Desde junio de 2008 la Parroquia Nuestra Señora de los Desamparados es Basílica Menor. La proclamación, lograda después de gestiones de toda la comunidad parroquial, es un honor y una dignidad que refuerza la comunión de esta iglesia con la cátedra de Pedro. Qué significa el título de basílica y los orígenes de este templo en San Juan son los temas de este trabajo.
El 29 de junio de 2008, a 260 años de su fundación, la Parroquia Nuestra Señora de los Desamparados fue proclamada, durante la fiesta de San Pedro y San Pablo, por el Papa Benedicto XVI como Basílica Menor.
El templo ostentó durante 160 años la categoría de Parroquia. El cambio no fue una mera formalidad, sino que implicó un reconocimiento histórico, arquitectónico y religioso. Desamparados se convirtió así en el primer centro de la Iglesia Católica en San Juan capaz de impartir indulgencias plenarias y sacramentos especiales.
Para recibir este honor la Parroquia debió cumplir con diversos requisitos pedidos por la Santa Sede como la dedicación del templo desde 1997, por la belleza litúrgica de su interior y por la veneracióna santos como Santa María Goretti y Josemaría Escrivá, cuyas reliquias se encuentran en el templo.
Otro de los requisitos cumplidos por Nuestra Señora de los Desamparados fue su larga y rica historia en la evangelización en San Juan.
La devoción a la Santísima Virgen de los Desamparados en la comunidad sanjuanina se remonta al siglo XVIII y fue introducida por los sacerdotes de la Compañía de Jesús que llegaron desde Chile.
Fue en 1748 aproximadamente cuando se levantó una capilla en el paraje de Puyuta en honor a Nuestra Señora de los Desamparados. En ese momento se dependía eclesiásticamente de la jurisdicción del Obispado de Santiago de Chile, siendo su obispo el doctor González Melgarejo.
El 27 de marzo de 1767 el Rey Carlos III de España firmó el decreto que ordenaba la expulsión de los jesuitas de España y América. El 22 de septiembre se hizo el inventario de lo que en esos momentos poseía la hacienda y Capilla de Puyuta, a cargo en ese momento de P. Pedro Morales (dicho documento todavía se conserva en el Archivo Parroquial de la ahora Basílica). A través del tiempo fueron sacerdotes de otras órdenes, especialmente los agustinos, quienes continuaron sosteniendo espiritualmente a los feligreses de los Desamparados.
La Diócesis de San Juan de Cuyo fue creada por Bula del Papa Gregorio XVI el 19 de septiembre de 1834. El 28 de julio de 1847 el Obispo Monseñor José Manuel Eufrasio de Quiroga Sarmiento erige canónicamente la Parroquia Nuestra Señora de los Desamparados, en el mismo solar en el que se veneraba la Imagen de la Virgen desde hacía 100 años. Por entonces la extensión de la Parroquia llegaba al Oeste hasta el límite con Chile comprendiendo gran parte de los actuales departamentos Capital, Rivadavia, Rawson, Zonda, Ullum, Calingasta y parte de Chimbas.
La primera iglesia parroquial, que reemplazó la construida por los jesuitas, fue levantada a poco de su creación, era de estilo romano y tenía 580 metros cuadrados. Durante la celebración del Nacimiento del Divino Redentor, el 25 de diciembre de 1917, fue devastada por un incendio. Rápidamente los vecinos se organizaron y en tiempo récord, tan sólo dos años, construyeron un nuevo templo el cual fue consagrado en febrero de 1919.
Una nueva calamidad tocó esta vez no sólo las puertas de esta parroquia sino de toda la provincia cuando el 15 de enero de 1944 un terremoto destruyó toda la ciudad. Ante esto se construyó una iglesia de emergencia y poco tiempo después se llamó concurso para la reconstrucción del templo, resultando ganador el arquitecto Ernesto Puppo, quien en esos momentos se desempeñaba como perito en la materia en la Santa Sede.
El 17 de diciembre de 1958 se celebró por primera vez la Sagrada Eucaristía en el nuevo templo, aún sin terminar. Y recién en 1962 pudo comenzar a utilizarse para celebraciones litúrgicas.
La iglesia a la que se le propone el título de basílica debe estar dedicada a Dios mediante un rito litúrgico y debe destacarse como centro activo de liturgia pastoral, especialmente a través de las celebraciones de la Santísima Eucaristía, penitencia y de los otros sacramentos. Dichas celebraciones deben ser ejemplo para otros por su preparación y realización según normas litúrgicas y por una participación activa del pueblo de Dios.
