La siguiente nota fue publicada en El Nuevo Diario, en la edición 627 del 8 de octubre de 1993 en la sección La Nueva Revista
Cuando Rosa era una niñita de cuatro años, su hermano tenía un amigo de nombre Nello, que la llevaba a pasear en bicicleta.
El recuerdo de aquellos tiempos perdura en la memoria de los dos, porque entonces ya quizás presentían que de los encuentros en la casa grande derivaría el definitivo algunos años después, cuando se reencontraron en los pasillos de la Facultad de Arquitectura.
"Él todavía tenía bicicleta, pero ya no me llevaba" -confiesa con picardía Rosa-. Al principio fueron compañeros, integrantes de un grupo donde se compartía el estudio con las fiestas de la Universidad; las charlas con el teatro leído y las funciones del cine club. Al poco tiempo, "el noviazgo se dio naturalmente y lo mismo sucedió con otros miembros del grupo aquello fue una especie de contagio colectivo" -acota con seriedad don Nello.
En esa época, el día de la pareja comenzaba en la mañana temprano, cuando el muchacho, como para ir a la Facultad obligadamente debía pasar por la puerta de la casa de la chica, le tocaba el timbre y juntos partían hacia las aulas. El resto de la jornada transcurría repleta de actividades y en la noche los novios compartían un rato en el living de la casa de la mujer. "Para ir a los dormitorios, el padre de Rosa tenía que subir una escalera que nacía precisamente en ese recinto, entonces "mi suegro”, religiosamente cuando pasaba, dejaba el reloj sobre la mesa, lo que significaba que a las doce había que retirarse disciplinadamente y éramos muy respetuosos de los horarios" -recuerda el hombre-.
“Tan puntuales éramos -cuenta divertida Rosita-, que nuestro casamiento por Iglesia se hizo exactamente a la hora anunciada, cosa poco frecuente en San Juan. De la Iglesia nos fuimos a la casa a esperar a nuestros invitados y muchos de ellos llegaban muy resentidos, porque habían ido a vernos y ya no nos encontraron”.
Fue el 12 de enero de 1963, y Nello lo rememora con visible emoción y orgullo, porque el sacerdote que ofició la ceremonia era su tío abuelo, monseñor Tomás S. Cruz, quién comenzó siendo un humilde párroco y terminó como prelado doméstico del Papa.
Fue precisamente a pedido del sacerdote que, a último momento, la pareja que había decidido romper con la tradición familiar del acto del compromiso, aceptó la propuesta de monseñor y se avino a la ceremonia de bendición de los anillos, dos días antes del casamiento por civil.
La vida matrimonial comenzó en casa de los padres de Rosa, quien al poco tiempo abandonó la arquitectura, pero "como yo no era una persona para guardar los libros y dedicarme solo a las tareas domésticas, comencé nuevamente a estudiar y me recibí de Profesora de Historia" -cuenta satisfecha- y su marido agrega orgulloso que también estudió Artes Plásticas y Sociología, y acota que cuando ella estaba en Artes Plásticas, teníamos dos hijos: Lylia Judith y Miguel Adrián.
Después, cuando ya había una especie de decisión de no agrandar más la familia, en 1977 llegó María Gabriela.
Al momento de rememorar aquella etapa, ella no quiere olvidar que gran parte de sus logros se los debe a la empleada doméstica -Elena Rivero- quien se ocupaba no solo de las tareas del hogar, sino también de incentivarla en los estudios. "Nos dejó cuando se casó -dice- y nosotros fuimos sus padrinos".
Los años fueron pasando, sin dejar en un solo momento de trabajar, estudiar y, fundamentalmente proyectar sus conocimientos e inquietudes hacia la comunidad.
Nello Raffo fue docente durante toda su vida en diferentes instituciones, trabajó también algunos años en la Dirección de Arquitectura, donde comenzó como proyectista y se retiró siendo director; luego se integró a la Universidad, donde aún permanece.
Rosa Pantano Amado empezó su actividad laboral como profesora de historia y, al poco tiempo, se convirtió en la fundadora del Centro Polivalente de Arte, ejerciendo también el cargo de directora, que aún mantiene.
Todas estas actividades dejan tiempo al matrimonio para seguir pensando en el futuro: ella planificando la creación, en San Martín, del Instituto Polivalente "Rosa Amado" -en homenaje a la memoria de su madre, excepcional docente sanjuanina- y él, como buen descendiente de artistas plásticos, ocupado en la creación del Instituto Regional de Integración Cultural. Toda una vida siendo felices alrededor de proyectos culturales.