El siguiente artículo es de autoría de la licenciada Verónica Cremaschi(*), del Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA/CONICET). Facultad de Artes y Diseño, Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina.
Resumen
En la historia urbana de San Juan, el sismo de 1944 significó una inflexión debido a que la ciudad debió ser reconstruida casi por completo. Entre las acciones para contrarrestar sus efectos, estuvo la de albergar a un gran número de familias que se habían quedado sin viviendas. Para ello se construyeron miles de unidades habitacionales que conformaron diferentes “barrios de emergencia” que resultaron claves en el momento histórico y han permanecido en la memoria colectiva como marca de crisis.
El presente artículo rastrea y analiza diferentes discursos en torno a esta forma de habitar, que se plasmaron en distintos documentos. Como resultado observamos un interesante contraste. Lo que el Estado exhibía como un logro, era expresado a través de la prensa opositora con las tensiones propias de quienes habitaban la crisis. Mientras que las revistas profesionales atendieron el tema tangencialmente porque su interés estaba puesto en la reconstrucción definitiva.
Introducción
En la historia urbana de la provincia de San Juan, existió un hito que la marcó de forma indeleble. Nos referimos al terremoto que asoló la ciudad el 15 de enero de 1944, que obligó a su reconstrucción casi completa. Derrumbó más del noventa por ciento de las construcciones (Yanzón, 1957, p. 100). Algunos autores consideran que los efectos devastadores del sismo se incrementaron debido a la falta de implementación de un código de construcción adecuado y su consecuente edificación vulnerable, que constituía la mayor parte de la ciudad (Ballent, 2004, p. 23). Healey afirma que la provincia presentaba desigualdades sociales que acompañaban esta imprevisión urbana y que fueron condicionantes a la hora de enfrentar el movimiento telúrico (Healey, 2012, p. 60).
Luego del sismo, la necesidad de viviendas se agudizó de forma extrema. El gobierno tuvo que responder a esta demanda y lo hizo mediante distintas estrategias. La Nación apoyó en esta situación a través el Ministerio de Obras Públicas (MOP). Según Healey este organismo se transformó así en el empleador más importante de San Juan luego del terremoto, debido a los programas de reconstrucción, lo que condujo a que en menos de un año se concretaran más de ocho mil quinientas viviendas (Healey, 2012, p. 150).
Este evento, además, condicionó las decisiones que se tomarían en relación a la vivienda durante todo el período, puesto que se demoró casi dos décadas en encontrar una solución medianamente aceptable a los problemas habitacionales que generó. Para comprender la magnitud del desastre, hay que considerar que un mes después de la catástrofe, todavía 90.000 personas se encontraban sin hogar y solo 10.000 habían resuelto medianamente su situación habitacional (Buchbinder, 2014, p. 125). Este escenario particular permitió implementar políticas y nuevas tendencias en materia de vivienda. Además, condujo a que se realizara la primera experiencia de acción masiva llevada a cabo por el Estado: en el lapso de 3 meses se construyeron tres mil viviendas en 25 barrios, casi 200 mil metros cuadrados. (Buchbinder, 2014, pp. 128- 129) Así es que algunos autores consideran que la ciudad se convirtió en modelo para el futuro país, fue una muestra de la visión técnica y la misión social del naciente régimen peronista (Healey, 2004, p. 54).
Para contrarrestar la crisis, el Estado construyó viviendas provisionales en lo que se denominó los “barrios de emergencia”. Estos estaban integrados por casillas que se construyeron en pocos meses y sirvieron para albergar a las familias que habían perdido sus casas, las que sumaban unos cien mil ciudadanos (Healey, 2004, p. 60).
Si bien retomaremos someramente la materialidad de las soluciones habitacionales posterremoto, en este trabajo nos interesamos en rastrear y analizar los diferentes discursos en torno a ellas. Resulta interesante observar cómo los enunciados de órganos oficiales, presentan marcas1 teñidas de cierto aire triunfalista, que se contraponen a los de la prensa, que están atravesados por un tono humorístico e irónico, pero que dan cuenta de la complejidad y las tensiones propias del momento. Finalmente, los/as profesionales también emitieron opiniones, aunque no muy abundantes, sobre el problema.
El rastreo sistemático de noticias y documentos oficiales disponibles en archivos nacionales y sanjuaninos, nos ha permitido constituir un corpus que analizamos e interpretamos empleando metodología cualitativa con herramientas del análisis del discurso.2 Siguiendo a Verón consideramos que “el análisis de los discursos consiste en la identificación, dentro de la superficie discursiva, de las huellas que remiten a las condiciones de producción de los discursos” (Verón, 2004, p. 201). En el mismo sentido Bajtín afirma que los elementos dialógicos penetran dentro de los enunciados, por lo que, para el autor, un discurso está repleto de enunciados externos a él (Bajtín, 1999, pp. 300-307). Así, las palabras vehiculizan aspectos contextuales debido a que son “una pequeña arena de cruce y lucha” de los acentos sociales” (Voloschinov, 1992, p. 70). Es por ello que estas fuentes sanjuaninas y nacionales, aportan datos de su contexto cuyo análisis colabora a reconstruir un momento crucial de la historia provincial.
El estudio de la vivienda de San Juan se ha encarado como parte de distintas problemáticas urbanas o históricas. En este sentido se destacan los trabajos de Healey, (2002, 2004 y 2012) quien ha retomado con profundidad el tema en forma pionera; Cremaschi (2020, 2021) y Buchbinder (2014). Estas investigaciones, realizadas en clave histórica, se han centrado en la vivienda popular, en la etapa de la reconstrucción.
También hemos hallado trabajos de divulgación o difusión mediática que se centran específicamente en la vivienda. Estos circulan en páginas web que difunden temas históricos de la provincia y están bien documentados. Ejemplo de ello son los textos de Gironés de Sánchez (s.f.), quien retoma los distintos modos de habitar de San Juan desde la época colonial, que canaliza a través de la página de la fundación Bataller. Además, Gironés de Sánchez, con una mirada que abarca los problemas urbanos, aborda este tema en el arco temporal 1930-1944 (2005).
Si bien San Juan participó en los programas nacionales y acompañó la tendencia de concreción masiva de viviendas planteadas a nivel país que caracterizó al peronismo, consideramos que atender a las particularidades de los casos provinciales posibilita una visión más completa sobre el panorama nacional de la gestión y construcción del hábitat social. En este sentido, este trabajo está en línea con otras propuestas que analizan las soluciones aportadas por las provincias. Así destacamos, entre otros, el análisis de Rizzo y Granero (2009, 2009b) que estudian la dimensión estética del chalecito peronista con un anclaje simbólico que lo liga al ascenso social en Mar del Plata; las propuestas de Jerez (2013, 2014) que analiza la política de vivienda del peronismo jujeño y su relación con los beneficiarios; y el análisis en Córdoba por parte de Ortíz Bergia (2014) quien profundiza en las intervenciones en torno a la vivienda social atendiendo a las lógicas políticas. También en Mendoza existen estudios que abordan la problemática (Cremaschi, 2016, 2016b, 2018).
