La tonada

 Al estudiar la tonada cuyana, a la vez que nos mueve un cariñoso sentimiento loca­lista cual es el de presentar sus características definidamente regionales, nos impulsa también un deseo vehemente de que ella sea abordada por investi­gadores que, con más experiencia, logren explicarnos curiosos aspectos presentados por ésta y donde encon­tramos algunos puntos de contacto con el Estilo y el Triste, pero también algunos de contraste con ese gé­nero similar tan divulgado en el resto de la República.

Para facilitar esa tarea, hemos conservado en las to­nadas consignadas en este álbum, todos sus defectos, porque hay mucha gracia y personalidad en esas inco­rrecciones y simpáticos desaliños. Por eso exponemos con toda sencillez esta genuina forma de nuestra músi­ca y poesía cuyana. Lástima grande que la brevedad de la presente publicación no nos permita extendernos en consideraciones que estudiaremos más adelante.

La tonada cuyana tiene una virtud muy singular, la de adaptarse a las diferentes modalidades regionales, y lo mismo a las diversas condiciones temperamentales de los individuos. Por eso toma expresiones curiosas, cuando los criollos decoran la escena con gestos y mo­dulaciones de complemento, donde lucen el ingenió de su socarrona malicia.

Ella es de acento largo, elevadísimo. Cuando no se interpreta en sus intenciones y propósitos, resulta a veces monótona; pero, cuando se la comprende y el oído se acostumbra a ella, entonces, se advierten armonías y cadencias de tanta emotividad que terminan por ser interesantes, tanto por el sentimiento que ponen los cuyanos en el quejumbroso acento de sus cantos, cuanto por la variedad de motivos que con encantadora senci­llez tratan en los diferentes temas concernientes al de­sarrollo de la patriarcal vida serrana.

Tonadas hay de todas clases y categorías. La patrió­tica de corte épico encara todos los motivos que le con­ciernen: la Revolución de Mayo, el Ejército de los An­des, las Damas Mendocinas, la Conquista del Desier­to, el Malón y otros muy diversos temas.

Los cantores populares especulan en sus produccio­nes con todos los acontecimientos más sobresalientes de la tranquila y resignada vida lugareña. Nuestras le­yendas y la nomenclatura aborigen dieron motivo a innumerables tonadas que la tradición oral conserva n través de los años.

La tonada lírica es la más rica y variada, sus motivos esencialmente sentimentales, alternan en ella muy in­teligentemente recorriendo con picaresca agilidad to­dos los tonos de la gravedad y de la licencia. Temas que, por convencionalismos de diferente índole, pasan a veces desapercibidos a los historiadores o periodistas que para no afectar intereses creados, no los conside­ran. El cantor popular los recoge, dando valientemen­te, y a veces con sangrienta ironía la sanción de repu­dio o aplauso negado por el miedo.

Así, hay tonadas para todos los gustos: dramáticas, trágicas, patrióticas, cómicas, satíricas y amatorias, que son las más numerosas. En ellas se pone de manifiesto la sensibilidad e inteligente del pueblo cuyano, que acusa un grado de cultura colectiva que mucho le hon­ra. Las tonadas cómicas y satíricas caracterizan en el pueblo una habilísima condición para las adaptaciones circunstanciales. En ellas el humorismo criollo les hace manejar la sidra con tal habilidad, que les permite en sus letras dominar graciosamente los asuntos que conciernen a Dios, a la naturaleza, a los hombres y a los animales.

En el tipo de tonadas amatorias, son especialmente interesantes las serranas, en infinita variedad de moti­vos evocan la tristeza criolla que en las diversas formas pasionales del amor, expresan en sollozantes gemidos la inquietante melancolía de un atardecer con angus­tias de bramidos y cenizas.
Hay en los compases y ritmos cadenciosos de esas tonadas, acentos que son a raeos como el arrullo de las fuentes cristalinas que se disuelven en tranquilos y pla­teados hilos; y a ratos, hay en ellas el rugido de los torrentes que descienden de las cumbres nevadas. For­man la maravillosa orquesta de jilgueros, tencas y zor­zales que vienen repitiendo en melodiosos gorgeos las notas que como himnos de triunfo se cantaron en ho­nor de los soldados de las épicas jornadas del Ejército de los Andes. Hay también, en las tonadas del llano, un gracioso desarreglo que se parece a las desaliñadas melenas de los sauces que guardan doloridas en su fo­llaje, las notas enternecedoras de la canción  nativa que vibró como un estilo en los fogones del Plumerillo o en las pulperías criollas de Mendoza colonial.
En el pueblo, la música gaucha que va metida en el corazón sensible del cuyano, esconde en un misterioso encanto manantiales de belleza y los criollos hablan con la tonada, expresando en sus enternecedores bordoneos añoranzas de chañares y reminiscencias de que­brada que son tiernos y nostálgicos suspiros que recla­man para nuestra tonada el derecho de ser argentina y genuinamente cuyana.

