Amada lleva el apellido de su madre, porque Don Salvador,
su abuelo no quiso que se casara para seguir manteniendo el apellido Talquenca.
Nos dijo Amanda: “Era mejor que los hijos llevaran el apellido de la madre así
los abuelos se adueñaban de ellos”. Por lo menos eso es lo que yo sé “.
Vivió hasta los 16 años en San Miguel de Los Sauces y nos relató que era un
pueblo grande ubicado a orillas del río San Juan. Había dos escuelas, una
Iglesia “San Miguel de Arcángel”, un Registro Civil y una Sala de primeros
Auxilios. “Yo viví muy buenos años. Mi abuelo sembraba trigo, madera para los
parrales y hacia carbón· y todo lo traía para San Juan”. “Había mucha gente
pues”, “se sembraba de todo”, “había muchas chacras” “Se sembraba de
todo··Había mucha agua, luego todo empezó a secarse”. “Yo hice hasta cuarto
grado en la escuela Nacional. Tres veces, pero no porque repetí, sino que no
había más. Teníamos un maestro que nos enseñó cine y nos pasaba películas con
una máquina. Y ahora los niños no saben nada. Él enseñaba a los chicos en la
mañana y a los grandes en la noche. Lo amábamos.” “Y en la Iglesia me
bautizaron, hice la comunión y me confirmé. Pero me casé acá en Rawson”.
Su madre murió de cáncer a los 42 años. Era portera de la Escuela Nacional.Su
madre manejaba la plata, era modista, tejía al telar, a dos agujas. Hacía el
fuego y se juntaban y mientras ella tejía nosotros desgranábamos los choclos
para los chanchos. El abuelo los criaba para después cambiarlos. Y continúa:
“Era un indio muy delicado” él los criaba. “Era jugador, a él nadie le ganaba.
Era como veterinario. Los caballos tenían nombres. Era como un brujo, sabía
curarlos de todo”.
(*)
Directora del Instituto de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas Manuel
Alvar (INILFI) de la FFHA de la UNSJ. Miembro de la Academia Argentina de Letras
Fuente: Publicado en La
Pericana, edición
408 del 25 de agosto de 2024