Construido en 1964 especialmente para Casino Provincial, el edificio que durante más de cuarenta años fuera símbolo del juego en San Juan tuvo épocas de esplendor y otras de abandono. En octubre de 2007 dejó de funcionar allí el casino y el edificio comenzó a prepararse para albergar un museo. Esta es la historia y principales características arquitectónicas de una de las construcciones que caracterizó al San Juan de la reconstrucción post terremoto de 1944.
En una ciudad cada espacio físico es una tradición; cada lugar, una historia compartida. Y como sucede con todo lo que es social, esas tradiciones cambian, las historias continúan algún rumbo, previsto o sorpresivo, los espacios cobran nuevos significados y comienzan a construir nuevas tradiciones y otras historias. El problema es cuando ello se produce de la mano de responsabilidades individuales, sin el marco de una planificación global que las regule.
El edificio construido para el Casino Provincial ha sido destinado para el Museo de Bellas Artes de la provincia, llamado Franklin Rawson. Y esto es así porque los lugares de una ciudad están siempre en función de necesidades sociales de espacios que alberguen sus actividades, sus conductas.
En la ciudad que se estaba reconstruyendo entre fines de 1940 y hasta dos décadas después, esas necesidades sociales hablaban de la importancia de contar, entre otras obras, con un casino. El mejor lugar para ello era el espacio que quedaba exactamente al lado del hotel más grande que había en la provincia.
El edificio del Casino Provincial fue obra del arquitecto Carlos Arias Sanz. Fue construido en 1964 y alcanzó, una vez terminado, una superfiicie cubierta de 2.150m_, incluyendo la “Boite” que se desarrolló en la planta baja del entonces Hotel de Turismo Provincial.
Para esa época ya se habían levantado a nuevo e inaugurado los edificios estatales más importantes, casi todos ellos sobre el eje cívico de la Avenida José Ignacio de la Roza. La obra de la Catedral estaba en plena construcción con el campanil ya visible en el centro de la ciudad.
El del casino, como todos los que fueron levantados después del terremoto de 1944, es un edificio diseñado expresamente para la función que tenía que cumplir. Sus formas exteriores e interiores obedecen a la función del juego y además muestran, comunican, las decisiones de un diseño que también, en cierto sentido, estaba “jugando” con el espacio y los volúmenes.
Arias Sanz, compenetrado con las restricciones del terreno, que no tenía grandes dimensiones y en el cual ya existía el hotel, al cual se debía articular, tradujo el azar en una actitud lúdica frente a la forma
A su alrededor la calle cobra espesor; la avenida Libertador y la calle Las Heras, por sus amplias dimensiones, permiten mirar, aislar o relacionar el edificio con su contexto.
Enmarcando el acceso principal, el autor diseñó dos esculturas, una el rostro de la alegría por ganar, y otra, la ira del perdedor, a modo de advertencia al ingresante. Originalmente la máscara de la ira fue gris y la de la alegría roja; luego ambas fueron pintadas muy claras, para que se destacaran sobre un fondo negro. Hoy presentan nuevamente colores oscuros, aunque no los originales.
La fachada oeste, superficie cóncava, envuelve el árbol histórico. En cambio su fachada sur, sobre calle Laprida, queda oculta por un muro de piedra laja, que apenas permite vislumbrar por arriba de la línea de horizonte, las suaves curvas que envuelven el patio interior.
Desde el hall de acceso del edificio se ingresa a un espacio de circulación continua que conduce a las dos grandes salas de juego: ruleta y punto y banca. La fluidez de la planta convoca a recorridos continuos entre ambas salas, envolventes de su corazón verde y sin que se pueda descubrir dónde se desarrolla la administración.
Así como el ala derecha del viejo Hotel de Turismo se habilitó como “Boite” cerrada, se creó un espacio al aire libre, la “Boite de verano”, cuyo escenario se ubicaba en el ángulo de intersección de la calle Laprida y Las Heras.
El mobiliario fue objeto de diseño del equipo de trabajo, constituido en la dirección de Arquitectura de la Provincia. La madera y el cuero fueron los materiales centrales.
Por más de 20 años esta sala de juego permaneció tal como fue concebida. Lentamente el juego de ruleta perdió significación para la sociedad sanjuanina y en su lugar el “Bingo” la reemplazó. El estado descuidó la atención de las instalaciones por varios años.
El Hotel de Turismo, que había sido diseñado por el arquitecto Puppo en la década del 50, dejó de funcionar como hotel y durante un tiempo fue utilizado como residencia estudiantil. Posteriormente fue seriamente afectado por el sismo de 1977. Finalmente fue refuncionalizado con el fin de trasladar allí la Legislatura Provincial.
En 1999 el manejo del juego fue privatizado. La empresa adjudicataria refaccionó el edificio, encargando el proyecto de refuncionalización a un equipo de arquitectos de Buenos Aires.
