En agosto de 1873 Domingo Faustino Sarmiento, entonces Presidente de la Nación, sufrió un atentado mientras se dirigía hacía la casa de Vélez Sarsfield. El sanjuanino salió ileso. A Francisco Guerri, uno de los perpetradores, le falló el “trabuco”. Este es el tema que aborda en este texto María del Carmen Reverendo.
La imaginación frondosa de quienes no tienen nada más que hacer que criticar a los que algo hacen en bien de los demás, elaboran en sus noches largas de inactividad, proyectos descabellados para pronunciar el "jaque" al peligroso.
Y hoy como ayer, los embadurnadores de estatuas, los rumoristas intrigantes y fabricantes de complots, existen siempre. Es la raza de los sin escrúpulos, los que faltándoles la razón, usan la fuerza.
Así ocurrió antaño. Así hogaño. El 23 de agosto de 1873 "la vendetta" ganaba las calles. Era un sábado. Más exactamente, un sábado a las 21. De su casa situada en Maipú, entre Tucumán y Temple que luego fue Viamonte, sale el presidente de la república, don Domingo F. Sarmiento. Sube a su carruaje hecho exprofeso, para significar la dignidad del cargo máximo que representa "al soberano". Se dirige hacia la calle Cangallo en donde vive el ministro Dalmacio Vélez Sarsfield, con quien desea discutir asuntos de gobierno. Al acercarse el coche a Cangallo que no lleva escolta, un silbido anuncia la proximidad del mandatario. El sanjuanino sigue pensando en los problemas que el Senado le ha planteado. Al cruzar su carruaje por la esquina de Maipú y Corrientes - desierta a esas horas- oye a pesar de su sordera un estruendo de detonación. No le da importancia ¡pues tan común es escuchar estampidos! Que uno más no asusta ni interesa.
El coche con sus caballos espantados sigue hasta la casa del autor de nuestro Código Civil. Allí baja y de inmediato pasa a la sala. Ambos comienzan a hablar tranquilamente del asunto capital que lo tiene a Sarmiento caviloso y preocupado.
Están en esto, cuando uno de los sirvientes, agitadísimo, corre hasta el presidente para comunicarle que el criminal que le descerrajó el tiro ha sido apresado.
Sarmiento, ignorando lo ocurrido, se asombra.
Mientras el criado explica lo sucedido, piensa en su vida plena de sacrificios y sinsabores, dedicada íntegramente a su pueblo, y en la acción que recibe como premio. Recuerda además de las dos veces en que se salvara milagrosamente de una muerte injusta.
Es indudable, él tiene un Dios aparte. Retomando la atención sabe que los criminales son Francisco, Casimiro y Pedro Guerri.
El primero, armado de un trabuco, revólver y puñal; el segundo con trabuco y pistola esperan con el tercero rodear el carruaje.
No se podía escapar Excelencia -dice reflexivamente el ministro.
-¿Y ellos me conocían?- pregunta el Presidente Sarmiento.
Casimiro es el único que lo conocía a Ud, pero Francisco es quien disparó el trabuco. Le falló porque lo cargó demasiado y se le reventó en las manos. Se hirió a sí mismo. Los otros huyeron.
-¿Y cómo los pillaron?- interrumpió el autor de Facundo.
Con su propia sangre marcaron el camino de su condena. Son italianos. Dicen que ellos no tenían nada contra Ud. Que estaban en un fondín de La Boca y un agente de López Jordán les ofreció diez mil patacones (siempre la paga homicida).
La historia nos dice que el plan fue urdido en compañíade otro igual, Aquiles Sesaburgo, asesinado posteriormente en Montevideo. El doctor Puggari, descubrió en el informe que los proyectiles estaban envenenados con sublimado corrosivo; los puñales con sulfato de estricnina. Nuestro comprovinciano hubiera muerto apenas lo hubiesen tocado.
Enterado de este detalle, el gran luchador quizá pensó:
-"Qué hubieran dicho sus enemigos! Qué apenas lo tocaron murió de susto!."
Y desde entonces, cuando se aluda a un hecho frustrado se dice. "Falló como el trabuco de los Guerri" y yo agrego: para bien de los argentinos y escarmiento de los que creen que las ideas se matan junto con el que se va.
María del Carmen Reverendo: Periodista, docente y escritora
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Domingo Faustino Sarmiento, su vida y obras