Era el otoño de 1997 cuando dos criminales provenientes de otras provincias asesinaron al dueño del “Circo Australiano” e hirieron gravemente a su esposa luego de asaltar la boletería. En menos de veinte días los asesinos fueron detenidos y traídos ante la justicia sanjuanina, quien los condenó duramente por el delito cometido.
El 4 de mayo de 1997 sucedió uno de los robos más sangrientos que recuerden los sanjuaninos. Era un domingo de pleno otoño, cuando dos ladrones entraron armados a la boletería de un circo para llevarse lo que ellos pensaban que era una jugosa recaudación. Cuando los propietarios se resistieron, los criminales comenzaron a los balazos y mataron al dueño e hirieron gravemente a su esposa.
Nadie en la provincia se esperaba un “golpe” de este tipo. Los criminales no solo fueron sanguinarios, sino que actuaron a cara descubierta y merodearon el lugar por horas antes de decidirse a atacar. Ni siquiera los dueños pensaron que algo así podía pasar, ya que a la suma de dinero que recaudaban por función no era tan “suculenta” como para tentar a delincuentes de esta calaña.
Pero pasó y fue una tragedia. Hasta el día de hoy queda la duda si los ladrones estaban en sus cabales para realizar tal carnicería, o si se encontraban alterados por algún tipo de droga o alucinógeno. Tampoco se entiende por qué el dueño del circo arriesgó su vida para detener a dos personas armadas. Debió ser tal su indignación al ver que se llevaban el fruto de su trabajo, que ni siquiera lo pensó.
Pero volvamos las páginas para atrás y recordemos los hechos de este sangriento episodio. El “Circo Australiano” (conocido así por mucho tiempo porque tenía entre sus “atracciones” un canguro boxeador) era propiedad de la tradicional familia circense Iovanovich. Hacía una semana que habían llegado a San Juan y como tantos otros espectáculos de este tipo, había armado su carpa en el terreno ubicado detrás de la Terminal de Ómnibus.
Esta vez venían con la presentación especial de “Quiko” el personaje de televisión del programa mejicano “El chavo del Ocho”. Juan Carlos Villagrán, el cachetudo actor azteca, hacía las delicias de los niños locales, que acosaban a sus padres pidiéndoles que por favor los llevaran al “circo de Quiko”. Lo cierto es que Villagrán no era el dueño, sino sólo un actor contratado circunstancialmente, que ni siquiera viajaba o se hospedaba con el resto de los cirqueros de esa compañía.
Como era usual, cuando el espectáculo llegaba a una nueva provincia, su propietario Juan Carlos Iovanovich (46 años en el momento de su muerte), más conocido como el legendario domador “Michel”, se ocupaba de pedir los permisos necesarios ante la municipalidad y de contratar la guardia policial mínima que se necesitaba en un lugar tranquilo, como era un show para la familia.
Los efectivos contratados no alcanzaban a tres por función y sólo se ocupaban de controlar el perímetro del lugar, para ver que nada se saliera de la normalidad. Nadie, ni las autoridades como tampoco los Iovanovich, creyeron que fueran necesarios más uniformados. Se consideraba a San Juan una plaza tranquila, donde no podían ocurrir asaltos como sí pasaba en Córdoba y Mendoza.
Pero como desgraciadamente la delincuencia no tiene fronteras, los dos que entraron a robar no eran sanjuaninos. Uno era cordobés, Mauricio Gustavo Ferrando (25 años en momentos del robo), y el otro mendocino, Alberto Santos Mirabile (38 años en ese momento). Fueron estos dos hombres los que rompieron la paz de la provincia, porque a punta de pistola aterrorizaron al circo como nunca antes se había visto.
Toda banda de delincuentes se divide entre el “cerebro” y la “fuerza bruta”, en el caso de la gavilla que integraban Mirabile y Ferrando, la parte del “cerebro” estaba ausente, por lo que el exceso de “fuerza bruta” era su característica a la hora de operar. Fue tan torpe su accionar que dejó una víctima fatal que les costó la cadena perpetua a uno de ellos y 24 de años de prisión al otro.
Según relataron los propios delincuentes durante la reconstrucción de los hechos frente al juez Agustín Lanciani, el “blanco” para el robo se estudió tan solo unos minutos antes de entrar en acción. Al ver lo sucedido en el tiempo, pareciera que fue un asalto al “voleo”, como si los criminales hubieran estado apurados y necesitaran dinero rápido para seguir huyendo. Se decía en esa época que ya no podían volver a Mendoza, ni a Córdoba, porque en esas dos provincias los tenían cercados.
Eran las 22 de ese domingo 4 de mayo de 1997 cuando un Fiat Uno de color azul se detuvo dentro del estacionamiento de la Terminal de Ómnibus. De allí bajaron Mirabile y Ferrando, quienes caminando se acercaron hasta la carpa. Deambularon varios minutos por ahí tomando nota de lo que pasaba en los alrededores, sobre todo de la presencia y de los movimientos de los efectivos policiales.
