Murió joven y aun hoy se extraña su voz entre los amantes del folklore.
Rodolfo Páez Oro,
el “Gordo” con cara de bonachón, ojos celestes y sonrisa fácil, nació el 27 de
agosto de 1948, en el Barrio Bardiani. Fue bautizado con el nombre de Rodolfo
Néstor Páez y cuando lanzó su carrera musical decidió, en homenaje a Raúl Oro,
con quien su madre tenía un parentesco lejano, ella se apellidaba Sánchez Oro,
agregarse el apellido.
Antes
de hacerlo le pidió permiso a quien años después fue su compadre y padrino de
casamiento: Pinono Oro, el padre de los integrantes de Los gajos de Pinono.
Dueño
de un carisma que lo hacía querido por cada uno que lo veía actuar o escuchaba
sus grabaciones, Rodolfo Páez Oro se ganó el apodo de Tonadero mayor de Cuyo al
ser un número indiscutido de cualquier festival que se festejara en Mendoza,
San Luis o San Juan.
En
1972 decidió ir a probar suerte a Buenos Aires debutando en El Rincón de los
Artistas y gracias a su amigo y admirador, Oscar Valle, tuvo un espacio en las
radios y peñas de la gran ciudad. Para muchos debió haberse quedado y gestar
así una carrera de perfil nacional pero él siempre se jactó de ser un fanático
de su tierra.
Rodolfo
Páez Oro murió el 26 de noviembre de 1999. Tenía 51 años. Seis meses antes le
habían diagnosticado una enfermedad irreversible.
Se
despidió de sus amigos y también de sus seguidores con un espectáculo en el
Teatro Sarmiento que se realizó pocas semanas antes de su fallecimiento.
En
esa despedida estuvieron todos los artistas, los que estaban invitados y
también los que no. La canción de despedida fue “Ay que ver” de Alberto Cortez,
un autor que le gustaba mucho. Todos en el Teatro terminaron llorando cuando el
Gordo terminó arrodillado.
Su
sepelio fue multitudinario y, por supuesto, no faltaron las tonadas ni las cuecas.
Fuente: Publicado en Nuevo Mundo, edición 879
del 4 de marzo de 2024