Es el sanjuanino más mencionado en Internet después de Sarmiento; Borges le dedicó uno de sus mejores poemas, todas las ciudades tienen calles con su nombre. Sin embargo, los historiadores sanjuaninos han dedicado muy poco espacio al coterráneo que presidió el Congreso de Tucumán.
Si usted coloca su nombre en los principales buscadores de internet, lo encuentra mencionado miles de veces.
Entre los historiadores mendocino su figura tiene también envergadura, especialmente porque en esa provincia murió.
Es imposible referirse a una de las celebraciones patrias –el 9 de Julio- sin mencionar al hombre que presidió el Congreso de Tucumán, ámbito donde se declaró nuestra independencia.
En todas las ciudades del país, alguna calle recuerda su nombre y hasta hay localidades que lo llevan en puntos de la geografía nacional.
Sin embargo, la figura de Francisco Narciso de Laprida no ha resultado atractiva para los historiadores sanjuaninos.
Pocos y repetidos son los datos que proporcionan los investigadores y en el caso de nuestro máximo historiador, Horacio Videla, hay una disparidad más que manifiesta entre el tratamiento dado a la figura del otro congresal, Fray Justo Santa María de Oro y el dado a Laprida.
En su Historia de San Juan (resumida, de la colección Plus Ultra), Horacio Videla dice en la página 111: “Tres meses después de la elección de Oro y reparando que por su población le correspondían dos representantes, San Juan eligió a su segundo diputado el 12 de septiembre: el doctor Francisco Narciso de Laprida, ciudadano apasionado pero escrupuloso, quién impugnó su propia elección por no haberse convocado a los cuarteles de la campaña, sin que su enfoque jurídico, exacto desde luego, prosperara en razón de las urgencias de la hora”.
A partir de allí el capítulo está referido fundamentalmente a destacar el papel de Fray Justo Santa María de Oro en el Congreso de Tucumán.
Al tratar el tema de la declaración de la independencia en su Historia de San Juan, Héctor Arias y Carmen Peñaloza, dedican también muy pocas líneas al ilustre sanjuanino. En su página 100 dicen: “para el mes de julio fue electo presidente del cuerpo el doctor Francisco Narciso de Laprida y así se llega a la histórica sesión del 9 de julio”.
En general, los historiadores saltan de ese momento –el Congreso de Tucumán- a la muerte del ilustre prócer, ocurrida en 1.829, en la llamada Acción de Pilar, en Mendoza.
Digamos que el presidente de la sesión histórica del Congreso de Tucumán: Francisco Narciso de Laprida nació el 28 de octubre de 1786, en la provincia de San Juan.
Hijo de José Ventura Laprida, comerciante español que llegó de Asturias a estas tierras y de María Ignacia Sánchez de Loria, sanjuanina y proveniente de una familia tradicional, el niño Francisco realizó sus primeras letras en su ciudad natal, pero el pequeño fue llevado a estudiar al Real Colegio de San Carlos, en Buenos Aires. Luego partió hacia Chile en donde la familia Laprida se estableció y continuó sus estudios.
En Chile, Laprida prosiguió con su formación superior en la Universidad de San Felipe en donde se graduó como licenciado y doctor en leyes el 29 de enero de 1810.
Un año después regresó a San Juan donde, en 1812 fue elegido síndico procurador del Cabildo y luego, alcalde de primer voto.
A partir de ese momento, Laprida integró el reducido aunque prestigioso grupo de hombres de leyes que tenía la provincia en aquellos tiempos, junto a José Ignacio De la Roza, Javier Godoy, Posidio Rojo, Juan Crisóstomo Quiroga y Manuel Aberastain.
La primera actuación política de importancia del joven abogado se produce tras la designación del primer eniente gobernador que tuvo la provincia, el porteño Saturnino Sarassa.
Laprida era cabeza visible de un movimiento localista cuya bandera de lucha era lograr una provincia sin procónsules porteños ni dependencia de Córdoba. Finalmente, Sarassa fue desalojado del poder y huyó a Mendoza. Se producía así la primera revolución, algo que sería una constante en la historia sanjuanina.
Cuando el Triunvirato envió una circular a los Cabildos provinciales para que eligieran un representante para el Congreso que se reuniría en Tucumán, San Juan, impulsado por el general San Martín y el gobernador José Ignacio de la Roza, se movilizó en apoyo a la asamblea.
El 13 de junio de 1.815 eligió diputado a Fray Justo Santa María de Oro, prior vitalicio de la Recoleta Dominica de Santiago de Chile, residente en esos tiempos en San Juan, Tres meses más tarde, los sanjuaninos advirtieron que por su población –la provincia tenía en aquellos días 22 mil habitantes- le correspondía un segundo diputado y es así como el 12 de setiembre se elige a Laprida quien impugnó su propia elección por no haberse convocado a los cuarteles de la campaña, lo que no prosperó en virtud de la urgencia por enviar los delegados.
Fray Justo fue el primero en llegar a Tucumán y Laprida uno de los últimos. El Congreso se inauguró el 24 de marzo de 1.816 y cumplió una labor vasta. Casi por unanimidad eligió a Juan Martín de Pueyrredón director supremo de las Provincias Unidas, aprobó un reglamento de trabajo y fue ámbito de discusiones que no vienen al caso en esta nota.
