Pasiones, polémicas y las innumerables anécdotas del prócer
Hay un Sarmiento indiscutido, el Sarmiento educador. Hay un Sarmiento estadista. Y también un Sarmiento escritor. Pero por sobre todas las cosas hay un Sarmiento de increíble riqueza en sus polémicas, sus anécdotas, sus pinturas de época, sus pasiones. Ese, el Sarmiento humano es el más admirable porque es –sin duda- uno de los pocos próceres que bajaron de las estatuas para mostrarnos que se puede ser grande también en la dimensión humana.
Un Sarmiento que surgió desde este San Juan nuestro, poco más que una aldea en 1811 para ser; gobernador de la provincia de San Juan entre 1862 y 1864, Presidente de la Nación entre 1868 y 1874, senador nacional por su provincia entre 1874 y 1879 y ministro del Interior en 1879.
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Más de dos siglos después de su nacimiento todo lo que rodea su nombre tiene un gran atractivo mediático. Desde su nombre, que no era Domingo. Si bien fue conocido públicamente como Domingo Faustino, el nombre real fue Faustino Valentín.
Tampoco nació el 15 de febrero como dicen los libros de historia. Fue bautizado un día después, pero había nacido el 14 de febrero de 1811, día de San Valentín y lo bautizaron según el calendario litúrgico. Sin embargo, como su madre era devota de Santo Domingo, comenzaron a llamarlo así en su familia y luego adoptó el nombre formalmente.
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Tuvo 14 hermanos. Aunque Clemente su padre era arriero y viajaba mucho, el matrimonio Albarracín-Sarmiento tuvo 15 hijos. Solo 5 llegan a la edad adulta: Paula, Bienvenida, Domingo, Rosario y Procesa.
Poco se habla de sus hermanas, pero su hermana menor, Procesa del Carmen, realizaba pinturas y collages con elementos de la naturaleza. Es considerada una de las primeras mujeres pintoras del país.
Y aunque eso habla mal de los sanjuaninos hay que decir que la última vez que se postuló para el cargo de senador por San Juan fue derrotado por un oscuro oficial de policía. Evidentemente el éxito personal es muy mal visto en la provincia.
Monitor de la Educación
El presidente chileno Manuel Montt le pidió a Sarmiento que creara un periódico de educación. “El padre del aula”, entusiasmado con el proyecto, le puso como nombre Monitor de la Educación. Esta denominación fue criticada por un ministro por ser un tanto “pretencioso” y le cambió el nombre por Monitor de las Escuelas Primarias. “Señor, mi propósito es escribirlo para educar ministros, diputados, senadores y doctores, porque de tanto que ustedes saben, no saben que ignoran todo sobre este asunto. Las escuelas no se mejoran en la Escuela, sino en la opinión de los que gobiernan y legislan”, le respondió el sanjuanino.
“¿Qué decía usted de su niño?”
A diferencia de lo que ocurre hoy en los colegios, cuando Sarmiento era jefe del Departamento de Escuelas y recibía a las madres que querían hacer una queja por supuestos actos de injusticia contra los maestros, Sarmiento les aclaraba que “los maestros siempre tienen razón”.
“Una tunda de azotes dada a tiempo”
En la Dirección de Escuelas de la Provincia hay un tratado pedagógico contra los castigos corporales que conserva una anotación marginal de Sarmiento que aclara: “Todo ello es muy bueno; pero una tunda de azotes dada a tiempo, nos ha venido bien a todos”.
La primera planta de mimbre
Sarmiento plantó la primera vara de mimbre en el Delta del Paraná y también trajo semillas de nogales pecan de Estados Unidos al Delta. En una oportunidad, un hombre sostuvo que el mimbre era conocido en Buenos Aires “desde que tuvo uso de razón”, a lo que Sarmiento le respondió de manera muy ingeniosa: “Podemos conciliar lo que usted dice con la historia, preguntándole: ¿a qué edad empezó usted a usar de su razón, hasta hoy tan escasa?”.
Honor
Un empleado de Sarmiento escribió una carta en nombre del presidente que comenzaba diciendo “tengo el honor”. Ante esa frase, Sarmiento le preguntó a su empleado si alguna vez había pensado en ser presidente. El trabajador le respondió que no y entonces el sanjuanino le dijo: “Hace usted mal. Es obligación de todo argentino aspirar a ser presidente de la república. Vaya usted y cuando tenga esa idea en la cabeza, no se le ocurrirá que el presidente tiene honor en dirigirse a nadie, por viuda que sea, sino que le hace honor dirigiéndose a ella”.
