Nació en San Juan y se recibió de piloto a los 18 años. Falleció el 1 de marzo del 2023.
A los 16 años, Rosalba Maratta de Job comenzó a aprender los aspectos de la aviación. Dos años más tarde, ya surcaba los cielos por sí misma. Mientras sus amigas se dedicaban a aprender a bordar, Rosalba se convertía en la primera mujer cuyana en pilotar un avión. Con la misma fuerza, recuerda cada detalle de los años 40. Hoy, a los 90 años y conocida cariñosamente como Porota, afirma estar mejor que nunca.
La iniciativa de aprender a pilotar no fue un acontecimiento fortuito para Rosalba. A los 10 años, la muerte de una aviadora reconocida la conmovió profundamente, llevándola a lucir un listón negro en señal de luto durante semanas. Desde su infancia, tuvo el sueño de surcar los cielos, por lo que cuando el novio de una amiga le propuso aprender a pilotar, aceptó sin dudar.
En un mundo predominantemente masculino, Rosalba enfrentó expectativas de fallo y temor por parte de los hombres que la rodeaban. Contrariamente a esas expectativas, cada vez que volaba, su deseo de hacerlo crecía. Su familia la respaldó completamente en la realización de su sueño.
Rosalba atesoró un álbum que documenta sus logros: recortes de periódicos la destacan como la primera piloto cuyana, diplomas por charlas que compartió sobre su historia y una medalla otorgada por la Aeronáutica Civil. Además, guardó una libreta con su historial de horas de vuelo y la patente que la habilita como piloto. Entre sus tesoros más preciados se encuentra un avión de juguete regalado por su esposo en los primeros días de su relación.
A pesar de las adversidades, nunca se arrepintió de su elección. Atravesó nubes con emoción, describiendo el cielo como una belleza y expresando su deseo constante de estar cerca de él. Rosalba obtuvo su habilitación como piloto en 1945 y celebró este logro llevando una torta al hangar para festejar con sus compañeros.
Recordando la época, describió los aviones de entonces como construidos con un material similar a una tela, sin ruedas y con un patín cola. Aseguró que pilotarlos era sencillo, con controles básicos en la cabina. Aunque no recuerda la fecha exacta de su último vuelo, confiesa sentir nostalgia cada vez que ve un avión, anhelando regresar al pasado.
Aunque la aviación fue una parte significativa de su vida, Rosalba también compartió con su difunto esposo, Sergio Job, la pasión por escalar montañas. Participó en expediciones, incluida la que descendió la momia de El Toro, exhibida hoy en el Museo Arqueológico.
En sus propias palabras, Rosalba Maratta dijo antes de morir: "Me da nostalgia ver los aviones en el cielo. Es porque siempre tengo ganas de pilotear".