José Luis Gioja fue entrevistado por Juan Carlos Bataller para el ciclo Qué hiciste con tu vida, a fines de 2017
-José Luis comencemos por la niñez. ¿Dónde te criaste, en Rawson o Jáchal?
-Nací en el Obrero Rawson, en la casa de mis viejos, a menos de una cuadra de la canchita de futbol que tiene el barrio. Esas eran casas que se hicieron antes del terremoto de 1944. Mis viejos se casaron, fue el terremoto y, por estas cosas de la vida, consiguieron casa en ese barrio. Hice el jardín de infantes, primer grado y primero superior en la escuela Fray Luis Beltrán, que estaba en la rotonda del barrio.
-Hace poco estuvo acá Roberto Ruiz. Él hablaba de un chico que iba la escuela Normal, dijo que era insultador, peleador.
-Con Roberto nos conocemos porque él vivía en la misma calle que nosotros, pero a unas cuatro cuadras y nos sabíamos ver cada tanto. Mis viejos y los suyos eran amigos, ellos eran españoles, de esos gringos.
-¿Tu viejo trabajaba en Hidráulica creo?
-Sí. Se iba los lunes y llegaba los viernes. Me acuerdo que el viejo se bajaba en la calle Mendoza. Él iba y venía hasta que un buen día decidimos ir a pasar las vacaciones a Jáchal. No me preguntés el año, debe haber sido 1959 o 1958. El viejo consiguió que le prestaran una casa y ahí estuvimos tres meses de vacaciones. Yo tendría 9 o10 años.
-¿Cómo era la vida de Jáchal en ese tiempo?
-La vida de Jáchal era tan linda. Pero, antes, del barrio Rawson tengo un recuerdo imborrable. Mi hermano Ricardo siempre andaba a caballo, con yeguas con cría, y andaba sobre todo en la rotonda. Un día no se le ocurrió mejor día que, al potrillo que andaba con la yegua, agarrarlo de la cola para que no se vaya. Le metió una patada en la boca. Me acuerdo de mi viejo acomodándole los dientes y llevándolo en micro al médico para que lo atendiera.
-En esa época un tipo y una mujer que tuvieran empleo podían hacer estudiar a sus hijos.
-Sí, por supuesto. Te digo que un sector medio era eso, trabajaban mi viejo y mi vieja y me acuerdo de mi viejo siempre ayudándole a mi vieja. Éramos un sector medio pero éramos siete hermanos, así que había que echarle a la olla para aguantar. Yo era el cuarto hijo y el tercer varón. Siempre usé la ropa a medida; a medida que la dejaba el César la agarraba Ricardo y después yo; cuando el guardapolvo me llegaba no aguantaba más. Era una niñez tan distinta, uno andaba con la onda al cuello, buscaba piedras para la onda; hacer el barrilete con diario y con la caña torcida.
Recuerdo de los padres
-¿Qué recuerdo tenés de tu padre?
-El mejor, nos tenía un respeto y un cariño muy grandes. El viejo, como muchos padres, se inclinaba por mi hermana más grande y sobre todo por la más chica, María Inés. Era muy protector de ellas. Por ahí ellas nos hacían algunas picardías, iban y se protegían con el viejo.
-Y de vez en cuando algún coscacho también.
-Coscachitos cortitos, un zamarrón y un tironcito de pelo.
-Las viejas retorcían las orejas.
-Las orejas, los pellizcones y las penitencias. Mi viejo nos ponía en penitencia y nos mandaba a la pieza o teníamos una despensa. Te dejaba ahí y tenías que estar un par de horas.
-Eran una típica familia de clase media.
-Éramos una familia clase media que tuvo todas las cosas que tenía que tener; en aquella época no se hablaba de aire acondicionado, ni de televisor. Me acuerdo que teníamos una estufa a leña grande en el comedor y basta.
-Ese cambio de Rawson a Jáchal ¿fue fácil o no?
-Fue una felicidad porque me tomó en esa edad en la que todo es aventura. Con Ricardo, que éramos más compinches, me acuerdo que hablábamos sobre lo primero que íbamos a hacer cuando llegáramos a Jáchal. Nosotros no conocíamos todavía. Era una casa grande de adobe, tenía un fondo grande, con viñas y mucho pasto. Para hablar por teléfono tenías que ir a la unión telefónica, y era el aparato al que se le daba vuelta la perillita.
