Abel Hernández. El hijo de agricultores que llegó a ser jefe de la Policía

El ex Jefe de Policía es descendiente de inmigrantes españoles, todos afincados en 25 de Mayo y dedicados a la agricultura. Él nació allí y creció en San Martín. A pesar de las dificultades optó por el camino de la policía, buscando otras oportunidades de prosperar.

De España a las fincas de 25 de Mayo
Gringo campesino, así le decían a Abel Hernández sus compañeros cuando estaba en la Escuela de Policía. Pasaba prácticamente toda la semana en el establecimiento, porque vivía en San Martín y casi no había transporte público para trasladarse a su casa. El campesino egresó como abanderado, fue jefe de la Policía de Tránsito y en 2013 asumió como Jefe de la Policía de San Juan.

Abel es hijo de Ángel Francisco Hernández Conde y de María Encarnación López San Filippo. Ambos venían de familias de inmigrantes españoles, afincados en 25 de Mayo, dedicados sobre todo a la agricultura y en especial la vid. Ángel era hijo de Pedro Hernández Ortuño y Antonia Conde. Ellos llegaron a San Juan desde Caucete, un pueblo ubicado dentro de Castilla. El matrimonio Hernández Conde vino joven, sin hijos, escapando de las penurias provocadas por la Guerra Civil Española. De la familia de Pedro no vino nadie y de Antonia viajaron algunos parientes. Comenzaron trabajando como contratistas hasta que lograron comprar la tierra que con tanto esfuerzo labraban. Ya radicados en la provincia, tuvieron cinco hijos: Gloria, María, Delia, Aurora y el único varón, Ángel Francisco, padre de Abel. La descendencia que lleva el apellido Hernández y tiene algún vínculo con esta familia son exclusivamente los hijos y nietos de él.

Si bien en Argentina no pasaban hambre como en España, tener el plato de cada día les costaba sudor y lágrimas. Era difícil sobrevivir de lo que daban los viñedos, poco dinero sacaban de la actividad, aparte se autoabastecían con animales y una chacra. Ángel trabajó en la finca de su padre, codo a codo con él, hasta que fue mayor de edad. Sus hermanas también colaboraban con las tareas del campo, pero era el único hijo que podía ponerse a la par del esfuerzo físico de su padre.

Cuando fue mayor de edad, el padre de Abel comenzó a trabajar, aparte de la propiedad familiar, en otras chacras para tener su propio dinero. Con lo que fue ahorrando logró juntar el monto suficiente para comprar un finquita en el departamento San Martin. En el siglo XXI ese espacio está ubicado frente al municipio, pero en esa época era tierra agreste, para trabajar desde cero.

En esa época conoció Encarnación López. Ella era hija de Ana San Filippo, descendiente de inmigrantes italianos y de José López Frías, que vino en el vientre de su madre desde Andalucía, España. En ese entonces sus padres llegaron al país en la bodega de un barco, en un viaje casi eterno. El matrimonio López San Filippo tenía además otras dos hijas, Ana, que fue directora de escuela e Isabel.

Una familia a prueba de todo
Encarnación y Abel se conocieron entre los campos de 25 de Mayo, porque sus familias eran vecinas. Después de casarse vivieron un tiempo en la propiedad de los padres de él, los Hernández Conde. Allí nació Abel, luego su hermano Daniel y como ya había avanzado en la preparación de la finca, Ángel decidió llevar a su familia San Martín. Allí construyó una casa con sus propias manos, él hizo los adobes, igual que también lo hicieron su padre y su suegro. Además, se daba mañana con la carpintería, porque se formó en una escuela Agrotécnica de 25 de Mayo, así que hizo gran parte de los muebles de la vivienda, también los gallineros y conejeras.

En San Martín Abel tenía al menos 11 hectáreas. Lo principal eran los viñedos con uva cereza, moscatel y ugniblanc, le vendía gran parte de esa producción a la Bodega a Quebrada, que en ese entonces estaba en manos de la familia Bórbore. Además, en la finca tenía chacra, con todas las verduras de estación, frutales, de durazno, ciruela y membrillo, además de plantaciones de maíz y girasol. Aparte, tenía unas tres hectáreas de olivo. Lo que cosechaba lo cambiaba por aceite. En el galpón de los Hernández nunca faltaban las conservas, sobre todo de tomate y berenjenas, los huevos, los dulces, los panes de membrillo y por supuesto también tenían embutidos y jamón casero. Aprovechando las heladas de junio, carneaban hasta 5 cerdos. El frío ayudaba a conversar todo para aprovechar todas las partes del animal.

La comida estaba asegurada con lo que producían en la finca, además, Encarnación se ocupaba de la vestimenta. Ella heredó de su madre, Ana, el conocimiento y talento para ser costurera, y aparte ella se formó en corte y confección. Hasta que sus hijos fueron grandes, fue la autora y diseñadora de gran parte de las prendas de todos ellos. Porque después de Abel y Daniel, nacieron Hugo y Gabriela.

  

Entre la docencia, el liceo y la policía
Cuando Abel terminó la secundaria, a los 16 años, la situación económica en el país era complicada, también para la familia. Eran los últimos años de la dictadura militar que comenzó en 1976 y él pensaba qué camino tomar. Estaba seguro de que la agricultura no era una opción. Tras ver a su padre y a sus abuelos, que incluso perdieron todo después del cierre de CAVIC, Sabía el esfuerzo que implicaba, las penurias que pasaban y que, además, no tenía muchas oportunidades para prosperar desde ese sector. Pero, por otra parte, no tenía los recursos para seguir una carrera universitaria de varios años.

