Los guanaqueros 40 años después

 La siguiente nota fue publicada en la edición 1698 del 13 de noviembre de 2015 en El Nuevo Diario

 

Sí, ya han pasado casi 40 años.

Todos están -estamos- más viejos. Pero ni los anteojos ni las canas ni alguna barriga más prominente, les quita el brillo de los ojos cuando hablan de viajes, pintan paisajes en los relatos o suman kilómetros en los vehículos.

Son los amigos de las guanaqueras. O más concretamente, los guanaqueros, el grupo de amigos más estable que exista en la provincia.


La historia del nombre comienza con el corredor Julio Devoto quién se lanzó a la aventura de trasladar a campo traviesa el vértigo de las pistas de carrera. Su empresa no era fácil, tampoco su tenacidad fue fácil de vencer en la búsqueda del logro del objetivo, el que culminó cuando salió a andar caminos con una Ford A, acondicionada y alivianada.

El sitio favorito para el viajero fue la pampa de Ampakama, nombre éste que le quedó como apodo y como identificación de cazador de guanacos, tarea que le valió también la crítica de la mayoría de los sanjuaninos preocupados por el equilibrio ecológico, quienes tal vez para sancionar con la reivindicación de la identidad del animal a la herramienta móvil, bautizó al vehículo “guanaquera”.


Hasta ahí la participación de Devoto quién nunca integró el grupo de “los guanaqueros”.

—El grupo nuestro, aunque ha tomado aquel nombre, es la antítesis de la cacería, jamás nos interesó. Nosotros somos “ecologistas”—, aseguraron todos a coro durante un programa reciente de La Ventana al que fueron invitados.

 

—¿Cómo surgen?
De Lara:
—Por un aviso del diario que puse yo hace 40 años: “Compro motor Continental” —el motor que traían las estancieras antiguamente—. En respuesta, aparece César Volpini, un ingeniero ingenioso, quien tenía por entonces un vehículo hecho por él.

 

—¿Y qué pasó?

—Le comento esta circunstancia a “Pebi” Zimmermann y él me propone que nos juntemos, que nos conozcamos. De esta reunión surge el primer viaje en aquella “guanaquera”: “Pebi” Zimmermann, César Volpini y Pepe Ares, fuimos los pioneros y nos quedó gustando. De ahí en más empiezan a sumarse amigos.

—Las guanaqueras eran el vehículo para las aventuras. Pero tendrían otros objetivos…

—Somos todos amantes del campo, de la naturaleza. Como bien dices, las guanaqueras eran el maravilloso vehículo que nos permitía llegar a lugares hasta entonces inaccesibles para los humanos. Una herramienta para  trasladarnos hasta lugares donde no podíamos llegar a pie o en mulas.

 

—Luego vendría, muchos años después, la avalancha de vehículos 4 por 4, dotados del máximo confort.

Lucho Cernuda: —En aquel tiempo no llegaban vehículos importados y teníamos que manejarnos con lo que se fabricaba en el país, especialmente los vehículos de la línea IKA, jepp, estancieras, Gladiator. Había que transformarlas, darles más potencia. Nosotros lo hicimos

 

—¿Qué fue de esas guanaqueras?

Cernuda: —Hay tres en San Juan andando. Están en perfecto estado.

 

—Serían un formidable motivo para atraer turistas.

—Por supuesto.


—Este es el nacimiento del grupo. Pero a medida que pasa el tiempo, aumenta el número de guanaqueros. ¿Cuándo te incorporas vos, Pato?

Pato Marún: —Estábamos en la Galería Estornell tomando un café y el Gringo me invita a una excursión al lugar donde había caído el avión de los uruguayos. Me entusiasmó la aventura y me incorporé al grupo.

 

—Algunos de ustedes venían del Andino Mercedario.

Pebi Zimermann: —Yo era y soy del Andino Mercedario. Y precisamente a raíz de mis conocimientos de la montaña, por andarlas a pie, sabía de ríos secos que podían subirse con vehículos doble tracción. Así fue que pude tener mi primer jeep cuatro cilindros, el chiquitito, y ahorrar las horas de caminata que eran tediosas y sacrificadas. Llegábamos hasta el pie del cerro…

 

—Hubo casos como el tuyo de gente que se quedó para siempre. Otros estuvieron algún tiempo… ¿Cuánta gente pasó por el grupo…?

