Carlitos era una pinturita

Por Arnaldo Ulises Varas.
Esta nota fue escrita en junio de 1.988 por el recordado periodista, ya fallecido, y hoy forma parte de los trabajos de la Fundaciòn Bataller como un homenaje al destacado profesional.

Un 24 de junio de 1935, Carlos Gardel, “el bronce que sonríe”, iniciaba su último vuelo: el que lo instalaría definitivamente en la mitología y el cariño popular. Este recuerdo de su paso por San Juan, es como silbar un tango; un acto a medio camino entre la nostalgia y el homenaje.

El tren del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico, ahora San Martín, resoplando aparatosamente, se detuvo por fin en el andén de la Estación San Juan. Había llegado como siempre a horario. En la ventanilla apareció la sonrisa cautivante. Carlitos ya estaba entre nosotros; mejor dicho, entre el abigarrado público sanjuanino de 1933, ataviados con sobretodos y bufandas, gorras de paño y alpargatas bien criollas.

Era el 4 de junio de 1933. Carlitos saludaba con simpatía por la ventanilla del coche dormitorio, para alejarse después de no pocos esfuerzos por calle Mitre abajo en un reluciente último modelo Packard.

“Don Carlos Gardel vino a San Juan invitado por su amigo Joaquín Escudero, quien era el gerente de la casa de juegos “La Morisca”, un viejo café y confitería que estaba cerca de la Plaza 25 de Mayo, nos cuenta con gran animación don Pedro Chirino Sombra, un taxista retirado de 84 años de edad que allá por 1923 tuvo su primer auto propio, un Ford “a pedal”.

Don Carlos llegó a la mañana. Lo acompañaba su conjunto de guitarristas integrado por Barbieri, Riverol, Petorossi y Vivas para una serie de tres actuaciones, debut, tarde y noche durante los días lunes y martes de ese mes.

Sombra rememora que para el debut estaba anunciada la presentación del famoso mendocino Hilario Cuadros pero éste, gallardamente, cedió su lugar para la presentación del Zorzal.

“Recuerdo que ya en el Teatro Cervantes; ante la enorme multitud y la emocionada expectativa, se abrió el telón y aparecieron los guitarristas, muy elegantes ellos y sin pulsar sus instrumentos, para aparecer detrás el propio Gardel, iniciándose de inmediato el recital tras los anuncios del animador contratado al efecto. Entonces Carlitos con toda la voz que tenía comenzó
su actuación con “La han visto con otro”. Aquello fue el delirio, no como ahora en que la gente chilla y se desmaya. Al cabo de las cinco interpretaciones que Gardel ofreció, se abrieron libremente las puertas del Cervantes para que la gente que estaba amontonada en la vereda de calle Mendoza pudiera ver y escuchar a Gardel con toda su voz y sin micrófonos. Siempre me recuerdo que Gardel usaba un traje negro y tenía una sonrisa, una voz inigualable; era una pinturita, un verdadero varón”.

Gardel y sus compañeros fueran agasajados -estaban alojados en el Hotel de las Provincias- con una “paella” que se sirvió en la cervecería San Juan. Después el grupo paseó por la Plaza. En Mitre y Mendoza se hizo lustrar los zapatos y le dio una generosa propina al lustrador y en una de sus bien porteñas e ingeniosas salidas Carlitos dijo: “Pero mirá che, los ómnibus que pasan por acá van al hospital, al cementerio y a la cárcel. ¿Qué te parece hermano?”.

También don Carlos y su gente fueron invitados a un asado, no de parrilla sino al asado clavado en el suelo como se hacía antes y Gardel se sirvió directamente. El anfitrión era el nombrado Escudero y el lugar Los Altos de la Bebida.

“Allí Gardel se interesó por todo lo que oía y veía. Recuerdo que había una viejita debajo de la higuera con un telar trabajando en una prenda de lana. Gardel preguntó “¿Qué está haciendo esa viejita?”. Era un Jergón. Entonces Gardel tomando su guitarra y pidiéndoles a sus compañeros que lo dejaran solo, colocó su pie en el estribo del auto e improvisó una “cifra” que dedicó
a la anciana del telar, a la que abrazó y besó cariñosamente y puso un papel en el bolsillo, tal vez un billete grande. También recuerdo muy claro que Gardel en la última presentación se quitó la corbata y se la regaló a alguien del público, tal vez a una señorita.

Un comentario
Decía “Tribuna” el 5 de junio de 1953: “EI debut y la segunda función de Carlos Gardel en el cine Cervantes, ha marcado uno de esos sucesos teatrales que tardan en repetirse o que no se repiten. Los pronósticos fueron ampliamente superados ya que la concurrencia ha sido extraordinaria hasta el límite.

“La popularidad de Gardel, especie de fanatismo del pueblo amante de la canción criolla, quedó manifestada de tal modo que es secundario todo juicio respecto a sus condiciones de cantor. Gardel es un cantor privilegiado, un cantor nato; sus interpretaciones son exclusivas porque nadie ha podido ni podrá imitarlo; voz varonil, personal, la suya”.

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Gardel
Con toda la pinta, Gardel en San Juan Esta foto fue tomada en el hall del Teatro Cervantes de San Juan. En esa sala, tal vez la más importante que haya tenido la provincia, ubicada frente a la Plaza 25 de Mayo, actuó Carlos Gardel en mayo de 1933. Por la voz de Gardel pasaron “Naipe marcado”, “Tengo miedo” y otras canciones que fueron recibidas con ovaciones por quienes pudieron verlo, porque en realidad el teatro quedó chico y mucha gente que quería verlo cantar se quedó afuera. Esta imagen lo muestra, rodeado por admiradores, en el hall del Teatro Cervantes. Obsérvese la pinta del astro, el pucho entre los dedos, las polainas...Gardel de cuerpo entero. (Foto publicada en el libro “El San Juan que usted no conoció”, de Juan Carlos Bataller; proporcionada por Domingo y Oscar Ernesto Nieto)