Esta nota fue publicada en la La Nueva Revista en El Nuevo Diario, en la edición 636 del 10 de diciembre de 1993 con motivo que el matrimonio cumplía ese año, las Bodas de Oro. El siguiente es el texto completo del artículo.
El sábado 18 de diciembre, uno de los matrimonios más queridos por la comunidad sanjuanina cumple las Bodas de Oro. Cincuenta años de casados ¡Y... fueron felices!, "porque Dios no ha podido darme una compañera mejor que la que tengo" -pregona a los cuatro vientos el rozagante marido-.
Esta historia comenzó a fines de la década de 1930, cuando cualquier relación avanzaba en forma gradual, paulatinamente: "primero compartíamos con un grupo de amigo los juegos y algunas fiestitas, luego vinieron los bailes de carnaval y las miradas sutiles; después las famosas retretas en la plaza Veinticinco, donde nosotros íbamos para un lado y ellas para el otro, siempre calculando el punto de encuentro y así se fue dando la cosa. La simpatía se convirtió en cariño, el cariño en amor y entonces encaré la situación con seriedad y me declaré. Ella me contestó que tenía que pensarlo, todo para hacerme sufrir un poco, porque después vino el consentimiento" -Mario describe aquellas circunstancias como si las hubiera vivido hace pocos días-.
"Yo ya lo tenía pensado, porque el mío fue un enamoramiento a primera vista, aunque digan que eso no existe" -confiesa con seguridad Matilde-.
"El fue mi primer novio, mi primera ilusión, desde un principio sentí hacia él una atracción especial" -y el rostro conserva la expresión soñadora de la muchacha de veinte años-.
El noviazgo estuvo regido per las pautas habituales que indicaban que los primeros encuentros debían suceder en la puerta de calle y después se concretó lo que se denominaba "visita de padres a padres" donde "yo acudí con los míos a la casa de mi novia y pedí formalmente su mano" -y formalmente lo cuenta el entonces pretendiente-.
"Allí mismo se fijaron los días de visita: martes, jueves, sábados y domingos y en horarios estrictos" -la señora revive la escena en casa de sus padres-, mientras el señor nos confiesa la trampita: "nosotros nos veíamos más seguido porque los dos trabajamos en negocios del centro, entonces yo la esperaba a la salida y la acompañaba hasta su casa".
Así transcurrió el noviazgo, hasta que el intrépido muchacho comenzó su ascendente carrera comercial, cuando aún no tenía edad para ejercer la actividad -su padre debió firmarle la correspondiente autorización legal-; compró su primer negocio y al independizarse, decidió con su novia "fijar la fecha" de la cual el próximo 18 se cumplen nada más que cincuenta años.
Se casaron en la Iglesia de la Merced e inmediatamente partieron hacia Buenos Aires de viaje de bodas. De regreso a San Juan, la felicidad de la pareja se vio empañada por el terremoto que produjo algunas heridas no graves en ambos y pérdidas materiales significativas, a raíz de que parte del negocio de Mario Ruffa quedó destruido y a merced de los saqueadores.
"Tuvimos que comenzar de nuevo, con tesón y muchas ganas de hacer cosas; tan es así que logramos inaugurar la primera joyería de San Juan post-sismo. Debe ser por eso que el tiempo a nosotros se nos ha hecho corto o tal vez sea porque nos hemos tomado la vida demasiado en serio, sobre todo en lo relacionado a la educación de nuestros hijos”, -el padre se refiere a ellos con orgullo-.
“Son siete, que los he tenido en orden al estilo capicúa: un varón, una mujer, tres varones, una mujer, un varón; es decir que terminé como empecé" -ríe la mujer con la comparación- y se divierte todavía cuando recuerda que "el primero de los niños que se despertaba en la mañana gritaba "¡la mami es mi novia!" y entonces yo era su novia durante todo ese día. A veces el juego terminaba en peleas porque todos aseguraban haber sido el primero en pronunciar la frase".
De los siete hijos -Mario, Beatriz, Hugo, Alejandro, Eduardo, Mónica y Carlos-, son todos profesionales, excepto justo el del medio que ha elegido continuar con el oficio y el negocio de su padre.
Ahora, la pareja habita un coqueto departamento céntrico, repleto de plantas cuidadas prolijamente por Matilde, mientras su marido va y viene desde y hacia la joyería -su mayor pasión-, aunque también ha sido fundador de instituciones y presidente de banco.
En pocos días más, revivirán aquel 18 de diciembre, rodeados de hijos, nietos y amigos y luego "nos iremos de viaje de luna de miel" -asegura Mario Ruffa- y quienes vayan a despedirlos no podrán evitar gritarles ¡que vivan los novios!
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-- Ruffa, un italiano sastre y músico con hijos dedicados a la fotografía y joyería