La profesional asegura que las instituciones de salud, educación y judiciales son las que deben romper con los preconceptos para aceptar a los nuevos sistemas familiares, como los conformados por un hijo, una mamá y un espermatozoide, o por matrimonio homosexual. Es tiempo de definir nuevos roles, expresa.
Especialista en terapia familiar, la licenciada en Psicología Aída García de Romero sostiene que, en la Argentina, la Ley de Divorcio aceleró los cambios en la sociedad y que hoy conviven una gran variedad de sistemas familiares: tradicional, ensamblado, homosexual, adolescente, uniparental por divorcio, por viudez o por inseminación artificial, “y no sé cuántos tipos más llegaremos a ver”, asegura.
Sin embargo, explica que a cada una de estas nuevas familias, le pasa lo mismo que a una tradicional: “El desafío ahora no es de la familia, es de toda la sociedad. Tenemos que saber que la complejidad ya la tenemos y que sólo la podemos ordenar con pequeñas cosas: como aceptarla y romper paradigmas que no nos sean útiles…. Hay que aceptar que cualquier sistema familiar de los que están apareciendo, y los que aparecerán, cumplen las mismas etapas evolutivas. El tema es saber cambiar los roles”.
La psicóloga manifiesta que hay dos claves para enfrentar estos cambios: animarse a armar nuevos roles y recuperar el respeto por el otro como legítimo otro; y agrega que es necesario que las instituciones de salud, educación y justicia derriben preconceptos.
—En la actualidad, ¿quiénes constituyen una familia?
— Hoy tenemos una variedad de familias: las tradicionales, las ensambladas (los tuyos, los míos y los nuestros), mamás solteras, mamás solteras pero con inseminación artificial, homosexuales que quieren adoptar —que no se ve mucho en San Juan pero está en el deseo de muchas parejas—, sistemas uniparentales por divorcio o por fallecimiento de uno de los padres; y no sé cuántas familias más llegaremos a ver.
—¿Qué produjo los cambios en la familia tradicional?
—La Ley del Divorcio aceleró los cambios en la Argentina. Si uno se pone en una actitud de juzgar qué es mejor o qué es peor, creo que perderíamos porque lo que tenemos que ver es qué es lo que existe. En mi experiencia, las familias ensambladas tienen problemas bastante parecidos a una familia tradicional, sólo que aumentados en cantidad de miembros, en que hay que consensuar con la mamá de los chicos, el papá de los chicos, hay que tener habilidades de negociación más grandes que con una familia tradicional.
—¿Por qué?
Antes la negociación era por ejemplo, el domingo comemos en la casa de tu mamá o de la mía. En las familias ensambladas hay situaciones cotidianas que tienen que ser charladas , por ejemplo si hay un contestador automático, qué va a decir el mensaje.
Algunas familias lo logran consensuar con tanta rapidez que es muy bueno. Hay que saber que las crisis siguen siendo las mismas: adolescencia de los hijos, casamientos de los hijos, universidades, viajes; todas las crisis se van cumpliendo igual en los distintos tipos de familia.
—¿La libertad de los adultos para decidir con quién vivir o cómo vivir les lleva a ser más abiertos a la hora de explicarles a los chicos estas decisiones?.
—Hay familias funcionales y familias disfuncionales. En estas últimas se escuchan frases como “le das más piola a tus hijas que a los míos”, “le lavás la ropa a los tuyos y no a los míos”… Hay sentimientos que no se pueden resolver. Hay que ver cómo se hizo el ensamblaje, pos divorcio, pos viudez, un papá o una mamá muerta es otra cosa, porque alguno puede pensar que va a reemplazar al otro y no gustarle, entonces se complejiza la situación. Pero si la familia logra encontrar reglas adaptativas, no aparecen situaciones problemáticas y les pasa lo mismo que a cualquier tipo de familia.
—¿Qué pasa con los padres adolescentes?
— Es otro tipo de familia porque hoy el embarazo adolescente es algo muy común; lamentablemente, porque es adelantar épocas. Los problemas se producen cuando los abuelos invierten roles y pasan a ocupar el rol de padres. Son los casos que llegan a pedir ayuda.
