Gervasio Marcial Cuello. El ciego del bandoneón

La siguiente nota escrita por Gustavo Martínez fue publicada en El Nuevo Diario el 8 de febrero de 1991, en la edición 494

 Entre el apuro de la gente que circula por el lugar, entre las airadas protestas de las amas de casa por el precio del aceite, entre el smog de los caños de escape, entre las variaciones del dólar, entre los gritos de los vendedores callejeros y las bocinas de los conductores impacientes, como encerrado en una oscura burbuja de notas musicales, más allá del tiempo y del espacio, el cieguito de la calle General Acha continúa arrancando melodías a su viejo bandoneón. Es tán nuestro como la torre de la catedral, la fuente de la plaza, o la problemática vitivinícola. Todos lo hemos visto y lo hemos escuchado alguna vez pero muy pocos son los que se han acercado a agradecer ese toque especial que le imprime a la ciudad.

Ciego de nacimiento, Gervasio Marcial Cuello, con sus 64 años y el bandoneón a cuesta, llega todas las mañanas al centro de la ciudad e instala su banquito en General Acha entre Rivadavia y Laprida. Coloca, como pretexto, un tarro vacío a su lado y se encierra en los tangos, los valses y las milongas que en otro tiempo supo interpretar en las fiestas familiares. Toca para él y para toda la gente que todavía tiene la capacidad de percibirlo. Recuerda, tal vez, cuando hace 44 años Pedro Luis Olivera y el maestro Albarracín le enseñaron los primeros rudimentos musicales. Rememora, quizás, la época en que integraba solicitados conjuntos que tenían la responsabilidad de hacer la música que otros bailaban en las fiestas. Piensa, seguramente con nostalgia, en sus sueños de gran compositor, en la cueca sobre la vendimia que compuso y que tiende a quedarse en el anonimato, en las frustradas intenciones de que algún conjunto folklórico local ayude a difundir sus composiciones. Pasado el mediodía, sale de la burbuja, se despereza de su esforzado trabajo matutino, recoge el tarrito que permanece vacío, toma su bastón blanco y vuelve a Caucete, donde lo espera su familia.

 Se llama Gervasio Marcial Cuello, tiene esposa, cuatro hijos y cinco nietos y se lamenta de que la música extranjera haya tapado la música tradicional. "Antes la gente hacía las fiestas con música viva —dice— pero yo no puedo dejar mi música porque haya triunfado la extranjera. Para mí esto es como un trabajo, pero en realidad lo hago porque amo la música. Si la dejara, me moriría. Además, alegro a la gente, no doy un mal ejemplo y no molesto a nadie.” A pesar de que muchos días vuelve a su casa con el tarrito vacío, don Gervasio asegura que la gente le paga con cariño. “Cuando no vengo me extrañan mucho. Al otro día me preguntan si estuve enfermo o qué me pasó."

 

Se llama Gervasio Marcial Cuello y toca el bandoneón en la calle. Es su trabajo. No pide más remuneración que un poco de atención, una sonrisa captada en la oscuridad, quizá un aplauso solitario después de una interpretación. El tarrito, es una excusa.

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Gervasio Marcial Cuello, tocaba su bandoneón en calle General Acha, entre Rivadavia y Laprida.
Gervasio Marcial Cuello, tocaba su bandoneón en calle General Acha, entre Rivadavia y Laprida.
personajes de san juan cuello bandoneón de la ciudad