La Teatrina como marca de identidad cultural

Este artículo aborda las teatrinas (fiestas anuales de teatro provincial) realizadas en San Juan entre 1985 y 1989. De una gran cantidad de variables trabajadas, este texto expone los resultados referidos a los elencos en un momento transicional en el proceso de instalación de la democracia incipiente.

El siguiente artículo es de autoría de Alicia Castañeda. Programa para el Desarrollo de la Investigación y Creación Dramática (DICDRA), Instituto Ricardo Güiraldes, Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, Universidad Nacional de San Juan.


Primer momento: democratización, entre 1985 y 1989
Al recobrarse la democracia con la presidencia del Dr. Alfonsín, se priorizó la política cultural como una forma de consolidar la institucionalización democrática y dejar atrás la experiencia de la dictadura, que había golpeado al sector y a la sociedad toda. Las primeras políticas culturales estuvieron pues orientadas por este ideal por lo que buscaban una redistribución de los recursos, y en lo que respecta al teatro, una revitalización del fenómeno, superadas las censuras y autocensuras producidas en la época inmediata anterior.

Estos lineamientos trazados desde nación, fueron asimilados en la provincia por la gestión cultural. De modo tal que se organizaron encuentros, mesas de diálogo y talleres de formación destinados tanto a creadores como al público interesado. Por esta razón, durante 1985 y 1986 se llevaron a cabo, por iniciativa del organismo cultural provincial y la directora de cultura de ese momento, dos Encuentros Regionales de Teatro, que permitieron legitimar la actividad realizada por grupos de trayectoria en el quehacer teatral sanjuanino, intercambiar experiencias y saberes con grupos consagrados de Cuyo y festejar en libertad, la posibilidad de desplegar la actividad sin imposiciones ni restricciones, así como propiciar el regreso de algunos compañeros que habían partido al exilio. La siguiente tabla recupera los datos relacionados con los agentes culturales que tuvieron a su cargo la reactivación del hecho teatral en la provincia. Se consignan sólo los datos referidos a la fiesta provincial y no a la Fiesta Regional, porque lo que se busca es una lectura en diacronía de nuestro campo teatral.


La tabla 1 muestra la diversidad propia de un proceso democratizador. Al leer la primera columna, referida a la edición de la fiesta, se observa el quiebre característico de un proceso institucional en vías de consolidación. La fiesta no se desarrolla durante los años 86, 87 y 88 y cuando se retoma en el 89, se desconoce la primera edición, por lo que vuelve a fundarse y numerarse como Primer Encuentro. Esto demuestra el desconocimiento, voluntario o no, de parte de la gestión vigente en relación con lo llevado a cabo por el mandato anterior (del mismo color político). De modo tal que tenemos dos inicios: 1985y 1989.
De la lectura de la segunda columna, relacionada con los funcionarios, se observa que el cargo de Director de Cultura se desdobló en 1989, en Director de Acción y Promoción Cultural y de Director de Elencos, lo que implica, por un lado, una nueva intermediación y, en consecuencia, mayor burocracia. Por el otro un cambio en la concepción del organismo cultural como mediador en la experimentación, comunicación, reproducción y transformación de un orden social dado; pensando la cultura en su carácter de práctica social y no en tanto colección de objetos o datos.

Los elencos
Se trata de organizaciones de personas integradas en un conjunto con la intención de presentar espectáculos teatrales (Villegas, 2005: 273), organizaciones relacionadas con las tradiciones y valores de la sociedad, las condiciones económicas y las instituciones culturales y políticas.
Lo primero que resalta es el hecho de que ninguno de los elencos que participaron en la primera edición del 85 lo hicieron en la del 89, a pesar de que continuaron con su actividad teatral. En consonancia, en el segundo comienzo aparecen nuevos agentes que intentan poner a consideración del público sus modos diferentes de mirar y representar la realidad, lo que señala un cambio en la convocatoria, o en la ideología del acontecimiento.
La edición del 85 se hizo en forma conjunta con la Asociación de Actores, lo que indica un grado de legitimación por trayectoria de los elencos participantes. En el caso de la edición del 89, el encuentro se organiza sólo desde el organismo oficial, situación que da cuenta de la participación del elenco en formación de la Subsecretaría de Cultura, intento que había fracasado el año anterior (1988) y que tampoco perduró en esta oportunidad.[i]
En estos episodios de fracaso se puede reconocer el accionar del Estado dispuesto a sustentar lo que considera –a partir del discurso de los grupos hegemónicos- la cultura deseable, reflejada en las tendencias estético-ideológicas que delimitan el repertorio adecuado según el criterio del funcionario de turno.

