Los viajes de San Martín a San Juan

Este artículo de Fernando F. Mó fue publicado en El Nuevo Diario, edición 619 del 13 de agosto de 1993 en la sección La cultura hoy y es un resumen de un trabajo en mayor extensión publicado en “Cosas de San Juan”, Tomo II

 El 3 de febrero de 1813 San Martín fue designado jefe del Ejército del Norte para sustituir al general Manuel Belgrano. Se hace cargo de la jefatura pero, a los sesenta días renuncia invocando razones de salud y estrategia.
Vuelve a Buenos Aires y expresa su estrategia manifestando que para vencer a los españoles solo debía hacerse en el Norte una guerra defensiva como lo venía haciendo con eficacia, el general Martín de Güemes.

A su vez sostiene que debe realizarse una guerra de profundo ataque a las bases militares de España ubicadas en el centro y sur de Chile para luego derrotar las bases existentes en el Perú.

En ese entonces se crea la Intendencia de Cuyo que abarcaba Mendoza, San Juan y San Luis.

Aprobada, después de largos conciliábulos, la tesis estratégica de San Martín, éste pide ser nombrado Gobernador Intendente de Cuyo, concediéndosele el pedido el 10 de agosto de 1814. En la citada Intendencia debía crearse el Ejército de los Andes llamado a realizar uno de los más importantes y riesgosos operativos militares sólo comparable a los de Aníbal, César y Napoleón.

San Martín se hace cargo de sus funciones el 12 de noviembre de 1814, le acompañan en su gestión como Tenientes Gobernadores el doctor José Ignacio de la Roza, en San Juan, y el coronel Vicente Dupuy, en San Luis.
Al respecto dice Nicanor Larrain en su libro El País de Cuyo: “Al poco tiempo estos pueblos se militarizaron en tal forma que llegaron casi a olvidarse de sus hábitos de paz”. Para ello hizo dos viajes a San Juan, aún cuando algunos historiadores afirman que fueron tres o más de tres, sin agregar ninguna documentación probatoria.

El primer viaje lo realiza el 24 de mayo de 1815 circunstancia que se prueba mediante los oficios que al efecto el gobernador manda al Cabildo de Mendoza y al director interino José Ignacio Alvarez Thomas, con residencia en Buenos Aires. Sobre este aspecto puede verse el excelente libro del ingeniero Augusto Landa sobre el "Dr. José Ignacio de la Roza” Tomo II, pags. 50 y ss.


A pesar de la documentación mencionada algunos piensan que el viaje se postergó, por no encontrarse ninguna prueba relativa a la trayectoria referida. Pero, por nuestra parte aceptamos que ante la prueba de tos oficios existentes debe aceptarse que el viaje se realizó no obstante, las conjeturas que suscita la curiosidad histórica.

Sobre el segundo viaje (9 de julio de 1815) no surgen dudas pues, está probado que el Gobernador Intendente llegó a San Juan el 9 de julio de 1815, como si esa fecha, dice César H. Guerrero, fuera una anticipación de la actuación fecunda de Fray Justo Santa María de Oro y del doctor Francisco Narciso de Laprida en el Congreso de Tucumán.

El arribo se produjo en últimas horas de la tarde sin registrarse boatos especiales, dado el espíritu austero del gran capitán.

Además el viajero, no deseando comprometerse con ninguna facción política de la época, decidió alojarse con su séquito, en el convento de los dominicos, ubicado donde todavía existe, con las modificaciones realizadas; entonces tenía entrada por la actual calle Mendoza desde donde se advierte el viejo algarrobo en que los asistentes del gobernador ataron las cabalgaduras; tal vez fueron testigos, también, de esas escenas el olivo que ahora está fuera del recinto del convento, y la elevada palmera que aún pueden observarse.

De inmediato pasó a ocupar la celda del canciller de la orden amoblada con un modestísimo catre, dos arcones y tres sillones tapizados, donde San Martin recibió a las autoridades y demás visitas que concurrieron a presentarle sus saludos.

Quizás los frailes azorados, corrieron a tañer la vieja campana, vigía de la ciudad, la cual debió vibrar con repiques de gloria ante la llegada de tan notable visitante.

La celda data del siglo XVII, conservando hasta hoy cuatro puertas y la ventana originarias que guardaron la intimidad del ilustre visitante; igualmente existe la sala capitular contigua mirando al este, donde el prócer, tal vez, recibió las delegaciones más numerosas.

Las habitaciones del convento que se visitan con orgullo y devoción, han sido declaradas monumentos históricos nacionales por decreto 2756, el 23 de diciembre de 1980.


Un curioso cartapacio para anotaciones diarias, verdadera reliquia, conservado hasta hoy en el archivo conventual, da cuenta precisa de la llegada del gobernador intendente a la ciudad de los Jufré.

Son interesantes las constancias relacionadas con la comida que los dominicos sirvieron al huésped el día de su llegada. Fray Héctor Muñoz, ex prior, me ha mostrado los originales, donde se puede leer “Se gastó en la noche un real de arroz, un real de papas y medio en cabezas de cebolla. Este gasto se hace por haber llegado esta misma noche a parar al convento, el señor Intendente de la Provincia San Martín, trayendo dos compañeros, una ordenanza y tres sirvientes". Se agrega que los gastos se triplicaron por la abundante leña gastada para hacer brasas, que calefaccionaban las habitaciones de los visitantes. Firma la documentación el fraile Eduardo Castro E., procurador del convento.


Objetivos cumplidos en el segundo viaje

A) Políticos: Apoyar la gestión del doctor José Ignacio de la Roza cuya capacidad, adhesión a la causa y hombría de bien ya eran conocidas.