La vivienda de emergencia en San Juan
Como se ha hecho mención, el sismo implicó una crisis significativa en el área de la vivienda. Debido a la situación particular posterremoto, los barrios de emergencia estaban constituidos por viviendas realizadas con materiales livianos prefabricados que posibilitaron que su construcción se llevara a cabo en un período de pocos meses. El objetivo era albergar a la mayor cantidad de familias en el menor tiempo posible.
Unos días luego del evento, el 31 de enero de 1944, la intervención federal creó la Comisión Provincial de Estudios de Reconstrucción que tenía por objetivo reunir antecedentes sobre construcciones antisísmicas, estudios geodésicos y urbanísticos para preparar al personal y los materiales para la reconstrucción, y cuyo presidente era el Ministro de Obras Públicas (El problema de San Juan, 1944, p. 167). El cuerpo permanente estaba constituido por tres arquitectos urbanistas y un ingeniero especialista en hormigón armado. Además, tenía un cuerpo consultivo y representantes de distintas instituciones como del Ministerio de Hacienda y de la Universidad Nacional de Cuyo. Las competencias de esta institución eran dobles: colaborar con las autoridades provinciales en las necesidades urgentes y estudiar la planificación de la reconstrucción. Mediante el Decreto 2876 del 4 de febrero de 1944 el Ministerio de Obras Públicas de la Nación continuó con las labores comenzadas. (El problema de San Juan, 1944, p. 167). Se organizaron seis oficinas especializadas en los temas más urgentes: Viviendas de emergencia, habilitación de edificios públicos, habilitación de viviendas particulares, demolición, obras nuevas y contabilidad. Específicamente para el tema habitacional se creó la Comisión de distribución y fiscalización de vivienda que funcionaba en la escuela normal Sarmiento. Este organismo recibía las solicitudes y se encargaba de la adjudicación de las casillas, así como del control de la ocupación y el buen uso de las mismas (Los Barrios, 18 de marzo de1944, p. 3).
Luego, las obras fueron canalizadas por medio del Consejo de Reconstrucción de San Juan, creado el 1 de julio de 1944 por Decreto Nacional 17432 (Decreto Nacional 17432, 1944). Este organismo, cuya duración estaba pensada en 5 años, tenía su sede en San Juan, pero estaba subordinado al Gobierno Nacional y dependía del MOP. Estaba constituido por un presidente rentado, designado por el Poder Ejecutivo de la Nación y 12 consejeros.3
Específicamente aludiendo a las obras de emergencia, Hevilla y Molina (2010) apuntan que las estructuras estaban distribuidas en veinticinco barrios transitorios y muchos carecían de servicios básicos como agua potable y luz. Estas autoras sostienen que las soluciones fueron de dos tipos: por un lado, se plantearon “casillas”, con bases de ladrillo y paredes de "ondalit" (chapas acanaladas de fibrocemento) y, por otro, se concretaron las casas “prefabricadas” de madera facilitadas por la Dirección Nacional de Vialidad, por el banco Hipotecario o construidas por la Administración de Ferrocarriles del Estado.
Por su parte, Healey puntualiza que las viviendas diferían en su materialidad por lo que pueden distinguirse tres tipos distintos: estructuras de emergencia, casas de mampostería y casilla de madera (Healey, 2012, p. 146). En relación al primer tipo, indica que se levantaron tres mil estructuras en catorce barrios. Según este autor, estas casillas eran una versión despojada del rancho con techo inclinado y porch (Figura 1). La diferencia residía en los materiales: se habían dejado de lado los tradicionales como el adobe y la quincha, y se incorporó el uso de vigas de madera y paredes con interiores del mismo material y con zócalos de ladrillos o adobe, placas de fibrocemento en el exterior y techos (Healey, 2012). Estas viviendas se distribuyeron en los terrenos disponibles. Según este autor, la mitad de las unidades estaban en los barrios más grandes, que se distinguían de los pequeños porque tenían algún equipamiento comunitario como escuelas o iglesias, y porque tenían como máximo dos dormitorios y letrinas colectivas. De similar estructura, también se construyeron once barrios más pequeños que, a diferencia de los anteriores, contaban con unidades con tres o cuatro dormitorios, poseían luz y, a menudo, “cañerías”, pero no tenían ni escuelas ni centros de salud por estar integrados a barrios aledaños que sí los poseían (Healey, 2012, p. 147).
Según la información documental disponible en la página web del Centro de documentación e investigación de la arquitectura pública se pueden encontrar bajo el descriptor de “viviendas de emergencia” 3 modelos diseñados por el MOP (Viviendas de emergencia CEDIAP).
1) Los que contaban con dos habitaciones, baño y cocina adosados en un mismo cuerpo de construcción. Modelo del cual se levantaron 1844 unidades. 2) Los de cuatro habitaciones con baño y cocina de las que se materializaron 164. 3) Modelo de tres habitaciones con baño y cocina, de este se concretaron 504 estructuras. Sin embargo, hay registros que señalan que existieron habitaciones en módulos compartidos que no contaban con baños ni cocinas, los que eran comunes y estaban cercanos a estas estructuras.
Además de estas casillas de ondalit, se sumaban unas cabañas pequeñas llamadas “tipo vialidad” porque habían sido diseñadas en los años treinta por empleados de esta repartición. Según los descriptores de las fotografías de estas casillas disponibles en el repositorio del CEDIAP se repartieron en San Juan 3001 cabañas (casillas tipo vialidad CEDIAP). En general estaban ubicadas en los lotes de los propietarios cuyas viviendas habían sido afectadas por el sismo (Figura 2). Medían tres metros con cuarenta por tres metros con sesenta centímetros y tenían techumbre a dos aguas. Eran de madera revestida de chapa de celulosa alquitranada, prensada y ondulada, o de fibra aglomerada en chapas. Contaban con doce paneles numerados que debían ser abulonados entre sí. El personal entrenado podía armarla en 30 minutos, por ello eran adecuadas para ser instaladas en lotes particulares, ya que no requerían un transporte muy sofisticado ni un gran número de operarios para levantarlas (Martínez de Hoz, 5 de julio de 1944, p. 5). Además del “tipo vialidad”, en el archivo del CEDIAP existen algunas fotos de unas viviendas de madera más amplias como las que se levantaron en el barrio de obras sanitarias.
