El padre señala que la necesidad de tener todo “ya” y “ahora” que crea el consumismo, sumado a la incapacidad para satisfacer los anhelos, es lo que genera violencia en los individuos.
Ávido lector de la obra de Jorge Luis Borges, escritor, doctor en Teología, director del Instituto de Bioética dela Universidad Católica de Cuyo, el padre José Juan García celebra este domingo sus Bodas de Plata como sacerdote. Gran comunicador, a través de sus libros, sus conferencias, sus charlas y los medios de comunicación, acerca la voz de la Iglesia sobre los diferentes temas que preocupan a la sociedad actual, como familia, eutanasia o aborto, entre otros. Uno de los primeros especialistas en Bioética en la provincia -rama de la ética que se dedica a proveer los principios para la correcta conducta humana respecto a la vida-, el sacerdote está escribiendo su decimoquinto libro, dedicado a la ira y a la violencia como proyecto colectivo, que posibilita revoluciones y da lugar a políticas de Estado y como ejemplo cita a Vladímir Lenin, gestor de la revolución rusa de 1917.
-¿Por qué decidió especializarse en Bioética? -
Cuando estudiaba mi doctorado en Teología en la Universidad Gregoriana de Roma, en 1993, monseñor DiStéfano me vino a visitar para decirme que en el Policlínico Universitario "Agostino Gemelli" dictaban una maestría en Bioética, que recién aparecía, y me sugirió que junto a Teología estudiara Bioética. Distéfano era un gran visionario y seguí su consejo. Allí comenzaron a interesarme las cuestiones bioéticas.
- La Bioética cobró auge este año con leyes polémicas-
-Mi tesis doctoral “El morir humano. Consideraciones bioéticas sobre la eutanasia”, referida al final de la vida, me vino muy bien para también seguir el ritmo actual de los pensadores contemporáneos sobre el final de la vida y en algunos casos, la eutanasia, considerando que ésta es una forma de mal morir porque nosotros estamos convencidos de la bondad de la muerte natural de las personas. A nadie hay que apresurarle el momento de la muerte. Actualmente estoy escribiendo un libro sobre la ira y la violencia, que también tienen que ver con la Bioética. Nos tenemos que preguntar por qué suceden estas escaladas de violencia, por qué la ira en cuanto a arrebato del yo y el no reconocimiento del otro en sí mismo, en la negación del otro en su ser intrínsicamente bueno en si y distinto de mí. La Bioética también debe avizorar un futuro, ser previsora, mirar los horizontes de trazabilidad de lo contemporáneo.
-Últimamente se ve una falta de tolerancia con el otro, lo que genera sin dudas nuevas escaladas de violencia
- Hay un antiguo adagio que decía que la primera víctima de una guerra es la verdad. Ya no será así. Desde el 2001 en adelante, luego de las Torres Gemelas, la posmodernidad encontró un colapso y todo quedó al descubierto. Se pudo filmar cuando el avión ingresaba en la torre, por lo que ningún Estado podrá negar información pública. Saddam Hussein fue ahorcado y esto fue filmado y fotografiado, y esas imágenes recorrieron el mundo.
-Ya no se puede ocultar el Sol con la mano…
-De ninguna manera. Las próximas guerras serán atrozmente reales y también virtuales.
-¿La ira en la sociedad actual tiene que ver con la menor tolerancia a la frustración, a la necesidad de rápida concreción de los deseos, esto de “No sé qué quiero pero lo quiero ya”?
-Exactamente. El mundo consumista contemporáneo en Occidente ha incentivado hasta el extremo el “ya” y el “ahora” y sin esfuerzos. Esta diferencia enorme entre lo anhelado y no dar con la clave para encontrarlo, más la falta de capacidad de sacrificio del hombre contemporáneo, es lo que genera la violencia. El problema está en que esa violencia no es individual sino colectiva y entonces se vuelve proyecto y cuando es proyecto, genera una revolución. En este sentido, el primer político contemporáneo que hizo de la ira un proyecto revolucionario fue Lenin. Su hermano fue parte de un complot contra el zar, lo descubrieron y lo ahorcaron. Entonces, pensó: “No vale la pena desatar nuestra ira para asesinar al zar, porque vendrá su hijo o su hermano, tenemos que encaminar nuestra ira a ocupar el lugar del zar”. El resentimiento personal se convirtió en una ira sistematizada, proyectada y organizada, que fue la revolución que él encabezó. La historia del siglo XX estuvo marcada por el comunismo y el anticomunismo. Ambos proyectos de sociedad, el capitalismo salvaje y el marxismo, se generaron con inmensas dosis de violencia.
