviendo actualmente en la ciudad de Mendoza, calle Corrientes esquina Ituzaingó, me ha declarado, que de acuerdo con instrucciones que recibiera de don Juan Antonio Carreras, fabricó en Mendoza el primer requinto de doce cuerdas, de la misma forma que una guitarra y con clavijas de madera. Me refirió también, que después construyó muchos otros, mejorándolos de acuerdo a sus observaciones e indicaciones de otros músicos. Estas informaciones las corrobora don Antonio Ricardo Carreras, lujo de don Juan Amonio, quien en la actualidad frisa en los cincuenta años de edad y reside también en Mendoza.

Entre los cultores que ha tenido el requinto en esta provincia, aparte de su creador, se han destacado Advertano Pontis, Justo P. Camani, Salvador Salazar, Alberto de Paz, Rufino Bringa, Heribcrto Videla, Nicolás Bustos, Ramón Romero, Juan de Dios Pérez. J uvenal Sánchez y algunos otros que escapan al recuerdo de mis informantes.

 

El arpa
El arpa es un instrumento de tradi­ción aristocrática. Durante casi codo el siglo pasado reemplazó en América a los escasos y pesados pianos. Es de mayor extensión y sonoridad que todos los de­más de su época, y aventaja a la guitarra en el acompa­ñamiento porque le da más prestancia y solemnidad al ejecutante, que puede servirse de ella individualmente y como elemento de concierto, pues su rendimiento es de mayor amplitud y volumen.

Ocurrió en Cuyo un caso raro. Especialmente en Mendoza y San Juan, llegó a democratizarse tanto que el eco de sus acordes no sólo se escuchó en los salones de la sociedad más distinguida, sino que también cau­tivó a los cantores y músicos populares, los que adop­taron este instrumento como complemento indispen­sable para las orquestas de la época. Advirtieron éstos, que por la mayor amplitud de sus tonos y la intensidad de sus altos, acompañaba admirablemente, dándole mayor solemnidad a las cuecas, gatos y a los agudos de las tonadas criollas. Por ello fue adoptada, integrando las orquestas de algunas chinganas (fiestas populares) selectas. Cuéntase que uno de los miembros que formó la comitiva del presidente Juárez Celman cuando visitó Mendoza, expresó, después de escuchar una tonada que le dedi­caron: “Una tonada mendocina, cantada en El Limón al compás de dos guitarras, requinto y arpa, es algo tan emo­cionante que merece en su cogollo el estruendo de cien ca­jones de cohetes para festeja más que al que se dedica, la armonía, la gracia y el donaire de la mujer mendocina que interpreta admirablemente las canciones populares."

Entre los arpistas que se recuerdan como más des­tacados en Mendoza contamos a don Jacinto Morales, que hasta el año 1916, siendo ya muy viejo, todavía se le oía tocar el arpa. Según don Fortunato Pedot, veci­no de El Sauce del departamento de Guaymallén eje­cutaba canciones muy antiguas que se las atribuía como propias de su inspiración.

Wenceslao Gutiérrez, que actuó hasta fines del si­glo XIX fue también uno de los arpistas que gozaba de prestigio. Don Nicolás Bustos, mendocino y vecino del departamento de Maipú, dice que hace más de cuaren­ta años aprendió tonadas muy viejas que Gutiérrez in­terpretaba en forma muy sentida y admirable.

Juan Antonio Carreras también era cultor del arpa, habiéndose construido personalmente una en forma caprichosa, en la que ejecutaba con mucho sentimiento.

Un hermano de don Ulderico Ibáñez organizó un conjunto y eligió como director a don Pedro Echegaray, que también era arpista.

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Músicos del folclore con sus guitarras. Aparecen en la imagen: sentados, Marcelo Lloveras, Bebe Flores, Negro Díaz, Ricardo Gregoire, Ernesto Guardia. Parados detrás: Fredy Collado, Saúl Quiroga, Pepe, Pato Palacio y Pepe Sarasúa. La imagen fue tomada en el 2005 en el cumpleaños de Pepe Lloveras.
Músicos del folclore con sus guitarras. Aparecen en la imagen: sentados, Marcelo Lloveras, Bebe Flores, Negro Díaz, Ricardo Gregoire, Ernesto Guardia. Parados detrás: Fredy Collado, Saúl Quiroga, Pepe, Pato Palacio y Pepe Sarasúa. La imagen fue tomada en el 2005 en el cumpleaños de Pepe Lloveras.