En principio, aceptando la invitación de su tía Ana López, que desde hacía tiempo trabajaba como maestra, decidió inscribirse en el profesorado de Educación Primaria que dictaban en la Escuela Normal Superior Belgrano de Caucete. Hasta allá se iba, la mitad del camino, en bicicleta, luego la dejaba para tomarse un colectivo. El primer año pudo dejar todas las materias al día, estaba entusiasmado con la elección, pero lo llamaron a hacer el servicio militar. En 1982 partió a Tupungato donde estuvo un año respondiendo al servicio.

En medio de su estadía en Mendoza, le avisaron que su hermano se había inscripto para entrar a la Escuela de Policía y le propusieronhacer lo mismo. Dijo que si, vino a rendir y entró. Así que llegó desde Mendozadirecto a la escuela, que en esa época estaba al lado del viejo Hogar de Ancianos. Ingresó justo con el regreso de la democracia, una época complicada económicamente para la institución. Al principio estudiaban como internos, y luego debían volver a sus casas. Como Abel vivía lejos y no había colectivos que lo llevaran hasta San Martin a horario, a él y otros tres chicos más, de departamentos alejados, los dejaban quedarse.

En esa época, Abel recuerda que llegaba al centro y se perdía, no tenía idea de cómo movilizarse en la ciudad. Ni lento ni perezoso, se las ingenió para aprender las calles. Consiguió un mapa que en esa época venía en las tarjetas de estacionamiento y así comenzó a ubicarse. Como solo llegaba hasta 25 de Mayo y avenida Córdoba, le preguntaba a sus compañeros más cancheros “¿Y cómo se llamaba esa que sigue después de Córdoba?. Así su mapa y su ubicación en el centro fueron creciendo.

El que no siguió en la Escuela de Policía fue su hermano Daniel, que después de cursar un tiempo se dio cuenta que no era lo suyo. Como de alguna forma tenía que ayudar a la familia, empezó a vender pan casero, cocinado en el horno de barro que tenían en la finca. A la tarea de elaboración pronto se sumó el resto de la familia y fueron creciendo hasta tener reparto, maquinaria y la panadería que conmemoraba al padre “El Angelito”. Los hombres hacían el pan y las semitas y Encarnación se ocupaba de lo dulce, especialmente del bizcochuelo. Además hacía tortas para casamientos y cumpleaños de quince.

El campesino que llevó la bandera
Luego de dos años de formación, Abel egresó con el mejor promedio de la promoción, fue el abanderado y lo mandaron director a la Comisaría Primera. Después fue instructor de la Escuela de Policía, luego vinieron seis años en la Policía de Tránsito y el siguiente desafío fue la División de Asuntos Internos, desde donde tuvo que investigar causas como el colapso de las cloacas en Santa Lucía, que lo atrapó, y la estafa en Salud Pública con los “Crefi”, entre otras más, que terminaron con muchas bajas y exoneraciones de policías. Aunque el camino que iba transitando era claro, sobre todo en los años de hiperinflación a fines de los ochenta, se sacaba el uniforme para ir a “gamelear”, o al revés.
De la División de Asuntos Internos, pasaron a Abel a la Comisaría 13 de Rivadavia, luego a la 5 de Santa Lucía, después volvió a Tránsito pero ya como jefe, estuvo a cargo la regional Capital y en 2013 asumió como jefe de la Policía de San Juan. Después de terminar su desempeño en esa función, en 2015, asumió como jefe de asesores del Ministro de Gobierno de la Provincia.

Casi igual que como se conocieron sus padres, por la cercanía física de sus familias, así Abel conoció a María Amelia Recabarren. Ella vivía a unos 4 kilómetros de su casa y sus padres eran amigos de los de él, con frecuencia se juntaban para compartir un asado o el truco. Así que se conocieron de chicos, pero recién a los veinticinco años se pusieron de novios. Ella es docente del Colegio Don Bosco de San Martin y tuvieron tres hijos: Alejandra Beatriz, enfermera; Martin Sebastián y Santiago Germán.

 
 

GALERIA MULTIMEDIA
Abanderado en la Escuela de Cadetes, Abel Hernández, en la década de 1980.
La familia Hernández Recabarren: En el siglo XXI, Abel Hernández junto a su esposa María Amelia Recabarren y sus hijos: Alejandra, Martin y Santiago.
Ángel Hernández junto a su esposa, Encarnación López.
De joven, Abel Hernández, junto a sus padres Ángel Hernández y Encarnación López.
Con la familia, entre los frutales de la finca de San Martin. En la foto están Ángel Hernández, su esposa Encarnación López, Pedro Hernández los niños son los hermanos Abel, Daniel, Hugo y Daniela.
Abel Hernández, hijo de Ángel Francisco Hernández y de María Encarnación López de niño. La foto es de la década de 1960.
Abel Hernández junto al hermano que le sigue, Daniel Hernández, de niños, en la década de 1960.
Abel Hernández junto a sus hermanos Daniel y Hugo y su padre, Ángel, en la tarea de faenar conejos.
El día de su casamiento, en la década de 1960, Ángel Hernández y Encarnación López junto a los padres de ella, Ana San Filippo y José López Frías.
Abel Hernández, 2013 asumió como jefe de la Policía de San Juan. Después de terminar su desempeño en esa función, en 2015, asumió como jefe de asesores del Ministro de Gobierno de la Provincia.