-Hace poco cumplió un siglo la Escuela Normal e hicieron unos actos interesantes.
-Pude estar y la verdad que fueron muy lindos actos.
-¿Con qué título salían de la escuela?
-Salías como maestro normal nacional regional. La especialización era regional y esto quería decir que podías ser maestro único en determinados pueblos en el interior. Nos enseñaban granja, talleres, carpintería, cultivos especiales. Era la época en que las escuelas normales formaban maestros en cinco años. Tengo un montón de amigos, algunos ya han fallecidos, que se fueron al sur y se quedaron allá. Había que salir de Jáchal.
-El jachallero, esté donde esté sigue, siendo jachallero.
-Sí, hasta en el habla, que es muy original, una mezcla de riojano y cordobés. Me acuerdo del contacto con la naturaleza, el ir al cerro Los Blanquitos, que estaba cerca; o cuando estaba nublado me iba a cazar lagartijas. También íbamos a bañarnos al canal de La Falda, que estaba a quince cuadras.
-¿Y ahí estuviste hasta que viniste a la universidad?
-Estuve hasta que me recibí de maestro y ya estaba César en San Juan. Ingresé en el año 1968 a la universidad.
-¿Y ahí se vino toda la familia?
-Al año siguiente se vino la familia.
-Imagino que en Jáchal habrá aparecido el primer amor, la primera novia…
-Sí, cosas de adolescente, tirando a jóvenes, pero nada serio. Le llamaban asalto cuando armabas algo con los compañeros del curso. Me acuerdo que organizamos el viaje de estudio.
-Era otra escuela, otros docentes, otros padres.
-Era otra cosa, otra la relación del maestro con la familia. Yo no le iba a decir a mi viejo que la maestra me había tirado la oreja o que me había dicho tal cosa porque enseguida la ligaba yo. En la escuela Normal vos tenías que llegar a izar la bandera y después pasabas al curso. Yo siempre llegaba un cachito tarde porque sentía la primera campana y después salía. Si llegabas tarde te cerraban la puerta y se ponía el portero a cuidarla. “Che déjanos pasar”, le pedíamos. A veces nos dejaba y aparecíamos en la fila pero la mayoría de las veces no y era media falta. Después te pedían el justificativo y había que ir a decirle a la vieja que te firmara y sabes qué.
El padre radical
-Tu viejo era radical.
-Mi viejo era radical. Me acuerdo que tenía una estanciera y en la época de Colombo Bulacio le ponía parlantes y andábamos haciendo propaganda. El viejo tiene que haber soñado con que nosotros fuéramos radicales. Pero bueno, por el movimiento nacional, las cosas que pasan, la historia de la Argentina y por nuestra formación, nos pusimos del lado del peronismo en toda la familia.
-¿Tu viejo quedo solo con el radicalismo?
-Mi viejo quedó solo. Y él se lamentaba porque decía que la única vez que votó a los peronistas perdieron. Eso fue cuando volvió la democracia, en 1983 y César era candidato con Ramella. Solíamos tener algunas discusiones en la mesa y un día arreglamos con la vieja y le dijimos “en la mesa no discutimos más con el viejo”. Nosotros pintábamos y cantábamos en el fondo:“¡Viva Perón!” y el viejo decía :“si, que viva, pero bien lejos esa mierda”.
-¿Recordás seguido a tu padre?
-Sí, siempre. Mi viejo tenía una gran formación. Me acuerdo que cuando llegaban las siete u ocho de la tarde, empezaba el frio y nos metíamos adentro, al lado de la estufa. El viejo empezaba a pedir los cuadernos para ver los deberes y mira que éramos muchos. La verdad que tengo muy lindos recuerdos. Y amigos teníamos un montón. Era tan distinto a ahora. Para semana santa íbamos con una caña a buscar víboras y andar en burro en pelo era una cosa natural. Con una varilla le pegabas en el cogote para el lado que querías que doblara.
-Siempre digo que esa etapa fue feliz para quien la vivió, los chicos de hoy no irían allá.
-No porque son cosas distintas y las formaciones son diferentes. El chico ya desde que nace aprende a manejar el celular y los jueguitos mejor que uno.
-La niñez pasó y de pronto José Luis Gioja se casó.
