De hábitos simples, amante del fútbol, ex presidente del
Club Peñarol, cuando no lo obligaba el protocolo prefería una campera o una remera al traje, aunque le daba importancia a las corbatas, de las que tenía una buena colección. En esta nota Juan Carlos Bataller devela algunas de las costumbres y anécdotas de quien gobernó San Juan entre diciembre de 1992 y el mismo mes de 1994, luego de la destitución de Jorge Escobar.
Una de las características de Rojas durante su gestión —recuerdan en la residencia oficial- fue que recibía a mucha gente. Había días que atendía a más de cincuenta personas. Y obligaba a sus funcionarios —especialmente al ministro de Gobierno y al secretario general— a hacer otro tanto.
—A la gente hay que atenderla. —, era la consigna.
Hijo de un importante gremialista que fuera asesinado en 1975, cuando se desempeñaba como diputado nacional —Pablo Rojas— Juan Carlos dio mucha importancia a las cuestiones políticas cuando fue gobernador. No sólo atendía a dirigentes y punteros sino que concurría todas las semanas al Partido Justicialista, del que fue electo presidente.
Rojas era un hombre de hábitos simples, amante del fútbol, ex presidente del Club Peñarol; cuando no lo obligaba el protocolo, prefería una campera o una remera al traje, aunque le daba importancia a las corbatas, de las que tenía una buena colección.
—No tomaba vino ni bebidas blancas. Le gustaba la cerveza negra, el único caso que he conocido—, recuerda un viejo mozo de la gobernación. En cuanto a comidas, el asado era su plato preferido.
¿Cómo era Rojas en la intimidad del gobierno?
—Mandón. —, fue la respuesta de las fuentes consultadas.
—Había dos Rojas —sostiene en cambio uno de sus ex colaboradores—. Cuando estaba relajado o compartiendo un asado, era ameno, adepto a las anécdotas. En cambio cuando se concentraba en los temas de estado, cambiaba su carácter, se volvía más hosco y más que diálogo con él, se recibían órdenes.
Cuando ocurrió la “noche de los senadores”, se recuerda, Rojas estaba a cargo de la gobernación pues Escobar había viajado. Ese día le subió la presión y debió ser atendido por un médico.
Las reuniones de gabinete se hacían los días miércoles.
En realidad no se entablaba un debate para fijar posiciones sobre los distintos temas. Rojas prefería que cada ministro rindiera cuentas de lo hecho durante la semana y luego impartía instrucciones.
—Tenía mucha memoria —se asegura— y aunque no tomaba notas de lo hablado, a la semana siguiente preguntaba a cada ministro sobre los temas que habían quedado pendientes.
Rojas era más un intuitivo que un analista.
—Confiaba mucho en su intuición y esto hizo que durante su gestión no existiera una mesa chica o un grupo de análisis.
En general sus audiencias eran cortas pero en algunos casos podía escuchar durante una hora a su ocasional contertulio cuando éste hacía un análisis intelectualmente sólido.
No sólo gustaba concurrir a la cancha a ver jugar al equipo de Peñarol sino que los sábados jugaba al fútbol con un grupo de amigos, entre los que estaban el doctor Larrea y su cuñado Prividera.
Otro de sus gustos era salir a andar en bicicleta. Formaba parte de un grupo que solía pedalear muchos kilómetros cada vez que salía.
Durante sus días como gobernador, Rojas utilizó su propio coche y no vivió en la Casa de Gobierno aunque en algunas oportunidades, por ejemplo para el fin de año de 1993, se instaló con su familia durante algunos días en la residencia, donde pasó las fiestas con amigos.
También se recuerdan un par de fiestas que hizo en la Casa de Gobierno, el 8 de julio para festejar el día de la patria, con cena y baile a la que concurrieron funcionarios y amigos con sus esposas, y un 30 de diciembre.
A su esposa, Amanda López, se la recuerda como una mujer muy prudente que simplemente acompañó a su esposo durante su gestión sin buscar protagonismo alguno.
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