Como las cuecas y gatos que tienen sus aros, rema­tes y añadiduras donde la sal y el espíritu burlesco del criollo aprovechan, a veces, la confusión del repentino paro, para poner traviesamente entre los invites del copeo, la nota satírica o picaresca que decora graciosa­mente la escena. Así también en las tonadas hay el agre­gado de algunas estrofas breves, destinadas a las despe­didas o dedicatorias. Casi siempre tienen un último complemento que es adaptado a las personas o circuns­tancias especiales de la reunión, se las denomina: Co­gollo. Se alude seguramente a la parte más delicada y exquisita de un producto y se ha querido significar, deliberadamente, el propósito de brindar u obsequiar lo mejor. Así los cogollos brotan del alma de los trova­dores que ponen a prueba su inteligencia en las más variadas improvisaciones que fluyen sencillas como cris­talinos manantiales, llenos de gracia, de belleza y hasta de nobles enseñanzas. ''''''''''''''''''''''''''''''''‘Tiernito como un repollo larga tu cogollo", dicen los animadores cuando los cantores terminan sus dedicatorias y recalcan “cogollo para fu­lano o mengano". Éste se realiza y el cantor se luce improvisándolos ingeniosamente, nombrando en mu­chos casos, la persona que lo manda o solicita.

La tonada clásica es por excelencia un canto de amor a la mujer querida, se le dedican con ellas finezas, aten­ciones y juramentos; en ellas los serranos más rudos, groseros y torpes se vuelven moderados, suaves y deli­cados como las flores silvestres de las sierras. Las tona­das de estas regiones se diferencian notablemente de las puebleras y de las del llano, sus imágenes tienen la condición de ser atrayentes por su mayor emotividad y sencillez, y no obstante la menor cultura del pueblo que las elabora, tienen mayor contenido ideológico, mayor vigor imaginativo y más fondo moral.
El cóndor, el águila, la lechuza, la tenca, el jilguero, el zorzal y otros animales de la fauna cordillerana, dia­logan maravillosamente en las coplas y cuartetas de las; letras de las tonadas serranas. Hacen fantásticos viajes  ramoneando en los jardines de las vegas, las flores y cogollos que ofrendan a la mujer amada, o a la persona que desean  honrar o distinguir haciéndole algún “me­recimiento”.


Características de nuestras tonadas

De metro libre y con diversas consonancias y aso­nancias, en versos de pie quebrado, hay tonadas de cuarteta, quintilla, sextillas, octavillas y décimas. Ge­neralmente todos se inician con un alegre nervioso, la décima por ejemplo, lo hace como si la inspirara una impaciencia, llega al motivo inicial después de un mo­derado interludio, arrancando su nota melódica que siempre es un profundo lamento del alma. Comple­mentadas las fases musicales con el espíritu de las le­tras, se atizan con nuevos interludios hasta eslabonar su segunda frase, donde empieza un ritmo un poco más alegre hasta caer nuevamente en la nota quejum­brosa, en la que expresa todas las inquietudes y sinsa­bores que animan al cantor. También hay las que se inician con graves y cadenciosos preludios, que luego desarrollan  su melodía de acuerdo con el detalle descripto precedentemente. Las tonadas en las que casi siempre el criollo desarrolla sus temas picarescos y jocosos son las de cuarteta, quintilla o sexteta de medida libre o de pie quebrado, con formas de preguntas gra­ciosas o doloridas y también en variadas expresiones interjectivas. Siempre sin cambiar de tiempo, se man­tiene en el ritmo alegre con que se inician, tomando un aire semejante al de la zamba, por lo que no ha faltado alguno que la compare con ella, y muchos que la confundan. No hay tal semejanza: la zamba tiene su métrica exacta, ajustada para la danza y la tonada es una canción que solo se adapta a las distintas modalidades personales del cantor al interpretar la letra y la música popular.

 

 

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