Alejandro Yesurón: El hombre que hace hablar a los muertos

Alejandro Yesurón es el médico forense más antiguo del Poder Judicial. Dice que en San Juan no se trabaja como en las series de televisión porque nunca se formó el equipo que se necesita. Incluso acota que antes, el médico de la policía y el forense del Poder Judicial estaban peleados, por lo que la desconexión era total. Para Yesurón, la falta de un trabajo en equipo hace que a veces equivoquen los diagnósticos y como ejemplo relata el caso del cadáver que ingresó como muerto por bala y en realidad era una muerte natural.

Cuando se charla con un forense, casi naturalmente surge un interrogante: ¿Qué puede llevar a un médico, formado para salvar vidas, a hacer del estudio los muertos una profesión?  Esa paradoja se da en los forenses, los médicos que a partir de un indicio físico, una herida, un hematoma, una marca, son capaces de deducir como murió una persona. “En diez años de cardiólogo sólo una vez tuve un corazón en mi mano, en cambio ahora, puedo aprender todo lo que quiero”, dice para justificar por dónde pasa la vocación de un médico que se dedica a la rama legista.

Alejandro Yesurón abrazó la medicina forense casi por casualidad. Se había especializado en cardiología y estaba a punto de irse a Holanda cuando se le dio la oportunidad de concursar por un cargo en el Poder Judicial. Creía que su trabajo se limitaría a hacer peritajes desde su especialidad, la cardiología pero cuando se jubiló el forense titular, el doctor Imhoff, se debió hacer cargo de todo y meticuloso como es, hizo la especialidad en medicina legal que se estudia en Mendoza. Después ha hecho numerosos posgrados y está terminando la especialización en criminología.

Desde entonces, ha formado a otros colegas en esta especialidad y ahora comparte su tiempo entre la cardiología, el Poder Judicial y su vocación docente, como profesor de Medicina Legal en la carrera de Medicina de la Universidad Católica.

La otra pregunta tiene que ver con la comparación entre lo que vemos por la televisión y la realidad de este San Juan del año 2008. “Detectives médicos”, el programa de Discovery Channel nos muestra cómo a partir de un pelo o una mancha de sangre en el tapizado de un auto es posible resolver un crimen.

—¿En San Juan se podría trabajar científicamente como en las series de televisión?
—La clave está en la toma de decisiones que se deben hacer en el ámbito que corresponde. Hay que generar no sólo la estructura sino el grupo humano que hace falta para esto. A través de Internet, podemos ver que no sólo en los países más desarrollado sino también en países de Latinoamérica existe esa organización que se llama cuerpo médico forense, con la estructura organización y especialidades que hacen falta. Eso no se hizo de un día para el otro sino que se planificó. Aquí, en cambio, se habla de la policía judicial y nunca se termina de hacer.

—¿Por lo menos existe el cuerpo medico forense en el ámbito del Poder Judicial?
—Llevo 18 años en el Poder Judicial y siempre se habló de hacer un cuerpo médico forense. Actualmente somos cinco médicos desperdigados en la actividad tribunalicia que ni siquiera tenemos relación unos con otro. Yo no me entero ni qué están haciendo y tenemos contacto sólo si alguno envía un SOS por algún tema. Sería bueno si la Corte se decidiera a armar un equipo, llamar a concurso y traer los grandes maestros de la especialidad forense para que tomen un examen de oposición.

—Por lo que se percibe, tampoco hay una  cultura de trabajar con los profesionales de la medicina legal. ¿Los jueces los usan como auxiliares, les consultan?
—No hay interrelación sistemática. Creo que el problema principal es el siguiente: si uno ve el mapa conceptual de lo que significa la medicina legal en la formación de grado, está en la carrera de médicos porque hace al nexo médico jurídico. Pero si es de importancia para la medicina ¿por qué no está en la carrera de abogacía?. Si un abogado no ve la necesidad de esta interconexión, es muy probable que cuando llegue a juez o a ministro tampoco vea la necesidad de formar absolutamente nada.