Marún: —Es muy difícil la cuenta. Pero si te podemos decir que ya hay 13 compañeros que nos dejaron para siempre.

 

—En los primeros tiempos no había vehículos doble tracción ni GPS… Pero también enfrentaban problemas prácticos. ¿Qué pasaba si un vehículo se quedaba arriba?

Cernuda: —Se arreglaba en el lugar y se traía. No quedaba otra. Nunca dejamos un vehículo abandonado en el campo.

 

—¿Quiénes eran los mecánicos?

Cernuda: —Todos éramos un poco…

Gringo de Lara: —Lucho y Volpini eran los capos.

 

—Y Tom hacía los pollos al galleto. ¿Los seguís haciendo?

Tom: —Has dicho bien. Los hacía. En el campo hay que hacer fuego en el piso y cada vez cuesta más agacharse…

 

—¿Cómo sostienen la armonía del grupo?
—Hemos logrado una armonía en base a lo que cada uno sabe: “Pebi” es el aglutinador del grupo, tiene como una foto satelital en la cabeza y sabe qué quebrada se junta con qué valle, qué portezuelo va a parar a tal lugar, es el “alma mater”; Uliarte es un gran cocinero, Daniel Aguilar y “Pato” Marún también hacen de comer; Volpini y “Lucho” Cernuda son los expertos mecánicos y yo, el que aporta la cuota de humor.

—¿Cómo organizan las salidas?
—“Se estudia un objetivo”, como dice “Pebi”, hacemos un análisis de posibilidades y a partir de ahí comienza la organización del viaje, la cosa es salir.

—¿Qué equipamiento llevan?
—Es importante destacar que para viajar en las guanaqueras habíamos diseñado recipientes especiales para llevar el equipamiento, donde iban las ollas, calentadores y otros enseres. ¿Qué llevamos? Bueno… lo primero que cargamos es mucho vino y, si hace falta, nafta, comida, herramientas y todos los elementos necesarios para la vida al aire libre.

—¿Cada cuánto tiempo salen?
—No hay un sistema de tiempos. Se buscan los feriados largos; por ahí nos tomamos un viernes o un lunes, porque la mayoría tenemos la ventaja de ejercer actividades independientes.


 

 

Masculinamente machista

Como algunos clubes de exquisitos (para denominarlos de una manera elegante), “los guanaqueros” es un grupo exclusivo para hombres. “Pero no porque seamos machistas”, aclaran a coro. Por una cuestión cultural, en Latinoamérica y en Argentina, la mujer tiene una forma de pensar diferente a la nuestra. Nosotros hemos viajado dos o tres veces con nuestras esposas y la experiencia no fue buena: se pelearon todas porque “aquella no lavó los platos, ¿viste?”; “la otra se hizo la tonta y se fue al auto a hacer dormir al niño, ¿te diste cuenta?” y esas cosas. En cambio nosotros somos más sensatos, más directos y lo que nos molesta lo decimos de frente, con humor”.



El auto de los picapiedras
Las guanaqueras tienen alrededor de cuarenta años. Son una especie de vehículos de carrera de montaña, con motores con más potencia que los originales, diferenciales que no se rompen, palieres flotantes que no se quiebran, cubo de trabador de la tracción delantera para que vayan livianos cuando se transita en ruta. Todo si hizo artesanalmente acá en San Juan, explica De Lara. Hoy fueron sustituidas en su mayoría por vehículos 4x4.

 

—¿Quiénes las hacían?

— Volpini fue siempre el original diseñador de estas cosas; Cernudas el otro grande. Y después a cada uno se le iba ocurriendo algo más, como por ejemplo colocarles chiclés regulables como los aviones para que en la altura no se apunen. Los primeros parecían el auto de los picapiedras, porque no tenían capota, nada…; nos moríamos de frio, pero como éramos jóvenes, no lo sentíamos… Ahora nos hemos aburguesado un poco.

 

A la descripción técnica del Gringo De Lara, se pueden añadir  otros datos únicos de la guanaquera de César Volpini. Tiene doce ruedas de tracción que las utiliza cuando hace ascensos importantes para que tenga una mayor superficie, porque es un vehículo transformado para hacer escalamiento.

