Miguel delgado: "No es fácil hacer humor siendo sanjuanino"

Miguel Delgado es de los pocos humoristas sanjuaninos. Mezclando cuentos con música, desde hace una década recorre fiestas por toda la provincia.

—¿Qué tipo de humor te gusta hacer?

—Yo tengo una rutina, si bien los chistes van variando. Hay provincias en las que el humorista puede ser más chabacano, ser más suelto de lengua pero el éxito mío ha sido hablar de todos sin decir nada, de mi boca no sale nada grosero. Me gusta hacer un humor costumbrista con una temática particular que es los cambios de hace treinta años a ahora, donde hago comparaciones y todo va acompañado con un cuentito.

—¿Se puede hablar de un estilo sanjuanino como puede ser el humor cordobés?
—No hay un estilo definido. En el caso mío soy muy admirador de Landriscina, de Cacho Buenaventura, que pueden hacer reír sin ser grosero. En San Juan todos hacemos la que nos sale, somos tres o cuatro los que andamos haciendo humor.

—¿Por qué hay tan pocos humoristas en San Juan?
—Buenaventura Luna decía: “…para qué te van a aplaudir si sos de acá”, y no es fácil hacer humor siendo sanjuanino. En un show conté un cuento de una chica y dije que “se tiró un pedito”, con esas palabras, y una persona me dijo que era un desubicado. Los sanjuaninos no te perdonan ninguna cosa grosera, más allá que después no se escandalicen con todo lo que dice el flaco Pailos… pero claro, viene de afuera y le perdonan todo.

—¿Cómo empezaste con el humor?
—El humor mío nació como un accidente. En todas las fiestas, desde muy joven, yo era el chistoso, el que contaba cuentos, el que imitaba. Y hace unos diez años, en un café concert, falló un número. Yo estaba en el público y como conocía al organizador, le dije que yo actuaba. La gente no me dejaba ir y a la semana siguiente volví con mi guitarra pero ya contratado. La gente comenzó a recomendarme y fue un crecimiento vertiginoso.

—¿Hay trabajo para un humorista en San Juan?
—Hay mucho trabajo, principalmente en fiestas privadas, como cumpleaños, bodas y aniversarios. Puedo decirte que le hallé la vuelta.

—¿Cuál es el secreto?
—En el caso mío no cuento cuentos de política ni de personas con capacidades especiales porque si yo tuviera un hijo con esa discapacidad me molestaría mucho que alguien haga humor con ese tema. De vez en cuando hay cuentos que te pide el público, por ejemplo una persona que es operada de la garganta para no decir un gangoso. En estos casos antes de contarlos pido permiso. Por ejemplo cuando hago humor con curas y monjas, trato de no ser grosero y en la mitad del cuento digo, “…ojo que los curas no son así, es un chiste…”. Con respeto, para todos hay un cuentito.

—¿Alguna vez te tocó actuar y que no se rieran?
—Siempre puede haber alguno. Cuando me contratan, les digo no me paguen si uno de sus invitados no se ríe o si le tomo el pelo a alguno. Por eso es que me produce tanto rechazo el humor como el que hace Jorge Corona, que toma a un espectador de punto durante toda la noche. Si tengo que hablar de una panza, hablo de la mía, si tengo que hablar de canas, hablo de las mías, con los problemas que traen los años me pongo yo como protagonista. Incluso, siempre cuento chistes sobre mis hermanas aunque no tengo pero la idea es no involucrar a nadie.

—En tus espectáculos, utilizas mucho las historias de lugareños ¿existen esos personajes?
—Conozco mi provincia como creo que pocos la conocen, tengo amigos en todos los departamentos, puedo decir quién es el personaje en Calingasta, en Pocito, en Media Agua o en Jáchal y entonces cuando hay una colonia de jachalleros, cuando nombro a alguno de esos personajes populares, el público comienza a reírse y pasa a ser cómplice mío.

—¿Qué te hace reír?
—Muchas cosas. Soy un gran observador, miro, escucho, leo mucho, estoy informándome siempre. Y de las situaciones de todos los días salen muchos cuentos, sólo hay que saber observar.

—Cuando actúas en otras provincias, ¿habla de San Juan?
—En mi guitarra dice San Juan minero, porque estoy convencido del cambio que hay en mi provincia. Debemos estar orgullosos de este San Juan pujante, lindo, una provincia de la que todos nos podemos enorgullecer. Es lo que siento todas las semanas cuando escucho a Rony Vargas comentar en una radio que se escucha en todo el país la información de El Nuevo Diario, cosa que antes no pasaba. Por ejemplo, la campaña que realizaron ustedes del “compre sanjuanino”, tengo un almacén y la gente pide los productos locales.

