Se conocieron, se casaron y se separaron, pero la danza los sigue uniendo más allá de cualquier conflicto personal. Bailan juntos desde 1992 y tienen un hijo de 14 años.
Alguna vez, como chanza, ella le prometió que lo iba a conquistar. Hace casi 20 años años. En ese momento, Marian Abraham era una bailarina contemporánea que comenzaba sus primeros pasos en el folclore de la mano del coreógrafo y director del Ballet San Juan Nuestro Tiempo, Gerardo Lecich. Luego, el tango los unió definitivamente. Se casaron, tuvieron un hijo, se separaron, pero la danza los mantiene unidos aún hoy. La pareja artística que formaron no se disolvió junto con la pareja personal. Para ellos, la fórmula es el respeto y la admiración que se profesan el uno por el otro. Alguna vez ella dijo: “Si a algo vinimos a este mundo, es para bailar juntos”.
—¿Hace cuánto que están juntos?
Marian: — Empecé a fines del ‘92 a bailar con Gera dentro del grupo.Y en el tango desde el ’96. Me preparó para un concurso y ganamos una medalla de oro. Yo pensaba: “Nos dan una medalla con todo lo que nos falta”. Ese fue el disparador para hacer esto profesionalmente y que nos quisiéramos ir a Buenos Aires para trabajar más, porque allá está la esencia de esto, los grandes maestros.
—Vos dijiste alguna vez que si a algo habían venido a este mundo era para bailar juntos ¿Qué los une?
M.: — ¿Qué nos une?... Que los dos somos adictos a esto. No existen los tiempos, no tenemos límite hasta que logramos la perfección. Si hay que sacrificar una noche o un mediodía lo hacemos. Siempre fue así. Además, la pasión que ponemos los dos, el disfrute. Cuando dejás de disfrutarlo no tiene sentido.
Gerardo: — Tiene que ver con las emociones. Haber planteado la vida juntos desde un principio, también ayudó para que bailáramos con otra carga emotiva. Si bien discutiendo, cuando tenemos que subir al escenario, bailamos lo mejor posible. Creo que mucho ha sido esta onda positiva de quererse y de reconocer en el otro actitudes lindas. Hemos dejado de hacer cosas, seguro, pero tenemos otras ganancias que son tan fuertes que te hacen olvidar las pérdidas cotidianas.
— Cuando Marian empezó a bailar con el grupo, ¿la registraste desde un principio?
G.: — La primera vez que la vi ella bailaba contemporáneo. Me habían invitado al grupo en el que ella estaba y no me salía nada de lo que hacían. Me pareció muy buena bailarina. Y pensé “qué lindo que fuera parte de mi ballet”. En ese momento el elenco era incipiente. La incorporación de Marian le dio respaldo. La primera vez que fuimos a Cosquín nos dijeron: “Chicos son la mejor pareja, la más vendible, pero no tienen técnica; no tienen tango”. A partir de ahí nos íbamos a tomar clases tres o cuatro veces por año. Con Marian pensamos por carrilles parecidos.
—¿Cómo repercutió la separación personal en la pareja artística?
G.: — Los altibajos de las relaciones humanas generan problemas pero el baile fue lo que nos terminó uniendo. Había compromisos asumidos. Podíamos no ensayar tanto, pero había que bailar y el compromiso era muy fuerte para no bailar mal. A cara de perro pero había que bailar y eso dio pie a que la relación mejorara.
—¿Se plantearon alguna vez “si esto no va nos buscamos otra pareja?
M.: —Al principio se cruzan muchas cosas porque para cualquier pareja es difícil el hecho de romper una relación. Es muy fuerte cuando uno tiene hijos y lleva muchos años. Más en este medio, en esta sociedad. Es difícil el ser público, pero a nosotros nos ha mantenido mucho el respeto del uno hacia el otro. A Gerardo lo respeto por sus valores como ser humano y como bailarín y coreógrafo y entonces nunca se pasó por mi cabeza una cosa así. La gente se confundió porque pensó que era una ruptura en todo aspecto y me llovían las ofertas para bailar en otros grupos.
— Es que en general pasa que la ruptura personal rompe lo artístico
M.: — Nosotros artísticamente somos muy fuertes. Siempre gracias a Dios tuvimos una solvencia que nos sostuvo. Y eso pasa por el respeto. Puedo tener mucho conocimiento técnico, pero nunca sentí que estuviera sobre Gerardo. Siempre fue mi coreógrafo. Soy muy exigente. Un bailarín tiene que tener un buen director, un buen coreógrafo. Ese es el secreto.
— Estuvieron un tiempo sin bailar.
M.: —Nunca dejamos de bailar juntos. Ni en el momento más difícil. Justo tuve una lesión. Se me juntó todo y me tuve que retirar hasta reponerme. Tenía un esguince de rodilla y uno de tobillo, crónico; y el médico me puso un yeso porque me dijo: “Sos tan loca que vas a salir bailando en una pierna”. Eso me llevó más tiempo del que pensaba, más el de rehabilitación. Creo que ese fue el único periodo que estuvimos sin bailar.
—¿Alguno pensó encarar un proyecto individual sin el otro?