Se sumaron a estas, diez casas prefabricadas de madera que fueron donadas por “Johnson Linne”, una compañía naviera sueca, que despertaron una fuerte controversia cuando se discutía quiénes serían los adjudicatarios (El barrio sueco, 13 de abril de 1944, p. 4). Evidentemente eran más valoradas que las anteriormente mencionadas. Finalmente fueron distribuidas entre el personal agremiado en la Fraternidad Ferroviaria.
Además de las viviendas estatales, se estimuló a quienes tuvieran materiales y terrenos a la reconstrucción de sus casas. Este asunto trajo aparejado que los habitantes actuaran por sus propios medios y sin supervisión, lo que desencadenó en construcciones inseguras que luego el mismo Estado inspeccionaba y ordenaba desalojar o modificar, causando malestar entre los/as pobladores/as (Tribulaciones de la gente humilde que levantó su propia vivienda de emergencia, 17 de junio de1944, p. 4).
Los discursos en torno a las viviendas de emergencia sanjuaninas
Acompañando este importante despliegue material que movilizó mano de obra, personal técnico, profesionales y recursos, existieron una serie de discursos que refieren a los trabajos de emergencia y que analizaremos a continuación. Uno de los canales por los que se vehiculizaron las referencias a las casillas fueron las publicaciones oficiales. Apoyando el despliegue material realizado por la nación, existieron una serie de publicaciones que reforzaron el carácter extraordinario de la obra emprendida. Principalmente se trata de textos gráficos y escritos en los que se pueden apreciar marcas tendientes a enfatizar la capacidad del Estado en relación al éxito en la resolución de la catástrofe.
Este interés por difundir las obras estatales se observa desde el comienzo de la revolución de 1943, que había llevado al poder al gobierno de ese momento. Durante el período, la importancia dada a la trasmisión de las ideas y difusión de lo realizado por el poder gubernamental, promovió la reorganización de la Sección de Informaciones y Prensa de la Presidencia, la que fue elevada al rango de Subsecretaría de Información, Prensa y Propaganda del Estado (SIPP) en noviembre de 1943 (Vázquez, 2008, p.11). La SIPP, nucleaba y ejecutaba la propaganda y publicidad de todas las dependencias del Estado, lo que significaba contar con recursos abundantes, pero también implicaba una importante tarea de organización interna (Rosa, 2008, p 13). La trascendencia otorgada a los organismos de comunicación, fue sostenida durante los gobiernos del primer peronismo. La arquitectura y la obra pública fueron empleadas por la propaganda como evidencia de los cambios en la justicia social (Cremaschi, 2013).
En el caso sanjuanino y para difundir las obras de emergencia, se recurrió a distintos canales, como al diario, a la radio del Estado y a las publicaciones oficiales (Las viviendas de emergencia del MOP, 28 de junio de 1944, p. 4). Este interés por la divulgación es apreciable en una publicación en formato de libro titulado Obras de emergencia en San Juan, editado por el Ministerio de Obras Públicas en 1944. En la primera de sus páginas podemos inferir el carácter propagandístico y triunfalista del libro del Consejo, en que se destacaba que la obra realizada en la provincia de San Juan “no tenía precedentes nacionales ni sudamericanos” (Ministerio de Obras Públicas, 1944, p. s/p).
El libro mostraba las dos caras de la realidad sanjuanina, la situación del posterremoto y las obras concretadas por el organismo, como la contraposición del caos y el orden. Así, el apartado I es una sección que grafica los daños producidos por el sismo con fotos que apelan a resaltar la destrucción. Presenta las calles intransitables por los escombros, las viviendas destruidas, las cuadrillas de demolición trabajando, etc. El recurso fotográfico es preponderante, lo que construye un/a enunciatario/a con mayores competencias visuales que lingüísticas. Se presenta el problema a partir de la evidencia gráfica con un pequeño epígrafe que orienta en la interpretación. Algunas de las vistas son tomadas días después del sismo, lo que sugiere que se produjeron pocos cambios antes de la intervención nacional. Por su parte, en el segundo apartado se exponen las tareas llevadas a cabo por el MOP. Se dejaba por escrito que el trabajo era realizado contra reloj: el objetivo era reintegrar a la población a su actividad normal para que pudiera esperar la reconstrucción de la capital y alrededores, y la fecha límite estaba pautada para el 30 de abril.
En las primeras hojas están listadas las obras generales, como la evacuación de personas o la provisión de agua potable. Luego se muestran las realizaciones pormenorizadamente. En general se emplea el recuso de la fotografía aérea que evidencia la magnitud de las realizaciones. Así se brinda al/la lector/a la un paneo que muestra la gran dimensión de los barrios de emergencia. Se enfatiza mediante las imágenes una distribución uniforme de las viviendas en la que la premisa parece haber sido la optimización del espacio por sobre las búsquedas estéticas urbanas. Así es que los barrios aparentan campamentos militares de calles angostas y parcelamientos geométricos y regulares. Además, se utilizan perspectivas en que la repetición de un elemento (el de las casillas) sugiere lo vasto de las acciones del MOP. Estas características compositivas resaltan la eficiencia de un Estado que ha respondido de manera veloz a una demanda que requirió grandes proporciones y un importante despliegue técnico, financiero y humano. (Figura 3)
Sin embargo, también hay fotografías de algunas viviendas en particular que ya se muestran habitadas, en las que se aprecian perros y maceteros y de las que se afirma que reemplazaban el “hogar destruido” y que los/as habitantes podrían “adaptarlas a sus gustos y modo de vida de cada uno” (Ministerio de Obras Públicas, 1944, p. s/p). Debido a esta solución “la vida familiar ha vuelto a su ritmo normal”. El Estado exhibía así, que por su intervención se conseguiría la tranquilidad social.
De los barrios expuestos, también hay fotos de sus zonas cívicas: escuelas, centros de salud y mástiles. En algunos casos, como en el Capitán Lazo, el área de servicios se encontraba en la parte central. Carecían de árboles (se aclaraba que serían plantados) y espacios verdes. Por otro lado, se mencionan en apartados diferentes los pabellones que servían de hospitales, las iglesias provisionales y escuelas. Asimismo, también se comenta que se levantaron 8 pabellones para la sede provisional del gobierno. Todas estas obras estaban documentadas mediante imágenes. Orden, regularidad, simetría, rigen estas fotografías, todas marcas contrarias a las de la primera parte que muestran caos, escombros y destrucción. Mediante estas marcas en la enunciación se infiere que, frente a la incertidumbre provocada por el fenómeno natural, la normalidad era lograda por obra de un Estado presente. El contraste del “antes y después” fue un recurso ampliamente empleado por el peronismo a lo largo de todo el periodo, así como destaca Gené la contraposición planteada a nivel discursivo entre tiempos previos al régimen y los actuales, se trasladó a la gráfica en uno de los más clásicos clichés: la antinomia “ayer/hoy” (Gené, 2001, p. 40).
