El 7 de marzo de 1876 Graham Bell patentó el teléfono y
apenas tres días después realizó la primera llamada telefónica para mandar un
mensaje a su ayudante (que se encontraba en la habitación contigua) diciéndole
lo siguiente: “Mr. Watson, venga aquí, quiero verle”.
La primera comunicación telefónica en el país se realizó en
Buenos Aires en 1878, tan sólo dos años después de que la tecnología fuera
patentada.
Los primeros teléfonos se instalaron el 4 de enero de 1881
en las casas del ministro de Relaciones Exteriores, el presidente de la Nación,
el intendente de la ciudad de Buenos Aires, el ministro de Guerra y Marina, y
la Sociedad Rural, el Jockey Club y el Club del Progreso.
Ese día se realizó la primera comunicación telefónica
oficial en la Argentina entre el presidente Julio Argentino Roca y el doctor
Bernardo de Irigoyen, y cinco años más tarde, se llevó a cabo la primera
llamada de larga distancia entre Buenos Aires y La Plata.
La historia de la telefonía durante muchos años estuvo
ligada a la llegada de las primeras
centrales manuales que, aunque hoy hoy en día son un simple recuerdo siguen
rescatando multitud de anécdotas y conservando un gran magnetismo.
Una prueba de ello es la existencia de series y películas
que hablan de “las chicas del cable”. Una profesión, que se llegó a convertir
en exclusivamente femenina, pero que fue otorgada en un principio a hombres
jóvenes que se habían encargado hasta entonces de la entrega de telegramas.
Con la llegada de las mujeres a las centralitas manuales el
servicio telefónico dio un salto de calidad que terminó por convencer a sus
empleadores de que habían tomado la decisión correcta, y la palabra
“telefonista” pasó a ser siempre precedida por un artículo femenino.
El personal era reclutado en su mayoría entre las solteras
que podían demostrar una educación moral impecable. Las telefonistas perdían su
empleo cuando se casaban. Para conseguir el trabajo, también era necesario ser
físicamente capaz de realizar todas las maniobras de cableado y trabajar 8
horas al día. Y, por supuesto, siendo siempre amable, cortés, ajeno a la
cacofonía de incesante zumbido en los pasillos, donde decenas de operadoras
gestionaban cientos de conexiones.
Fuente: Publicado en Nuevo Mundo, edición
952 del 24 de junio de 2024