En Recuerdos de Provincia, Domingo Faustino Sarmiento dedica un capítulo a describir cómo vivía una rica dama sanjuanina. El texto adquiere importancia porque es uno de los pocos en los que se hace mención al papel de los esclavos. Pero más aún porque describe la forma como una familia rica “asolaba” su dinero una o dos veces por año para evitar que el moho destruyera los billetes. Esta es la historia, publicada en La Pericana, edición número 13 del 27 de mayo de 2016 y que integró la edición 1722 de El Nuevo Diario.
... “Hay pormenores tan curiosos de la vida colonial que no puedo prescindir de
referirlos. Servían a la familia bandadas de negros esclavos de ambos sexos. En
la dorada alcoba de doña Antonia Irarrazábal, dormían dos esclavas jóvenes para
velarla el sueño.
A la hora de comer, una orquesta de violines y arpas, compuesta de seis
esclavos, tocaba sonatas para alegrar el festín de sus amos.
Y en la noche dos esclavas después de haber entibiado la cama con calentadores
de plata, y perfumado las habitaciones procedían a desnudar al alma de los
ricos faldellines de brocato, damasco o melania que usaba dentro de casa,
calzando su cuco pie media de seda acuchillada de colores, que por canastadas
enviaba a repasar a casa de sus parientes menos afortunadas.
Que en los grandes días las telas preciosas recamadas de oro que hoy se
conservan en casullas en Santa Lucía daban realce a su persona, que entre nubes
de encaje de holanda, abrillantaban aún más sarcillos enormes de topacios,
gargantillas de coral, y el rosario de venturinas, piedras preciosas de color
café entremezcladas de oro y que divididas de diez en diez por limones de oro
torneados en espiral, y grandes como huevos de gallina, iba a rematar cerca de
las rodillas en una grande cruz de palo tocado en los Santos Lugares de
Jerusalén y engastada en oro e incrustrada de diamantes.
Aún quedan en las antiguas testamentarias, ricos vestidos y adornos de
aquella época que asombran a los pobres habitantes de hoy, y dejan sospechar a
los entendidos, que ha habido una degeneración.
Montaba a caballo con frecuencia, precedida y seguida de esclavos para dar
una vista por sus viñas, cuyos viejos troncos vense aun en las capellanías de
Santa Lucía.
Una rara faena
Una o dos veces al año tenía lugar en la casa una rara faena.
Cerrábanse las gruesas puertas de la calle, claveteadas de enormes clavos
de bronce, y poníanse en incomunicación ambos patios, para apartar a la familia
menuda.
Entonces,cuéntame mi madre que la negra Rosa, ladina y curiosa como un
mico, la decía en novedosos cuchicheos:
- ¡Hoy hay asoleo!
Aplicando con tiento en seguida una escalera de mano a una ventanilla que
daba hacia el patio, la astuta esclava alzaba a mi madre, aun chicuela,
cuidando que no asomase mucho la cabeza, para atisbar lo que en el gran patio
pasaba. Cuan grande es, me cuenta mi madre, que es la veracidad
encarnada, estaba cubierto de cueros que tendían al sol en gruesa capa pesos
fuertes ennegrecidos, para despejarlos del moho. Y dos negros viejos
que eran depositarios del tesoro, andaban de cuero en cuero removiendo con
tiento el sonoro grano. ¡Costumbres patriarcales de aquellos tiempos, en que la
esclavitud no envilecía las buenas cualidades del fiel negro!
Yo he conocido a tío Agustín, y a otro negro Antonio, maestro albañil,
pertenecientes a la testamentaría de don Pedro del Carril, el último rico
hombre de San Juan, que guardaban hasta 1840 dos tejos de oro Y algunas pocas
talegas.
Fue la manía de los colonos atesorar peso sobre peso, y envanecerse de
ello. Aun se habla en San Juan de entierros de plata de los antiguos, tradición
popular que recuerda la pasada riqueza, y no hace tres años que se ha excavado
la bodega y patios de la viña de Rufino, en busca de los miles que ha debido
dejar y no se encontraron a su muerte. ¿Qué se han hecho, ¡oh, colonos!,
aquellas riquezas de vuestros abuelos?