La herrería abrió sus puertas en 1915. Sirvió para abastecer de herraduras al ganado que se exportaba a Chile y Bolivia. Hoy, apostada a pocas cuadras de la plaza principal de Jáchal, es un sitio que abre sus puertas a quienes deseen conocer más de su historia. La siguiente nota fue publicada en El Nuevo Diario, edición 2067 del 28 de julio de 2023. Las imágenes son de el fotógrafo Roberto Ruiz
Bastó
un fuelle y mucho esfuerzo para que el 1915 se inscribiera en la historia
jachallera. Fue ese año que don José
Balderramo decidió abrir su herrería, que sirvió para abastecer de
herraduras al ganado que se exportaba a Chile y Bolivia. Pero luego, comenzó a
construirse en el lugar herramientas para trabajar la tierra y hasta llegaron a
fabricar carros. Es por eso que la herrería de los Balderramo se transformó en
un eslabón fundamental para forjar la economía del departamento. Así permaneció
durante más de un siglo y si bien ahora ya no funciona, este es un museo que
alberga los más preciados tesoros y a tan solo un par de cuadras de la plaza
principal de Jáchal.
Don
José puso todos sus ahorros para comprar ese fuelle que fue el inicio de la
historia. De ahí en más, los Balderramo fueron conocidos en toda la zona por su
tradición de herreros. Lo que nació como una alternativa para dar de comer a su
familia, con el tiempo se transformó en el sitio obligado por el que pasaban
los arrieros, y hoy es testigo de los tiempos dorados de Jáchal. En la
actualidad, el sitio está a cargo de Jorge
Balderramo, uno de los 10 hijos de don José y para poder ingresar, hay que
acordar un recorrido con él.
En
los relatos que reconstruyen la historia del lugar, no se pasan por alto las
ruedas de más de 2 metros de diámetros que tenían que reparar en la herrería.
Hoy, cada utensilio, cada herramienta está expuesta en el lugar, intacta, como
si fuesen reliquias. Así crecieron los 10 hermanos Balderramo, que heredaron la
pasión de sus padres. Así es que en la década del 30, Jorge, el hijo menor, se
encargaba de enllantar las ruedas de la carreta. Entonces, los herreros eran
pocos y por ello convocaban a quienes tuvieran un combo, para hacer el trabajo,
entre todos y más rápido.
Al
ingresar al reconocido caserón de los Balderramo, que está en el corazón
jachallero, da la sensación de estar en el túnel del tiempo. Un viaje a cien
años atrás, donde todo está intacto, impecable, como si don José hubiese dejado
de trabajar el día anterior.
Patios de tierra, galerías de caña y palo, las paredes de adobe que tanto
caracterizan a ese departamento norteño, es lo que más atrae a los visitantes.
Hasta hace un par de años, el lugar estaba abierto al público, como si fuese un
museo. Ahora, por cuestiones familiares y logísticas, está cerrado, pero quien
llega al lugar, se comunica con Jorge, también conocido como “el maestro”,
quien no duda de guiar en una recorrida mientras se escuchan historias de
antaño.
En
la herrería todo está intacto, solo las paredes de adobe y el techo deteriorado
muestran el paso del tiempo.
Las herramientas están como nuevas, como si estuviesen listas para volver a
reparar carretelas, si todavía fueran el medio de locomoción del pueblo. Esta
construcción fue realizada con troncos especiales, horcones, que trajeron desde
Rodeo, por el río Jáchal.
Por
allí pasaron tantos personajes que a Jorge le faltan dedos de la mano para
recordarlos. La herrería fue visitada por Lima Quintana, el poeta, Pepe
Soriano, el actor y hasta Armando Tejada Gómez, ícono del folclore cuyano.
El derrumbe de la casona
En
2019, hubo revuelo entre los jachalleros, porque se decidió derrumbar la casa
familiar de los Balderramo, un tesoro arquitectónico que formaba parte, como
tantas otras construcciones, del casco histórico de Jáchal. Pero la medida fue
acordada entre familiares y municipio, porque corría riesgo de derrumbe.
Así,
la estructura de adobe que tenía más de 200 años y que estaba justo frente
donde hoy se encuentra el museo, se hizo polvo en minutos y solo quedaron
escombros en el suelo.
La
casona derrumbada fue la propiedad que los Balderramo usaron durante décadas
como domicilio particular y luego funcionó el taller de tornería. Pero en los
últimos años permaneció deshabitada, por su mal estado.
Postales del “patio de los duendes”
“Un
sitio que tiene vida. En el silencio de la siesta jachallera, cuando el calor
sanjuanino agobia, los duendes juegan en el centenario patio”. Así relató el
fotógrafo Roberto Ruiz en sus redes sociales, la secuencia de fotos de la vieja
herrería.