Esta cuestión pone en evidencia dos conflictos. Uno que contempla los intereses de la comunidad teatral, por un lado y los de los funcionarios, por otro. Se puede postular esta desinteligencia como otra de las razones para la no realización del encuentro en los años 86, 87, 88. Pero el conflicto más productivo para el funcionamiento del campo teatral se encuentra en su interior. A simple vista se observa la movilidad que permite el ingreso de grupos nuevos y la salida de los elencos con trayectoria. En este hecho se percibe la capacidad de la gestión política para legitimar y vincular, puesto que le otorga identidad teatral a grupos no reconocidos por los mismos miembros de la comunidad teatral, lo que los obliga a retirarse. Sólo queda el elenco oficial.

Alfredo Lemole: “La situación del teatro en San Juan es un desastre”


Desde el punto de vista de la productividad los nombres de los elencos remiten de manera directa a una concepción definida. ‘La Bolsa’, ‘Teatro Studio’ y ‘El Planario’ consignan en su designación, que les otorga identidad, algún aspecto de lo teatral; sea el modo de recaudación al tratarse de un grupo de teatro callejero (La Bolsa), la referencia a una escuela y a una técnica de actuación renovadora de las prácticas en uso (Teatro Studio), sea al nombre de una sala (El Planario). ‘Recitales’ por otro lado, señala directamente al espectáculo musical, no teatral. Es distinto el caso de JUNTOS que alude a la agrupación de personas, en este caso en torno a la actividad académica, sin referencia específica a su finalidad de hacer teatro.

Oscar Donaire, director de “Teatro Studio” en la década de 1980.


Si se enfoca el recorrido de los elencos, ‘Teatro Studio’ registra representaciones públicas desde 1971, ‘El Planario’ desde 1976; JUNTOS, grupo de la Universidad Católica, desde 1983 y ‘La Bolsa’, desde el 84. ‘Recitales’ es una formación realizada especialmente para la fiesta. La permanencia en un mundo de inestabilidad política y económica como el argentino, la práctica en condiciones poco favorables tales como la ausencia de un elenco y una sala oficial, la falta de una formación permanente, sistemática e institucionalizada, la ausencia de objetivos comerciales, nos remite a un modo de encarar el hacer teatral que exige un fuerte compromiso. En este sentido se utiliza la categoría de persistencia (Velardita, Fernández 2003: 119) para nombrar este fenómeno.

Carmen Renard, directora de “El Planario”

En la edición del 89, tres elencos se presentan como Grupo: ‘Fantasía’, ‘Florencio Sánchez’ y ‘Teatraller’. Se entiende por grupo al conjunto de personas más o menos estable que se reúne para hacer teatro, a partir de una declaración de principios compartida relacionada con afinidades estéticas o ideológicas. (Villegas, 2005: 275). Si bien los tres se definen como grupo las denominaciones que adoptan para identificarse envían a concepciones distintas. ‘Fantasía’, al juego escénico y ‘Florencio Sánchez’ al nombre del dramaturgo rioplatense de las primeras décadas del siglo, lo que sitúa a estas dos agrupaciones en una estética dejada de lado por el discurso teatral dominante; en este sentido se unen a ‘Los juglares’ que invoca a los nombres usados por las Academias de Declamación y Arte Escénico. Teatraller, en cambio, apela a una fusión lingüística que lleva implícita la técnica del taller para la creación colectiva, difundida en la segunda mitad del siglo, por lo que señala su pertenencia al discurso teatral de vanguardia.

La tercera columna permite visualizar entonces la convivencia de elencos de largo recorrido, grupos vocacionales, grupos ligados a la actividad universitaria (‘JUNTOS’ pertenece a la Universidad Católica de Cuyo, ‘Teatraller’ se crea en el ámbito del Departamento de Letras de la Facultad de Filosofía en la Universidad Nacional de San Juan) y grupos que se inician en la actividad escénica. Hay, por lo tanto, apertura en la convocatoria y en la participación. ‘Fantasía’ y ‘Florencio Sánchez’ son grupos originarios de la ciudad de Caucete, marginales con respecto a los restantes de procedencia y actuación capitalina.