Si bien en lo global ha mantenido sus características originales, la transformación del juego, que en la actualidad ha desplazado su mirada a las máquinas tragamonedas, ha provocado un gran cambio en su interior. Hoy el juego ha dejado de ser nocturno, su funcionamiento también diurno ha obligado a eliminar la relación interior exterior, no sólo física sino también visual. Espesos cortinados cubren las aberturas; allí no hay noción del tiempo.
Desaparecieron los elegantes revestimientos de madera y en su reemplazo, serpentean los muros, molduras doradas a la hoja. El piso de mármol negro fue recubierto por un espeso y multicolor alfombrado, que ahoga los pasos y permite distinguir desde cualquier punto el tintinear de las monedas al caer en los vasos, invitando a jugar más y más. El mobiliario original fue reemplazado por uno de los diseños italianos más instalados en el mercado actual. El juego de volúmenes que otrora se mostraba limpiamente, fue ornamentado con luces de neón. Hoy si se lee que lo que allí ha estado presente, es un casino, con las características de su estereotipo instalado socialmente.
Las sociedades se transforman y con ellas los edificios. Los autores de las propuestas manejan nacimientos, pero en la mayoría de los casos no desenlaces. Hace 40 años, la vida yuxtapuso el juego con el turismo; hasta hoy en cambio, paradójicamente, las leyes compartieron su espacio con el azar. Ahora, al lado de la casa de las leyes está el arte mientras el juego ha debido buscar otros espacios.
Arboles y construccionesSegún contó el mismo Arias Sanz en una entrevista realizada en 1999, el descubrimiento de 19 pinos en el terreno lo alegró y lo motivó a convertir el grupo de árboles en el corazón verde de su propuesta. El tiempo y el paulatino abandono del mantenimiento de este edificio por parte de los organismos provinciales provocaron tanto el deterioro de la construcción como la desaparición de los árboles.
El arquitecto tuvo que hacer otra adaptación importante: el ala prevista como espacio para punto y banca había sido resuelta originalmente a través de un prisma recto. Pero el historiador sanjuanino César Guerrero advirtió que, de realizarse la obra según lo proyectado, el árbol histórico a cuya sombra se había sentado el General Nazario Benavides debía ser arrancado. Arias Sánz entonces reformuló la propuesta convirtiendo el volumen original de la sala de punto y banca, en un volumen que se ajusta desde lo geométrico a un sector de corona circular, que envuelve y enmarca ese trozo de historia.
La imagen desde la calleDesde Avenida Libertador el edificio muestra una imagen dinámica, lograda por la intersección de dos volúmenes. Un prisma simple suspendido (soportado por diez columnas cilíndricas exentas de los muros, que ponen en línea al edificio, sobre la acera) que penetra en otro más complejo que se desarrolla en un primer nivel.
El cuerpo del primer nivel avanza por sobre el inferior y así se genera un amplio espacio de transición que señala el ingreso. La planta baja se retira de la línea de edificación mediante dos planos oblicuos que, materializados en ladrillo revestido de piedra laja con disposición horizontal, otorgan al conjunto una sólida pero dinámica base que se contrapone a la volatilidad del volumen superior.
Carlos A. Arias Sanz, nació en Rosario en 1923. Se formó como arquitecto en la Escuela de Arquitectura de la Facultad de Ciencias Exactas, Física y Matemática aplicada a la Industria, de la provincia de Santa Fe. Paralelamente estudió Filosofía y Música. Fue alumno de Angel Guido y Ermette di Lorenzo, este último profesor de Arquitectura V y Decano durante los últimos años de cursado. Recién egresado, fue contratado para participar en la reconstrucción de San Juan.
A partir de 1949, se instaló en la provincia; más de cuatro décadas de trabajo en San Juan ofrecen un conjunto representativo de obras, entre las que se destacan la Hostería de Valle Fértil, el Banco de la Sociedad Israelita, numerosos barrios y el Estadio cubierto.
Su obra ejemplifica de uno de los plurales caminos proyectuales que se han puesto de manifiesto en esta ciudad; quizás uno de los menos sometido a la rigurosa ortodoxia del Movimiento Moderno, lo que queda evidenciado en el uso del color y la textura, recursos que este arquitecto interpreta con libertad, aplicando diversos materiales de revestimiento. También caracteriza su obra el empleo de complejas volumetrías en las que evidencia el dominio de los aspectos estructurales. Recientemente el Colegio de Arquitectos de San Juan reconoció su labor junto a la de los arquitectos Pineda, y Tomba.
Fuentes:
Investigaciones realizadas en el marco de la línea “San Juan, sus arquitectos y la modernidad” bajo la dirección de la Arq.Elvira Sentagne y la co-dirección Arq. Esther Solera. Integrantes actuales del equipo, arquitectos: Nelly León, Eugenia Rosés, Mirtha Palacios, Alicia Nieto, Pablo Pappano y Militza Laciar.