-Gran parte de la sociedad mundial padece hoy este capitalismo, que sólo anhela la posesión sin límites, desconociendo al otro y generando desigualdades
-Claro. Por eso lo ideal como sociedad política sería el modelo europeo, es decir una economía social de mercado y un capitalismo moderado y limitado con contención social, sin exclusión. Por eso el Estado tiene su importancia en esta forma de regir la sociedad. Si dejamos todo a merced del mercado libre, estaremos perdidos porque es ahí donde aparece un abuso real. Ahora, Stalin y Lenin decían que la violencia era parte de la historia. Ellos apelaron a la violencia armada, revolucionaria, sangrienta y la historia dio como resultado que esa experiencia no pudo ser peor. Allí donde el marxismo ha sido gobierno, no ha dejado más que un triste lastre de opresión de las almas y desastres económicos y ecológicos.
-En varios países, la experiencia del capitalismo no ha sido mucho mejor. En todo caso, ambos modelos llevados al extremo confluyen en algunos puntos.
-En el caso de Argentina, creo que estamos viviendo un capitalismo más al estilo europeo, con mayores límites y contención. Las medidas de la asignación por hijo, de la jubilación o pensiones de edad adulta, aunque no hayan aportado, son muy buenas; hay una contención social importante. Nosotros tenemos muchas deudas que saldar, una es la inclusión social, pero a la vez otra deuda en Argentina -y es mi opinión y no un dogma- es la calidad institucional. Hay que hacer entender a todo el mundo que la calidad institucional es el camino más corto para la inclusión social. Cuando en un país, por ejemplo, no hay división de poderes, comienza el camino de la exclusión, del litigio, del desorden…
-Hablando de los avances de Argentina en inclusión social, la sanción de la ley de matrimonio igualitario la puso a la cabeza en este tema en Latinoamérica, pero el arzobispo de La Rioja, monseñor Roberto Rodríguez, sostiene que se compraron los votos ¿Qué opina al respecto?
-El obispo de La Rioja es un hombre prudente, así es que es para pensar lo que dijo con tanta fuerza. El se hace cargo de sus afirmaciones, pero creo que lo que aquí ha quedado debilitado es la institución familiar, el matrimonio de hombre y mujer como base estable y además, nos compromete en el tema de educación sexual de los niños. Por ejemplo, cuando tengamos que decir en las escuelas cosas que no sabemos cómo explicar bien y que hacen creer o pensar que todo es igual o que el matrimonio ya no es la unión estable entre hombre y mujer. No va a ser sin consecuencias esto del matrimonio igualitario.
-Más allá del matrimonio igualitario, la institución familiar está en crisis hace ya varios años y por diversos factores.
-Creo que en el fondo están faltando muchas raíces en la formación de las personas, mucha espiritualidad, mucho estímulo sobre el auténtico sentido del amor como fuente de comunión y puerta de apertura a la tolerancia cotidiana. En otros tiempos, y no es por nostalgia del pasado, había mayor capacidad de tolerancia y de sacrificio de las personas, entonces no se miraba el divorcio como algo bueno en sí. Hoy cada vez se resiste menos… Por eso, en la diócesis, fijamos este año y el próximo como el “Año de la Familia”. Hay que volver al hogar como el primer espacio de socialización, de virtudes, la primera experiencia del amor, del lenguaje. La primera violencia empieza en el lenguaje, en los prejuicios; entonces, que liberador sería formar una cultura del diálogo, porque es el que despoja de prejuicios y tiende puentes entre las personas.
-¿Cómo se encara el diálogo para erradicar prejuicios en una sociedad que no puede volver atrás: ya existe el divorcio, el matrimonio igualitario y el aborto como una práctica ilegal pero habitual?
