Las ideas morales y la religión de los huarpes

      Los huarpes veneraban el sol, la luna, el lucero del alba, el viento, los ríos y los cerros de los cuales esperaban salud. Los astros y los elementos eran su genio protector. Reconocían dos poderes sobrenaturales. Soy Chú, la potestad del bien y Valichú, el espíritu del mal.

Por encima de esos espíritus, objetos de reverencia o de temor, los aborígenes cuyanos adoraban a una divinidad superior llamada Hunuc-Huar, versión vernácula del monoteísmo conocido por los pueblos de cultura e ideas religiosas menos rudimentarias de la antigüedad. Los indios suponían que su dios moral en la cordillera y como ofrenda le dedicaban maíz, chicha y plumas de avestruz. Hunuc-Huar era temido e invocado en las necesidades.

Al tiempo de llegar los españoles a Cuyo, los huarpes mantenían borrosos pero viva una tradición existente, también llamada entre los otros indios del nuevo mundo. Los historiadores poco han vuelto los ojos hacia este asunto pese a la importancia del hecho en sí como a la necesidad de suministrar algunas explicaciones a la actitud pasiva del natural frente al conquistador.

Los huarpes creyeron que un hombre superior, blanco resplandeciente en época remota, había visitado el país. Ese hombre blanco habría enseñado a los indios a cultivar la tierra, les habría inculcado ideas morales y también les habría prometido volver. Cabe destacar que los historiadores coinciden en afirmar que los huarpes eran grandes hechiceros.   

Grandes hechiceros eran los huarpes. En sus ceremonias usaban las señas más que la lengua, entendiéndose con menos y con sólo mirarse. Otro rito de hechicería sería el uso de la piedra, esta notable piedra con el nombre proveniente del hebreo Bezoar y conocida por los españoles como piedr Bezoar, que según se dijo el propio Carlos V, la usaba contra la melancolía, era una creación calculosa que el indio extraía del estómago del guanaco. Con determinado ceremonial de magia se la imponía con unos antídotos contra el mal, los venenos y los contagios.

La creencia en la inmortalidad del alma hacía que los huarpes enterraran a sus muertos en posición horizontal con la cabeza dirigida hacia la cordillera, a fin de que el espíritu pudiera elevarse hacia el Hunuc- Huar, que moraba allí. En materia de duelo y de ritos funerarios entre los huarpes, nada más ilustrativo que escuchar al historiador Miguel de Olivares. Cuando mueren algunos, dice el ilustre historiador, “todos cuantos concurren al entierro le han de llorar por 24 horas y los parientes según el grado por semanas y meses, y eso a horas determinadas en que se conoce que no es más que una ceremonia. Algunos días después le hacen al difunto como honras a lo que se juntan muchos. Uno de los más elocuentes habla a todas de la muerte del difunto, cuenta sus añoranzas y en lo que se esmeró, también en sus hazañas y sus ritos. Los indios huarpes practicarían, según la misma fuente informativa, verdaderos actos de satanismo.

Por otro lado, también según estos historiadores, entre las ideas morales de los huarpes dignas de mención era la condenación del robo y de la mentira. A diferencia del indio americano y particularmente del araucano o mapuche, su vecino inmediato, ratero por excelencia, el indio sanjuanino era honrado y muy leal.

Fuente: “Historia de San Juan”, Horacio Videla Tomo I.

 

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Creencias de los huarpes y sus rituales a Hunuc Huar
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