Francisco Palacio y Margarita Alós llegaron desde Alicante a San Juan, a principios de siglo XX. Uno de los hijos más chicos del matrimonio, Domingo, decidió cambiar el trabajo en la agricultura, para dedicarse al ciclismo. El deportista, que también fue un aficionado de la música, heredó estas pasiones a sus hijos, y nietos y bisnietos.
Los Palacio, oriundos de España, están unidos a través de al menos cuatro generaciones, hasta la actualidad, por la música y el deporte. Uno de los integrantes de esta familia fue el ciclista Domingo Palacio Alós, que llegó con apenas dos años a San Juan. Él fue campeón cuyano de velocidad (1935) y también de resistencia (1934). Además, aparte de correr, se dedicó a la música e integró una banda que tocaba en los bailes de la época.
El gusto y el talento de Domingo por la música los heredaron sus dos hijos mayores, Orlando “Pato” y Domingo; ellos formaron el grupo de folclore “Los Tulducos”. A su vez Pato se desenvolvió en el ámbito deportivo, jugó al fútbol en Los Andes, donde además fue presidente, y al rugby en Huazihul.
Música y deporte siguieron corriendo en las venas de los Palacio, con la hija mayor de Pato, Karina Palacio. Ella, desde chica, se dedicó a la danza y se desenvuelve como profesora de fitness. Una de las hijas de Karina, Macarena Flores Palacio, es otra de las herederas de las pasiones familiares, se dedica a la actividad física y forma parte de la banda Pijama Party.
El niño que viajó como polizón y se convirtió en ciclista
Todo comenzó con el pequeño Domingo, que arribó junto a su familia en 1910. Era hijo de Francisco Palacio y de Margarita Alós, además de ser el cuarto de cinco hermanos. Aparte de él vinieron también Francisco, María, Vicenta y el hermano menor, Ángel. Llegaron desde Xaló, un pueblo ubicado en la provincia de Alicante, dentro de la comunidad de Valencia. Como a sus padres no les alcanzaba para pagar los pasajes de todos, él viajó como polizón.
Los Palacio se dedicaban a la agricultura, así que desde que se instalaron en la provincia trabajaron como contratistas. La última finca de la que se ocuparon estaba en el Médano de Oro, los propietarios vivían en Buenos Aires y lo producido lo vendían a Cinzano.
Si bien venía de una familia de agricultores, Domingo no eligió el trabajo en la tierra como medio de vida. En segundo año de la primaria dejó la escuela porque era muy inquieto, ya en esa época le gustaban mucho los deportes. Más tarde, entre la década de 1920, y hasta fines de los años treinta, se dedicó al ciclismo. Fue así, como conoció a quien fue su mujer, Dionisia Giménez Castro.
La hija de andaluces que lo conquistó
Dionisia era argentina, hija de Eloisa Castro y Antonio Giménez, ambos inmigrantes españoles, oriundos de Granada, España. Habían salido de su tierra natal pocos después de casarse, sin hijos, y luego de estar en Brasil llegaron a San Juan, a principios del siglo XX. En España, esta familia se dedicaba al comercio y al trabajo artesanal, sobre todo con madera. Al llegar a América, el matrimonio compró una finca en Médano de Oro, con un pequeño capital que traían, pero al poco tiempo la vendieron y Antonio se dedicó a trabajar como ebanista.
La familia andaluza vivía en Trinidad, sobre calle Tucumán, por donde solía pasar Domingo cuando viajaba hacia la ciudad de San Juan desde Médano de Oro, que era donde vivía. Para la época él ya era bastante popular por su destreza, resistencia y velocidad sobre las dos ruedas, no era algo que la joven Dionisia, que era siete años menor que él, ignorara.
Del pavimento al taller
Los jóvenes se casaron y tuvieron tres hijos: Orlando, Domingo y Olga Palacio Giménez. Cuando nació el mayor, Domingo se había retirado de las carreras. Trabajó un tiempo en Casa Lara, luego tuvo una bicicletería junto a Brisson y después abrió, con su hermano Ángel, su propio local con taller sobre calle Laprida, justo frente a la Biblioteca Franklin. Detrás de la construcción donde Domingo trabajaba, estuvo la casa familiar. Sin embargo, por problemas de asma de uno de sus hijos, decidieron mudarse a Villa Krause, aunque él siguió haciendo allí su trabajo, al menos hasta 1944.