Explicar a los magnates políticos de la época, la importancia de sus propósitos respecto a la independencia hispano-americana. Intercambiar ideas con Fray Justo Santa María de Oro, electo diputado al Congreso de Tucumán, y también con el doctor Francisco Narciso de Laprida cuya candidatura a diputado apoyó sin reticencias.

Hizo saber que todos los esclavos de 16 a 30 años quedaban en libertad por el solo hecho de incorporarse al Ejército de los Andes; esta resolución se cumplió no obstante las reservas de los amos que dejaron de percibir servicios gratuitos.

Recibió damas y caballeros de la sociedad sanjuanina a quienes agradeció las donaciones efectuadas para solventar exigencias del ejército en formación.

B) Económico-financieros: Confirmó con energía, las máximas contribuciones impuestas a San Juan. Pidió hombres aptos y animales útiles, bronce, plomo, estaño y demás minerales para el parque de guerra del Plumerillo cuya dirección había encargado a fray Luis Beltrán, sanjuanino de nacimiento, telas y cueros para confeccionar uniformes y frazadas, alimentos de larga duración como el charqui, oro, plata y piedras preciosas reducibles a dinero.

Obtuvo que el Cabildo propiciara nuevos impuestos cuyo monto total debía entregarse a las arcas de la causa libertadora.

En este orden de cosas lo más importante fue la imposición de un peso por cada barril de vino y dos pesos por cada barril de aguardiente que se retirara de San Juan para otra región.

Adviértese que en aquellos tiempos nuestra provincia era la mayor productora de aguardiente, ya que Mendoza elaboraba casi únicamente vinos.

Los aportes de San Juan fueron muy importantes, con frecuencia superiores a sus fuerzas económicas, y pagaderos en tiempo muy reducido.
El grueso de ellos se realizaron entre 1815y 1820, no sólo para el Ejército de los Andes sino también, para la provisión de armas destinadas a la defensa de Buenos Aires en caso que la gran armada que se preparaba en Cádiz (España), atacara las costas de América hispana.

A estos esfuerzos debe agregarse la ayuda específica de las mujeres sanjuaninas que se desprendieron de sus alhajas para ser comercializadas en Mendoza y Buenos Aires; muchas de las donantes, de escasos recursos, contribuyeron con valores pequeños pero, no menos significativos.

Se recuerda con admiración una lista de 66 damas encabezadas por las dos hermanas del gobernador, doña Félix y doña Juana de la Roza.

Cooperaron igualmente, con manualidades: costuras de uniformes, confección de banderas, gorras, ropa interior, elaboración de dulces y licores y especialmente charqui, el gran alimento de la cordillera, consistente en carne vacuna desecada y salpimentada, susceptible de guardarse en polvo o en trozos delgados.

El charqui cocido en agua brinda caldos y guisos sabrosos, considerándoselo excelente provisión para viajes largos; se preparó también, el dulce de leche azucarado de sabor agradable.

Todos estos sacrificios se cumplieron con generosidad y fervor patriótico: el jefe militar sabía pedir infundiendo adhesión a la causa de la independencia. Lo mismo sucedió en Mendoza y San Luis.

Pero es inocultable que existió un exigente estado de guerra que no admitía dilaciones, dirigido por manos muy firmes de un militar decidido a no ceder nada en perjuicio de la campaña monumental.

C) Estrictamente militares: Visitó y alentó la maestranza militar que había organizado de la Roza con la ayuda de dos técnicos salteños: ingeniero Hilario Cabrera y don Manuel Grande a quienes el general felicitó, haciéndoles específicas recomendaciones respecto de la labor realizadas. Ordenó que de inmediato cavaran trincheras en distintos lugares estratégicos para el caso de una posible invasión ultramontana.

Sugirió la organización inmediata de la cuarta división del ejército grande, para cuya jefatura designó al teniente coronel Juan Manuel Cabot; anticipó el consentimiento de los religiosos agustinos y dominicos para que las dependencias de los conventos sirvieran de sede de adiestramiento y cuartel general de los soldados que debían cruzar los Andes por la ruta de Agua Negra, “boquete" de Guana, desembocando en Chile por La Serena, para tomar Coquimbo.
La división Cabot, como se dio en llamarla, obtuvo su gran victoria en los llanos de Salala, precisamente el mismo día que San Martín triunfaba en Chacabuco (12-11- 1987).

Pero existía además, un asunto de gran interés para San Martin, el conocimiento personal de los “boquetes” o pasos de la cordillera, que podían utilizarse tanto por la expedición libertadora como por los españoles de Osorio y sus “complotistas", en caso que intentaran invadir el territorio de la naciente nación Argentina.


Después de otras entrevistas, puso fin a su estada en la ciudad de San Juan partiendo una mañana muy fría, acompañado por numerosos baquianos, el 14 de julio de 1815, luego de haber permanecido en nuestra ciudad casi cinco días; su regreso a Mendoza se realizó por el valle de Uspallata.

A su llegada dio cuenta, lacónicamente, al Cabildo de Mendoza, del resultado de su viaje diciendo: “Concluida ya la imposición del derecho voluntario sobre los caldos (vínicos) productivos de la ciudad de San Juan y reconocida la parte norte de la cordillera, objetivos principales de mi separación de esta capital, a más del restablecimiento de mi salud, he regresado felizmente".

Este viaje de San Martín a San Juan, fehacientemente probado, se llevó a cabo con gran provecho, dejando muy gratos recuerdos.

Todo quedó preparado para realizar la temeraria empresa del cruce de Los Andes, menos la salud del jefe, que seguía siendo deficiente. Mitre pudo decir después, que San Martín era de “una voluntad inquebrantable, perteneciendo a esta estirpe de inválidos heroicos que tantos servicios han prestado a la humanidad”.


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José de San Martín en una ilustración de Miguel Camporro