También se exponían las reparaciones efectuadas en edificios históricos, altamente simbólicos de la ciudad como la casa de Sarmiento. De esta se contraponía una imagen luego del sismo y otra después de la consolidación y restauración realizada por los técnicos del MOP, resaltando el antes y el después, con algún epígrafe alusivo a la obra de la intervención.
Un apartado que resulta interesante está constituido por una serie de croquis que grafican los logros alcanzados. Intentan transmitir visualmente la magnitud de las obras a partir de traducirlas en kilómetros cuyo punto de partida no es la capital de San Juan sino el Congreso de la Nación. Así se agrupa alguno de los elementos empleados en el plan de emergencia como casillas, cañerías, pozos absorbentes, materiales, etc. y se coloca el punto de llegada según los kilómetros que representan alineados. Por ejemplo, puede observarse que las habitaciones de las casillas una junto a otra daban por resultado 49 km, lo que se traducía en la distancia que separaba el Congreso de Pilar. (figura 4)
Esta modalidad, cuyo punto de comparación eran unidades de medida ajenas a la realidad sanjuanina, también se observa en otros documentos que graficaban los trabajos del MOP. Así por ejemplo se cuantificaba el volumen de tierra movilizado en las tareas de despeje y el parangón era la torre Kavanagh en Buenos Aires. A partir de estas marcas en la enunciación inferimos que el posible destinatario/a a quien apuntaba la publicación, no era el/la sanjuanino/a, sino que se buscaba alcanzar un posible lector/a nacional o de la Capital Federal.
El libro terminaba con una frase contundente en que se reiteraban los plazos que se habían previsto para la entrega “Toda la labor en 56 días, cumpliéndose la orden del ministro de obras públicas, general de división don Juan Pistarini de dar techo a los habitantes de San Juan antes del 30 de abril” (Ministerio de Obras Públicas, 1944, p. s.p.) Esta repetición en el cierre tenía por objetivo enfatizar la celeridad y eficiencia que tuvieron las obras y la intervención del gobierno nacional, sin las cuales no hubieran sido posibles. Además, se destaca el accionar del ministro, bajo cuyo mando las tareas fueron exitosas.
Es interesante contraponer este discurso victorioso, canalizado a través de las publicaciones oficiales, que evidencian la eficacia de un Estado presente; con las referencias a la situación habitacional del posterremoto, que pueden apreciarse en los discursos de los diarios provinciales. Estos muestran la realidad de la reconstrucción y de los barrios de emergencia con mayores matices, en los que se aprecian diferentes tensiones propias de un momento en que se tomaron decisiones sociales y urbanas trascendentales, teñidas por los duelos, las pérdidas y los cambios. Las marcas discursivas evidencian un/a enunciador/a más cercano, comprometido/a y parcial, que aquel/la presente en las marcas de los enunciados oficiales.
Desde el periódico se canalizaron los temas de la existencia cotidiana que no eran atendidos por el gobierno por ser “simples y nimios detalles que no afectan la vida del Estado, que ni siquiera alcanzan a perturbar el desenvolvimiento de la más modesta repartición” (Debe evitarse que sea un suplicio la vida de los barrios de emergencia, 5 de octubre 1944, p. 4)
Es comprensible el complejo panorama que se viviría en estos barrios, surgidos luego de una catástrofe. El traslado a estos lugares implicó el desarraigo de los/as habitantes de sus zonas de origen y la radicación en sectores donde no se conocía a los/as vecinos/as, no existían las separaciones entre el espacio privado y el público, los servicios sanitarios y comodidades eran deficientes, etc. Sumado a ello muchos miembros de estas familias habían muerto y otros/as se encontraban evacuados/as en provincias cercanas.
Este escenario difícil que presentaba desafíos cotidianamente, fue abordado por los matutinos locales: “[Los/as vecinos/as] en los nuevos barrios, formados al azar con gente de la más variada procedencia se sienten extraños y aislados los unos de los otros no obstante su vecindad” (La vida en los barrios provisionales, 26 de mayo de 1944, p. 4). Como se observa en este fragmento, existen marcas que refieren a un contacto más cercano y humano con esta realidad de quien emite el discurso. El/la enunciatario/a ya no presenta la situación con la mirada distante de las fotografías aéreas de las publicaciones oficiales, que mostraban los barrios deshabitados, limpios y regidos por el orden, sino que se la expone desde una perspectiva cercana, desde una postura emocional, interpretando las sensaciones de los/as habitantes. En general están ilustrados por fotografías que no son preponderantes, sino que acompañan los textos que son de diverso estilo y longitud. Grafican alguna crónica o denuncian alguna irregularidad puntual sin acentuar la magnitud de las obras, sino demostrando una situación particular.
Uno de los periódicos que muestra estos matices cotidianos, es La Tribuna. Este diario surgió como órgano del Partido Demócrata Nacional en 1931. Luego del 1944 se transformó en un periódico independiente, pero cuya propiedad y dirección estuvo en manos de Alberto Graffigna, por lo que sostuvo su ideología conservadora. Criticaba con fina ironía los cambios sucedidos en esta época, sobre todo los referidos a la mujer, aunque también alababa las acciones que consideraba un avance para la sociedad (Rodas, 2002, p. 63).
Sumaremos las referencias aportadas por el diario La Acción, que era uno de los más jóvenes de San Juan, surgido en 1937, se editó hasta 1953. También se caracterizó por su tendencia conservadora, y sus dueños eran las familias de esta tendencia Maurín y Zunino (Rodas, 2002, p. 63). Sin embargo, éste último medio, excepcionalmente, publicó notas con aspectos de la reconstrucción apelando a recursos propios de las publicaciones oficiales, como las fotos de las obras y las cifras brindadas por los organismos gubernamentales, cercanas a la propaganda (Las viviendas de emergencia del MOP, 28 de junio de 1944, p. 4; Efectuose una visita a los barrios en construcción, 18 de marzo de 1944, p. 4; Martínez de Hoz, 5 de julio de 1944, p. 5 ) Así se afirmaba, por ejemplo, que los trabajos merecían el reconocimiento de la población pues “No ignoramos que se trata de una obra que ha puesto a prueba la capacidad tanto técnica como de conjunto del M.O.P. de la Nación, de la que ha salido airosa…”(La obra de emergencia, 22 de julio de 1944, p. 4).