“Va usted bien por ese camino”
Al incorporarse a la campaña militar que derrotaría a Rosas en la batalla de Caseros, en 1852, Sarmiento mantuvo varios encuentros con Urquiza en Gualeguaychú. Según contó en su libro Campaña en el Ejército Grande, el gobernador de Entre Ríos nunca mencionó en esas reuniones las cartas que él le enviara desde 1850 ni sus libros pero sí, en una carta, "me aconseja como suya, como nueva para mí, la misma política de fusión que Argirópolis y Sud América revelaban; pero sin decirme: va usted bien por ese camino, sino: yo le indico esa política".
“Que las risas consten en el acta”
El Senado debatía el presupuesto para la construcción de un ferrocarril y los senadores consideraron excesiva la suma de 800.000 pesos fuertes y demasiado generosa la garantía del 7% de ganancia. "No he de morirme sin ver empleados en ferrocarriles en este país. ¡No digo 800.000 sino 800 millones de pesos!", exclamó Sarmiento. Como los senadores se empezaron a reír, Sarmiento pidió que las risas constaran en las actas: "Porque necesito que las generaciones venideras sepan que, para ayudar al progreso de mi país, he debido adquirir inquebrantable confianza en su porvenir. Necesito que consten esas risas, para que se sepa con qué clase de necios he tenido que lidiar".
Cómo hacerles entender
En la época en que Sarmiento fomentaba la educación popular, el índice de analfabetos era altísimo. En el campo había muy pocas escuelas porque la mayoría de los estancieros no tenían ningún interés en que los peones y sus hijos dejaran de ser ignorantes. Cuanto menos educación tuvieran más fácil sería explotarlos.
Pero Sarmiento trataba de hacerles entender que una educación dirigida según las ideas y los valores de los sectores dominantes, lejos de poner en peligro sus intereses, los reproducía y confirmaba. “Para tener paz en la República Argentina, para que los montoneros no se levanten, para que no haya vagos, es necesario educar al pueblo en la verdadera democracia, enseñarles a todos lo mismo, para que todos sean iguales... para eso necesitamos hacer de toda la república una escuela.”
De todas formas le costó muchísimo convencer a los poderosos de que les convenía la educación popular y recién en 1882, logró la sanción de su viejo proyecto de ley de educación gratuita, laica y obligatoria, que llevará el número 1420.
Los gastos de una orgía
Entre 1845 y 1847 Sarmiento emprendió un viaje por Europa, África y América por encargo del presidente Montt, para estudiar el sistema educativo de los países que visitó (y para correrlo de la escena política chilena, donde solía generar no pocos problemas con sus intervenciones). Como resultado de ese viaje, surgieron dos libros y medio: La educación popular, sus Viajes -una serie de cartas donde iba contando sus experiencias-, y el Diario de gastos, una libretita que el propio Sarmiento definió como "uno de mis mejores recuerdos". Con anotaciones en varios idiomas, el Diario permite entrever a un hombre puntilloso en sus gastos. En el prólogo a una reciente edición, el escritor Juan José Saer señaló: "La jovial sorpresa de muchos estudiosos ante la mención “Orgía 13,5 francos” del 15 de junio de 1846 en Mainville, no me impide preferir el rubro que sigue inmediatamente, “Una pieza para secar la pluma 2 francos”, y que nos muestra a un hombre vigoroso y satisfecho, dispuesto a retomar la tarea después de una pausa bien merecida".
“Si fueran buenos los libros”
Escribía en Recuerdos de Provincia: “La Historia de Grecia la estudié de memoria, y la de Roma en seguida (...); y esto mientras vendía yerba y azúcar, y ponía mala cara a los que me venían a sacar de aquel mundo que yo había descubierto para vivir en él. Por las mañanas, después de barrida la tienda, yo estaba leyendo, y una señora pasaba para la Iglesia y volvía de ella, y sus ojos tropezaban siempre, día a día, mes a mes, con este niño inmóvil insensible a toda perturbación, sus ojos fijos sobre un libro, por lo que, meneando la cabeza, decía en su casa: ‘¡Este mocito no debe ser bueno! ¡Si fueran buenos los libros no los leería con tanto ahínco!’.".