—Aparte está el hecho que la Policía tiene legistas y el Poder Judicial forenses.
—Una autopsia debiera empezar en el lugar del hecho pero el médico forense nunca va, porque el que concurre es el médico legista de la policía que responde a otro lineamiento y a otra conducta de investigación. Muchas veces llevan el cadáver transformado en prueba para tomar elementos. Como caso podría contar que hay cuerpos que llegaron como accidente de tránsito y terminaron siendo un homicidio.

Eso es preocupante. Quiere decir que hay probabilidad de que un hecho doloso termine impune.
—El problema principal es que todo lo que se hace en el lugar del levantamiento y que no sigue la norma en los pasos que hay que seguir, no continúa en la morgue. Ahí debiera estar todo un equipo interactuando en los pasos. Indiscutiblemente si ese fuera el método de trabajo el resultado va a ser diferente.

—¿Es cierto que los cadáveres muchas veces llegan desnudos a la morgue?
—Es verdad. Sacan los elementos y  los cadáveres llegan desnudos a la morgue judicial y yo pregunto… ¿estaban desnudos tirados en el lugar del hecho? Veía por televisión el caso del hombre que apareció en un zanjón de Pocito y al que habían dejado cerca del auto. Todo lo que necesitaba el forense como prueba había sido manipulada. Le habían sacado la ropa y la habían doblado. Menuda sorpresa debió ser para el que le tocó el caso, haber recibido un cadáver violentado pero sin ropa. Por supuesto que a la ropa la tiene que analizar un perito en criminalística pero eso es después que el forense hizo su trabajo.

—¿Por qué ocurre eso?
—No hay un procedimiento sistemático, no hay un respeto ético profesional, porque si un colega que sabe de medicina legal quiere saber qué tan profundo es el orificio y le mete un palito y no me dice nada, ¿cómo explico yo después que en una herida de proyectil hay resto de palito dentro de la herida? Eso pasa porque si el médico legista que va al lugar del levantamiento, tuviera un protocolo de actuación en conjunto con el médico forense, si este no puede ir al lugar del hecho entonces el legista va a la morgue a cerciorarse de lo que está pasando, aprende él, aprendo yo y no confundimos ni a la policía ni a los jueces.

—¿Qué se necesita, además de un protocolo?
— Hay que formar equipos. Le doy un ejemplo. En un caso de mala praxis, yo no puedo pedirle al hospital que me haga los estudios periciales que necesito. Pero llega una denuncia de mala praxis en el hospital, tomamos las muestras y le tenemos que pedir al patólogo del hospital que haga un estudio histopatológico porque nuestro sistema no tiene un laboratorio de patología forense. No sólo que cualquiera puede impugnarlo, además el que estoy denunciando me puede decir que no tiene nada porque es un patólogo clínico no forense, sabe de biopsias de patologías clínicas, no sabe nada de la constelación de criminalística forense.

—Quiere decir que el forense, trabaja en la más absoluta soledad.
—En este sistema, el trabajo del forense es como la canción “solito y solo que te quiero ver bailar, saltar y brincar”. Metafóricamente, uno tiene que resolver lo que tiene que resolver hasta donde puede, con satisfacciones como las de todos los argentinos, que vamos al exterior que con un alambrito resolvimos un caso. En este ambiente, cuando un perito criminalístico dice que no es posible hacer algo y uno tiene el conocimiento científico, va, compra el reactivo, lo hace y le lleva al juez el resultado, es muy satisfactorio.

—Así es difícil que puedan resolver en forma definitiva un caso, como vemos en la televisión.
—Hay casos en los que quedan incógnitas, muchas veces la cuestión termina en la apreciación subjetiva que hace la policía, porque quién investiga es la policía. Se reclama una investigación judicial pero el juez no es el más indicado para investigar y de hecho tiene tantas cosas que no podría estar detrás de la verdadera investigación. La cuestión tiene que estar en manos de un fiscal y este tiene que estar rodeado de un contexto organizado de peritos que son los que tienen que llevar adelante la investigación como policía judicial y el médico forense debería colaborar.