Oscar Kummel. director del elenco Nuestro Nuevo Teatro

Dos elencos se rescatan desde el punto de vista histórico por su influencia en el campo teatral, tanto en las puestas como “en la concepción ideológico artística de las producciones dramáticas” (Solís, 2007): La Bolsa y Teatraller. Ambas propuestas – pensadas desde un hacer colectivo- representan una alternativa a la de Kümmel, director canónico de la etapa –que representa el hacer individual ya que los elencos se nuclean alrededor de su figura convocante y no al revés-. Sobre su teatralidad hablaremos entonces al referirnos a los directores.

Según Solís a mediados de los ochenta surgieron elencos como Teatraller, y grupos pertenecientes a la modalidad del teatro callejero, como La Bolsa, que se lanzaron a escribir sus propios textos dramáticos a representar, siguiendo una tendencia a nivel nacional e internacional. Por lo que se diversificaron las “topologías escriturales” en dramaturgia de autor y dramaturgia colectiva, situación que no ocurría con anterioridad.

Berta de Abner, fundadora de TEATRALLER


La creación colectiva es considerada como “un método” de producción teatral, que involucra no sólo una función del teatro, un modo de concebir la creación del texto, sino también un proceso de producción del espectáculo y una forma de intercambio con el público. (Villegas, 2005:200- 201). La tarea implica una toma de conciencia individual y colectiva sobre la situación histórica. La herramienta fundamental que se emplea es la improvisación de situaciones, características de personajes, relaciones, etc. Requirió por consiguiente un nuevo tipo de entrenamiento actoral y de dirección teatral.

En el caso del grupo de teatro al aire libre La Bolsa muestra una voluntad de diferenciación y una búsqueda innovadora no sólo en cuanto al mensaje al tratar temas sociales silenciados en otras instancias, sino también por la apelación a técnicas innovadoras, tales como recursos del teatro pobre, máscaras, zancos, trajes coloridos y vistosos, técnicas de clown aprendidas por contacto con grupos de otras localidades. Los integrantes de los grupos callejeros no eran improvisados, por el contrario, tenían preparación actoral y estaban familiarizados con las nuevas tendencias. En cuanto al trabajo actoral, su intento se basó en potenciar la expresividad corporal. Recurrían a un repertorio festivo, con movimientos corporales acrobáticos, con elementos musicales que los hacían accesibles al público. Innovan también en cuanto a la selección del receptor al que se dirigen (trabajadores, sectores populares y marginales, entre otros), lo que implica una apuesta por ampliar el alcance de lo teatral, de allí la elección de espacios no convencionales. Se trata de un teatro que buscaba el cambio social, y, en distintos grados, despertar conciencias. Debido a las dificultades económicas y a la falta de apoyo político a esta actividad vista como problemática ya que mantenía un discurso considerado marginal, el teatro callejero no sobrevivió a la década de los 80.

Teatraller, al amparo de la universidad aporta el humor reflexivo, innova en una metodología de trabajo y genera una movilización que excede el ámbito universitario. Apoya distintas instancias de formación, a partir de asistencias técnicas de orden nacional y da origen al programa DICDRA de investigación y creación dramática; el que a su vez crea la Carrera de Estudios Teatrales en la UNSJ., en respuesta a un viejo anhelo de la comunidad teatral. Cumplido su objetivo desaparece.


Los directores
Los directores que participaron en la edición del 85 son referentes del fenómeno teatral local, por lo que los grupos en los que participaron se reconocen y asocian con su figura, de donde surge la categoría “grupos de director”.
Oscar Donaire viene de una consagrada actividad en el radioteatro en las décadas del 50 y 60, como director de la Compañía Radioteatral que lleva su nombre. Aunque el cambio de denominación del elenco muestra el cambio de una modalidad de producción mediante la eliminación del actor-divo, en beneficio del director considerado como el “unificador del espectáculo” y hace referencia a una forma específica de actuación desarrollada en EEUU. por Strasberg, indica más el anhelo de renovación que el seguimiento del método de la “memoria emotiva”. El teatro practicado por Donaire permaneció anclado en modelos tradicionales del tipo costumbrista y de la gauchesca, junto con producciones teatrales en las que sobrevivía el melodrama social y el nativismo con una actuación naturalista ingenua.