—“Compre sanjuanino” también son los artistas, es promocionar a lo nuestro y no sólo hacer fiestas con todos los artistas de afuera…
—Tenemos artistas que no tienen nada que envidiar a los de afuera como puede ser el grupo cuarteteroLa Costa. Los pasean a los que vienen de afuera… Y lo mismo pasa con un Sampaolesi en teatro o los alumnos de Gerardo Lecich en tango.

—¿Internet te beneficia con la cantidad de chistes que pueden encontrarse?
—No en gran manera. En su mayoría son de alto voltaje, son muy sucios para mi gusto. Me sirve más ver películas, un señor en bicicleta o en la parada de colectivo discutiendo, un viejito y una viejita juntos… de todo saco algo y lo voy amalgamando en historias.

—Lo lindo del cuento es que no tiene autor…
—El cuento salió y es de todo el mundo y hay chistes que hace diez años que los cuento porque la gente me los sigue pidiendo.

—A la hora de actuar, ¿te pones nervioso?
— No tengo nervios previos, tengo mucho respeto. De los primeros dos minutos depende todo. Yo no me subo nunca antes a un escenario si antes no me encomiendo a Dios y rezo un padre nuestro.

—¿Cuál fue la situación más difícil que pasaste arriba de un escenario?
—En una oportunidad, una mujer le había organizado un cumpleaños sorpresa a su marido, que cumplía los 40. Pero lo hizo al gusto de ella, con música lírica y con los amigos de ella que tenían sus mismos gustos.

—¿Y?
—El cumpleañero era muy chabacano, le gustaba el folklore con asado, amigos y parientes. Por lo que se decepcionó cuando vio que su esposa le había cambiado el asado y el vino por una velada paqueta. Por lo que no disimuló el fastidio.

—Y en ese clima tuviste que actuar…
—Así es. El ambiente no daba para mi humor y quedé sorprendido que al momento que iba a empezar, el dueño de cumpleaños puso tres sillas en primera fila, para él y sus dos hijos, se pidió un vino y me dijo “actuá para nosotros tres, hermano. No te preocupés por los demás”. Y así fue, hice un show para uno. Se reía, aplaudida mientras que los demás invitados estaban ajenos a mi trabajo. Fue la única fiesta en la que me sentí un poco incómodo.

—¿Alguna vez llegaste pasado de copas?
—Me pasó algo peor que ahora es risueño pero que en ese entonces sufrí mucho. Estábamos citados a las 12 de la noche y ya eran las 3 de la mañana y no subíamos. Entonces salgo a la puerta del salón de fiesta y a los vaguitos que cuidaban los autos les pregunto ¿qué están tomando? Nafta súper me dijeron.

—¿Y?
—Era fernet por lo que le di un buen trago. A los 20 minutos me estaban anunciando y empecé a transpirar, a marearme, se me nubló la vista, se me empastó la lengua. A las 8 de la mañana me hicieron análisis porque estaba descompensado.

—¿Qué había pasado?
—Lo que estaban tomando tenía Rivotril, tenía un montón de pastillas. Se estaban drogando los vagos y yo que lo más fuerte que tomó es una Bayaspirina cuando estoy falta de sueño, le di un trago grande. Te imaginás, drogado estaba. Me transpiré entero, fue fatal. Desde entonces llevo mi agua. DOS DE SUS CHISTES PREFERIDOS

Hace muchos años, cuando se viajaba a Buenos Aires, se tenía mucha expectativa porque no era como ahora, que sabés cómo era todo. Y salieron dos de Chimbas para Buenos Aires con los miedos que les robaran y principalmente de meter la pata, ya que algún macanón que se mandaran quedarían crucificados para todo el viaje. Uno de los chimberos siempre le decía al otro que no hay como el chocolate con churros en la Capital por lo que lo primero que hicieron cuando llegaron a la estación fue pedir dos chocolates con churros. Y el chocolate, preparado en máquina, no humea. El primero le pegó un trago que se quemó todo, garganta, laringe, faringe. Y no abrió la boca para no quemarse con el otro. Le corrían las lágrimas y cuando el amigo le preguntó ¿Por qué las lágrimas? Es la lejanía, me acuerdo de la mamá y me dan ganas de llorar, le dijo. Cuando el segundo se tomó el chocolate de una, al instante se le empezaron a caer las lágrimas. ¿También te estás acordando de tu mamá? Le preguntó el primero… No, de la tuya, la madre que te p…..
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Los viejitos cuando llegan a cierta edad, casi ni hablan. Se contentan con saber que el otro está al lado suyo. Claro, después de 60 años juntos ya se han hablando todo. Una tarde se paró la viejita y le dio un bofetón al viejo que le hizo dar vuelta la cara: —¿Y esto por qué? —Por 60 años de pésimo sexo- le respondió la viejita.
Pasaron 10 minutos y el viejo de pronto se paró, se acercó a su esposa y le dio una trompada que los postizos fueron a parar a diez metros. Y le dice la vieja..

—¿Y esto por qué?
—Por conocer la diferencia.

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Miguel Delgado.