—¿Ha tenido contactos con los responsables de que esto funciona alguna vez como propone?
—He hablado con el jefe de Policía para decirle que no tengo ningún inconveniente para colaborar en lo que haga falta porque por lo que sé, antes de mi ingreso al Poder Judicial, no había ni la más mínima relación entre los médicos forenses y los legistas, es más hasta estaban peleados. Por suerte este jefe de Policía tiene un criterio más abierto y me llamó para ayudar en la selección del personal para su dependencia criminalística, nos permitió hacer un concurso de modo que el personal sea idóneo para la tarea de investigación. Ese es un cambio de mentalidad y es muy bueno que se esté montando un laboratorio con mejor tecnología  y lo que está faltando es que se coordinen los poderes Ejecutivo y Judicial porque uno sin el otro no funciona.

CASOS DE NOVELA
La mujer del basural

—¿Que caso puede relatar que le haya dado una satisfacción resolver?
—Hay un caso de una mujer que fue encontrada en un basural y que era totalmente no identificable porque la antropofagia había dejado los huesos y las alimañas habían comido todo un miembro. Teníamos una mano totalmente momificada y los peritos dijeron no vamos a poder identificarla y vamos a tener que hacer un ADN. Uno sabe que esto cuesta, lleva tiempo pero además hay que tener con qué compararlo de lo contrario no. Entonces con el auxiliar de morgue comenté que había una técnica para rehidratar la piel que estaba en muy malas condiciones y con voluntad y paciencia aparecieron las huellas, las pudimos registrar y llamamos al perito nuevamente, quien se sorprendió. Era una mujer que había sido de Chimbas y que probablemente tuvo una muerte natural, nosotros no encontramos ningún indicio y de la investigación del entorno tampoco surgió que haya tenido motivos para tener una muerta violenta. Lo importante que logramos identificarla y además de conocer que tenía problemas mentales, que vagabundeaba por los basurales, probablemente le dio algo y se perdió.


Juanita, la desconocida
—¿De qué caso podría decir que lo desvela?
—El caso que me desvela es el caso Juanita.Son restos avanzados que aparecieron en un zanjón. Le puse Juanita porque apareció un día de San Juan, logramos con ese caso hacer hasta arte forense, traer una persona que pase a un esquema digitalizado los huesos del cráneo y con eso fue reconstruido el rostro con todas las características que pudo haber tenido. El juez Atenágoras Vegas se había propuesto identificarla porque quería saber si tenía alguna relación con los casos de desaparecidos que hay en San Juan. Vino gente de distintas provincias para llevarse muestras de ADN.

—¿Todavía no se puede saber quién era?
—Ese es otro problema grave del sistema: todo termina en el juez y a veces uno ni se entera qué hizo con eso el magistrado. Muchas veces los informes quedan en un expediente muerto. Nunca me enteré en qué terminaron las muestras que se llevaron.


El balazo que no fue
—¿Qué caso recuerdan el que se haya cometido un grueso error en la etapa de investigación?
—Me pasó una vez que me dicen “doctor traemos un baleado”. “La policía está buscando el arma porque dicen que lo ha baleado un amigo que han estado tomado juntos. El médico legista dice que tiene herida de arma de fuego en la cabeza”. Van examinan, hay rastros de sangre, pero nadie se aproximó como para decir “parece” que es una herida de bala.


—¿Y cuál era la verdad?
—Cuando voy y lo examino, resulta que lo que tenía en la herida de la cabeza era una piedrita. Era una piedra que se le había incrustado en la piel porque cayó arriba de un pedregullo. Resultó que era una enfermedad que le produjo una muerte súbita y el hombre había caído afuera de la casa pero como vivía con otro y eran alcohólicos conocidos más que anónimos, pensaron que el otro lo había matado en una discusión donde habían tomando alcohol y estaban buscando un arma, de una herida inexistente.
No me quiero imaginar las que debe haber pasado el amigote cuando se despertó en la policía y le pedían el arma con la que había matado al amigo.

Nota publicada en El Nuevo Diario el 7 de noviembre de 2008.

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"Cuando vamos al exterior, como argentinos tenemos la satisfacción de mostrar que con un alambrito resolvimos un caso".