Resulta interesante destacar cómo el humor fue un recurso ampliamente empleado por La Tribuna para canalizar las críticas y como una forma de sobrellevar el difícil momento y la incomodidad que implicaba habitar en estos barrios. Se recurrió tanto al humor gráfico como al escrito con tono de catarsis, en que situaciones conflictivas eran transformadas en humorísticas para despojarlas de su dramatismo. Más allá de su estilo, se pueden inferir, a partir de estos discursos, los principales problemas que aquejaban a los/as habitantes.
Algunos de los artículos alusivos a las viviendas de emergencia con estilo humorístico están firmados con seudónimos, así sucede con la sección Buenos Días cuya autoría es Madrugador. Este recurso también fue utilizado por Luis Jorge Bates quien tenía el sobrenombre Calderón de la Piragua y escribía sus notas bajo el título de La Morisqueta en donde empleaba recursos como la parodia o la sátira para aludir a la realidad sanjuanina (Lencinas, 2002, p. 230).
Así, por ejemplo, en este tono humorístico Madrugador manifestaba con ironía, en La Tribuna, el descontento general de quienes habían perdido sus bienes:
El que solamente tiene una carpa, protesta porque el viento se cuela por todas partes y porque se inunda en cuanto caen cuatro gotas. El que tiene casilla, protesta porque en ella no caben tres roperos, los tres tocadores, el piano, la caja de fierro y las sillas del living. (Madrugador, 2 de abril de 1944, p. 4)
A partir del corpus de artículos analizados de ambos matutinos podemos distinguir que, a nivel de la superficie textual, se perciben tensiones propias del momento que son abordadas con diferentes estilos y recurriendo a recursos diversos, pero que aluden a tópicos que hemos agrupado en:
a- Los problemas de gestión por parte del gobierno: adjudicación, control de ocupación, etc.
Uno de los temas más álgidos que se refleja en las notas publicadas en los diarios se relacionaba con la distribución inequitativa de las casillas y casas provisionales. Así por ejemplo La Tribuna manifestaba: “Como es sabido los barrios de emergencia tienen jerarquía social. Hay barrios aristocráticos para la clase media y hay barrios populares” (Madrugador, 20 de septiembre de 1944, p. 4). Como en la cita precedente, en general muchas de estas denuncias recurrían a la complicidad con el/la destinatario/a, comenzando con expresiones que inducían a pensar que las afirmaciones eran verdades compartidas con el lectorado.
La distribución inequitativa es un tema afirmado por Healey, quien sostiene que las viviendas estatales de la reconstrucción se terminaron repartiendo según la clase social, las de mampostería fueron para los más adinerados, las de estructura de emergencia de los barrios más pequeños para las clases medias y las estructuras en barrios más grandes para jornaleros y pequeños productores (Healey, 2012, p. 162). Lo que no estuvo libre de conflictos y que tuvo sus repercusiones en la prensa local que hablaba de las “mansiones” para los empleados de la reconstrucción y las “carpas y ranchos” de los pobres (Healey, 2012, p. 215).
En las fotos disponibles en los periódicos se diferencian claramente las calidades. Para ello contrastamos, a continuación, las viviendas de emergencia que construyó el Banco Hipotecario para sus empleados/as, que son amplias y unifamiliares; con las que entregó el Banco Nación, que consistían en módulos de habitaciones para solteros con baños compartidos.
Sin embargo, otros artículos matizan la supuesta arbitrariedad en la distribución aludiendo a la posibilidad de elegir de los/as adjudicatarios/as. Así La Acción, afirmaba que “profesionales, obreros y empleados, todos los que en breves días más serán llamados públicamente para que expresen sus deseos de radicarse en tal o cual punto, en donde les resulte más práctico por sus obligaciones diarias.” (Se exhorta a las personas pudientes a construir su vivienda propia, 18 de marzo de 1944, p. 3).
Además de la jerarquía de los barrios, la distribución inequitativa se relacionaba con la prioridad otorgada a aquellos/as que podían solucionar el problema por sus propios medios económicos, pero esperaban a recibir ayuda del Estado, por sobre los/as que verdaderamente no tenían otra posibilidad. En este sentido La Acción remarcaba: “Bien se sabe, como la misma autoridad oficial lo destacó en advertencias formuladas en oportunidad, que estaban recibiendo los beneficios de las viviendas personas con recursos holgados para procurárselos por sí mismas, mientras que los humildes sufrían larga espera.” (La vivienda para las familias desamparadas de los departamentos, 12 de mayo de1944, p. 4) Observamos, otra vez, el recurso discursivo de tratar la temática como una situación de público conocimiento.
Sumamos a lo anterior, también era usual que en los diarios se publicaran los nombres de los/as adjudicatarios/as, pudiéndose leer largas nóminas de los/as beneficiario/as. Esto, que podría significar la transparencia del proceso, también resultaba problemático, puesto que era común que las listas “incluyeran nombres de ciudadanos notoriamente pudientes, para los cuales no existe ningún problema insoluble ni ninguna situación angustiosa” (El uso real de las viviendas de emergencia, 1 de octubre de 1944, p. 4).
Tal vez debido a este tipo de situaciones, mediante el diario, la intervención federal solicitó públicamente a quienes tuvieran los medios económicos para construir sus propias habitaciones provisionales que emprendieran su realización. Se aclaraba que “esta exhortación se refiere solamente a los problemas de orden transitorio, entre los cuales, el de la vivienda de emergencia, ocupa, por su premura, el lugar más eminente. En las cuestiones que se relacionan con la reconstrucción definitiva, la ayuda y las preocupaciones oficiales alcanzan a todos los damnificados por igual” (Se exhorta a las personas pudientes a construir su vivienda propia, 18 de marzo 1944, p. 3). En esta cita se remarcaba la existencia de un Estado “presente” que no iba a desatender la responsabilidad de la construcción de viviendas permanentes para todos los sectores sociales; sin embargo, debido a las necesidades impuestas por el sismo, la colaboración privada era necesaria.
Otro de los comentarios recurrentes aludía a la falta de ocupación efectiva por parte de las familias adjudicatarias. Se hicieron algunas llamadas de atención en los medios en este sentido y se solicitaba regularizar la situación, o de lo contrario los nombres de aquellos/as quienes no dieran a las casillas “el uso que les ha sido asignado por su naturaleza” serían dados a publicidad. Por ello se requería que se devolvieran para que pudieran ser reasignadas (Nueva advertencia sobre la posesión y el uso de las casillas la acción, 17 de mayo de 1944, p. 4).