-Me recibí de maestro y siempre me gustó la docencia. Trabajé en un centro-alfabetizador, después estuve en la nocturna de una escuela que está frente a la plaza de Pocito. Y en la facultad estudié normalmente el primer año. Después fue una cosa complicada, empezó una militancia muy fuerte y estudiaba cuando tenía que rendir. Repartía el tiempo. En esa época, en 1972, conocí a mi esposa.
-¿Era albardonera?
-Ella era albardonera, hija de un radical también. Estuvimos menos de un año de novios, nos casamos y después vinieron los hijos. Pero pude estudiar y pude hacer lo que quería, la vida era hacer política.
-¿Es cierto que don Eloy te quitó el cargo hasta que te recibieras?
-Es cierto. Mi viejo y mi vieja sabían ir a Pismanta, igual que don Eloy. Una noche mi viejo, que lo conocía, le dijo: “mirá lo que pasa con el Flaco. Le quedan ocho materias para terminar y no quiere estudiar”. Y era verdad, no quería estudiar. Me dedicaba a hacer tarea barrial y estaba de secretario de don Eloy. Me acuerdo que un lunes me llamó y me dijo: “te vas a estudiar, te recibís y después venís”.
-Pero después estuviste frente al IPV.
-Cuando me recibí me puso al frente del IPV.
-Ciertos sectores tienden a englobar todo como si fuera lo mismo, como si ser peronista fuera lo mismo que ser montonero. En aquel tiempo, me acuerdo que vos te enfrentabas permanentemente con los sectores.
-Éramos de la juventud peronista, hacíamos actos juntos, reivindicamos cosas juntos pero no éramos lo mismo.
-Ahí llegó otra etapa. Vos ya estabas casado, de pronto vino el gobierno militar y ustedes quedaron detenidos.
-Fue muy duro el año 1977. Después del golpe, al que primero metieron preso fue a mi viejo. Él estaba cobrando la jubilación y se enteraron de que era Gioja. Mi hermano César fue a buscarlo y lo metieron adentro también. A todo esto yo estaba en Buenos Aires con don Eloy, haciendo gestiones. Cuando llegué a mi viejo le dieron la libertad y me alcanzó a decir: “me preguntaban por vos, te están buscando a vos”. El lunes fui al IPV a despedirme de todos y llevar la renuncia y de ahí fui directo al Falcon. Cuando entré, no sabés lo que fue. De ahí fui a la Central en el Estadio y después no supe más nada porque tenía una venda en los ojos. Te ponían una capucha y te ataban las manos atrás. Perdí la noción del tiempo hasta que aparecí en Chimbas.
-¿Sufriste torturas en ese tiempo?
-Sí, lamentablemente. Por ahí uno no quiere acordarse pero sirve para que las nuevas generaciones sepan.
-Imagino todos los problemas que tenían en tu casa.
-Si la verdad que fue una conmoción porque primero lo metieron al viejo, después fue César, luego fui yo y había que acomodar la familia.
-¿Cuántos hijos tenías?
-Cuando se produjo el golpe estaba Gastón nada más. Estuvimos 4 o 5 meses incomunicados y yo lo pude ver cuando él ya estaba más grande. Vos sabés que una vez fue Monseñor Sansierra e hizo una misa colectiva ahí con todos.
-Vos has conocido todos los honores a lo largo de tu carrera pero también sabés de golpes, por ejemplo cuando nació tu hijo, Franco.
-La vida son rosas y espinas, lo importante es no pincharte mucho. Fijate que cuando me dieron la libertad fue un hecho medio insólito. En Casa de Gobierno a mi viejo le dijeron que fuera a Chimbas porque iba a salir uno de sus hijos. Él creyó que el que iba a salir era César, porque yo era más “liero”. Y en vez de aparecer él me liberaron a mí.
-Volvamos a lo de Franco, me imagino que para cualquier padre es un golpe fuerte.
-Mi señora quedó embarazada de Franco en la época de la dictadura. Franquito fue concebido en la cárcel, porque en el último tiempo teníamos visitas íntimas. Yo recuperé la libertad en enero y en marzo, cuando mi mujer ya estaba embarazada, cayeron de vuelta a mi casa. Ahí me fui a Buenos Aires y me iba a ir afuera porque no había garantías de nada. Estuve ahí hasta que nació Franquito, con problemas de respiración. Acá no se dieron cuenta de que tenía síndrome de Down. Lo llevamos al Hospital de Niños de Buenos Aires y ahí nos dijeron. Y bueno, al final la vida compensa las cosas, la verdad que él hoy es un ejemplo para nosotros y es un orgullo tenerlo.