 

 

Haciendo camino al andar
Hace diez años El Nuevo Diario les hizo una nota. Entonces contaron que en los códigos internos del grupo, existen tres categorizaciones de viajes, diferenciados entre sí tan solo por la duración:

— Cortitos: Un fin de semana. Generalmente se quedan dentro de San Juan.

— Medianos: Tres o más días, donde se alejan un poco más, saliendo de la provincia.

— Largos: de varios días, donde incluso han salido del país. Entre estos últimos, el más interesante lo hicieron en 1993 a Bolivia y “constituye el más importante: fuimos 19 personas en 6 vehículos; duró 18 días y recorrimos 7.500 kilómetros; pasamos por Potosí, por La Paz, y regresamos por Chile”, enumera “Pebi” Zimmermann, quien cuenta también que cruzaron el salar más alto y más grande del mundo, con una extensión de 120 kilómetros de largo y ubicado a 4.000 metros sobre el nivel del mar.

—¿Cuántos viajes calculan que han realizado?

— En una ocasión hice un balance y logré anotar más de ochenta lugares diferentes, con un promedio de tres días de duración, lo cual significa que hemos estado alrededor de 250 días viajando en las guanaqueras.

—¿Cuáles son los lugares que han conocido?
— La provincia de San Juan completa –somos expertos en la cuenca del río Gualcamayo y el Tontal—; La Rioja y en especial Talampaya; el noroeste, varios puntos de Chile.

 

“Gringo” De Lara: —“Al Tontal lo hemos cruzado por todos lados y teniendo siempre como diseñador y guía de las guanaqueras a “Pebi” Zimmermann. Además, hemos sido los primeros en hacer la cumbre de este cerro; había allí papelitos dejados por los andinistas y nosotros dejamos los nuestros.

 

“Pebi” Zimmermann: —Otro viaje pensado en términos de ser pioneros es el  que hicimos a Chile por el paso catamarqueño de San Francisco, con el objetivo de alcanzar el récord de altura.

 

 

Cosas que cambiaron

Como en todo grupo, en los Guanaqueros también se van produciendo reemplazos. Ya no están 13 de los pioneros, quienes partieron definitivamente. Pero se han agregado varios nuevos, entre ellos algunos muy jóvenes. También las motos tienen un papel importante para alcanzar objetivos a los que no se pueden tener acceso con otros vehículos.


Las anécdotas del Gringo

No siempre las guanaqueras fueron motivo de curiosidad y admiración por el diseño y la utilidad; por lo mismo, contribuyeron a que sus dueños protagonizaran algunas situaciones donde “se las vieron fuleras”, en épocas de iguales características. De Lara es quien relata experiencias.

“Cuando la guerrilla en Tucumán, nos hicieron desarmar íntegros los vehículos; los envoltorios, las sogas, los tanques que llevábamos generaron sospechas y tal vez nosotros también. Nos salvó el hecho de que por entonces yo era director de Turismo, de modo que el ejército envió un radiograma a San Juan solicitando nuestros antecedentes y recién cuando obtuvo la respuesta, nos quedamos tranquilos, porque mientras tanto, nos tenía detenidos en un pueblito, sin dejarnos seguir”.

“En ese mismo viaje, cruzamos a Chile por el paso de San Francisco, en Catamarca; la ruta estaba intransitable como consecuencia de una gran nevada. Cuando llegamos a un lugar llamado Salar de Maricunga, a 4.000 metros de altura, se nos rompió el radiador de una de las guanaqueras y estando allí, veíamos avanzar una lucecita que, pensamos, tendría que ser de un minero en bicicleta, pero cuando se acercó, resultó ser un jeep con guardias armados, incrédulos de que alguien pudiera estar en ese sitio. Uno de los “milicos” se paró sobre el vehículo al mejor estilo Rommel –era la época del gobierno militar- y, a los gritos, nos pidió los documentos, entre los “clack, clack” de las armas que los otros destrababan. Afortunadamente, todo terminó bien y tanto que nos dieron albergue en lo que ellos llamaban La Avanzada, un refugio equivalente a los de nuestros gendarmes”.

La última anécdota de este viaje tiene connotaciones simpáticas: resulta que después de pasar la noche en La Avanzada, soy el último en despertarme y cuando voy a tomar del desayuno, me encuentro con una hermosa mesa servida con quesos, dulces, galletas…; “un desayuno demasiado exquisito para este lugar”, pensé… Y bueno, me dispuse muy tranquilo a disfrutarlo, pero a los pocos segundos viene uno y me dice que ese era “el desayuno del comandante”. Casi vomito del “cagazo” que me dio”.