-La mujer de hoy no está dispuesta a ser la mujer maravilla; aquella que cumplía con las tareas del hogar, de su esposo y aparte también trabajaba y planchaba, ¿no es cierto? La mujer quiere más espacio. Pero el matrimonio es un proyecto en común, donde nadie anula a nadie, sino que ambos deben procurar la realización común pero también personal de cada uno y es todo un desafío.
-Las mujeres comenzaron a decidir sobre su cuerpo y en el caso del aborto, la legislación va a la consecuencia pero hace falta también más campañas de prevención sobre métodos anticonceptivos.
-Así es. La labor educativa debe tener un gran espacio para la prevención, que es la mejor forma de prepararnos para el presente y el futuro. En el fondo, noto una gran carencia de espiritualidad entre nosotros. Si supiéramos ser felices a la luz de la lectura de un salmo, o viendo una buena película o disfrutando de un fin de semana en familia o gozando de una exposición de arte o en la poesía… En esto es lo único que estoy de acuerdo con Claudio María Domínguez: En la “tinellización” de la cultura. Basamos nuestra cultura en esos falsos modelos, que les dicen a nuestros jóvenes que para triunfar en la vida no hace falta esforzarse demasiado, ni estudiar, que la mujer es un objeto de placer y muestran una especie de facilismo inmediato. Nos falta tanta espiritualidad… si pudiéramos volver…
-¿Se puede volver? ¿Qué respuesta da la Iglesia frente a esta realidad?
-La Iglesia hace un esfuerzo enorme; da respuesta desde la Catequesis, desde la formación de los chicos en los colegios, en las universidades, desde los seminarios, desde los encuentros de formación… Quizás nos falta presencia en el muy complejo mundo de los medios de comunicación; en el tema educativo, estamos y se hace lo que se puede, lo que sucede es que ante un fenómeno de secularismo muy acentuado y se vive como si Dios no existiera. No tenemos la protección de una sociedad mayormente cristiana. Tenemos que ir al encuentro. No podemos ser una Pastoral de espera, sino de búsqueda de las periferias sectoriales. Me da mucha angustia pensar que podríamos llevar a las parroquias, a los grupos, más jóvenes con dificultades, con drogas por ejemplo, y nos falta un trecho por caminar en esto.
-¿Que el Papa haya aceptado el uso de preservativo es empezar a salir “a la búsqueda”, como una apertura de la Iglesia?
-No. El Papa ha justificado su uso en casos muy puntales, como el Sida, pero creo que no pasa por dar más permisos sociales sino por ser nosotros más activos y presurosos para salir al encuentro de las situaciones y de desarrollar una mayor capacidad de escucha y de diálogo respecto al mundo que también nos sigue interpelando. No serán respuestas fáciles tampoco las que prometerán una sociedad nueva y mejor, porque, como dijo la presidente Cristina Fernández cuando estuvo en San Juan, en el único lugar en que la palabra “éxito” está antes que “trabajo” es en el diccionario. En la vida real, el esfuerzo es lo único que corona el éxito.
-Frente a esta crisis ética y moral que vive la sociedad, ¿quién da el primer paso para comenzar a revertirla?
-Nuestra moral se debe alejar tanto del fundamentalismo, que es la letra sin contexto y que es dañina, como la ética islámica musulmana que es belicista y violenta; como también del relativismo que, al decir de la filósofa Agnes Heller, es la cobardía del pensamiento, ya que no se compromete con ninguna verdad, con ninguna postura. Una ética relativista que admite todo, nos conduce sólo a la perdición, al caos. Tenemos que seguir bregando por valores fuertes.
-¿Y cómo se logra?
-Creo que el primer gran medio es la educación, que va de la familia a la escuela. El diálogo es un método para llegar y el gran pedagogo será siempre el trabajo educativo, irremplazable, cotidiano, paciente. A eso tenemos que tender, a llenar nuestra cultura de espiritualidad, para evitar que nuestra sociedad se vuelva consumista, materialista, hedonista. Como dice Gilles Lipovetsky, “el consumismo ha sido el sepulturero de la ética del deber”. Hoy vivimos de derechos, nada más…
-Hablando de derechos, ¿se propicia el diálogo entre la Iglesia y los legisladores?