Así se llegó al día 16 de julio en el que un sanjuanino estaba al frente de las deliberaciones en virtud que la presidencia era rotativa. Y fue Laprida quien tuvo el alto honor de preguntar a los asambleístas: “¡Quereis que las provincias de la unión sean una nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli?”. Tras la respuesta afirmativa se labró el “Acta de la Emancipación”.
De Oro y Laprida no vieron el final del Congreso, disuelto después de la batalla de Cepeda (1 de febrero de 1.820) pues a comienzos de 1.817 regresaron a San Juan.
Laprida tuvo actuación política en la provincia y hasta fue durante algunos meses gobernador.
La muerte en Mendoza
En 1827, Francisco Laprida se estableció en Mendoza con su familia, para defenderse de las persecuciones de Facundo Quiroga que había invadido San Juan.
Una vez que estalló la guerra civil entre federales y unitarios, Laprida se incorporó al bando unitario en el Batallón El Orden, Corría el año 1829, el país se encontraba convulsionado por el enfrentamiento de unitarios y federales.
En abril, el general unitario Paz, derrotó a Bustos en San Roque y en junio le ganó en Córdoba al caudillo federal Quiroga en la batalla de la Tablada. Apoyados por estos triunfos en el interior, el núcleo unitario rechazó el Pacto de Lavalle y Rosas. Esto repercutió directamente en Mendoza.
El 22 de setiembre, federales y unitarios se enfrentaron en un lugar llamado del “Pilar”, muy cerca de la capilla de San Vicente -hoy Godoy Cruz-. Allí entre los unitarios, se encontraba Francisco Laprida y un jovencito llamado Domingo F. Sarmiento.
Los federales de Aldao, atacaron a las huestes del comandante unitario Pedro León Zuluaga. Luego de varias horas de lucha, los federales lograron quebrar la línea y los “azules” se dispersaron dejando en el campo de batalla cientos de muertos y heridos.
En esta inevitable derrota, las tropas retrocedieron y se dispersaron por todo el campo de batalla, retrocedieron y se dispersaron por todo el campo de batalla.
Laprida partió junto a otros unitarios para salvar su vida, perseguidos por una partida del general José Félix Aldao. El tropel de los vencidos fue interceptado muy cerca del lugar en dirección al Sur. Allí, este piquete lo apresó y lo condujo con otros. Al saber que era Laprida, uno de los que comandaba la montonera, lo ejecutó enterrándolo vivo y pasando un tropel de caballos sobre su cabeza, esto era una práctica común en ese entonces. Laprida tenía 43 años.
En los últimos tiempos, algunos historiadores mendocinos han dado otra versión de la muerte de Laprida.
El diario Los Andes de Mendoza, en su edición del 30 de agosto de 2.005, publica una nota que titula “dos versiones sobre la muerte de Francisco Narciso Laprida en Mendoza y firman Carlos y Jorge Campana, donde explican que “Laprida fue muerto y llevado al cabildo (mendocino). Explican los investigadores que “al fallecer, su cuerpo fue enviado al Cabildo en donde el entonces juez del Crimen doctor Gregorio Ortiz, lo identificó y lo puso en un oscuro calabozo”.
Borges, descendiente De Laprida, le dedicó su mejor poema
Jorge Luis Borges era descendiente de Francisco Narciso Laprida por la rama de su madre, doña Leonor Acevedo.
En los años 40, el gran escritor y poeta escribió un poema destinado a constituirse en una de sus obras más difundidas, el Poema Conjetural. El siguiente es el texto:
POEMA CONJETURAL
El doctor Francisco Laprida, asesinado el día 23 de septiembre de 1829 por los montoneros de Aldao, piensa antes de morir:
Zumban las balas en la tarde última, hay viento y hay cenizas en el viento, se dispersan el día y la batalla deforme, y la victoria es de los otros. Vencen los bárbaros, los gauchos vencen.
Yo, yo que estudié las leyes y los cánones. Yo, Francisco Narciso de Laprida, cuya voz declaró la independencia de estas crueles provincias, derrotado, de sangre y sudor manchado el rostro, sin esperanzas ni temor, perdido, huyo hacia el Sur por arrabales últimos.
Como aquel capitán del Purgatorio que, huyendo a pie y ensangrentando el llano, fue cegado y tumbado por la muerte donde un oscuro río pierde el nombre, así habré de caer. Hoy es el término. La noche lateral de los pantanos me acecha y me demora. Oigo los cascos de mi caliente muerte que me busca con jinetes, con belfos y con lanzas.
Yo que anhelé ser otro, ser un hombre de sentencias, de libros, de dictámenes a cielo abierto yaceré entre ciénagas; pero me endiosa el pecho inexplicable un júbilo secreto. Al fin me encuentro con mi destino sudamericano.
A esta ruinosa tarde me llevaba el laberinto múltiple de mis pasos que mis días tejieron desde un día de la niñez. Al fin he descubierto la recóndita clave de mis años, la suerte de Francisco de Laprida, la letra que faltaba, la perfecta forma que supo Dios desde el principio.
En el espejo de esta noche alcanzo mi insospechado rostro eterno. El círculo se va a cerrar. Yo aguardo que así sea. Pisan mis pies la sombra de las lanzas que me buscan. Las befas de mi muerte, los jinetes, las crines, los caballos, se ciernen sobre mí... Ya el primer golpe, ya el duro hierro que me raja el pecho, el íntimo cuchillo en la garganta.
Ver: Próceres sanjuaninos: Dr. Francisco Narciso Laprida.
Ver: San Juan en la declaración de la independencia
Ver: 1940 - Casa de Laprida
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