Dicen que era un dandy. Para quienes no entiendan la palabrita o la consideran “demodee” diremos que un dandi o dandy (del inglés dandy) es un arquetipo de persona muy refinada en el vestir, con grandes conocimientos de moda, proveniente de la burguesía, con una fuerte personalidad y poseedora de nuevos valores como la sobriedad o el uso de los avances traídos por la Revolución Industrial, que terminaría convirtiéndose en un referente para su época.
La corriente asociada al dandy se denomina «dandismo», sin estar claro el origen de la palabra ni si su procedencia fue más literaria que real o al revés, pero nació en la sociedad inglesa y sobre todo francesa de finales del siglo XVIII. Con posterioridad se iría expandiendo a otras naciones llevada por personas que habían residido en Londres y sobre todo París.
Para académicos como Félix de Azúa, éste llega con la Guerra franco-prusiana y la Primera Guerra Mundial.
Pero no es de los dandis que deseamos hablar sino de un sanjuanino, albardonero para más datos, que además de ser un dandy o un bon vivant fue un exitoso piloto de Turismo Carretera en una época de grandes figuras, como Fangio y los hermanos Galvez, fue un eximio cazador, dicen que también fue un seductor nato y murió de una forma por demás confusa que aún resulta para muchos inexplicable y que dio pie para distintas versiones.
Julio Devoto fue un hombre polifacético, pero su rol más popular fue el de piloto de Turismo Carretera. Es más, su nombre va de la mano de su seudónimo, Ampacama, escrito así, con c y no con K. Ampakama es una palabra huarpe y significa “tierra sin dueño”, aunque Devoto pintaba el seudónimo en su auto con c y no con k.
Quienes lo conocieron lo describen como un tipo rubio, ojos celestes, de buena posición económica, al que en invierno era común verlo con sobretodo de piel de camello, sombrero y corbata en la previa de las carreras, cuando muchos de sus colegas estaban de mameluco.
-¿Por qué se puso Ampacama?
Algo normal en aquellos años. Se puso Ampacama para que su familia no supiera que se había inscripto para correr.
No obstante, otra versión indica que lo hizo por el nombre del taller de Juan Carlos Navone, el mecánico bonaerense que le dio una máquina netamente ganadora.
Los viejos amantes del automovilismo dicen que Devoto era un piloto veloz y arriesgado; y se cansó de ganar competencias, especialmente en los años ‘50. Devoto era justamente un hombre de personalidad fuerte y altanera. Su otra gran pasión era la cacería. Es más, él fue el inventor de lo que se conoce como guanaquera. Con su camioneta Ford A, sin nada que le diera peso, salía a cazar y la versatilidad que tenía un vehículo de sus características le permitía desenvolverse sin problemas a campo traviesa.
Muchos lo comparaban con otro deportista de su época, Carlos Enrique Saenz Valiente, un deportista argentino dedicado al tiro y al automovilismo que fue campeón del mundo con récord mundial y ganó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Londres 1948, siempre en la prueba de 25 metros con pistola rápida (calibre 22). En los Juegos Panamericanos de 1955 en México, ganó la medalla de oro con nuevo récord mundial (589 puntos) en la prueba individual, y la medalla de plata en la competencia por equipos.
Como automovilista corría con Ferrari en la categoría SP (sport), siendo campeón argentino sport y triunfando en 1955 en los 1.000 kilómetros de Buenos Aires en pareja con José María Ibáñez. Al igual que Devoto, Saez Valiente falleció joven, a los 39 años, en un accidente del avión que piloteaba.
Devoto tenía una obsesión por el alivianamiento de los autos y fue un adelantado para la época, pues eliminaba todo lo que podía para que el auto fuera menos pesado, además de correr con ruedas más anchas y varios detalles de motor que lo convertían en imbatible.
Además, Ampacama guarda una historia tan poco conocida como insólita en el TC, allá por noviembre del ‘63. Es que el sanjuanino se ufanaba diciendo que su coupé Ford TC, alivianada al máximo, podía ganarle a los autos Sport del momento. La propia Asociación Argentina de Autos Sport recogió el guante y organizó un desafío. Fueron dos carreras, en un circuito largo y otro corto. Y el sanjuanino ganó las dos, por sobre las Ferrari, las Maserati y las Lancias de la época.
Algunas anécdotas
Son numerosas las anécdotas que formaron parte de la vida del popular deportista Julio Devoto, quien con el seudónimo de Ampacama supo ser, entre las décadas del “50 y “60, uno de los principales animadores de las carreras de TC (Turismo de Carretera) que se disputaban por los caminos de nuestro país. Devoto dejó bien sentado el prestigio sanjuanino y albardonero, no sólo en la Argentina, sino también en el exterior donde también compitió con buenos resultados.