Carmen Renard alcanza un amplio reconocimiento en los 70’ y 80’ en el círculo cultural, por su tarea en distintos órdenes y por su apasionamiento que la lleva a instalar una sala de teatro en el living de su casa, acto provocativo para una sociedad conservadora como la sanjuanina. Hay que considerar que en la reconstrucción de la ciudad luego del terremoto del 44 no se llevó a cabo la construcción de un edificio oficial dedicado al teatro. Abrazó una posición vanguardista en cuanto a la elección de los temas a tratar sobre la escena, pero no estuvo acompañada por una búsqueda de experimentación en la puesta.

Por su lado, Luis Sánchez Nacusi es reconocido como director del elenco de la Universidad Católica de Cuyo, con puestas registradas a partir de 1983. No dispuso de un elenco con continuidad por la lógica renovación de los estudiantes universitarios. Se caracterizó por la representación de obras escritas por su hermano o propias de un repertorio tradicional, a veces con temática religiosa. Mantuvo su esfuerzo por reproducir los modos de decir y sentir propios de una concepción de mundo no perturbadora en relación con los valores tradicionales.
Los tres directores conservaron un público fiel, acostumbrado a sus propuestas donde se alternaban lo cómico y lo patético, por lo que se requería la identificación del espectador con el sufrimiento del personaje. Su teatro encarna el discurso teatral desplazado.
No es el caso de los directores de la edición de 1989, quienes comienzan a desplegar su tarea, por lo que recién salen a la conquista de un público. En el caso de Pagliari y Flores constituyen un claro ejemplo del discurso teatral marginal, en relación con el discurso teatral hegemónico capitalino.

La excepción la constituye Oscar Kümmel, que encarna la figura del maestro, que funda el grupo y atrae discípulos. Sus elencos estuvieron asociados a instituciones que los sostuvieron económicamente, brindándole estabilidad a su labor. A través de su experiencia en instancias de educación formal e informal, dentro y por fuera de las fiestas, y sobretodo desde su actuación en el mimo, Kümmel superó la formación recibida en el Instituto Superior de Artes (1960-1965) y fue construyendo su propia manera de concebir la escena y la actuación. Su estilo de actuación apuntó a lograr una mayor interacción con el público, un uso más completo del espacio escénico, y una prioridad para expresar desde la cualidad física el carácter emocional del personaje. Como puestista, la forma de trabajo adoptada corresponde a la del teatro independiente, por lo que una vez leído el texto, Kümmel valoraba las palabras importantes y si consideraba que la pieza “no era clara”, la aclaraba modificando escenas, parlamentos, para evitar crearle problemas al espectador, en algunos casos en contradicción con las obras elegidas, la mayoría representativas del teatro épico alemán. En general, les daba libertad a sus actores para la creación de los personajes.

Tanto como formador de actores y, especialmente, como puestista, Kümmel ocupa un lugar central en el circuito principal del campo teatral, el que según el modelo diseñado para periodizar el teatro local (Fernández, 2007) se denomina paradigmático, porque es el que va marcando la tendencia de formas y estilos, ya sea cuando son imitados o cuando se reacciona contra ellos. Su discurso es el que genera el paradigma de la teatralidad estética. Desde la perspectiva de la categorización, se puede inferir una concepción del espectáculo –sea teatral, o recital de música- como entretenimiento, como forma de canalizar el tiempo libre de la población, especialmente los trabajadores y ofrecerles una satisfacción compensatoria de sus carencias, dentro de lo que se entiende como mejora de la calidad de vida urbana. De allí que ante la ausencia de una política definida, el funcionario de turno se guíe por su criterio y elija las expresiones folklóricas por sobre las teatrales al considerarlas más acordes con el propósito de entretenimiento, como ocurrió en los años 86, 87 y 88.

Desde el punto de vista de la productividad, se advierte la presencia de una teatralidad estéticamente legitimada, que apunta a constituirse en la teatralidad definitoria de las prácticas artísticas relacionadas con lo teatral, cuya sola presencia hace replegarse a todo intento de abordar otro sistema de referencias.