El incumplimiento de la ocupación se producía, incluso, en los barrios más modestos como el caso del 4 de junio, en que se puntualizaba que la casilla “número 52 está a medio habitar, es decir se ha llevado a ella los muebles pero hasta hoy los vecinos no aparecen” (Madrugador, 20 de septiembre de 1944, p. 4). Madrugador trataba el tema con humor, indicando que la vivienda era empleada como un lugar de recreo por parte de algunos jóvenes, lo que causaba molestias entre los/as vecinos/as más próximos/as: “Lo de la protesta me lo explico. Los muchachos posiblemente, se divierten solos, sin invitar a nadie a participar de las fiestas que organizan …” (Madrugador, 20 de septiembre de 1944, p.4). Mediante el recurso humorístico, recurrente en el diario, se criticaba una situación denunciada con un estilo serio en otras notas de éste u otro matutino.
b- Problemas sociales: hacinamiento, costumbres, estrategias vecinales.
Como parte del problema de la nueva convivencia en estas condiciones materiales provisorias, algunos artículos denunciaban la “declinación moral” como un tema preocupante.
Para contrarrestar los efectos de un contexto adverso, la iglesia estaba presente mediante templos y hogares establecidos en los barrios. También resulta significativo el registro de los casamientos masivos, en que se casaban más de cincuenta parejas, tal vez como una forma de intentar encauzar prácticas no deseadas como el concubinato (En el barrio Lazo bendijeron las uniones matrimoniales de 51 parejas, 30 de abril 1945, 4).
La “declinación de las costumbres” según lo registrado en distintos artículos, era propiciada por las condiciones de hacinamiento generadas por las dimensiones de las soluciones habitacionales de emergencia. Así, el diario comentaba que en las casillas de “tipo vialidad” (tres metros con cuarenta por tres metros con sesenta centímetros) del barrio Capitán Ramírez, vivían entre 7 y 8 personas en una sola habitación, puesto que no era posible dividirlas, lo que llevaba a que las comidas y actividades diarias tuvieran que ser llevadas a cabo en las calles (Barrio que crea un agudo problema social, 28 de octubre 1944, p. 7). Estas denuncias cuestionaban las cifras oficiales que arrojaban proporciones mucho más bajas de hacinamiento.4
En relación con los números oficiales difundidos en la prensa que abordaban la ocupación, se parodiaba que fueran presentados con decimales. Así por ejemplo, en la difusión de que en el Coronel Perón el índice fuera de 2,4 personas por habitación, propició el siguiente comentario jocoso: “Cuatro décimos de persona es un décimo menos de lo que se necesita para completar media persona; o, hablando en términos no tan de emergencia, un petiso de los muchos que se han salvado, precisamente porque no pudieron dar con ellos los ladrillos y los adobes” (Madrugador, 2 de abril de 1944, p.4). Se puede inferir, a partir de estas marcas, cierta desconfianza en relación a lo aportado por el gobierno.
La higiene fue un tópico recurrente en las notas. Es imaginable que el tema sanitario resultara preocupante, sobre todo en las unidades para “solteros” que eran núcleos de habitaciones con baños y cocinas compartidos (Constante vigilancia de la higiene en los barrios de emergencia, 4 de junio de 1944, p. 4). Estos servicios eran escasos, así por ejemplo el diario presentaba con ribetes festivos la inauguración del barrio de empleados del Banco Nación, del que se destacaba que contaba con ciento ochenta y ocho habitaciones, dos baños, un comedor y cocina para todo el conjunto (Fue inaugurado ayer el barrio de empleados del banco de la nación argentina, 7 de junio de 1944, p. 5). En el artículo no se mencionaba que la cantidad de baños fuera problemática, por lo que inducimos que era corriente esta proporción.
Además de la higiene y las buenas costumbres, se observan tensiones en relación con la heterogeneidad de origen de los/as ocupantes, esto producía problemas de convivencia: “Salvo en algunos de ellos, donde la población está constituida por familias de un mismo nivel de cultura, en otros se producen, como una consecuencia lógica de la diferencia cultural precisamente, situaciones molestas que conviene evitar a toda costa…”(Constante vigilancia de la higiene en los barrios de emergencia, 4 de junio de 1944, p. 4). Se afirmaba que los problemas eran difícilmente evitables si no había “una selección, puesto que las diferencias de educación es sinónimo de contraste y los contrastes se rechazan cuando se trata de temperamentos, costumbres y modales” (Debe facilitarse la construcción de la vivienda de emergencia particular, 28 de septiembre 1944, s.p.). Para evitar estos problemas, se proponía que, siempre que fuera posible, debía tenderse a que los propietarios no se mudaran de sus domicilios o que se establecieran en casas reparadas o provisionales autoconstruidas. Para eso era necesario que el Estado disminuyera los controles y las restricciones que en muchos casos llevaba a que se demolieran las viviendas inutilizables o se prohibiera su ocupación hasta repararlas.
A pesar de estos comentarios negativos sobre la convivencia de sectores sociales heterogéneos, también existían otras impresiones, quizás un poco más románticas, que veían en esta nueva forma de habitar, una uniformidad que había achicado la brecha social. Así un columnista de La Tribuna expresaba con un estilo poético que:
El terremoto ha echado abajo las medianeras, las domiciliarias y las que aislaban a los individuos. Ya no hay clases sociales. En los barrios provisorios hacen la misma vida las familias distinguidas y las de la clase media; las de la clase media, con pretensiones de figuración, y la humilde familia proletaria que se contenta con comer todos los días. (Lee, 24 de septiembre de 1944, s.p,)
Resulta interesante que, como destaca el diario, luego de un tiempo, los/as habitantes comenzaron a organizarse para poder mejorar la infraestructura. Debido a estas inquietudes se crearon las comisiones cooperadoras compuestas de vecinos/as que, con el aval de los municipios, llevaban adelante trabajos pero cuya organización también tenía consecuencias en lo social ya que producían “el mutuo acercamiento con fines superiores.” (La vida en los barrios provisionales, 26 de mayo 1944, p. 4). Esto impactaba en la buena convivencia y en la armonía.
c- Las condiciones materiales: tamaño, materiales empleados, ubicación
Los barrios provisionales fueron ubicados en las afueras de las cuatro avenidos principales, es decir alejados de la zona céntrica, lo que se debía a la disponibilidad de terrenos en esos sectores. Sin embargo, consideramos que, en esta decisión, también pudo haber tenido injerencia que todavía no se decidía el nuevo emplazamiento de la reconstrucción de la capital, y, por ello, relocalizar a la población en zonas diferentes a las de su origen, podría ser una estrategia para facilitar un eventual traslado.
