En San Juan, nació uno de sus hijos, Pedro Celestino Cornelio Saavedra, que fue bautizado en la Iglesia Matriz.
Cornelio Judas Tadeo de Saavedra nació el 15 de septiembre de 1759 en la Villa Imperial de Potosí, en lo que hoy son los Andes bolivianos. Las difíciles condiciones climáticas de aquella región impulsaron a la familia Saavedra a regresar a Buenos Aires, de donde era oriundo el padre. Entonces Cornelio cursó estudios en el Real Colegio de San Carlos, distinguiéndose por su inclinación a la filosofía. No obstante, siguiendo el camino de sus mayores, se dedicó al trabajo de la tierra. Casado en 1788 con su prima hermana Francisca de Cabrera y Saavedra, ingresó a la función pública en 1797 como Regidor. Dos años después fue nombrado procurador; en 1801 Alcalde de segundo voto y en 1805 Administrador del depósito público de trigo. De 1799 data un documento suyo poco conocido: un alegato en pro de la libertad de comercio y la libertad de trabajo.
Las Invasiones Inglesas descubrieron en Saavedra una inesperada vocación por las armas. En efecto, durante las invasiones inglesas, el cuerpo de Patricios lo eligió comandante, marchando él a la cabeza como primer combatiente de este cuerpo, integrado por tres batallones y 23 compañías. Entre quienes despedían a las tropas que iban rumbo a Barracas figuraba su segunda esposa - la primera había fallecido en 1798 -, Saturnina Bárbara de Otárola y del Ribera. Su prestigio creciente en la población de Buenos Aires lo llevó a desempeñar un papel decisivo en las jornadas de Mayo. Presidente de la Junta del 25 de Mayo, Saavedra tuvo que enfrentar las alternativas de un clima el cual no estaba acostumbrado. Es decir, un clima político de sutilezas y argucias, de fervor revolucionario con todos los posibles excesos y deformaciones inevitables en un movimiento de esta naturaleza.
Después del golpe del 5 y 6 de abril de 1811 (en el cual Saavedra creyó fortalecerse, apresurándose a separar a los elementos morenistas) abandonó Buenos Aires con rumbo a Salta, con el objeto de reorganizar el derrotado ejército del Desaguadero.
Pero el viaje fue aprovechado por sus adversarios para asestar varios golpes: separado del gobierno y del ejército, se intentó confinarlo en San Juan, pero, alertado a tiempo, Saavedra cruzó la cordillera de los Andes por ignotos caminos, arribando a tierra chilena en compañía de su hijo Agustín, de 10 años de edad.
La historia poco conocida del exilio de Saavedra comenzó allá por 1811, cuando don Cornelio parte al Alto Perú para hacerse cargo del Ejército del Norte. Mientras tanto, en Buenos Aires se cocinaba la creación de un nuevo gobierno que reemplazara a la Junta Grande, presidida por Saavedra: el Primer Triunvirato. Y allí no terminaría todo, porque Saavedra también sería sustituido del mando del mencionado Ejército del Norte: Juan Martín de Pueyrredón había sido designado en su lugar. Entonces, el Primer Triunvirato ordenó su traslado a la ciudad de San Juan; aunque las persecuciones no cesaron. El mote de traidor recaía sobre las espaldas de Saavedra, a quien se le adjudicaba ideas monárquicas, además de otras acusaciones “anti patria”.
En 1814, Gervasio Antonio de Posadas, primer Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata (poder ejecutivo creado por la llamada Asamblea del año XVIII) ordena el arresto de Saavedra. De allí que huyera a Chile, aunque no por mucho tiempo. La victoria de las fuerzas españolas sobre las de Bernardo O’Higgins en territorio chileno desató la “caza” de todo cuanto criollo con ínfulas americanistas anduviera por allí. Saavedra había presidido dicha Junta, y, por tal, estaba en la mira del ejército español. Así fue como, en compañía de su hijo Agustín, de 10 años, cruzó nuevamente los Andes hacia tierras sanjuaninas. Y acabó en Colangüil.
Pero… ¿qué aguardaba de este lado de la cordillera? Un rancherío de casas bajas, situado en la inhospitalidad de la altura cordillerana. Según se dice, Saavedra y su hijo (a quien luego enviaría al reencuentro del resto de la familia, en la ciudad de San Juan) apenas contaron con la compañía de un peón. Saavedra permaneció en Colangüil por poco más de un mes, habitando una estancia que perteneciera a una familia de apellido Montaño. “Mi estadía en San Juan y Chile me hizo comprender el silencio de las montañas, ese enorme y pavoroso silencio de Dios que tantas cosas dice al que bien lo escucha”, diría luego en sus Memorias.
Saavedra tuvo un hijo sanjuanino. El nacimiento fue el 21 de marzo de 1814 y el 21 de mayo del mismo año fue bautizado en la Iglesia Matriz de San Juan, con el nombre de Pedro Celestino Cornelio Saavedra.
Procedente de Mendoza, su esposa, doña Saturnina Otarola, y sus cuatro hijos pequeños vivían en una casa prestada, situada en las cercanías de las actuales calles Santa Fe y Mendoza.
Horacio Videla cuenta que Saavedra tenía a su esposa embarazada y a los otros hijos en la ciudad de San Juan, mientras él estaba en Colangüil. Casi un mes estuvo allí, en tanto su mujer hacía toda clase de trámites para lograr su retorno a la ciudad.
Finalmente, las buenas le llegaron a don Cornelio, y de la mano del general José de San Martín (para entonces, gobernador de Cuyo) quien le dio el visto bueno para instalarse en la ciudad de San Juan, y hasta peticionó por su regreso a Buenos Aires. Finalmente, Saavedra es enviado a Buenos Aires con escolta para hacer acto de presencia en el juicio que se lo había iniciado y tras la revolución del 15 de Abril de 1815, el Cabildo le devolvió su grado militar.
Murió el 29 de marzo de 1829, y dos días después el diario "El Tiempo" se hizo eco del fallecimiento en escuetas líneas: "A las 8 de la noche del domingo murió repentinamente el Brigadier General Cornelio de Saavedra. Los buenos patriotas deben sentir su pérdida, por los servicios que aquel ciudadano ha prestado al país". (Fuentes: El triste destino de Cornelio Saavedra, nota de Juan Carlos Bataller en la Ed. 65 de La Pericana,
y los historiadores Horacio Videla y Jorge Delgado)
Ver: Colangüil. Entre petroglifos y esquilas