-¿Cuál es la reacción de un padre cuando su única hija le dice que va a ser monja?
-No me hagas acordar de eso.
-Porque me imagino que también es una reacción fuerte.
-Sí, mi hija estudiaba Ciencias Económicas. Había ido al colegio La Inmaculada y las monjas le echaron el ojo obviamente. Un día me dijo “papi me voy a cambiar a Asistente Social”. Estudiaba eso y nos dijo que se iba a Córdoba, a hacer un test. Ella ya lo tenía decidido. Cuando nos dijo, no nos podíamos oponer, pero era como que nos la habían sacado. Ir a verla era toda una alegría y las despedidas, no sabés lo que eran. La verdad es que nos sentimos muy orgulloso de tenerla.
La caida del helicóptero
-El otro punto importante en tu vida fue el accidente en el helicóptero. Me imagino que eso le cambia la vida a cualquiera.
-Sí, a mí me la cambió. Estuve tres meses y pico sin tener conocimiento. Yo soñaba que andaba en la calle, que por ahí me faltaba el aire y me pasaban el oxígeno. Cuando me desperté quise mover una mano, una pierna, un brazo y no pude. Ahí tuve que empezar de nuevo, a caminar, a comer, a aprender todo de nuevo.
-¿Tu memoria guardó el momento del accidente?
-En ese helicóptero tenía que venirse el director del INTA, porque habíamos inaugurado una delegación. Pero como nosotros nos quedamos, inauguramos otras dos o tres cosas más y almorzamos, él se vino. Después, iba a venir un tipo de la Telefónica, porque habíamos inaugurado internet en Ischigualasto. No se vino. Lo llamamos al Daniel Molina para que viniera, pero justo apareció un problema del ministerio y se tuvo que quedar. Y salimos los cuatro, Héctor Pérez, Margarita Ferrrá, Daniel Tomas y yo. Hoy estoy hablando con vos porque no me puse el cinto. Es que veníamos jodiendo con Margarita, porque le habíamos agarrado la cartera y le sacábamos caramelos. Ella siempre llevaba algo. Yo tengo recuerdos hasta que el rotor tocó el cable. De ahí empezó a dar vueltas y cuando el helicóptero cayó, yo rompí la puerta y aparecí a seis o siete metros de la máquina.
-El gobernador de La Rioja dijo que te habías largado antes.
-(Se ríe). Yo tengo noción hasta el chisperío. Vos sabés que cuando me desperté en el Italiano lo escuché a Gastón hablando por teléfono. Yo tenía hecha la traqueotomía y no podía hablar. Escuché que él decía: “hola Daniel, ¿cómo estás?”. Y yo había soñado que Daniel (Tomas) había muerto en el accidente. Cómo habrá sido que le llamamos a Daniel para que yo lo escuchara.
-Siempre quedaron dudas sobre el accidente, porque había condiciones adversas para salir ese día.
-No había condiciones adversas. Cuando nosotros llegamos a Ischigualasto aterrizamos bien. El terreno estaba regado. Inauguramos las cosas y nos vinimos en auto porque veníamos en campaña y fuimos recorriendo los pueblos. Cuando teníamos que volver no regaron de vuelta la pista, entonces se levantó una polvareda muy grande. Yo creo que ahí Margarita se asustó y el piloto tiene que haberse puesto nervioso. Hasta eso me acuerdo.
-¿No le diste la orden “salimos igual”?
-No, para nada. Tampoco es culpa del piloto, los accidentes son accidentes.
La vuelta a la política
-Pero vos volviste y seguiste ocupando todo tu tiempo en la política.
-Fíjate que bajé un cambio, me ordené, ordené un montón de cosas y la verdad es que me sirvió para querer más la vida, para darle gracias a Dios todos los días viví un día más, porque la verdad es que estamos viviendo gratis prácticamente. Te desdramatiza un montón la mirada sobre ciertas cosas porque las que antes te ahogabas en un vaso de agua. Vos no sabés cómo soñaba con irme de ese hospital, no aguantaba más.
-¿De qué está hecho el político?, ¿qué lo alienta? Porque la política tiene sus cosas buenas y malas, sus grandes lealtades y sus grandes traiciones.