Porque empieza una lucha sobre quién decide dónde debe dormir el bebé, a qué hora come, qué médico lo atiende. Lo importante es saber que en esta nueva sociedad donde la tecnología nos cambió tanto la vida, los movimientos chiquitos son los más importantes.
—¿Cuáles son dentro de un sistema familiar?
—Redistribuir roles de manera que todos estén de acuerdo, porque mientras un miembro no esté de acuerdo, la crisis sigue. Tuve casos de mamás adolescentes que aún están en la escuela y la abuela cumple el rol de cuidadora, el tema es si lo cumple como abuela o como mamá y es una diferencia fundamental. El gran desafío es que la complejidad nos permite reorganizarnos y lo único que debemos saber es qué rol vamos a cumplir en estos nuevos sistemas familiares. Van tan rápidos los cambios que quizás en tres años más y con la crisis económica mundial, tenemos a tres generaciones viviendo bajo un mismo techo como en la época de mis abuelos. Era normal, no era ni malo ni bueno. Si hay que volver a esto, hay que tomarlo como un desafío y saber qué puertas se abren y qué puertas se cierran.
—¿Qué sucede en las familias compuestas por madres solteras que deciden realizarse una inseminación?
— Hay poquitos casos aún en San Juan. Desde la mamá, es una necesidad de desarrollar su maternidad sin un varón al lado y lo tiene asumido. Desde el chico, hay que mostrarle que ya es de una cultura diferente. La tecnología marca un avance importante. Es el hijo de un avance tecnológico y tenemos que cambiar los cuentos, no podemos mostrar a la familia Ingalls. Es cambiar el discurso y mostrarles otra forma de vida.
—¿Se puede lograr?
—Creo que esos chicos tienen una muy linda oportunidad, si sus mamás lo logran hacer, de tener una cabeza muy amplia y no una cabeza restringida de que sólo se puede nacer de una sola forma en este mundo. Es como en el tema de la adopción, si a un chico desde el principio le muestran que es un acto de amor de dos madres, si se le muestra como oportunidad, tendrá una cabeza más amplia para ver el mundo. Creo que esta época es buena para los desafíos y las oportunidades. Si nos agarramos de la parte mala, sonamos.
— Cada familia vive su realidad como normal, pero la escuela no van tan avanzada como los cambios ¿Qué pasa en el periodo de sociabilización de esos chicos?
—Las instituciones tanto de salud, como de educación o judiciales, tenemos porque yo estoy en la parte de salud, que actualizarnos mucho, pero tenemos que tirar abajo nuestros preconceptos, nuestros prejuicios. La escuela tiene sobre todo que tener mucha amplitud para inscribir a un chico que es hijo de una mamá y cuando se pregunta por el papá, es hijo de un espermatozoide. Tenemos que tener maestras con amplitud. Lo mismo que para inscribir a un chico de una pareja homosexual, que aquí aún no se da, va a ser romper cabezas. Creo que tenemos que buscar en la complejidad de hoy, nuevos paradigmas, porque sin nuevos paradigmas nos quedamos en el siglo XIX, y si nos quedamos ahí, somos el sistema social el que va a crear la disfunción.
—Muchas veces es difícil el inicio de esos cambios…
—Hay que empezar como se empezó a crear en el momento que salió la Ley del Divorcio: Los alumnos de padres separados tenían el rótulo de chicos problema, ahora ya no aparece. Ya hay una gran mayoría, entonces no aparece como distinto. El desafío ahora no es de la familia, es de toda la sociedad, de saber que la complejidad ya la tenemos y que sólo la podemos ordenar con pequeñas cosas: como aceptarla y romper paradigmas que no nos sean útiles. El efecto Mariposa, un pequeño cambio en un lugar produce cambios muy buenos en otro lugar del mundo. Hay que aceptar que cualquier sistema familiar de los que están apareciendo, y los que aparecerán, cumplen las mismas etapas evolutivas. El tema es saber cambiar los roles.
—En una familia homosexual, con dos mamás o dos papás, cada miembro cumple un rol diferente, pero es fuerte el cambio para el chico cuando sale de su casa a la sociedad.
