El siguiente es un texto extraído del libro “Sarmiento en su última visita a San Juan” de autoría de César H. Guerrero. Publicado en 1973
Al día siguiente del homenaje escolar que recibiera en su casa (4 de mayo de
1884), y no habiendo podido hacerlo antes como lo tenía pensado, Sarmiento
asistió al Cementerio de la ciudad a rendir el homenaje que deseaba tributar
antes que nada, a sus padres queridos en el sepulcro que el año anterior
mandara construir desde Buenos Aires.
Sin esto, quizá, no podría andar tranquilo, pues, un deber de conciencia se lo
exigía. Llevado de este pensamiento, había preparado de antemano este homenaje,
anticipándoselo a su hermana Bienvenida y a su sobrino Navarro en carta que le escribiera
desde Mendoza, diciéndole: "Haga hacer de un rollo de álamo devastado,
redondo como está, una columna de dos varas de alto, con una tercia para:
enterrar en el suelo, además.
"Arriba se le pone un cuadrado de tablas, y abajo un
pedestal de ladrillo, para hacerle un capitel barato y provisorio, para poner a
la cabeza de la sepultura la cruz que mandé a fin de que sirva para un responso
rezado, a que me acompañará la familia y mis amigos. Ya ve Ud. una manera de
visitar mi panteón".
Empero, sus deseos traspasaron las previsiones y el
homenaje se rindió con toda solemnidad, ante numeroso público, autoridades y
derroche de ornamentos que la Municipalidad había preparado para el caso. Por
eso la ceremonia resultó conmovedora, en la cual se vio a Sarmiento sobrecogido
al recordar a la abnegada madre y al diligente padre en acto tan emocionante.
Por otra parte, fue mayor su sorpresa al observar que sus indicaciones habían
sido superadas. Su hermana y su sobrino Navarro habían introducido interesantes
modificaciones en el mausoleo, presentándolo en la forma que se lo ve en la
fotografía que reproducimos.
"La Unión", periódico que nos ha suministrado las principales
noticias sobre el particular, describe así al escena:
"Un domingo fue el cementerio el lugar de atracción de los vecinos de San
Juan, con motivo de visitarlo el general Sarmiento para hacer decir un responso
en la sepultura de su madre. Con ocasión de los preparativos había tenido
oportunidad de recorrerlo en toda su extensión y admirar la belleza del
conjunto, asegurando a sus amigos que era la única de las creaciones de su
gobierno en San Juan cuya ejecución hubiese sobrepasado a sus esperanzas y el
público secundándola con más gusto y constancia.
"La escena de este día traía a la memoria de muchos el acto solemne de
inauguración del Cementerio, en pampa rasa, delante de un magnífico simulacro
de mausoleo ejecutado por el ebanista Sr. Roura, que había ejecutado estas
obras de arte. Celebrabase aquel acto dos días después de la derrota del Chacho
en Caucete, y al concluir el Gobernador su discurso, montó a caballo y con su
escolta se dirigió a Caucete a encontrar al coronel Arredondo, cuyo encuentro
había evitado el Chacho para dirigirse a San Juan que creía indefenso.
"Esta vez la escena es más solemne y religiosa.
"Mientras se erige el modesto sepulcro que el general Sarmiento dedica a
su familia, el arquitecto Storni había levantado a la cabecera de la sepultura
un bellísimo pedestal de tres varas de alto, figurando granito y mármol, sobre
el cual reposa la cruz de mármol negro con su sudario que cuelga de ella. Una
enorme yedra viva envolvía desde la cúspide el monumento de manera de creerse
que hacía años había sido erigido. La base estaba literalmente sepultada debajo
de masas de flores y guirnaldas extendiéndose en un pequeño prado verde
adelante y enseguida el paño mortuorio con la pileta.
"El R. Padre Prior Fray Laureano Torres, acompañado de algunos Padres de
la Orden Dominica a que él pertenece y de que fue patrona la familia Albarracín,
cantó el responso solemne a cuyo Pater Noster respondieron la inmensa y
enternecida concurrencia que veían reunida la familia numerosa, entre cuyos
miembros había hijas de la finada de ochenta y ochenta y dos años. "En la
peaña de la cruz negra se leía esta sencilla inscripción:
"Una circunstancia casual daba mayor brillo a este
acto y producía un efecto sublime como si hubiera sido intencional. El señor
Intendente había pedido a las familias que desorasen sus sepulcros para la ocasión
y lo habían hecho con profusión y gusto.
"El día antes, la manifestación de las escuelas había dejado en casa del
señor Sarmiento infinidad de ramos, de ramilletes depuestos al pasar centenares
de niños a sus pies, y éstos y veinte o treinta guirnaldas enormes, fueron
literalmente transportadas, en un carro para decorar el Cementerio, como si el
general Sarmiento hubiese querido deponer aquellos laureles a la memoria y a la
tumba de su madre.
"Con la tarjeta que decía "a la santa memoria del Dr. Antonino
Aberastain", depuso una corona en el local destinado a su sepulcro.
"Y con epítetos de cariño hizo poner igualmente otras en los siguientes
sepulcros: Da. María I. del Carril, D. Ruperto Godoy, Coronel Giuffra, D. Marcos
Gómez su sobrino, D. Soriano Sarmiento, Da. Teresa Sánchez, D. Benjamín Lenoir,
D. Dionisio Navarro, D. Valentín Videla, Da. Josefina Sarmiento, Da. Elena
Rodríguez.
"Nótese —continúa "La Unión"—, que de ocho amigos hombres, cinco
han muerto de muerte violenta, por causas políticas, siendo de los tres que quedan
dos conmemorados por ser sus deudos.
"Acto tan culto, tan bello, tan religioso, fue todavía realzado por la
oración fúnebre pronunciada por el Padre Miranda, joven orador que promete a su
Orden, porque es Dominico, un Padre Lacordaire que mantenga la antigua gloria
de la Orden de predicadores de San Juan, a que perteneció Fray Justo de Santa
María de Oro, Obispo de Cuyo".
Todo era solemne en este acto, quizá el más emotivo de los que asistiera el
preclaro ciudadano. El perfume de las flores y el incienso del responso, ante
las reminiscencias del pasado, conmovieron el espíritu del hombre que en esos
momentos, y en silencio, parecía implorar una plegaria…
De esta manera Sarmiento había cumplido con uno de los sagrados deberes del
hombre creyente y del hijo agradecido, al rendir su homenaje a los que le dieron
vida. No siempre es dable comentar actos como éste, sobre todo en Sarmiento que
para muchos carecía de sentimientos religiosos. Sin embargo, podemos afirmar lo
que hemos referido, si nos detenemos un poco en la lectura de "Recuerdos
de Provincia", "Vida de Dominguito" o "La Conciencia de un
Niño", donde el hombre vuelca su corazón emocionado, refiriendo vidas y
hechos tan caros a sus sentimientos y quien se emociona, sabe sentir… y amar, y
quien sabe amar, sabe llorar, cuando el amor rebasa los sentimientos. De ahí
que, Sarmiento, rindiendo culto a sus muertos en el cementerio, adoptaba una
postura definida. La construcción de un mausoleo con una cruz en su cima,
símbolo de la cristiandad, confirmaba su creencia en ella, es decir, en Dios.