“Allicantu”: del quechua
“Allí”, útil; “canta”, en el confín.
Esta leyenda corresponde a la época de la Conquista. Habitaba en la cordillera un ave fabulosa según referencias de los indios a los españoles. Afirmaban que dicha ave se alimentaba con oro y con plata. Los indios le tenían miedo y escapaban de su presencia. Pero sabían que si la seguían, sin que se diera cuenta, podrían descubrir un yacimiento de oro o de plata.
Un capitán español, un segundón, enamorado de una dama española rica y de alcurnia, especialmente ávido de riquezas para poder aspirar a su mano, se enteró de esa asombrosa ave cordillerana. Decidido a encontrarla y a hacerse rico, partió por su cuenta a la cordillera. Ningún indio sabía informarle en qué paraje podía dar con ella. Le decían que era muy peligroso arriesgarse pues habitaba en las altas cumbres. El capitán caminó varios días y al llegar al pie de un cerro prominente comenzó a escalarlo. Una noche creyó ver en el hueco de una peña un fulgor dorado. Debía ser el nido del “allicantu”, cuyas alas producían ese destello.
Esperó acurrucado acechando pacientemente hasta el amanecer. Extenuado de cansancio y de frío, debilitado por la falta de alimento, le pareció ver al ave alejándose del nido rocoso. Pensó que buscaba comida y que al seguirla encontraría el oro o la plata apetecidos.
Con vehemente avidez el enloquecido conquistador quiso seguir el vuelo del ave y ya no pensó en nada más. Poco después perdía pie desde unas peñas muy elevadas. En ese momento le pareció ver la imagen de la dama que pretendía y ante la visión sonrió ligeramente. No pudo asirse con sus manos a ninguna saliente para evitar su caída. Ya en el fondo del precipicio sintió que le llegaba su fin.
Extraído del libro “Leyendas y supersticiones sanjuaninas”, de Marcos de Estrada Editorial Tucuma, Argentina, 1985.
Ilustración de Miguel Camporro