—Eso es el más importante: el chico. Pero para eso somos los adultos los que tenemos que romper con nuestros prejuicios y estas verdades absolutas de las que nadie puede hacerse el dueño.
—En una sociedad como la sanjuanina, predominantemente católica, y con un Papa como Benedicto XVI que no acepta estos cambios, es difíci
—Creo que justamente ésta es una de las cosas que tenemos que aprovechar de esta posmodernidad compleja: Es bueno que haya oposición. Si no hubiera opositores, los cambios irían tan rápidos que nos caeríamos. Necesitamos un Papa como éste o un ministro de Educación que salga a decir: “No se da educación sexual en las escuelas”, que hoy no está pero puede existir. Necesitamos el equilibrio desde la oposición. Los cambios no los producimos un grupo de gente que dice: “Bueno, lo próximo que vamos a hacer es esto”. Se dan naturalmente en el devenir de la vida. Cuando no hay oposición, es más peligroso. Respetemos la oposición, pero ayudemos a quienes ya cambiaron y sostengámoslos con una cabeza amplia y sobre todo saliéndonos de la crítica, porque es lo que no ayuda a que las nuevas figuras familiares puedan tener una buena calidad de vida, se sienten todo el tiempo observadas.
—En ciudades como San Juan, más chicas, se nota más la observación, ¿no?
—Sí, sabemos quién se divorció, quien se volvió a casar, quién se quedó viudo. Creo que nuestro desafío como sanjuaninos es soltar un poquito algunas verdades absolutas y permitirle al otro que pueda hacer su vida como la elija, si es dentro de los cánones que la sociedad permite. Porque hay algunos que aún no se permiten porque existe la oposición. Por ejemplo: No haríamos de San Juan, un campo nudista. Eso nunca. No lo vamos a ver… (risas). Es importante que sepamos que no es ni malo ni bueno, sí puede funcional o disfuncional, pero si se puede hacer funcional.
— ¿Se puede establecer un decálogo de pautas para empezar a charlar estos cambios con los chicos?
—Me resulta difícil un decálogo, pero sí dos: Una, animarnos a armar nuevos roles; y dos, recuperar el respeto por el otro como legítimo otro y no esta actitud, de provincias como la nuestra, de mirar al otro para encontrar la paja en el ojo ajeno. Para mí son las bases de una convivencia más sana. Y saber que la negociación en los sistemas familiares y sociales es posible.
PERFIL
Nombre: Aída García de Romero
Estado civil: “38 años de casada”
Hijos: “Dos hijas, dos yernos hermosos y cuatro nietos que son lo mejor que me está pasando”
Qué leés: “Estoy inclinada a leer sobre los cambios sociales, pero sobre todo ver cómo nos relacionamos mejor. Estoy leyendo todo lo que tiene que ver con la inteligencia social, cómo mejorar en las relaciones. Pero me doy otros lujos, y el fin de semana estuve llorando, leyendo la autobiografía de Mónica Carranza, que me encanta”.
Música: “Mi cantautor preferido es León Gieco; mi Mercedes Sosa, que la amo; Teresa Parodi. Tengo que escuchar la letra y que me llegue”.
Cine: “No soy mucho de ver películas por falta de tiempo. Me gustan las buenas películas, como El nido vacío, Elsa y Fred, Soles de otoño, de las argentinas me parecen las mejores. Una película vieja: Llévame contigo, me pareció fantástica, y habla justamente de las familias ensambladas. El príncipe de las mareas, la voy a volver a ver cien veces… (risas)”
Comida preferida: “No tengo. Soy de las personas que come lo que me dan, y si me lo sirven, mejor”
Tarea doméstica preferida: “Planchar, no. Me jubilé hace años de planchadora. Las demás tareas me gustan porque me distraen de otros roles”
Cómo te gustaría que te recuerden: “Sonriente, alegre…como que pude dejarles algo bueno a las personas que me rodean”.
NOTA PUBLICADA EN EL NUEVO DIARIO EL 9 DE ABRIL DE 2009