M.: — Mmmm, no. Siempre le aposté mucho a la pareja porque siempre nos fue muy bien. Llegar a bailar al teatro Alvear de Buenos Aires, con las orquestas más importantes del país. Conocer al maestro Monteleone, que fue quien le enseñó a bailar a Madonna, y que se haya encariñado con nosotros... Nos han pasado cosas mágicas.
—¿Qué le aporta cada uno a la pareja?
G: — Marian tiene una energía muy fuerte. Eso es lo más lindo. Decís hay que tirarse de cabeza y ya está de cabeza. Le pone mucho coraje a las cosas. Hemos salido a bailar con problemas en su tobillo, con dolores femeninos y bailó como los dioses. Eso hace que no pueda bajarme. Trato de aportar creatividad en los movimientos. Lo que también trato de aportar es la sensibilidad. A veces discutimos sobre los nuevos tangos que vamos a bailar...
—¿Y quién gana?
M.: —Yo. En la versión musical solamente. Gerardo es muy tanguero. Yo soy más de lo eufórico. ¿Lo que me gusta de él? A ver: Tiene una energía…es incansable. Se puede estar cayendo y no tiene hora. Se olvida hasta de comer. No le copia a nadie. Me siento muy identificada con eso. Es muy Lecich. Me hace acordar a mi papá en algunas cosas. Mi papá tuvo una formación muy fuerte, pero la parte creativa viene con el hombre y eso hace que uno pueda continuar en un lugar donde cada vez hay más y mejores bailarines. Yo siento que el producto que hago con Gerardo es diferente y eso me da mucha confianza.
— Han armado una pequeña empresa artística
G.: — Hemos aprendido, pero no tenemos una empresa y eso es algo que nos hemos replanteado este año, porque el ballet es municipal desde el año 1991. Mantenerlo, prepararlo, buscar el vestuario, buscar los pagos para los bailarines, ha generado una solvencia, que tenemos como ganancia, pero sí nos gustaría formarnos como empresa. Aunque nos falta todavía infraestructura. Estamos muy cómodos con el municipio y tenemos ya 19 años de vida con él. Nuestra ganancia no está en un edificio, sino en lo que sabemos hacer: un mega—espectáculo, una fiesta chiquita, viajes exitosos con el ballet. Hemos sufrido circunstancias feas y aprendimos. Ahora dosificamos la energía.
— Con tantas actividades, ¿cómo distribuyen el tiempo con su hijo?
M.: — Los fines de semana te sentís raro si no tenés algo. Pero tratamos de disfrutarlo. Trabajo muchas horas pero mi razón de ser es mi hijo. Soy muy de disfrutar con él. Paro lo que sea para almorzar con él, ver con quién se junta, si está estudiando. Eso hizo que bajemos los decibeles. Nuestro hijo es lo más importante de nuestra vida.
— Marian, ¿por qué nunca quisiste asumir el papel de codirectora del ballet?
M.: — Nunca me interesó. Cuando Gerardo no puede deja a un compañero. Yo estoy más con lo técnico, con lo musical, no me gusta dirigir una función.
— ¿Por eso nunca hubo competencia?
M.: —No, nunca me gustó dirigir
G.: —Cuando se lo pido, sí. lo hace. Pero está feliz con ser bailarina y le gusta cuando se arma algo para ella.
— ¿Qué les gustaría hacer o dónde estar de aquí a 5 años?
M.: — Por muchas cosas que me pasaron, para mí es difícil proyectarme tan lejos. Vivo proyectos no a tan largo plazo. Trato de vivir el momento y dar lo mejor. Estar vigente, ser convocados es una bendición.
G.: —Queremos volver a viajar al exterior. Viajamos por el país, pero la devaluación de la moneda nos impidió ir a Turquía este año por ejemplo.
—¿Pensaron en formar nuevas parejas?
— M.: — No. Antes porque mi hijo era chico y ahora porque es adolescente, él está primero. Nos acostumbramos a vivir con esto.
G.: —Siempre estuvo muy fuerte lo que cada uno siente por el otro.
Trayectorias
Tanto Gerardo como Marian tienen una gran trayectoria dentro de la danza en San Juan. El es arquitecto, profesor de la Escuela Industrial Sarmiento, ex atleta de alto rendimiento y se dedica desde siempre a bailar, primero folclore y luego, tango. Es el creador del Ballet San Juan Nuestro Tiempo, que ha recorrido casi toda Argentina y varios países de Europa. Asia y Latinoamérica. Luego de ser dos años el coreógrafo del espectáculo de cierre de la Fiesta Nacional del Sol, será su director en la edición 2009.
Marian es bailarina de danza contemporánea e hija del reconocido Juan Carlos Abraham, quien fue uno de los bailarines y coreógrafos más notables de la provincia, y de Antonieta Chiappini, ex integrante de Las dos Yiyas.
Desde que comenzaron a bailar juntos, Gerardo y Marian cosecharon varios premios a nivel nacional, como en el Concurso Internacional Hugo del Carril y en el Festival Nacional de Cosquín.
Además, ambos dictan clases de danza en la Universidad de Adultos Mayores, dependiente de la UNSJ.
Nota publicada el 21 de noviembre del 2008 en El Nuevo Diario.