2- Para asegurar la posibilidad de llevar a cabo celebraciones verdaderamente dignas y ejemplares, dicha iglesia debe tener un tamaño adecuado y un presbiterio lo suficientemente grande.
Los diversos elementos necesarios para la celebración litúrgica (altar, ambo [atril], sillón del celebrante /sede) deben ser colocados de acuerdo a las exigencias de la liturgia.
3- La iglesia debe gozar de un cierto renombre en toda la diócesis. Haber sido dedicada a Dios en ocasión de algún evento histórico-religioso en particular, porque el cuerpo o reliquias de algún santo se reservan en ella, porque se venera alguna imagen sagrada en forma especial. El valor histórico o la importancia de la iglesia y el valor de su arte también se tienen en cuenta.
4- De esta manera y a medida que avanza el año litúrgico, las celebraciones de los diversos tiempos deben realizarse en una manera digna de elogio y para ello es necesario un número adecuado de sacerdotes, los cuales han de ser asignados al cuidado litúrgico y pastoral de la iglesia, sobre todo para la celebración de la Eucaristía y la penitencia (también debe haber un número adecuado de confesores disponibles en horarios establecidos).
Entre las iglesias de cualquier diócesis, la Iglesia Catedral ocupa el primer lugar y posee la máxima dignidad. En ella se encuentra la cátedra del Obispo, signo de la autoridad educativa como pastor de la diócesis y signo de comunión con la cátedra Romana de Pedro. Luego se encuentran las iglesias parroquiales, que son asiento de las diversas comunidades y dividen pastoralmente el territorio de la diócesis. Hay también santuarios dedicados al culto en especial de una advocación mariana o algún santo.
El término basílica proviene del latín basílica que a su vez deriva del griego que fonéticamente se pronuncia basiliké que significa regia o real (fem.), y viene a ser una elipsis de la expresión completa basiliké oikía que quiere decir «casa real». Una basílica es un suntuoso edificio público que en Grecia y Roma solía destinarse a tribunal y que en las ciudades romanas ocupaba un lugar preferente en el foro.
Más adelante los cristianos aprovecharon la forma basilical y, en muchos casos los propios edificios romanos, para utilizarlos como templo y en este sentido se utiliza hoy la denominación, tanto desde el punto de vista arquitectónico, como religioso.
Tras el edicto de Milán de 313 promulgado por Constantino el Grande (313–337) el Imperio Romano acepta oficialmente la religión cristiana. A partir de entonces los cristianos utilizan la tipología arquitectónica basilical para la construcción de los nuevos templos. Se entiende por basílica cristiana propiamente dicha en sentido arquitectónico toda planta rectangular con uno o más ábsides en el testero y con naves a lo largo determinadas por columnas (o pilastras), sobre las cuales se apoyan sus correspondientes arcos o arquitrabes de tipo romano. Las referidas naves (tres por lo común) terminan en el ábside. En el ábside se coloca el altar y en torno a él se disponen los oficiantes. Delante, en el presbiterio, se sitúan los presbíteros, mientras que los fieles ocupan el resto de la nave o naves. En las iglesias de planta basilical no existe transepto y, por tanto, tampoco crucero. Aunque inicialmente los templos cristianos seguían las pautas constructivas de las basílicas, pronto dieron paso a otras formas, como la planta de cruz latina o la de cruz griega, que se generalizaron sin que por ello desapareciera la forma basilical.
Con independencia de su trazado arquitectónico, una iglesia puede titularse «Basílica» por prerrogativa del Papa. Así, en sentido litúrgico, son basílicas todas aquellas iglesias que, por su importancia, por sus circunstancias históricas, o por aspectos de cierto relieve, obtengan ese privilegio papal.
Cuando el papa eleva a una iglesia a la condición de Basílica Menor le otorga el derecho a lucir en el altar mayor dos signos de la dignidad papal y la unión con la Santa Sede: el conopeo y el tintinábulo.
La posibilidad de brindar indulgencias plenarias
Ser Basílica es un honor que implica un vínculo particular y especial con la Iglesia Romana y el Sumo Pontífice, y es en virtud de esta alianza el poder recibir en este “lugar santo” Indulgencias Plenarias, las cuales son la mayor riqueza espiritual que se le concede al pueblo fiel.
La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos. Esta indulgencia puede ser parcial o plenaria según libere de la pena temporal debida por los pecados en parte o totalmente.