-Como todas las actividades humanas, la historia está llena de esto. Me parece que lo que calan son los ideales, las convicciones, creo que eso es lo que hace que no tengas horarios por ejemplo. Eso es lo que permite que te muevas a una velocidad distinta.
-Después de ser gobernador durante tres periodos ¿hay cosas que cambiaron también en tu vida?
-Creo que sí. La gente se acerca y ese es el gran capital que uno tiene. Siempre le digo a mi mujer: “lo único que me voy a llevar es el apretón de mano, el abrazo, el beso de alguien”. Siempre traté de no perder la humildad, esa es la cualidad central que debe tener todo hombre público. Vos podes pasar por tonto, por huevón como dicen los sanjuaninos y vos, a lo huevón huevón, vas pero si te pasás de soberbio es más difícil.
-Y de pronto no sabés si viene alguien opositor, te manda una puteada y ya decís: “che, ¿voy o no voy?”
-En estas cosas hay amigos y otros no tan amigos. Esto es así y lo que uno trata de hacer siempre es tener muchos amigos y hacer cosas que beneficien a la mayoría. Algunos callos pisás porque el que no pisa callos no puede gobernar. Es muy lindo decirle si a todo, tenés que decirle si a lo posible.
-Este ciclo se llama “Qué hiciste con tu vida”. ¿Estás contento con tu vida?
-La verdad que sí. Si volviera a nacer haría lo mismo. Y si no hubiera podido hacer política hubiese sido periodista, porque me gusta el preocuparme, el estar con la gente.
-Pero con todos los pros y los contras, en resumen ¿Estás contento?
-Sí, estoy contento con mi vida, con mi familia y estoy orgulloso de las cosas que hice. Tengo errores por supuesto, no es todo color de rosa, eso no existe. Y siempre le digo a los compañeros: “pasen de huevones pero no pasen por soberbios”.
-Si tuviéramos que despedir el programa ¿con que canción elegirías?
-Yo soy de la época de la rivalidad entre Palito Ortega y Leo Dan. A mí me gustaba Leo Dan.
Cómo lo vi
Olvídese de las opiniones y su carga de subjetividad.
Lo siguiente es información pura.
Origen modesto, niñez y primera juventud en Jáchal, maestro normal, ingeniero agrimensor, militancia 365 días por 24 horas, cárcel, torturas, hijo down, hija monja, presidente de club de futbol, diputado provincial, diputado nacional, senador nacional, vicepresidente de hecho, gobernador tres periodos, presidente provincial de su partido, presidente nacional de su partido, caída de un helicóptero, meses inconsciente, en coma, con gravísimas secuelas,
Dejemos de lado los títulos y olvidémonos de obras que inició, que continuó o que terminó, de las polémicas que puede despertar, de sus posiciones políticas o ideológicas.
Gioja son muchas cosas al mismo tiempo.
Todas ellas son las que posibilitaron que aquel Flaco, aquel Tula, un hombre que no habla idiomas, no lee ni escribe libros, no se formó en grandes centros internacionales, haya alcanzado tan altos honores, siempre con el voto popular y se haya mantenido medio siglo en un país de sobresaltos.
Resumirlo en palabras simples es al menos un acto de facilismo infantil. Entrevistarlo es sin duda una aventura llena de recuerdos, anécdotas y relatos.
JCB
El Perfil psicografológico
de José Luis Gioja
Elizabeth Martínez – Grafoanalista
»» La dirección de las líneas ascienden, manifestando una actitud extrovertida, de optimismo, ambición y alegría.
»» Se observan indicadores de espíritu emprendedor, de fuerza en las iniciativas, imaginación, fantasía, tendencia avanzar con fuerte impulso y confianza en el éxito mostrando posiblemente seguridad para enfrentar los obstáculos y resolver los problemas.
»» Se observan palabras estiradas, las cuales revelarían tendencia a ocupar la mayor cantidad de espacio posible.
»» La escritura posee una presión sobre la hoja fuerte, denotando un firme nivel de energía vital.
»» La escritura muestra una velocidad rápida, mostrando posible dinamismo y vivacidad.
»» Su firma posee las distintas partes constitutivas de la misma, ligadas entre sí; revelando fluidez en los pensamientos, sentimientos y en la acción.
»» De acuerdo a la zona gráfica predominante, poseería preconceptos o ideas muy arraigadas que gobernarían su accionar, estos mismos serían defendidos de forma inexorable o inflexible en caso de verlos amenazados.