Patas para arriba
En un debate parlamentario un diputado estanciero acusó a Sarmiento de ser pobre y que si se lo ponía patas para arriba no se le caería un solo peso. Don Domingo le respondió: “Puede ser, pero a usted lo pongan como lo pongan nunca se le caerá una idea inteligente. Yo estoy hace tiempo reñido con las oligarquías, las aristocracias, la gente ‘decente’ a cuyo número y corporación tengo el honor de pertenecer, salvo que no tengo estancias.
“Toque padre”
En 1862, siendo gobernador de San Juan, ordenó la construcción de una escuela en terrenos de la iglesia. Un sacerdote lo acusó en su sermón de tener cola por ser hijo del diablo. Pocos días después Sarmiento se lo cruzó por la calle y le dijo, llevándose las manos a las nalgas: “Toque, padre. Compruebe que tengo rabo, así podrá predicar su sermón con fundamento.”
El primer Censo Nacional
En 1869 se concretó el primer censo nacional. Los argentinos eran por entonces 1.836.490, de los cuales el 31% habitaba en la provincia de Buenos Aires y el 71% era analfabeto. Según el censo, el 5% eran indígenas y el 8% europeos. El 75% de las familias vivía en la pobreza, en ranchos de barro y paja. Los profesionales sólo representaban el 1% de la población. La población era escasa, estaba mal educada y, como la riqueza, estaba mal distribuida.
Sarmiento fomentó la llegada al país de inmigrantes ingleses y de la Europa del Norte y desalentó la de los de la Europa del Sur. Pensaba que la llegada de sajones fomentaría en el país el desarrollo industrial y la cultura. En realidad, los sajones preferían emigrar hacia los EE.UU. donde había puestos de trabajo en las industrias. La Argentina de entonces era un país rural que sólo podía convocar, lógicamente a campesinos sin tierras. Y, para tristeza de Sarmiento, la mayoría de los inmigrantes, muchos de nuestros abuelos, serán campesinos italianos, españoles, rusos y franceses.
Como paren las vacas
Desde el gobierno intentó concretar proyectos renovadores como la fundación de colonias de pequeños agricultores en Chivilcoy y Mercedes. La experiencia funcionó bien, pero cuando intentó extenderla se encontró con la oposición de los terratenientes porteños. “Quieren que nosotros, que no tenemos una vaca, contribuyamos a triplicarles su fortuna a los Anchorena, a los Unzué, a los Pereyra, y a los millonarios que pasan su vida mirando cómo paren las vacas”.
Un ardid ingenioso
Sarmiento publicó en Chile en 1845 su libro “Facundo”. El gobierno de nuestro país era ejercido por Juan Manuel de Rosas, su archienemigo. Por supuesto se iba a impedir el ingreso al país de la obra del ilustre sanjuanino. ¿Qué sucedió para que ello fuera posible?
Sarmiento consiguió hacer entrar al país decenas de ejemplares a través de un paquete que despachó su amigo, el Dr. Adrián Rawson. El paquete fue rociado con Asafétida, un medicamento con olor hediodo y repulsivo, y acompañado por una carta que decía que contenía medicamentos contra la tos ferina.
Ningún empleado de correo quiso abrirlo y mediante este ardid comenzaron a circular los primeros ejemplares de esta obra en nuestro país.
Cupido desvió la flecha
Sarmiento tenía 29 años y estaba apasionadamente enamorado de Elena Rodríguez, hermosa joven que era prima suya. Podía frecuentar la casa de su amada por ser pariente y por aprecio al padre de la jovencita, Don Ignacio Fermín Rodríguez, quien fue el que le enseñó a leer y a escribir.
Mecida el alma por un anhelar tierno, incesante y la esperanza, sumergíase en abismos de ventura y escuchaba la música errátil del viento, mientras los rayos de la luna iluminaban su melancólico amor.
Deseoso de saber con certeza si ella correspondía a sus sentimientos, comenzó a observar si respondía a sus saludos con una sonrisa, si festejaba sus ocurrencias, cómo reaccionaba ante un piropo...