Las indulgencias se obtienen por la Iglesia que, en virtud del poder de atar y desatar que le fue concedido por Cristo Jesús, interviene en favor de un cristiano y le abre el tesoro de los méritos de Cristo y de los santos para obtener del Padre de la misericordia la remisión de las penas temporales debidas por sus pecados. Por eso la Iglesia no quiere solamente acudir en ayuda de este cristiano, sino también impulsarlo a hacer obras de piedad, de penitencia y de caridad
La pregunta entonces es Si Dios perdona los pecados ¿para qué es necesario ganar indulgencias?
El perdón del pecado y la restauración de la comunión con Dios entrañan la remisión de las penas eternas del pecado. Pero las penas temporales del pecado permanecen. El cristiano debe esforzarse, soportando pacientemente los sufrimientos y las pruebas de toda clase y, llegado el día, enfrentándose serenamente con la muerte, por aceptar como una gracia estas penas temporales del pecado; debe aplicarse, tanto mediante las obras de misericordia y de caridad, como mediante la oración y las distintas prácticas de penitencia, a despojarse completamente del “hombre viejo” y a revestirse del “hombre nuevo”
Para poder beneficiarse de las indulgencias es necesario estar bautizado, no excomulgado y en estado de gracia por lo menos al final de las obras prescritas para ganar la indulgencia.
Para que el sujeto que reúne estas condiciones se beneficie, debe tener intención aunque sea general, de ganarlas y de cumplir las obras prescritas dentro del tiempo establecido y en la forma debida.
Para ganar una indulgencia plenaria, además de querer evitar cualquier pecado mortal o venial, hace falta rezar o hacer la obra que incorpora la indulgencia cumpliendo tres condiciones:
* Confesión sacramental
* Comunión Eucarística
* Oración por las intenciones del Papa
Con una sola confesión sacramental puede ganarse varias indulgencias plenarias; en cambio, con una sola comunión eucarística y una sola oración por las intenciones del Papa sólo se gana una indulgencia plenaria. Las tres condiciones pueden cumplirse unos días antes o después de rezar o hacer la obra que incorpora la indulgencia, pero es conveniente que la comunión y la oración por las intenciones del Papa se realicen el mismo día.
La condición de orar por las intenciones del Papa se cumple si se reza a su intención un solo Padrenuestro y un Avemaría; pero se concede a cada fiel la facultad de orar con cualquier fórmula, según su piedad y devoción.
La indulgencia plenaria únicamente puede ganarse una vez al día, pero el fiel cristiano puede alcanzar indulgencia plenaria in artículo mortis, aunque el mismo día haya ganado otra indulgencia plenaria.
La indulgencia parcial puede ganarse varias veces al día, a no ser que expresamente se establezca lo contrario.
La obra indicada para obtener la indulgencia plenaria aneja a una iglesia u oratorio consiste en la visita piadosa de este lugar, rezando el Padrenuestro y el Credo, a no ser que en algún caso especial se establezcan otras condiciones.
Los fieles que devotamente visiten la Basílica y que, dentro de ella, participen en cualquier rito sagrado o, al menos, recen el Padrenuestro y el Credo, podrán obtener una Indulgencia Plenaria bajo las condiciones habituales: Confesión Sacramental, Comunión Eucarística y Oración por el Sumo Pontífice.
El Papa Benedicto XVI decidió la consagración de este templo y la concretó a través de su embajador en Argentina, el Nuncio Apostólico, Monseñor Adriano Bernardini.
La ceremonia tuvo lugar el domingo 29 de junio de 2008, día de San Pedro y San Pablo, en el templo ubicado entre avenida Libertador y calle Santa María de Oro. Allí se reunieron unas 3.000 personas. Estuvo presente el obispo de San Juan, Monseñor Alfonso Delgado, el párroco Augusto Recabarren, y las máximas autoridades provinciales. El gobernador José Luis Gioja y el intendente de Rivadavia, Elías Alvarez, ayudaron a descubrir dos escudos, uno pontificio en la fachada del templo, y otro papal, en el interior del edificio. También se estrenaron las refacciones en el frente y en el altar, que fueron requisitos básicos para acceder al grado de basílica.
Augusto Recabarren, párroco de la Basílica Menor de Nuestra Señora de los Desamparados desde el 18 de febrero de 2008 aseguró en la oportunidad que el nuevo rango en la Iglesia Católica implica “una relación más estrecha con la gracia de Dios”.