Observamos en el diario La Acción, que la radicación de las poblaciones en las afueras era interpretada como un escollo a la reactivación de la vida urbana, por lo que se sugería implantar viviendas de emergencia en la zona del centro: “Y así tendríamos una evidencia de vida vigilante, de reacción magnífica, sin la irrupción provocada por el éxodo provocado del atardecer y el regreso en la mañana siguiente” (Observador, 16 de marzo de 1944, p. 2). Según esta nota el problema mayor era en horas nocturnas cuando se regresaba a la ciudad provisional. Podemos apreciar, en la superficie textual, marcas que remiten a un estilo poético con el que se intenta persuadir empleando términos que buscan movilizar las emociones del lectorado.
A su vez, esta ubicación imponía ciertas complicaciones. La prensa recogió algunos de estos problemas, como el del aprovisionamiento, que resultaba complicado, sobre todo en los barrios más grandes que no estaban contiguos a otras poblaciones, por lo que los/as vecinos/as debían trasladarse para poder adquirir los productos de primera necesidad. Para solucionarlo a inicios de la década de 1950, se instalaron proveedurías estatales con la idea de aminorar los costos de transporte y controlar los precios.
Esto mismo se repetía para la movilidad, que también era problemática: “Los locales se han quedado en su sitio anterior, aunque ocupen locales precarios cerca de la zona comercial del centro. Esto agrava el problema del transporte y contribuye al encarecimiento de la vida” (El aprovisionamiento de los barrios de emergencia, 4 de mayo 1944, p. 4).
Además de la distancia y la falta de centros comerciales cercanos, las referencias a las condiciones materiales de las casillas en sí, fue un tema recurrente. El reducido tamaño, a que ya hemos hecho referencia, afectaba tanto a las familias numerosas como a las que poseían enseres y muebles de una casa de proporciones tradicionales. El humor canalizaba los problemas que desencadenaba la superficie cubierta exigua de las casillas, de una forma original. Esto se registraba en producciones gráficas que abordaban la temática (Figura 7).
También eran usuales las notas y diálogos parodiando la situación incómoda de vivir en un espacio pequeño:
- Bueno; pero a mí me dieron al fin la casilla.
- Lo felicito por el nuevo domicilio.
- ¡Claro! Pero no sabe Ud. que, como somos once en casa, para poder entrar en la casilla tenemos que desnudarnos afuera, porque no cabemos todos vestidos. (Madrugador, 31 de marzo 1944, p.4).
Los materiales prefabricados fueron otro tema de discusión. Las familias estaban acostumbradas a vivir en casas de adobe muy eficientes térmicamente por lo que resultaban ideales para contrarrestar las temperaturas extremas sanjuaninas. Esto no sucedía con las chapas, por lo que las casillas resultaban “hornos” y “heladeras” en las distintas estaciones del año. Así La Acción afirmaba que “Para conocer perfectamente la tortura que significa vivir en una vivienda de emergencia con techo de fibrocemento y paredes de “Ondalit” es necesario estar en ella, pasar en ella las horas de la siesta sanjuanina en los días de temperatura ambiente más o menos alta” (Debe evitarse que sea un suplicio la vida de los barrios de emergencia, 5 de octubre de1944, p. 5). Para optimizar la aislación térmica, a través del diario se sugería recubrir el techo con una capa de barro, lo que mejoraría la situación al menos en parte, puesto que las paredes eran igualmente conductoras del calor (Las perspectivas del verano y lo que debe hacerse en los barrios de emergencia, 27 de septiembre de 1944, p. 4). Estos reclamos condujeron a que el Estado implementara un programa para mejorar su eficiencia, que se concretó, en algunos casos, con la entrega de materiales de aislación.
Además de los discursos de la prensa y los oficiales, resulta interesante abrevar en algunas referencias de los/as profesionales frente al problema de la vivienda de emergencia. Esto fue llevado a cabo a partir del rastreo de notas. Sin embargo, apreciamos que la temática no fue de un interés central entre arquitectos e ingenieros, por ello no son muy numerosas. Por el contrario, casi toda la atención profesional estuvo volcada a temas técnicos como el lugar de reconstrucción, los sistemas constructivos o los problemas urbanísticos que implicaba el pensar, diseñar, proyectar y construir una ciudad desde cero.
Para recoger las opiniones relacionadas con el tema que aquí abordamos, hemos rastreado artículos de los años 1944 y 1945 publicados en la Revista de Arquitectura (vigente entre 1915-1917 y 1917-1962) y la Nuestra Arquitectura (que se editó entre 1929-1986). Ambas publicaciones pertenecen al ámbito profesional. La primera, en sus dos años iniciales planteaba una posición convocante, su propuesta era amplia, admitiendo todas las tendencias de la época: neocolonial, art decó, racionalistas y hasta académicas. Por su parte, Nuestra Arquitectura, en su primera época fue un órgano de difusión comandado por estudiantes, luego se fusionó en 1917 con la revista de la Sociedad Central de Arquitectos. Esto resultó estratégico porque la SCA recibió de los/as jóvenes una publicación exitosa y estos aprovecharon el apoyo económico y la inserción dentro del ejercicio profesional. (Cirvini, 2011, s.p.).
Lo atendible para el sector técnico en relación con las estructuras de emergencia era el impacto que estos barrios tendrían en la ciudad que se pensaba reconstruir en el futuro. Por ello era necesario resolver de forma eficiente la localización donde debían implantarse:
Ahora bien, dado que la construcción de viviendas debe ser encarado orgánicamente, es necesario proceder a la formación de centros de población de acuerdo a un plan que prevea la redistribución de los habitantes de la ciudad y la región de que forman parte. No debe suponerse que estos núcleos pueden crearse y asentarse artificialmente. Por el contrario, tomarán vida propia e insensible y paulatinamente irán pasando del estado de emergencia al definitivo; máxime si se tiene en cuenta el largo tiempo que transcurrirá antes de que se pueda realizar la reconstrucción de la ciudad. (El problema de San Juan, 1944, p. 167)
Efectivamente, estos grupos provisionales fueron transformándose en barrios estables con el transcurrir del tiempo a partir de mejoras, ampliaciones y reconstrucciones. En la cita precedente observamos un tono neutral en las marcas discursivas en que las problemáticas cotidianas no aparecen, la temática se plantea en relación con la eficiencia, proyectada al futuro desde un punto de vista técnico.