Llegó a la conclusión de que Elena también sentía simpatía y cariño por él. Entonces escribió una carta muy conceptuosa y entusiasta a Tránsito Oro, madre de Elena, solicitándole la mano de su hija.
Recibió una respuesta negativa, no porque se lo despreciara sino porque Elenita no lo amaba como él lo había imaginado.
Cupido desvió la flecha del amor, dirigiéndola a José Antonio Sarmiento con quien finalmente se casó la joven mujer.
Alocución bilingüe
Siendo Sarmiento legislador debió nombrar en una alocución al célebre escritor británico Shakespeare, como estaba frente a un público de habla castellana, en vez de pronunciar correctamente en inglés ese apellido, dijo “Yaquespeare”.
Ante este hecho, muchas risas burlonas resonaron en el lugar. Sarmiento, con una mirada de desprecio, prosiguió su discurso, pero en perfecto inglés, idioma que dominaba.
Como en estas tierras pocos conocían esta lengua, la gran mayoría no entendió nada.
De esta manera les demostró quiénes eran los verdaderos incultos a los legisladores que habían reído; fue una lección imposible de olvidar.
La mejor empanada
En cierta ocasión en que en un almuerzo se sirvieron empanadas, a pedido de Sarmiento se verificó que entre los comensales estaban representadas todas las provincias. Al saberlo, Sarmiento dijo que ninguna empanada del mundo valía lo que una empanada sanjuanina.
Ante el silencio de estupor que produjeron estas palabras, un jujeño expresó que respetaba lo dicho por Sarmiento, pero que era de presumir que no conocía la empanada de Jujuy, la más sabrosa; un correntino defendió la de su terruño. Poco a poco salteños, mendocinos, santiagueños, puntanos, etc. declararon que eran detestables todas las empanadas que no fueran las de sus pagos.
La discusión se convirtió en una batahola de apasionados defensores que creían que ellos eran dueños de la verdad.
Sarmiento impuso silencio y entonces expresó que se había hecho caso omiso de la empanada nacional. Que la discusión que se había originado era un trozo de historia argentina, pues mucha de la sangre que se había derramado había sido para defender cada uno su empanada.
Que era hora de desterrar el localismo y que sería bueno que alguna vez al lado del sacrosanto amor a la empanada del terruño y tener indulgencia por las demás empanadas. Instó a amar la empanada nacional, sin perjuicio de las demás.
Era un prócer glotón
A Sarmiento le gustaban mucho las frutas y conservas típicas de San Juan. En una de las cartas que Sarmiento le envió a su hermana Bienvenida reveló sus gustos por los dulces, las conservas y las frutas sanjuaninas como los higos y los membrillos. Allí también contó su predilección por las aceitunas remojadas o aprensadas, los duraznos en aguardiente y las pasas de higo. A Sarmiento le gustaba también la ensalada de pepinos.
Una anécdota cuenta que una vez faltaban pepinos en su casa y él extrajo dos que llevaba en sus bolsillos y se los dio a la cocinera para que le hiciera su ensalada favorita.
La famosa libreta
Solía llevar consigo una pequeña libreta en la que anotaba cada uno de los gastos que hacía. También tomaba notas de sus impresiones sobre los lugares y las personas.
Sarmiento anotaba con minuciosidad y rigor los gastos que realizaba como funcionario de gobierno. Así, por ejemplo, Sarmiento viajó a Europa por encargo del gobierno de Chile para hacer un relevamiento de los nuevos métodos educativos y anotó por ejemplo “un pastel para comer”, “un par de zapatos”, “guantes, medias y corbatas” y “una pieza para secar la pluma”. En cuanto a sus encuentros con las personas sus libretas revelan, por ejemplo, un emotivo encuentro en Europa con el General San Martín.
El viejo hábito de no pagar impuestos
En San Juan nadie pagaba impuestos. Y esto lo sabían muy bien los gobernadores. Especialmente Sarmiento. Al asumir, se encontró con una realidad: no había un peso en el tesoro provincial.
Decide entonces dictar un arbitrario decreto: “Habiendo la administración retardataria del gobernador Francisco Domingo Díaz dejado impago a sus empleados y hecho el administrador de la aduana provincial aplicaciones arbitrarias se desconoce cualquier pago o reconocimiento de deuda a cargo del gobierno anterior al .3 de este mes".