“Una vez llevamos a un chico a quien Sergio Fernández bautizó “El “chapulín” verde, porque se sentía un boina verde, un vietnamita, un soldado de infantería de los Estados Unidos... Una noche un compañero estaba entre los yuyos haciendo lo que tenía que hacer y este personaje empezó a los tiros ¿te imaginas?, el pobre tipo salió a los saltos como los canguros y, entre la descarga fisiológica y la otra, dejó el campo abonado en diferentes lugares”.


Cuando se estaba construyendo el autódromo de Zonda, la guanaquera de “Gringo” de Lara y su conductor fueron testigos del cambio de dirección en el recorrido de la pista. El quíntuple campeón fue invitado para que diera su opinión sobre la obra y De Lara convocado para que los trasladara. “En la primera vuelta nomás, Fangio dijo que había que correr al revés de cómo estaba pensado, porque el peralte iba en bajada, lo cual era muy peligroso”.

 

Otros personajes paseados por la guanaquera de De Lara son Bob Derek, Julio Iglesias y Christopher Lambert.




El ritual de los jueves
Quien tenga la intención de encontrar a los guanaqueros, no tiene más que salir un jueves por la noche a recorrer parrillas y restaurantes. Seguramente, en alguno de los tantos que existen en San Juan los encontrará.

-Al principio este tipo de reuniones no existían, pero cuando nos hicimos más amigos, nació la idea de reunirnos una vez por semana a cenar y esas cenas, se han convertido en las generadoras de viajes-, cuenta “Pebi” Zimmermann.


Frases célebres
En aquella nota de abril de 1997 quedaron grabadas algunas anécdotas. Digamos que el anecdotario de los guanaqueros es interminable y variadísimo, aunque en muchos casos es resguardado con el mismo celo que un “secreto de Estado”. Sin embargo, “Gringo” De Lara selecciona algunas historias “contables” y que han quedado como imágenes y sentencias célebres para distintas ocasiones:

 

—Una vez el “Pebi” con otros amigos estaban tratando de subir a la mina La Mejicana, en Chilecito; es un lugar tan difícil que patinaban las ruedas de la guanaquera, cuando bajan unos tipos a caballo y le preguntan dónde iban.

—Vamos a la mina La Mejicana, contestó.

—Mmmm, se va cagar, rubio, pa llegar…

Entonces, cada vez que estamos frente a una situación difícil, la frase surge espontáneamente: “se va a cágar, rubio”. (relato con acento riojano –y en la á— para reforzar la descripción).

Otra es una anécdota que Sergio Fernández trasladó del andinismo a los guanaqueros:
—Don Sergio, déjeme la mula a mí, yo le voy a enseñar a usted cómo se le pone el freno; la mula es buena, a la mula hay que hablarla. Cuando el viejo va a ponerle el freno, la mula le da una patada y un mordisco espectacular… Nosotros, cuando nos pasa algo, nos cuesta sacar una tuerca, por ejemplo traemos a colación aquella situación y se nos quedó el dicho: “La tuerca es buena, a la tuerca hay que hablarla”.

Otra frase que se nos quedó grabada y que también recordamos con frecuencia es la de un árabe que conocimos en Chile: este hombre tenía mucha “guita” y fue a un canal de televisión totalmente “mamado”, pidiendo que nos hicieran una nota porque “esta gente es de un género humano extraordinario”, decía.

Ver artículo:
-- Los Guanaqueros

            




 

GALERIA MULTIMEDIA
Esta es la guanaquera de César Volpini. Una verdadera máquina de trepar.
Los guanaqueros. Pebi Zimmermann, Sergio Fernández, Pachacho Varas, Lucho Cernuda y César Volpini
Los guanaqueros. La dura tarea de rescatar un vehículo atrapado en el barro.
Una hermosisima postal. Cualquier palabra estaría de más.
Los guanaqueros, Benavidez, Lucho Cernuda, Pato Marún. Gringo De Lara, César Ruiz Bustelo, Rodolfo Gil, Valverde, Lito Lueje. Daniel Aguilar y Henry Uliarte.
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