Conclusiones
De la lectura de la tabla podemos indicar un quiebre a partir de la edición de 1989, que coincide con un cambio generacional, además de político.
Hasta la fecha mencionada la fiesta está instalándose en el imaginario cultural de la provincia y adquiriendo su perfil, por lo que todos los discursos y voces son escuchados. Se trata de un momento de pasaje, de transición hacia el funcionamiento de un modelo de representación democrática, situación en la que perviven formas y concepciones anteriores (Teatro Studio, JUNTOS, El Planario) junto con nuevas representaciones y poéticas que van emergiendo con distinta fuerza y poder de llegada al público (La Bolsa).

Desde la perspectiva de la categorización en estos primeros momentos podemos reconocer el movimiento pendular típico de nuestra fragilidad institucional: por un lado el accionar conjunto de los teatristas y la Dirección de Cultura (propio del paradigma de la democratización), la voluntad de festejar, de mostrar sin competencia, y también la conciencia de un gesto fundante por parte de los funcionarios porque registran la actividad proyectándose hacia un futuro (indicado ya por la denominación de Primer Encuentro, que promete una continuación). Por otro, la negación de la fiesta, desde un modelo de gestión cultural que deja en manos del funcionario la decisión de qué aspecto de la cultura privilegiar.

Si enfocamos la productividad encontramos que la apertura se relaciona con intentos de ampliación a nuevos públicos, como sucede con La Bolsa, acompañado con renovación de las técnicas de actuación, el modo de relación con el público, el abordaje de temáticas inusuales y la utilización de espacios no convencionales.
Según Villegas (2005: 160) renovar en el contexto latinoamericano de la época, significa modificar los modos de producción, sustituir los códigos de un sistema cultural por otro, y educar a los espectadores para aceptar este cambio. En este sentido, fue Kümmel quien supo interpretar las expectativas de modernización del sanjuanino. Fue acostumbrando a su público a un ejercicio particular de la mirada sobre los cuerpos, sobre los gestos, los decorados, sobre la puesta en general, a prestar atención al despliegue visual por sobre la palabra dicha en la escena, como era lo habitual en el teatro de tendencia realista anterior.

A pesar de que la naturaleza de las obras representadas –en su mayoría de intertexto brechtiano- demandaban una perspectiva crítica en el orden social, el espectador kümmeliano estaba requerido más por lo perceptivo de carácter individual. Esta situación favoreció su posicionamiento en el centro del campo teatral, debido a que sus puestas no cuestionaban frontalmente el orden social establecido e innovaba en cuanto a la función estético-expresiva del cuerpo del actor, en cuanto a la manera de mirar la escena, al uso de objetos y muñecos; por lo que fue rápidamente apoyado por la prensa, los funcionarios y el público culto medio urbano, ávido de un cambio de hábitos perceptivos que no removiera de manera manifiesta las creencias y representaciones del discurso oficial.
Después del año 1989, en cambio, la apertura se da en términos de la aparición de nuevos agentes, incluidos dos grupos no capitalinos (en este caso, cauceteros), Fantasía y Florencio Sánchez, y uno universitario TEATRALLER. Esta incorporación de grupos vocacionales, que muestra un retroceso de los elencos con más trayectoria que habían participado en la edición del 85, favorece las puestas con textos de creación colectiva como modo de dramaturgia alternativa y como forma de socialización de las producciones.

En sólo cuatro años se registra la presencia de los cuatro tipos de discurso propuestos por Villegas: a) el hegemónico representado en este recorte temporal por el elenco “oficial” dirigido por Kümmel subvencionado de manera directa desde el Estado, sostenedor por lo tanto de sus valores e ideales estéticos; y por los elencos albergados en las universidades, JUNTOS y TEATRALLER, con un grado menor de dependencia del aparato estatal , lo que les permite asumir la innovación, situación aprovechada por el taller de la UNSJ. en su apuesta por la creación colectiva que democratiza la participación de los miembros del grupo y resta importancia a la figura antes todopoderosa del director, b) el marginal, con una doble situación: marginalidad geográfica (elencos no capitalinos) y estética (recurso a formas teatrales que perdieron vigencia en el discurso hegemónico), Grupo Fantasía, Grupo Florencio Sánchez, Los juglares; c) el desplazado, vinculado a elencos representativos de modos de decir y sentir tradicionales, dejados de lado por el discurso hegemónico (Teatro Studio, JUNTOS, El Planario), pero que hicieron aportes a la historia teatral y d) el subyugado o silenciado, como pasó con el discurso sustentado por los grupos de teatro callejero, en esta etapa, La Bolsa. Mayor aún es el silenciamiento del discurso teatral en el orden público al no realizarse las fiestas durante los años 86, 87 y 88.

