Pijama
La palabra pijama es de reciente introducción en la lengua, al igual que lo es en la sociedad lo nombrado por ella, y que el diccionario académico define como “prenda para dormir, generalmente compuesta de pantalón y chaqueta de tela ligera”. El pijama eran unos pantalones anchos originarios del imperio otomano, que fueron utilizados por los indios, y adoptados por los ingleses para dormir, por su comodidad, por lo que fue sustituyendo a la camisa y camisón tradicionales empleados con ese fin.
En español la voz es un anglicismo, pyjamas, variante de pajamas, tomado del hindi pa [e] gama, con que se nombraban esos pantalones, procedentes del persa pa [y] game, compuesto de pae “pierna” y gama “vestido”. Esto quiere decir que, originariamente, el pijama es el vestido de las piernas. La prenda llego a Europa en el último tercio del siglo XIX, donde se le añadió la camisa, formando el conjunto que hoy conocemos, y que utilizan tantos los hombres como las mujeres.
Zalamería
Una zalamería es una “demostración de cariño afectada y empalagosa”, como define el diccionario académico la palabra. Y quien hace zalamerías es un zalamero. Esas dos voces son derivados de zalama (también zalema) “demostración de cariño afectada”, cuyo empleo es prácticamente nulo. Procede este término de la expresión de saludo del árabe hispánico assalam “alik” “la paz sea contigo” según la Academia, aunque Corominas y Pascual dicen que también debieron contribuir a la expresión española los múltiples empleos de salam “paz”, “conservación”, “salvación”.
La afectación en los saludos, la excesiva demostración de afecto, el empalago en tales manifestaciones, dieron lugar a los derivados que tanto se usamos. Es muy común escuchar a nuestros abuelos decir: No seas tan zalamero!!! O Andas tan zalamero que seguro me vienes a pedir algo.
Armatoste
Un objeto grande y de poca utilidad, solemos decir que es un armatoste. Y cuál es su origen? Para los especialistas esta voz es de origen incierto, aunque suelen compararlo con el catalán antiguo armatoste. La forma catalana designaba al “aparato con que se armaban antiguamente las ballestas”, compuesta del verbo armar y el adverbio tost “pronto”, pues facilitaba el acto de armar la ballesta. El paso del nombre del aparato al del objeto grande y poco útil se explica por la generalización de las armas de fuego que hicieron del armatoste algo inservible y embarazoso, dando origen al nuevo sentido, que pasó del castellano al catalán, en un movimiento de ida y vuelta. Ahora en vulgar estilo, llamamos armatoste a un trasto embarazoso, viejo e inútil. Hoy, vulgarmente, lo aplicamos a cualquiera cosa embarazosa o corpulenta y poco útil; es voz jocosa y baja. Por lo que es una palabra que debemos tener cuidado a usarla!!!
(*) Aida Elisa González de Ortiz, directora del Instituto de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas Manuel Alvar (INILFI) de la FFHA de la UNSJ.
Publicado en La Pericana, edición 147 que integra la edición de El Nuevo Diario del 15 de marzo de 2019