Conformes con lo visto se volvieron hasta su automóvil y salieron junto a sus acompañantes. Aún no se sabe quienes estuvieron junto a Mirabile y Ferrando dentro del Fiat Uno. Durante la investigación se creyó que había tres personas más, entre ellos una mujer. Pero nada de eso se pudo comprobar.
La idea de la presencia femenina se entendió luego, ya que cuando fueron detenidos ambos criminales –en distintos procedimientos- estaban acompañados por sus concubinas, que también tenían antecedentes penales. Lo cierto es que el otro detenido que fue a juicio, César Amadeo Rodríguez (56 años cuando fue detenido), fue absuelto durante el proceso, ya que los jueces no tuvieron prueba alguna de que esa persona estuvo ni siquiera cerca del lugar de los hechos ese domingo en cuestión.
Lo que es seguro es que una persona más participó del asalto al circo y que era aquel que se encargaba de conducir el Fiat Uno azul que fue robado en Córdoba. Este tercer hombre que todavía hoy no ha sido identificado ni detenido, podría haber sido de San Juan, porque fue el que supo sacar a los criminales de la provincia hacia Mendoza, eludiendo los puestos policiales de San Carlos y Jocolí.
A las 22,15, luego de dar una vuelta a la manzana y pasar por el frente de la entrada del circo, se detienen al costado del mismo, frente a un carro choripanero, en donde se bajan a comer y a seguir vigilando a su “presa”. Cuando hablamos de que a esta banda le faltaba “cerebro” indudablemente lo decimos por esta parada en el carro de comida, ya que fue el dueño de este local ambulante el que luego los reconoció ante la policía, porque los tuvo frente a él durante, por lo menos, 20 minutos.
A las 22,35 abandonaron la zona del carro choripanero y se estacionaron lo más cerca posible del tráiler boletería del “Circo Australiano”. La función iba por la mitad y desde afuera se escuchaban los aplausos y los gritos de los niños que disfrutaban con cada cuadro del espectáculo. Eran las 22.40, cuando finalmente Mirabile y Ferrando se bajaron del auto y encararon para la boletería.
Allí se encontraba Hilda Esther Alex (49 años al momento de ser herida), la esposa del dueño y copropietaria del circo, y un joven boletero (del cual nunca trascendió el nombre) oriundo de la provincia de Buenos Aires y que desde hacía años trabajaba para esa empresa familiar. En ese momento estaban contando el dinero recaudado en las funciones de ese día, que llegaba a la cifra de 30.000 pesos.
Cuando los criminales entraron al tráiler, “uno grandote y morocho (Mirabile) y el otro alto, rubio y carilindo (Ferrando)”, -así los describieron las víctimas ante la justicia-, tanto Hilda como su empleado se sorprendieron y no opusieron resistencia. El lugar físico en donde ocurrió el hecho es realmente de pequeñas dimensiones, por lo tanto la presencia de estos malvivientes tan cerca de ellos y apuntándolos con sus armas, realmente debe haber paralizado a las dos víctimas.
El boletero le entregó los 30.000 pesos y esperó que se fueran. Los ladrones querían más dinero. Creían que por el éxito que tenía el circo debía haber una fortuna allí. Hilda les decía que no, que ya habían depositado lo recaudado otros días, que no tenían más plata encima. Ferrando se enfureció y amenazó con matar a la mujer si no le decía dónde escondía una pretendida caja fuerte dentro del tráiler.
Fue en esos momentos que entró en escena Juan Carlos Iovanovich, el propietario del circo. Iovanovich, que se encontraba viendo la función desde un carromato alto, también pudo ver desde ese lugar que algo extraño sucedía en la boletería. Sin pensarlo, bajó rápidamente de donde estaba y entró en el pequeño tráiler.
Allí se encontró con el revólver de Mirabile que lo apuntaba. Lo primero que recibió fue la amenaza de matar a la mujer si no le decía dónde había más plata. Lo que pasó después ocurrió tan solo en segundos. “Michel” trató de tomar con las manos el arma de Mirabile y forcejeó con él. Seguidamente se escucharon los disparos provenientes del arma que estaba en lucha. Iovanovich no cayó inmediatamente, sino que siguió de pie.
Ante esta situación, Mirabile emprende la fuga, Ferrando trata de seguirlo, pero ante la reacción de Hilda, que se había levantado de su silla –más para ver qué le había sucedido a su esposo, que por enfrentar a los ladrones-, dispara dos veces, hiriendo gravemente a la mujer.