Esta coexistencia de discursos teatrales hegemónicos, marginales, desplazados y subyugados en sólo cinco años nos habla de la efervescencia propia de la recuperación de la democracia, del intento de ejercer la libertad. Nos permite comprobar que el sentido profundo de estos festivales reside en este hacerse de la sociedad, y apunta a la conformación de marcos y pautas generales de convivencia democrática, con resabios de prácticas políticas poco dispuestas a tolerar el disenso.


El marco de la investigación

Nuestra tarea se enmarca en la perspectiva neohistoricista enfocada al teatro desde el acercamiento realizado en nuestro país por Osvaldo Pellettieri y su equipo nucleado en el GETEA (Grupo de Estudios del Teatro Argentino). El modelo de periodización (Pellettieri, 1992) indaga la historia teatral desde la perspectiva del cambio y la ruptura de los sistemas teatrales. También se enfocan estos sistemas desde su continuidad como forma de retención de algunas manifestaciones. Se trabaja entonces con la noción de sistema (Tinianov, 1970: 89-101, Guillén, 1971: 375-419; Villegas, 1984: 5- 40; 1988:179-203; Altamirano y Sarlo, 1983: 15-32), basada en textos que postulan sus convenciones, su verosímil, en contacto con la comunidad de receptores. Relación que implica la evolución de las formas, los cambios debidos tanto a la apertura a nuevos públicos o a las nuevas expectativas del público habitual, como a las limitaciones y exigencias del contexto social. Otro factor interviniente es la presencia del “estímulo externo” (Golluscio de Montoya, 1984: 119-140), proveniente de otros contextos. Desde este modelo periodizar es determinar sistemas y subsistemas; pero además, hacerlo desde el mundo latinoamericano conlleva a admitir su multiplicidad, es decir, la coexistencia de subsistemas y microsistemas distintos en un mismo momento.

La perspectiva histórica implica elegir qué aspecto de la diversidad de fenómenos que involucra el hecho teatral se va rastrear para describir el cambio en sus puntos de inflexión. El presente trabajo forma parte de un proyecto global, “La identidad cultural sanjuanina desde su historia teatral”, que se propone reconocer las tramas culturales, los procesos de inscripción del hecho teatral en lo social. En este caso particular se utiliza como corpus el relevamiento en torno a las Teatrinas (fiestas anuales de teatro provincial) realizadas en el período que va desde la recuperación de la democracia hasta el surgimiento del Instituto Nacional de Teatro, esto es el tiempo comprendido entre 1985-1998. El límite está puesto porque la presencia del Instituto Nacional de Teatro homogeneiza las prácticas que rodean estas fiestas a nivel nacional, lo que, indudablemente, no permite identificar con la misma fuerza las peculiaridades de nuestra escena local.

Se parte de la concepción del teatro (Villegas, 2005: 15) como un acto de comunicación en el cual el grupo emisor - los elencos y los funcionarios que sostienen las fiestas- construye, ayudado por una pluralidad de signos (visuales, verbales, gestuales, plásticos, culturales, estéticos, entre otros) un imaginario social destinado a ser recibido por los espectadores –sectores medios, urbanos-. Los códigos utilizados varían de acuerdo con la cultura legitimada en los sectores culturales a los que va dirigido el mensaje, con la finalidad de que puedan ser descifrados, interpretados de acuerdo con la ideología y los proyectos políticos y culturales del sistema emisor. El conflicto se presenta al ser dos los grupos emisores: la comunidad teatral y los funcionarios políticos, por lo que se vuelve significativo el momento en que los intereses no son coincidentes.

Efectivamente, en el mundo latinoamericano los discursos legitimados durante el siglo XX han correspondido a los sectores medios, (Villegas, 2005: 35) sectores que de ninguna manera constituyen una unidad, sea ideológica o política. Al contrario, la emergencia casi permanente de grupos alternativos dentro de estos sectores da origen a una diversidad en cuanto a propuestas culturales, diversidad sobre la que es necesario reflexionar.