-En cada provincia se propicia el diálogo. En San Juan, por suerte, es muy bueno. Pero, hablando de violencia, tener en la Argentina un banco de embriones, por un lado, con vida humana artificialmente creada y expuesta a futuro incierto, y proyectos de ley de aborto, voluntario, libre y gratuito, son sin dudas espacios de violencia.
Bodas de Plata
El padre José Juan García celebraró sus Bodas de Plata como sacerdote. Por el festejo,fue oficiada una misa y luego se servido un pequeño ágape para la familia “parroquial”. Hijo de una familia compuesta por tres varones y una mujer, fue el primero y el único en adoptar el sacerdocio como forma de vida. Y cuenta que, aunque la decisión causó sorpresa en el seno familiar, luego fue plenamente aceptada.
-¿En qué momento decidió ser sacerdote?
-Cuando participaba del grupo de la Acción Católica en la Iglesia Catedral. Era adolescente y cursaba el secundario en el Colegio Nacional. La ayuda espiritual del padre Juan Paradiso fue muy importante para mí.
-Fue el primero de su familia en ser sacerdote, ¿cómo fue tomada su decisión?
-Al principio causó extrañeza, admiración, signos de pregunta, pero luego vi compañía, alegría, felicidad. Están felices con la vocación.
-¿En estos 25 años, alguna vez dudó de su vocación?
-No, nunca, gracias a Dios.
-En algún momento el ser humano comienza a cumplir mandatos ¿le pesó no ser padre biológico?
-No, porque fuimos preparados en el Seminario en esto tan importante de la paternidad espiritual y si uno la toma en serio, los bautismos que efectúa y los chicos que educa, además de la familia, son hijos espirituales. En mi nunca produjo una crisis esa ausencia, que por otro lado es voluntaria, ¿no?
-¿Cuáles son los momentos que más recuerda?
-Haber acompañado a familias en situación de duelo o estar entreverado con los jóvenes en clases de mucha enjundia, de mucha inquietud. Eso me impacta y me marca. En marzo cumpliré también 25 años como docente en la Universidad Católica y aprendí que en lugar de sentirse maestro es mejor sentirse discípulo.
-¿Tiene sueños o anhelos personales, como por ejemplo llegar a ser arzobispo?
-Los anhelos individuales están en el ámbito de nuestra propia vocación, dentro de un servicio eclesial, y no en aras de un superego.
-Pero dentro de la Iglesia hay una jerarquía, cargos a los que se accede a través de ¿política o por obra de Dios?
-Por obra de Dios. Pero no es mi caso. Soy muy feliz donde estoy y ¡para qué tener más responsabilidades y cruces encima de las que ya hay! Es muy linda la vida de la parroquia, la vida universitaria, así es que estoy bien donde estoy.
-¿Cómo será el festejo de los 25 años?
-Muy simple. La misa en la parroquia, con mi familia, con mi mamá y luego una brindis. Creo que hay un mago y unos chicos que van a cantar. La familia del sacerdote es la familia.
PERFIL:
Nombre: José Juan García
¿Qué le gusta leer?
“Mucho. Soy un gran lector. Eso lo heredé de mi padre. El libro de cabecera son las Sagradas Escrituras, pero entre mis autores preferidos, Jorge Luis Borges encabeza la lista; Cortázar, Octavio Paz; Vargas Llosa a pesar de ser tan agnóstico; Marguerite Yourcenar y los clásicos. Para novedad, bastan los clásicos”.
¿Qué le gusta ver?:
“Veo Canal Encuentro, los programa de filosofía de José Pablo Feinmann, aunque a veces no coincida en algunas cosas; escucho a Felipe Pigna y aún veo Hora Clave de Mariano Grondona. Me gustó mucho la película El secreto de sus ojos, con Ricardo Darín”.
¿Qué le gusta escuchar?:
“Me gusta Fito Paez, Julio Iglesias, los clásicos. Las interpretaciones de violín; soy un amateur del violín. Escuché cosas extraordinarias de Itzhak Berman y admiro a Daniel Borenboim, por su persona y por la orquesta palestino israelí”
¿Cocina?
“No, pero si me invitan a un asado, voy”
Plato preferido:
“El asado”
¿Cómo le gustaría que lo recuerden?:
“Ojalá que me recuerden como un buen pastor”