Era el 27 de enero de 1.862 y el gobernador daba vuelta la hoja, como si no existiera la continuidad de los actos oficiales.
Es más, dispone un reajuste de sueldos a los empleados, a partir del mes de enero.
Pero la gran bronca estalla cuando la Cámara sanciona el 12 de noviembre de 1.862 la ley de sellos y patentes, con las que nadie se salva de abonarle al fisco. En 19 artículos, la ley de sellos fijó ocho papeles sellados diferentes a aplicarse a los distintos actos jurídicos y contrataciones. La ley de patentes tenía 16 artículos y establecía cinco clases de tributos que abarcaban desde la primera clase (50 pesos) que alcanzaba a comercios por mayor o consignatarios de hacienda hasta la quinta clase (10 pesos) que incluía hasta el alquiler de carretillas, las carpinterías y los maestros albañiles.
En el medio quedaba una extensa gama de servicios como en los reñideros, las canchas de bochas, las pulperías, las barracas, las jabonerías, las velerías y hasta los retratistas.
Un decreto de Sarmiento del 1 de febrero de 1862 mandó ejecutar a los deudores morosos. La gente comenzó a pagar a regañadientes, aunque aparecieron los primeros síntomas de malestar.
No era rico ni elegante ni buen mozo y sin embargo atraía a las mujeres.
> “Desfavorecido por la naturaleza y la fortuna, descuidando hasta las formas convencionales de la vida civilizada, desde mis primeros pasos sentí casi siempre a mi lado a una mujer, atraída por no sé qué misterio… Me pregunto: ¿Por qué una beldad ama a un hombre feo?”.
(Escrito de Sarmiento)
> "Te amo con toda la pasión de que es capaz una mujer. Te amo con toda la timidez de una niña y con toda la pasión de una mujer. Te amo como no he amado nunca, como no creí que era posible amar".
(Aurelia Vélez a Sarmiento, Buenos Aires, 1862)
> "Mi vida futura está basada exclusivamente sobre tu solemne promesa de amarme y pertenecerme a despecho de todos, y yo agrego, a pesar de mi ausencia, aunque se prolongue, a pesar de la falta de cartas cuando no las recibas".
(Sarmiento a Aurelia, San Juan 1862)
> “No te olvidaré porque eres parte de mi existencia; porque cuento contigo ahora y siempre. Mi vida futura está basada exclusivamente sobre tu solemne promesa de amarme y pertenecerme a despecho de todo... Necesito tus cariños, tus ideas, tus sentimientos para vivir...”.
(Sarmiento en 1862 cuando deciden separarse)
> “He debido meditar mucho antes de responder a su sentida carta de usted, como he necesitado tener el corazón a dos manos para no ceder a sus impulsos. No obedecerlo era decirle adiós para siempre a los afectos tiernos y cerrar la última página de un libro que solo contiene dos historias interesantes. La que a usted se liga era la más fresca y es la última de mi vida. Desde hoy soy viejo”.
(Sarmiento a Aurelia 1862)
> “Venga a Paraguay y juntemos nuestros desencantos para ver pasar la vida; venga pues a la fiesta donde tendremos ríos espléndidos, el chaco incendiado, música, alegría y animación; venga que no sabe mi bella durmiente lo que pierde de su príncipe encantado”.
(Sarmiento a Aurelia en 1887)
> Me alegra que lo recuerden pero a mí no me va a gustar ver su figura tiesa convertida en estatua. Porque ese hombre fue mi hombre. Yo lo abracé y lo besé. Apoyé mi cabeza sobre su pecho y él la sostuvo con sus manos enormes y fuertes. Compartí sus incertidumbres y sus angustias. Lo vi dudar y alegrarse. Tuvimos miedo y muchas veces lloramos juntos. Y ahora quedará hecho estatua en medio de esos árboles de los que tanto me habló y que yo misma lo vi plantar. Dentro de unos años, cuando yo no esté, él permanecerá ahí, quieto, helado. De vez en cuando le llevarán flores y leerán discursos en su pedestal. Pero nadie podrá recordar el calor de sus brazos, la intensidad de su mirada, la ternura de sus palabras. No, no quiero verlo convertido en bronce...".
(Carta de Aurelia Vélez, desde Europa, en circunstancias del homenaje post mortem a Sarmiento.)