En una ocasión en que corría una carrera de TC, en el tramo que unía La Rioja con San Juan a través de las rutas 28 y 27, sufrió un desperfecto mecánico que lo hizo entrar al poblado de San Ramón de calles angostas, sin asfalto y muy poca circulación de vehículos automotores. Los lugareños se movilizaban montados a caballo o mulas que no estaban acostumbrados a escuchar ruidos de motores. Así fue que un señor de apellido Ortiz cabalgaba en una yegua no del todo confiable, la que por el ruido del escape, la polvareda y la velocidad del auto, se asustó y quiso saltar la cuneta. El jinete cayó al suelo y Devoto frenó en el acto y retrocedió. Ayudó a levantar al caído y lo subió al auto para trasladarlo al hospital más cercano, donde lo dejó en observación. Pasó luego por la Policía, donde se identificó continuando su viaje.
En otra oportunidad, recuerdan narradores costumbristas, una anciana caminaba por la calle, vestida con una pobre ropa muy gastada. Al pasar Ampacama en su auto, por la misma velocidad le arrancó parte de la vestimenta. Se decía que en esa ocasión pasó como a “ochenta” (80 km/h), en esa época era una velocidad de locos.
Como aficionado a la caza, a esta actividad la desarrollaba en campo llano, como el ubicado en la localidad de Guayaguaz, al Sureste de la Laguna Seca, cerca del límite con San Luis. Era un lugar propicio para conducir un vehículo como lo hacía Devoto, llevando el volante con las piernas y las rodillas, dejando sus manos libres para empuñar la carabina o escopeta.
Otra anécdota fue recordada por Rony Vargas. “El ciclismo y el automovilismo siempre me atraparon. Cuando tenía 10 años conocí a Julio Devoto, a quien apodaban Ampacama, por un célebre cacique, y se destacaba en el Turismo Carretera.
Un día llevó su cupé a un taller mecánico cerca de casa y con los chicos de la barra fuimos a curiosear.
Le pedimos que nos dejara subir y accedió. Nos llevó a dar una vuelta sentados atrás, sobre el tanque de combustible. A las 10 cuadras nos hizo bajar y siguió solo. Volvimos a pie, pero felices.
Una muerte dudosa, muy parecida a un asesinato
Cuenta Ercilio Carrizo, miembro de la Asociación Sarmiento Protectora de Animales, en una nota aparecida en Diario de Cuyo hace ya algunos años que a Ampacama lo conocía todo el mundo, por lo que alejado del deporte automovilístico se dedicó, como ya lo hemos mencionado, a la venta de ropa a domicilio. Lo hacía en un vehículo tipo “Estanciera” recorriendo una buena parte de los llanos de La Rioja y San Juan. El día de su muerte salió de la cuidad de La Rioja con ese destino, llegando a Patquía, en el departamento Independencia, al negocio mayorista de ramos generales propiedad del señor Celso Puente. En este lugar también se vendía nafta, que se extraía de un tanque subterráneo por medio de una bomba accionada a mano cuya, manija era fácilmente desmontable. Cuando Devoto llegó a la bomba ubicada en la calle, al frente de la puerta principal del negocio, no había quien lo atendiera debido al poco personal que disponía el negocio. Posiblemente por esta actitud se sintió incómodo, sacó la manija de la bomba y siguió viaje. Al cruzar unas vías del ferrocarril, a unas dos cuadras del lugar Devoto arrojó la manija, que cayó en unos matorrales. El hijo de Puente se dirige de inmediato a la Policía donde radica una denuncia y ofrece su movilidad -un Jeep Gladiator- para seguirlo. Se designa a un policía para que lo acompañe y se comienza a recorrer la ruta 28 hasta la localidad de San Ramón, donde se informa que Ampacama no había pasado ni hacia Chepes, ni hacia Valle Fértil, por la polémica ruta 27.
Lo que había ocurrido es que cuando Devoto salió de Patquía entró a la estancia denominada La Pasión, propiedad de la familia Paredes, quienes siempre le compraban algo. Sus seguidores emprendieron el regreso desde San Ramón y cuando habían transitado unos 3 km, a la altura de otra estancia llama La Fortuna, se percataron que la Estanciera avanzaba hacia ellos. De inmediato se ubicaron al costado del camino, con armas en mano, vestidos de civil y haciendo señas con las manos intentaron que se detenga.
Lo que mal puede llamarse orden impartida, por persona con autoridad, no fue acatada por Devoto, intentando pasar a la velocidad que venía. Fue cuando el policía accionó su arma a tal altura que el proyectil fue a impactar directamente en la cabeza del conductor terminando con su vida.
A esta altura de la narración es necesario tener en cuenta que 3 km atrás estaba el control policial donde ya sabían de su búsqueda y bien lo podrían haber detenido.
La Asociación Sanjuanina de Volantes en más de una oportunidad realizó gestiones a nivel de gobierno de La Rioja, para esclarecer este caso y determinar o aclarar responsabilidades.
Fuente: "La Pericana" que acompaña la edición 1744 de "El Nuevo Diario"