Además del emplazamiento, existían referencias a los materiales. El Centro Argentino de Ingenieros recomendaba que el empleo de madera resultaba conveniente, así como también el uso de materiales tradicionales de la zona, como el barro, la paja y la caña, ya que su uso permitiría aumentar la velocidad para albergar a los/as damnificados/as (El problema de San Juan, 1944, p. 165). Su utilización en refacciones y construcciones temporarias también fue ampliamente solicitada por la opinión pública mediante las páginas de los distintos diarios. Estas recomendaciones no fueron recogidas por las políticas oficiales, pero es de suponer que los emprendimientos particulares continuaron haciendo uso de las tecnologías vernáculas. Ello resulta evidente en el Censo de 1947 que confirmaba en San Juan la persistencia del empleo del adobe en las edificaciones de la reconstrucción: casi un 74% de las viviendas sanjuaninas eran de este material (IV Censo Nacional de Población). Además, el tema de la prefabricación cobró relevancia como una manera ágil, segura y económica de encarar el problema que había agravado notablemente el sismo. El arquitecto Castagnino sostenía que San Juan “ofrecía un amplio campo para el desarrollo de iniciativas en este sentido” (Castagnino, 25 de agosto de 1944, s,p.).
A modo de cierre
Como es posible observar en este trabajo, la implementación de las viviendas y barrios de emergencia en el San Juan del posterremoto, fue una temática de gran importancia, abordado desde distintas perspectivas que dieron lugar a la producción de discursos diversos sobre el problema. Así, resulta interesante destacar que, a partir de las marcas discursivas observables en los textos, podemos encontrar estilos y recursos que colaboran a reconstruir el panorama del habitar en estos barrios desde visiones complementarias.
Por un lado, las publicaciones oficiales emplean la fotografía y los textos como herramientas para enfatizar la eficiencia de un Estado presente que ha solucionado de manera veloz el problema de albergar a la población y darle cobijo de manera digna. Se busca reforzar el contraste del caos reinante antes de la intervención, y el orden, la regularidad, la higiene, la organización, luego del accionar del gobierno nacional a través del MOP. Esto se logra mediante la reproducción de fotografías y textos en que se enumeran las obras realizadas en el período, dispuestas por el ministro Pistarini. El posible destinatario/a es nacional o de Buenos Aires, lo que se infiere a partir de los gráficos de referencia citados. Todo esto le otorga al discurso un carácter propagandístico y lo muestran como uniforme sin fracturas, que transmite un mensaje en que se deduce que se ha superado el desafío propuesto debido a la eficiencia y al compromiso.
En contraste con el discurso triunfalista de las publicaciones oficiales, encontramos las referencias de la prensa opositora. En sus artículos se perciben estilos diversos que apelan al humor, la información crítica, el lenguaje con marcas poéticas, etc. Como generalidad la temática es abordada desde puntos de vista atravesados por la subjetividad y la cercanía con los diversos temas que preocupaban a los/as vecinos/as. Dan cuenta de las situaciones cotidianas y tensiones de quienes habitaron estos barrios con un lenguaje cercano, recursos gráficos, textos cortos y aludiendo al contexto inmediato provincial por medio de las referencias compartidas y la complicidad. Matizan el discurso monolítico gubernamental y tocan tópicos polémicos a partir de la variedad de voces.
Finalmente, registramos algunas referencias vertidas en las revistas profesionales que abordan la temática tangencialmente. Aquí preponderan los discursos pragmáticos en que lo central es el impacto que las soluciones provisionales tendrían en la concreción de lo central: la reconstrucción y la experimentación con materiales constructivos. Así es que, para los profesionales, la implementación de las viviendas provisionales estaba atravesada por una visión proyectiva que las ligaba al carácter definitivo del futuro de la ciudad.
Como es posible observar, los diferentes discursos en torno a este tipo habitacional, dan cuenta de la trascendencia de la temática que, más allá de su materialidad, estuvo en debate entre diferentes actores de la época, quienes la abordaron desde múltiples perspectivas y con fines e intereses distintos. Comprender los discursos sobre esta temática aporta al análisis de este período de la historia urbana sanjuanina, retomado escasamente por la historiografía.
Notas
1 Se denominan marcas a las propiedades significantes que se encuentran en la superficie textual de un discurso. Cuando se establece la relación entre una propiedad significante y sus condiciones de producción, las marcas se transforman en huellas, ya que a partir de ellas pueden inferirse las operaciones de engendramiento o producción del discurso
2 Este trabajo amplía y revisa uno presentado en la XI JORNADAS DE HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA “Gobierno y representación en la Edad Moderna y Contemporánea”. Organizadas por la Universidad Nacional del Sur.
3 El intendente de San Juan, un delegado del Ministerio de Guerra, un delegado de Obras Sanitarias, un delegado de la Universidad Nacional de Cuyo, un delegado del Banco Hipotecario Nacional, un delegado de los Bancos Accionistas y del Banco Central, un representante del capital inmobiliario, un representante del comercio, un representante de la industria, un representante de las profesiones liberales con título universitario, un representante de los trabajadores y un representante de los servicios públicos de las zona afectadas.
4 La Contraloría financiera y de racionalización en un informe al interventor Sosa Molina, consignaba que, al 20 de mayo de 1944, se habían levantado el Barrio Ministro General Pistarini (121 casas con un promedio de 3,98 habitaciones por unidad), el General Ramírez (82 casas con un promedio de 1 habitación por unidad), el Capitán Eduardo Lazo (644 casas con un promedio de 3,7 habitaciones por unidad), el 4 de junio (281 casas con un promedio de 3,66 habitaciones por unidad), el Mecánico Mella (18 casas con un promedio de 3, 66 habitaciones por unidad), el General Edelmiro J. Farrell (68 casas con un promedio de 3,5 habitaciones por unidad), el Dr. Ameghino (25 casas con un promedio de 3 habitaciones por unidad), el Perlinger (29 casas con un promedio de 4 habitaciones por unidad), el Enfermera Medina (58 casas con un promedio de 3, 7 habitaciones por unidad), el Dr. Hugo Bardiani (142 casas con un promedio de 3, 52 habitaciones por unidad ), el Dr. Ernesto Ponce (16 casas con un promedio de 4 habitaciones por unidad), el Enfermera Ghighione (12 casas con un promedio de 3 habitaciones por unidad), el Enfermera Caicedo (12 casas con un promedio de 4 habitaciones por unidad), el Dr. Alberto Cumplido (37 casas con un promedio de 3, 5 habitaciones por unidad), el Perón (109 casas con un promedio de 3, 44 habitaciones por unidad), el Enfermera Zárate (23 casas con un promedio de 1 habitación por unidad).
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(*) Verónica Cremaschi
Licenciada en Historia del Arte, Profesora de Grado Universitario de Historia del Arte. Especialista a distancia en producción de textos críticos y difusión mediática de las artes. Doctora en Historia. Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA/CONICET). Facultad de Artes y Diseño, Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina. Av. Ruiz Leal s/n - Parque Gral. San Martín, M5500. Mendoza.