Ya en 1958, Williams sostenía la cultura como negociación de significados que se encuentra en todo tipo de “textos”, en diferentes lugares e instituciones y en la vida cotidiana. Hacia finales de la década de los ’60 se une la visión de la cultura con la política, como lugar de conflicto, negociación, innovación y resistencia, dentro de las relaciones sociales de sociedades como las latinoamericanas, dominadas por el poder y fracturadas por divisiones de género, clase y raza. Las formas y los procesos culturales se consideraron como fuerzas con una dinámica propia y no como secundarias o predecibles a partir de organizaciones institucionales o económicas. (Green, 2008: 204).

Ahora bien, Giménez sostiene la tesis de que los conceptos de cultura e identidad están estrechamente interrelacionados. En efecto, concibe la identidad en términos de la apropiación distintiva de ciertos repertorios culturales que se encuentran en el entorno social, en el grupo o en la sociedad. La primera función de la identidad es marcar fronteras entre un nosotros y los “otros”, y son, precisamente, los rasgos culturales distintivos los que permiten la diferenciación, aclara. Por eso afirma que la identidad no es más que el lado subjetivo (o, mejor, intersubjetivo) de la cultura, la cultura interiorizada en forma específica, distintiva y contrastiva por los actores sociales en relación con otros actores. Desde el punto de vista de los procesos identitarios la cultura es el conjunto complejo de signos, actitudes, valores y mentalidades a partir de los cuales los actores sociales construyen su identidad colectiva. (Giménez, G., 2002).

La cultura de un determinado grupo social es una negociación de sentidos que ocurre entre lo individual y lo colectivo, entre lo local y lo mundial y que no es comprensible sin el análisis de la trayectoria histórica y de la posición de ese grupo en el sistema social.

Según Villegas (2005:27), la escritura de la historia del teatro debe tener en cuenta los dos discursos, el teatral y el histórico. Así el discurso teatral es la pluralidad de prácticas a las que tanto el discurso crítico[i][ii] como el discurso histórico le reconocen la cualidad de ser teatro. Por su parte el discurso histórico es el que tiene la función de dejar constancia de los procesos de transformación experimentados por los discursos teatrales.

A fin de dar cuenta de la variedad de discursos teatrales, Villegas (2005: 24) formula una tipología compuesta por cuatro categorías, a saber: discursos teatrales hegemónicos, marginales, desplazados y subyugados. Se consideran discursos hegemónicos aquellos sostenidos por productores culturalmente hegemónicos, aunque no lo sean sus destinatarios, tradicionalmente sectores medios cultos urbanos. Constituyen discursos teatrales marginales las manifestaciones diferentes de los códigos estéticos e ideológicos sostenidos por los discursos hegemónicos. La marginalidad puede provenir tanto del productor del discurso como de su receptor. Generalmente son relegados no sólo por el discurso teatral sino también por el discurso histórico. La categoría de discursos desplazados reúne aquellos discursos teatrales que fueron hegemónicos, pero que recurren a códigos que perdieron vigencia entre los sectores culturales hegemónicos. En general el discurso histórico se esfuerza por rescatarlos, especialmente aquellos que contribuyeron a movilizar el sistema a lo largo de su evolución. Finalmente, se habla de discursos subyugados en el caso de aquellos discursos prohibidos –explícita o implícitamente- por el sistema de poder político. Ahora bien, se piensa el desenvolvimiento a lo largo del tiempo de esta fiesta desde el punto de vista del proyecto creador de cada director o elenco involucrado. Así, se conciben los encuentros como una práctica cultural dinámica donde operan agentes teatrales productivos para el desarrollo del campo teatral sanjuanino.


El estudio 

Como sucede en la mayoría de las provincias argentinas, la historia del teatro provincial debe sortear obstáculos que dificultan el acceso a los datos: carencia de archivos, falta de continuidad en la actividad teatral por lo que hay años en que no se registran puestas, escasez de obras dramáticas publicadas, falta de mención de los autores de los textos, atribución del texto a sus adaptadores, entre otros. Situación que también debe leerse desde el punto de vista de lo que se desea rescatar.
En el momento de la recolección de los datos se recurre a la mayor cantidad de fuentes disponibles: a la memoria de informantes, a los programas de mano y fotos cuidadosamente guardados por algunos hacedores teatrales, a las leyes sobre cultura y a recortes periodísticos que informan sobre el tema, a actas y memorias de los organismos culturales intervinientes.
Para el procesamiento los aspectos que se estudian hacen referencia a la clase de espectáculo que se ofrecía, a quiénes eran los emisores y los receptores; a las razones por las cuales se llevaban a cabo, así también las condiciones; a fin de recrear los contextos productores de teatro en la época, los grupos sociales participantes; y poder inferir las concepciones acerca de la cultura artística que estos grupos y los funcionarios involucrados sostenían en relación con el proyecto de país, entre otros.