Los días sábado, Domingo llevaba al taller a sus hijos varones, que tenían alrededor de ocho y cinco años. Allí los niños aprovechaban para jugar alrededor de la manzana. El 15 de enero de 1944, Dionisia decidió que los chicos no acompañaran a su papá al centro. A pesar de que los pequeños y su esposo le pidieron que los dejaran, ella no quería que fueran con sus jardineras sucias. Horas más tarde confirmaría que esa fue la mejor decisión. A las 20.52 comenzó el movimiento del fatídico terremoto, Domingo y los empleados amagaron con salir a la calle, pero la puerta de adelante estaba cerrada, así que corrieron al fondo. Afortunadamente lograron salir a tiempo de la construcción de adobe, que quedó hecha escombros.
Después de ese día, Domingo continuó con el taller en el garaje de su casa. Como las calles estaban destruidas, llenas de escombros, la gente utilizaba la bicicleta como medio de transporte, así que en esa época tuvo mucho trabajo. Terminaba su tarea a las dos o tres de la mañana, acompañado por los mates que le cebaba su mujer, quien no dejaba de darle su sostén.
Domingo siguió trabajando en su negocio, en el cual comenzaron a ayudarlo sus hijos a medida que iban creciendo. El menor de los varones, Domingo, fue quien se encargó del local hasta que su padre falleció, tiempo después él fue director de Deportes de la provincia.
Además de compartir el trabajo en el taller con sus hijos, Domingo les transmitió su amor por la música; les enseñó a cantar y a ejecutar instrumentos. Con eso, siendo jóvenes, Pato y Domingo (h) crearon el grupo de folclore “Los Tulducos”, con el que viajaron a San Luis, Córdoba, donde estuvieron en los festivales de Cosquín y Jesús María y a Chile.
El primer heredero
Orlando Palacio se fue a Mendoza a estudiar contabilidad. Después de rendir y aprobar su primera materia, conoció a María Edith Miranda. Junto a otros compañeros, organizaron un pequeño baile de festejo en la pensión donde vivían. Hasta allí llegó Edith, que había viajado a Mendoza para visitar a una amiga que vivía en el mismo lugar.
Los padres de Edith eran Carlos Miranda Echeverría y María Elena Salvatierra Spada, ambos hijos de inmigrantes españoles. Ella y Pato se pusieron de novios en 1957 y se casaron casi diez años después. Durante esa década, él terminó la carrera de contador y estudió Ciencias Económicas. El matrimonio tuvo cuatro hijas: Karina, Vanesa y las gemelas Ivana y Susana.
Orlando Palacio, que siendo más joven jugó en Los Andes al fútbol y en Huazihul al rugby, siendo mayor, siguió trabajando en el deporte como dirigente, a la par de su actividad profesional. Fue vicepresidente y presidente del Club Los Andes en la década del setenta, en la época en que las instalaciones de la institución recibían a artistas como Palito Ortega, Sandro, Joan Manuel Serrat, los Iracundos y Roberto Carlos, entre otros.
Fue administrador del Sanatorio Rawson, cuando pertenecía a las obras sociales y en esa época, además, fue candidato a gobernador por la Nueva Fuerza, él fue una de las personas que trabajó en el armado de ese partido. Después capitaneó la comisión que creó Obras Sanitarias del Estado, institución de la que además fue gerente general. En 1984, con otras propuestas, se fue a Buenos Aires con su familia, cuando la mayor de sus hijas tenía 15 años y las gemelas 11.
En la capital del país Orlando trabajó en la docencia universitaria, en la Universidad de Belgrano y en la Universidad Argentina de la Empresa. Además, fue director de Economía Minera, también de Presupuesto de Obras Públicas de la Nación y fue instructor de presupuesto en un centro de capacitación del Ministerio de Economía de la Nación, donde instruían a personal de todos los ministerios.
Después de 2004 regresó a San Juan junto a Edith, y más tarde también volvió su hija Karina, las otras tres se quedaron en Buenos Aires. Desde entonces Pato también le dio lugar a otra de sus pasiones, la fotografía.
Las últimas generaciones
» Karina es profesora de gimnasia y tiene tres hijos. La mayor es Macarena Flores, que es mamá de Constanza Ferreyra Flores, se dedicada a la actividad física y forma parte del grupo Pijama Party; le sigue Sol, que es mamá de Santino Arenas y el menor es Felipe Flores.
» Vanesa heredó otra de las aficciones de su padre, es fotógrafa del Canal Encuentro, y tiene dos hijos: Valentina Paté y Juan Cruz Paté.
» Ivana es azafata internacional de LAN
» Susana trabaja en la Televisión Digital Abierta (TDA).