“Michel”, ensangrentado, los ve pasar frente suyo, pero a pesar de las heridas recibidas, los persigue con su último aliento. Hace unos pasos fuera del tráiler y cae sobre el piso al grito de “me muero, me muero”. Y así fue, los balazos a quemarropa de Mirabile le quitaron la vida en tan solo unos segundos a uno de los grandes empresarios circenses que había en la Argentina.
Todo pasó en solo cinco minutos. Eran las 22,45 cuando los ladrones suben de nuevo al Fiat Uno azul y comienzan la huida. Según testigos presenciales que estuvieron por los alrededores en el momento del hecho se pudo reconstruir el recorrido de los maleantes luego del asalto. Primero tomaron por calle Pueyrredón, bajaron por General Paz hasta Aristóbulo del Valle, hasta llegar a Hipólito Yrigoyen que los llevó hasta Lateral de Circunvalación, para luego tomar el Acceso Sur y huir en dirección a la provincia de Mendoza.
A partir de ese momento comienza la investigación de la policía sanjuanina. En un primer momento se detienen a siete personas que se creían eran partícipes del hecho. Entre ellos el joven boletero, que en algún momento se creyó que era un “entregador” que había pasado información a los delincuentes. Luego se comprobó que no y fue liberado a los pocos días.
Lo mismo pasó con el resto de los sospechosos, ya que en pocas horas los investigadores locales pusieron todos sus esfuerzos en localizar una banda que no era sanjuanina. Esto lo decidieron al determinar que no había una conexión local con el robo, ya que los primeros allanamientos que se realizaron en todo el Gran San Juan dieron negativos.
La pista central era el Fiat Uno de color azul. Pronto se determinó que era un auto robado en Córdoba y que había sido utilizado en otros hechos ocurridos en Mendoza. Con esa información se pidió ayuda a las fuerzas de otras provincias para detenerlos. La primera que respondió fue la policía mendocina, quien aseguró tener localizada a una persona con la descripción de Mirabile en un “aguantadero” del departamento Las Heras.
Cuatro días después del robo al “Circo Australiano”, el asesinato de Juan Carlos Iovanovich y el balazo a su esposa Hilda, Mirabile era atrapado luego de un espectacular operativo policial en Mendoza, junto a otras dos personas. Una era la concubina de éste, y el otro era Rodríguez que en un primer momento se lo confundió con el delincuente que atacó a la dueña del circo.
Unos quince días después fue detenido también en Mendoza el delincuente Ferrando. Fue en la localidad de Corralitos, y fue atrapado junto a su concubina. Algunas fuentes policiales de ese momento, explicaron que no fue detenido junto a Mirabile, porque cuando éste fue sorprendido en Las Heras, Ferrando justo había salido a dar una vuelta con su compañera.
Nunca se supo quién fue el tercer integrante de la banda, si hubo un cuarto delincuente y hasta un quinto dentro del Fiat Uno aquella noche del 4 de mayo de 1997. Durante el juicio los dos criminales dijeron que no conocían bien al chofer, que creían que se llamaba “Román” o que le decían “El Gringo”, pero que ninguno de los dos podía identificarlo. Una de las concubinas de los detenidos relató que ese tercer participante en el robo del “Circo Australiano” se fue de Mendoza en avión apenas llegaron a la provincia.
Por su parte, el circo y su gente se quedaron aproximadamente 20 días más en San Juan. Juan Carlos Iovanovich fue velado en la misma carpa de su amado espectáculo. Hilda Alex fue internada e intervenida por médicos sanjuaninos en el Hospital Guillermo Rawson. La bala que le disparó Ferrando le atravesó el estómago y parte del intestino grueso.
Estuvo más de 15 días internada, y pasó de terapia intensiva a un cuarto común más rápido de lo que se esperaba. Cuando se recuperó y pudo caminar volvió al circo y al poco tiempo presenció una rueda de presos en la que ella y el boletero pudieron identificar fehacientemente a Mirabile y a Ferrando. Luego ella y el circo abandonaron la provincia, con la promesa de Hilda que volvería al Hospital Rawson a realizarse una segunda intervención que necesitaba a mano de los profesionales locales “que tan bien la habían atendido”.
El 5 de agosto de 1998, más de un año después de sucedido el sangriento asalto, los jueces de la Sala Segunda de la Cámara en lo Penal y Correcional, integrada por los doctores Félix Manuel Herrero Martín –presidente-, Ramón Orlando Avellaneda y Juan Carlos Peluc Noguera, sentenciaron a Alberto Santos Mirabile a la pena de prisión perpetua bajo los cargos de “Homicidio agravado por conexidad delictiva o criminis causa” y por “Robo agravado por el uso de arma”.
