Cuando vinieron las suecas a San Juan

El siguiente artículo preparado por Juan Carlos Bataller fue publicado en El Nuevo Diario, edición 1334, del viernes 21 de marzo de 2008. Las fotos fueron proporcionadas por Rafael Pérez Vela

 Eran los años de los Fiat 1500, de los Peugeot 404, de los Renault Gordini y Dauphine, de los NSU y hasta alguna micro coupé de 300 centímetros cúbicos de cilindradas y tres ruedas que se llamaba Izeta.

A través de 5 mil kilómetros el Gran Premio –que para el mundo era un rally- constituía un acontecimiento nacional. Cada vez que pasaba por un lugar –en nuestro caso San Juan- todo se transformaba en secundario y no se hablaba de otra cosa que no fuera “la carrera”.

Desde días antes los sanjuaninos comenzábamos a pensar el lugar desde donde veríamos pasar la carrera y allí nos íbamos la noche anterior con el termo para el mate, la parrilla para el asado y la infaltable damajuanita.

El Gran premio era seguido por las transmisiones radiales y los coches, algunos verdaderamente patéticos, llegaban a la ciudad ante el aplauso del público.

El periodista Pablo Vignone contó varias anécdotas alguna vez en Página 12.

-- Fernando Arana contó cómo se esforzaba con su De Carlo en una cuesta catamarqueña, sólo para ser superado inexorablemente por un Chevalier cargado de pasajeros, que miraban a esos personajes de casco que se atrevían autodenominarse corredores.

-- El Izeta asombraba por la arrogancia que le oponía a los 5 mil kilómetros de carrera... Bueno, asombró hasta que se descubrió que, varios kilómetros después de la largada de cada etapa, el piloto cargaba su autito en la caja de una pickup, y lo descargaba otro tanto antes de la llegada...

-- Cada noche, los autos se alojaban en el parque cerrado, normalmente recintos de cuarteles militares custodiados por conscriptos, mientras sus choferes descansaban en las barracas. La soldadesca era voluble a los reclamos de los que querían efectuar reparaciones fuera de término, especialmente cuando algún billete estaba dispuesto a cambiar de mano.

 Aquella Gran Carrera fue un banco de pruebas sensacional para una industria automotriz argentina que daba sus primeros pasos, midiéndose contra la mecánica europea.

Hasta que la realidad nos mostró cuál era nuestro lugar en el mundo automovilístico.

Fue en 1962 cuando la Mercedes Benz puso en la ruta a sus 220-S. Uno de esos coches, conducido por dos mujeres suecas, Ewy Rosqwist y Ursula Wirth, arrasó con el gran premio. Ewy Rosqwist, era la conductora. Al contrario que los pilotos, las suecas bajaban de sus coches impecablemente

peinadas y vestidas, como si estuvieran paseando en vez de correr.

Muchos mitos cayeron en aquella carrera. El principal: el avance tecnológico era una realidad y nuestros coches estaban quedando muy atrás en el mundo. Además, las mujeres podían vencer a nuestros más afamados corredores.

Aquel año, en su paso por San Juan los pilotos permanecieron todo un día, acompañados por mecánicos, periodistas y dirigentes. Hasta participaron de un almuerzo en el Parque Rivadavia.

Las grandes atracciones eran las suecas y un argentino, el quíntuple campeón mundial Juan Manuel Fangio que venía como una especie de director del equipo Mercedes Benz.

 A propósito de las suecas se contaba una anécdota.

Dice Vignone que “habían llegado a estas pampas exóticas desde la nórdica previsibilidad, y entre tantas cosas que les llamaron la atención, figuraban los indios ¿Indios en el Norte? Sí; es que alguno de esos prontamente derrotados (pilotos argentinos), que habían abandonado muy pronto la caravana de la carrera, decidió tomarse una pequeña venganza por semejante afrenta, y decidió mostrarse desnudo, y con plumas, al paso del coche alemán. Nadie pudo convencer luego a Rosqwist y Wirth de que lo que habían visto no era, ni por asomo, un indígena verdadero”.

 En 1975, el Automóvil Club hizo disputar, por última vez, su Gran Premio.

Para los sanjuaninos el mayor recuerdo quedará en aquella carrera de 1962, cuando vinieron las suecas y Fangio y se comieron un asado en Zonda.


GALERIA MULTIMEDIA
1962 - Fangio y las suecas en San Juan / Fue en 1962 cuando la Mercedes Benz puso en la ruta a sus 220S. Uno de esos coches, conducido por dos mujeres suecas, Ewy Rosqwist y Ursula Wirth, arrasó superando a todos los argentinos cuando el Gran Premio pasó por San Juan. Acá estuvieron durante todo un día los pilotos, los mecánicos, los periodistas, los dirigentes. Y un gran personaje central, que actuaba poco más poco menos como director del equipo Mercedes: el quíntuple campeón del mundo, Juan Manuel Fangio. En la foto, durante un almuerzo, Ursula Wirth a la izquierda, observa su filmadora, mientras en el centro de la escena aparece Juan Manuel Fangio y a la derecha Ewy Rosqwist en la finca Romero, en Rivadavia. (Foto proporcionada por Rafael Pérez Vela)
1962 - La sueca Ewy Rosqwist en San Juan / Fue en 1962 cuando la Mercedes Benz puso en la ruta a sus 220S. Uno de esos coches, conducido por dos mujeres suecas, Ewy Rosqwist y Ursula Wirth, arrasó superando a todos los argentinos. El Gran Premio pasó por San Juan. El personaje central era el quíntuple campeón del mundo, Juan Manuel Fangio Entre las corredoras suecas, Ewy Rosqwist, era la conductora. Al contrario que los pilotos, las suecas bajaban de sus coches impecablemente peinadas y vestidas, como si estuvieran paseando en vez de correr. (Foto proporcionada por Rafael Pérez Vela)
Ewy Rosqwist y Ursula Wirth, junto a su Mercedes
Juan Manuel Fangio conversa con las pilotos suecas, Ewy Rosqwist y Ursula Wirth