Con el propósito de describir las fiestas (Castañeda, 2007) se elaboraron dos criterios específicos: categorización y productividad del encuentro, sobre la hipótesis de una estrecha relación con la gestión cultural oficial. A los fines del estudio se llamó categorización a aquellos factores externos al hacer teatral propiamente dicho, pero que inciden en las condiciones de realización: organizadores (instituciones oficiales, elencos, otros), auspiciantes (instituciones oficiales y no oficiales, empresas, etc.); cobertura periodística, participación de elencos invitados, reglamentaciones y modalidades de selección para la representación fuera de la provincia, espacios disponibles (teatrales y teatralizables) para la realización de la fiesta; y productividad a lo que concierne específicamente a la praxis teatral: la aparición de nuevos agentes: elencos, salas, críticos, formadores; en estrecha relación con lo anterior, la realización simultánea de talleres, intercambio de experiencias formativas; selección de obras, formas de dramaturgia, poéticas de actuación y dirección; la presencia o no de diferentes tipos de discursos teatrales, cantidad de espectáculos y variedad de géneros presentados.

En el momento de efectuar el análisis se volcaron los datos disponibles en tablas confeccionadas para cada fiesta, año por año. Sobre esta base se procesaron en una tabla general (1985-1998) a fin de visualizar el desenvolvimiento temporal. Las entrevistas a funcionarios y hacedores se realizaron a fin de confirmar datos y obtener sus interpretaciones de los hechos en los que participaron. A partir de los materiales obtenidos se construyeron otras categorías del investigador.

[1] Para un estudio del discurso crítico sobre el teatro local, ver el trabajo de Velardita (2007)

2 Hay que recordar que ya durante los años 78 y 79 funcionó el elenco estable de la Dirección de Cultura que fue dirigido por Oscar Kümmel. Un segundo intento se hizo en el año 1988, al crearse un elenco oficial de la Subsecretaría de Cultura, dirigido por un actor sanjuanino que había regresado de su exilio mexicano: Juan Carlos Colombo. Este elenco alcanza sólo a realizar tres puestas de una única obra: Una libra de carne de Agustín Cuzzani. Por desacuerdos con la autoridad de Cultura del momento, el director regresa a México y el elenco termina disolviéndose. Una lectura atenta de este dato permite arriesgar un conflicto más abarcador entre el polo modernizador –representado por la elección de la obra, el tipo de puesta sostenida por el director, su ideología- y el polo tradicional, resistente al cambio, propio de una clase media aburguesada –representada por los funcionarios de cultura de ese momento-.


REFERENCIAS
Altamirano C., Sarlo B. (1983). Literatura/Sociedad. Hachette, Bs. As.
Castañeda, A. (2007). Aportes para una historia del campo teatral sanjuanino desde su fiesta anual. En vías de publicación.
Fernández, J. (2007) Poéticas teatrales en San Juan. Una propuesta de periodización del sistema teatral local. 1950-2000.En vías de publicación.
Giménez,G. La cultura como identidad y la identidad como cultura. Disponible en: http://sic.conaculta.gob.mx/documentos/834.doc
Golluscio de Montoya, E. (1984). Innovación dentro de la tradición escénica rioplatense: el caso de Nemesio Trejo. En Boletín del Instituto de teatro. 4 119-140.
Green, M. (2008). Estudios Culturales. En Diccionario de teoría crítica y estudios culturales. (M. Payne, comp.). Paidós, Bs. As.
Guillén, C. (1971). Literatura as System. Essays toward the Theory of Literary History. Princeton University Press, Princeton, NY.
Pellettieri, O. (1992). Modelo de Periodización del teatro argentino. En Teatro y teatristas. (O. Pellettieri ed.). Galerna, Bs. As. (2005). Qué es una historia del teatro argentino. En Historia del teatro argentino en las provincias. (O. Pellettieri ed.) Vol 1. Galerna, Bs. As.
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Presentación de la obra Bodas de sangre
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