Relaciones, aros y bombas son términos similares que se utilizan en varios países de habla hispana para referirse a un tipo de copla recitada ante grupos, a veces improvisada, generalmente de contenido humorístico-picaresco, y en ocasiones romántico. El origen y significado de la expresión “aro” o “aro-aro” se encuentra discutido. Algunos investigadores sostienen que se trata de la palabra mapudungun “aro-aro”, que quiere decir “con permiso”. Otros sostienen que se refiere a la palabra aymara “aro”, que quiere decir “ley, mandamiento”. Finalmente también se sostiene que se trata de un término de origen andaluz, al igual que la costumbre misma, proveniente de la expresión “echar por el aro”, para referirse al acto de beber. Cualquiera sea su origen, con el tiempo el “aroaro-aro” se ha vuelto tradicional, con el mismo sentido, en todo el Cono Sur, especialmente en las “peñas”, reuniones de canto y danza folclórica. En su forma original, interrumpen danzas o canciones folclóricas, unas veces de forma pautada, como en el caso del gato con relaciones, otras veces al grito de “¡bomba!” o “¡aroaro!”, según el país. Algunas introducciones típicas en versos octosílabos, como “ayer pasé por tu casa”, o “en la punta de aquel cerro”, se repiten constantemente a lo largo de Hispanoamérica.
Es tradicional en Cuyo que casi al terminar la cueca, con el deseo de prolongar la danza, alguno de los circunstantes, con un vaso de vino en una mano, y poniendo la otra sobre la guitarra, detenga la música y baile a la voz de “aro, aro, aro”. Los “aros” pueden repetirse cuantas veces quieran, y la danza prolongarse a su conjuro. Este es el verdadero sentido folclórico del “aro”. Tras los brindis, comienza nuevamente la segunda parte de la cueca. Si nadie grita el “aro”, suelen los cantores reclamar el aro, aro. Modernamente, los aros se fueron haciendo más humorísticos y menos ligados a las danzas y canciones que interrumpían, hasta convertirse en un género autónomo, una forma de humor grupal, caracterizado por una especie de chiste en verso.
(*) Aida Elisa González de Ortiz, directora del Instituto de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas Manuel Alvar (INILFI) de la FFHA de la UNSJ.
Publicado en La Pericana, edición 155 que integra la edición de El Nuevo Diario del 10 de mayo de 2019