Mientras, a Mauricio Gustavo Ferrando se lo sentenció a 24 años de prisión bajo los cargos de “Tentativa de homicidio agravado por conexidad delictiva o criminis causa” y por “Robo agravado por el uso de arma”. Finalmente, y durante ese mismo proceso, César Amadeo Rodríguez, fue absuelto de los cargos que se le imputaban, por falta de pruebas en su contra. Un año después la Corte de Justicia sanjuanina negó la apelación que los abogados defensores de Ferrando y Mirabile habían presentado, teniendo estos que cumplir el total de su condena.
Los presos cumplieron su castigo en el Penal de Chimbas. Mirabile murió por una enfermedad cumpliendo prisión domiciliaria y Ferrando sigue en prisión. Y, quizás como el final más triste de esta historia, el “Circo Australiano” no volvió más a tierras sanjuaninas.
Había una vez un circo
Diecisiete tráilers y carromatos eran los hogares en que vivían todos los integrantes de la familia del “Circo Australiano”. Toda esa gran cantidad de artistas anduvo como zombies durante algunos días sin saber qué hacer de sus vidas. Acostumbrados a hacer reír y alegrar a los niños, ahora se encontraban envueltos en la terrible pena de que la sangre había inundado su carpa. Y no cualquier sangre, sino la sangre de un cirquero de raza, como era Juan Carlos Iovanovich, perteneciente a esas familias gitanas de circo tradicionales en la Argentina y en toda Latinoamerica. El velorio de “Michel” se hizo en la misma carpa: “Donde sino, si esta es nuestra casa” declaraba en esos momentos el equilibrista y cuñado de la víctima, Fabián Morales. Él mismo contaba que luego del velorio no iba a haber más funciones porque los cirqueros no estaban de ánimo para seguir trabajando en San Juan. “Sólo nos quedaremos aquí unos 10 o 15 días más hasta que Hilda se recupere y hasta asegurarnos que los asesinos de Michel estén detenidos”. Así fue, luego de enterrar el cuerpo de Iovanovich en el cementerio de la Capital, ver de nuevo caminando a Hilda Alex y a los asaltantes en prisión, los cirqueros levantaron su carpa y se fueron hacia Mendoza. Allí se unieron a la troupe del “Circo Servián” propiedad de otro Iovanovich y por un tiempo largo el “Circo Australiano” no volvió a prender sus luces. El mismo inconsolable Morales fue quien agradeció a los niños y padres sanjuaninos que fueron al velorio. “Fue increíble ver a tanta gente de acá que pasó a darle el último adiós a Michel. Él hubiera estado orgulloso, porque su gran alegría siempre era darle alegría a su público, en especial a los niños”.
La tristeza de Kiko
El niño cachetudo y caprichoso que hizo tan famoso el actor Juan Carlos Villagrán, esta vez no pudo fingir las lágrimas. Fue él quien tuvo que informar al público en plena función durante la cual ocurrió el trágico robo, lo que había sucedido. Fue hasta el centro de la pista y sin poder disimular su tristeza sólo dijo: “Vamos a suspender la función. Acaban de asaltarnos y han matado al dueño del circo”. Después de esto prácticamente se escondió y no tuvo contacto con nadie que no fuera del circo. Se encerró en su habitación del hotel Alkazar y desde allí dio la orden para que “no lo molesten”. Recién unos días después del robo, cuando se decidió a salir de San Juan, habló con la prensa. Lo único que dijo fue que sentía una gran pena de que su gira por todo el país con esta “gran familia del Circo Australiano” terminara de forma tan trágica. Luego se subió a un avión y se fue de San Juan y de la Argentina.
Inconvenientes
Los investigadores sanjuaninos tuvieron algunos inconvenientes para detener finalmente a Mirabile y Ferrando. Primero con sus colegas mendocinos, que luego de atrapar al asesino de Iovanovich y a Rodríguez, no querían trasladarlos a San Juan, porque pretendían que los detenidos prestaran declaración antes por otros hechos de los que eran sospechosos en esa provincia. Finalmente el apuro de los policías locales ganó ante los jueces mendocinos, que entendieron que el magistrado Lanciani necesitaba cuanto antes a los sospechosos para que fueran identificados por el personal del circo, antes de que estos se fueran de San Juan. Con respecto a la detención de Ferrando también hubo un “inconveniente” por lo menos extraño.
Desde las altas esferas de la policía sanjuanina, una fuente aseguraba que ya se lo tenía ubicado a “al cordobés, rubio y carilindo” en Córdoba. Que no se mandaba una delegación local para traerlo por el simple hecho que no se tenía el dinero suficiente para semejante misión. Además aseguraban que no querían pedir ayuda en esta detención a sus pares cordobeses porque temían que se produjera algún tipo de “filtración” que posibilitara la huida de Ferrando. Lo cierto es que todo esto terminó en la nada, porque el delincuente se encontraba en Mendoza y allí fue finalmente atrapado.
Esta nota, escrita por el periodista Omar Garade fue publicada en Tiempo de San Juan el 12 de abril de 2012) |