El ex futbolista vino a San Juan para presentar su libro "El fútbol que viví... y que yo siento", estuvo en la sede de El Nuevo Diario y a continuación publicamos la entrevista que se publicó en la edición 639 del 30 de diciembre de 1993
Adolfo Alfredo Pedernera Assalani fue un coleccionista de elogios. Ya se sabe qué hizo y cómo lo hizo.
Su historia estuvo iluminada por el éxito. Es demasiada conocida y, por lo tanto, no es necesario repetirla. Digamos sólo que lo impulsó la pasión, que lo guió la perseverancia, casi una obstinación; que recordó siempre su juventud lastimada de mordientes necesidades, cuando era un desconocido que no instuía ni remotamente que seduciría a la gloria del fútbol argentino, esa deidad esquiva e infiel; que se aferró a la humildad, esa virtud que poseen tan pocos, precisamente los modestos dueños de la sencillez, y que, en definitiva, fue uno de los mejores futbolistas argentinos de todos los tiempos.
Don Adolfo visitó la provincia y la redacción de El Nuevo Diario, presentando su flamante libro "El fútbol que vivi... y que yo siento", una historia que sólo anhela transmitir el mayor agradecimiento que pueda anidar en el corazón de un hombre, que pretende conocer el valor de la verdad y el peso de la gratitud. Una síntesis de la larga charla mantenida fue la siguiente:
—¿Qué fútbol le gusta, don Adolfo; el de antes o el de ahora?
—El fútbol no es de antes ni es de ahora, ni es uno solo. El fútbol es como se practica, la pasión que se tenga por él, la convicción, el cariño que se pueda sentir por esa pelotita. Y así se puede jugar bien.
—¿Qué significa jugarla bien?
—Tratarla bien como si fuera una chica, como si fuera la novia. Que no hay que castigarla, sino acariciarla, poner en práctica el romance de Romeo y Julieta. Esa dama, la pelota de fútbol si la tratas cariñosa y respetuosamente se quedará contigo. Y cuánto más años sumás, más ganas de prenderte a la vida tenés.
—¿Los preparadores físicos tienen algo que ver con la rotura de ese romance del fútbol con los que lo practican?
—Soy muy respetuoso de los profesionales. A nadie le regalaron un diploma. Los preparadores físicos no son aventureros. En todo caso lo son los directivos que lo contratan. Por el fútbol argentino pasaron muchos aventureros, ya sea técnicos, preparadores y directivos.
—¿El fútbol argentino necesita salvadores?
—Por supuesto y deben hacerlo todos aquellos que pretendemos saber algo. Debo confesar que no aprendí lo suficiente como para dar lecciones. Me gusta más escuchar y evaluar para enseñar lo poco que he aprendido.
—¿Cómo es su actividad en River Plate?
—Yo dirijo fútbol amateur e infantil. Este último se compone de chicos de 8 a 13 años. A los 14 ya se inician en el amateurismo y cambian las obligaciones y las estructuras, aunque no cambia la necesidad de que el chico crezca. Pero aparecen presiones para que muy pronto sea el crack, obligándolo más de la cuenta.
—¿Qué nos puede señalar del seleccionado argentino de fútbol, a la luz de la goleada con Colombia y la clasificación?
—Argentina tiene derechos y obligaciones... Los colombianos nos golearon, no nos dieron una lección; no nos hicieron bajar los humos. Parece que seguimos con las mismas ínfulas. Nos dieron una paliza y se quiere hacer creer que aún podemos ser los mejores. Tenemos que bañarnos de humildad.
—¿Cómo fue el fútbol colombiano cuando usted y un grupo de argentinos revolucionaron aquellas tierras?
—Para nosotros fue un sueño que se nos cumplió. Para mi, particularmente, me resulta muy halagador que se haya dicho por ahí que nosotros plantamos la semilla del fútbol que hoy Colombia practica, pero debo hacer notar que jugadores uruguayos, también tuvieron importancia y gravitaron enormemente, como Gambetta, Obdulio Varela y chilenos, peruanos, paraguayos y de otros países. En resumen. allí no se jugó un campeonato colombiano, sino un certamen con jugadores de Sur y Centro América. Con Millonarios tuvimos la suene de ser campeones. Allí comienza el gran crecimiento de Alfredo Distéfano; el uruguayo Raúl Pini (un back central de lo mejor que yo he visto en el medio estaba Néstor Raúl Rossi, jugador de gran categoría; de 6, el peruano Ismael Soria; de 4 el paraguayo Julio César Ramírez. Toda esa mezcla pudo convertirse en un gran equipo.
—¿Qué recuerda de Gimnasia y Esgrima de La Plata, cuando con su dirección técnica pasó a ser el "Lobo"?
—El equipo tenía dos cosas fundamentales: tenía técnica y buen trato con la pelota y gente técnicamente capacitada para desarollar el juego. Para jugar al fútbol entiendo que hay que nacer. Fue un equipazo.
—¿La paridad que se observa entre los países del fútbol se debe a que los de arriba bajaron o los de abajo subieron, don Adolfo?
—Tal vez porque a nosotros nos descubrieron. No aprovechamos el tiempo para tener en cuenta que la humildad debió llegar con mucha anticipación. Tal vez llegó un poco tarde. Pero mientras llega, siempre hay tiempo.
—¿Qué significó para usted no ingresar al mundial de Méjico 70, cuando perdimos la clasificación con Perú?
—Una de las grandes amarguras de mi vida. Todo lo que pudo haber sucedido antes, durante y después de las eliminatorias fue culpa de Adolfo Alfredo Pedernera. Me consideré culpable por una razón muy sencilla: a mí no me costaba nada culpar a los jugadores de la no clasificación, pero ¿yo tenía derecho a ello? No señor. Las culpas se deben admitir en la vida y en el fútbol.
—¿Su libro qué inquietudes persigue?
—Jamás habría intentado concretar lo que podría llamarse una biografía, en cuyo contexto apareciera valorando o criticando la propia trayectoria. Es una recopilación de recuerdos, acompañados por reflexiones, que atesora pasajes que son ciertos, pero no alcanzan para convertirse en documento de mi verdadero sentir frente a la realidad de los hechos que me rodearon. Confieso que tengo una historia simple. Los sabios no hablan, escuchan, lo leí por ahí y lo he aplicado casi siempre.
—¿El futbolista de antes era disciplinado por naturaleza?
—La indisciplina invade todos los terrenos. a todo le encontramos la falla. Y no hay que ser muy inteligente para descubrirla. En nuestro tiempo queríamos tener nuestras libertades. también. Entrenábamos tal cual se puede hacer hoy. La diferencia está que todos los trabajos los hacíamos con pelota y hoy toma más ingerencia la preparación física (y aclaro que no estoy criticando a los preparadores físicos). Nosotros hacíamos todo con la pelota y tratarla bien y aprender. Hoy se hacen muchas cosas y se olvidan del fútbol.
—¿Usted cree que el actual plantel de River Plate puede campeonar?
—River sigue produciendo de su semillero. Los Villalba, los Gallardo, los Rojitas, los Comizzo, Lavallén salieron de la misma fábrica. Y por ello creo en River. Lo que no sabemos aún si la madera es tan buena como pensamos, pues luego viene el desarrollo. Pasarella recurre a menudo a las inferiores y me parece muy bien.
—Por último, una reflexión para los sanjuaninos...
—Que no pierdan la modestia que la tierra donde nacieron les regaló. Los sanjuaninos son grandes en ese aspecto, algo que admiramos mi esposa y yo. Hemos tenido la suerte de conocerlos a muchos con la riqueza de su humanidad.