El hombre clave de esta historia se llamó Fray Marcolino del Carmelo Benavente, quinto obispo de San Juan de Cuyo.
Monseñor Benavente, sacerdote y religioso dominico, “Fray Marcolino” al decir de entonces, era un obispo erudito e inteligente, elogiado como el más grande orador de su tiempo.
Fue, sin duda, uno de los religiosos de más destacada actuación en su época. Entre otras cosas, a él se le debe el proyecto de erigir en la cumbre de Los Andes, la estatua del Cristo Redentor.
Benavente había nacido en San Antonio de Areco el 17 de agosto de 1845, de padres muy piadosos. Lo contaron entre sus mejores alumnos los colegios de Larsen, el Plata y el Jordán.
Ingresó en la orden dominicana y se ordenó de sacerdote en 1868. Se distinguió muy pronto como notable orador. En ocasión del jubileo sacerdotal de León XIII, el gobierno argentino le confió la misión de embajador especial de Su Santidad y fue condecorado por el presidente Mitre. El mismo León XIII lo consideró apóstol activo y le obsequió un anillo y el birrete de los predicadores.
Monseñor Benavente implantó en nuestro país la institución de los Padres Docentes, la que tuvo como sede el Colegio Lacordaire de Buenos Aires.
El 12 de marzo de 1899 fue elevado al episcopado y además de ser el autor de la iniciativa de levantar en la cumbre de Los Andes la estatua del Cristo Redentor, como sello de paz y concordia entre chilenos y argentinos, fundó el Instituto de las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazareth.
Benavente había tomado posesión de la diócesis el 19 de marzo de 1.899.
Cuenta José A. Verdaguer en “Historia eclesiástica de Cuyo” que cuando se acercaba el centenario de la patria, el obispo pidió al ministro de Cultos una partida para alquilar una vivienda para la Curia, alojada hasta ese momento en una casa de los herederos del difunto obispo Achával.
El gobierno, en lugar de destinar una partida presupuestaria optó por entregarle un subsidio de 30 mil pesos para que comenzara a levantar una sede propia.
Benavente era un obispo ejecutivo ciento por ciento y con un gran poder de convicción. Inmediatamente recibida esa suma que de manera alguna alcanzaba para construir una sede “como Dios manda”, comenzó a pedir dinero a amigos y fieles, donó sus ahorros y comenzó él mismo a diseñar los planos de lo que sería el Palacio Episcopal, bajo la supervisión del proyectista Gregorio Puigrós.
Con el proyecto en mano, encargó las magníficas puertas de roble labradas a Rafael y Enrique Torres, confió la construcción del edificio al constructor Carlos Varesse y finalmente contrató la pintura con la firma González y Bahamondes.
El mobiliario fue donado integramente por familias porteñas amigas del obispo.
El caso es que el 19 de marzo de 1.910 se inauguró el hermoso edificio de dos plantas de estilo romántico bizantino.
Era uno de los 19 edificios construidos con cemento para la época del centenario.
Lamentablemente el edificio tuvo vida efímera, pues aunque soportó el sismo de 1944, fue demolido para abrir la Avenida Central.
Del obispo Benavente digamos que ocupó poco tiempo esa sede pues a los cuatro meses de inaugurarla falleció, el 28 de setiembre de 1910. Sus restos descansan en la Catedral de San Juan.
Fuentes: http://www.hermanasnazarenas.org.ar/historia.htm / Videla Horacio: Historia de San Juan l Arquidiócesis de San Juan de Cuyo http://www.iglesiasanjuancuyo.org.ar/ / José A. Verdaguer – Historia eclesiástica de Cuyo / Fotos: “El San Juan de Ud. no conoció” de Juan Carlos Bataller. |