De nombres y/o apellidos indígenas de lenguas ya extinguidas - Novena parte


“Mi madre y mis abuelos me criaron muy religiosos. Cuando era grande me metí más para entender y no ser más rencorosa, resentida y Dios me ayudó a cambiar. Me jui (sic) a la Iglesia y soy consagrada al Espíritu Santo. Estudié e hice un juramento. Tenimos (sic) derechos y obligaciones”.

“A mí me decían que yo tenía otra sangre. Era más parecida a mi papá era más trabajadora. Mi papá era gringo, rubio, alto, ojos azules”

 “En esa época no importaba si no te casabas porque los abuelos querían adueñarse de los nietos y que llevaran el apellido de la madre que era el de la familia. La mamá y el papá mío y de mis hermanos eran mis abuelos “ellos se fabricaban eso” y yo no lo aceptaba.”

“Y uno empieza a ser mujer y se da cuenta de todo. No me gusta la mentira. Mi marido era muy mujeriego y lo buscaban las mujeres porque era lindo. Pero yo prefería que me dijera la verdad”

 “Yo me resentí con el tío Lorenzo porque él se quedó con todo “las cabras que había en ese lugar eran mías. Yo le dije a la esposa “esto es mío” no me dieron nada y eso me lo había dado mi madrina de bautismo Catalina Gil de Tello (vivía en San Miguel). Cuando me vine les dije: “te dejo mis cabras” Todo lo macho comételo, vendélo y andá dejando las hembras” NUNCA ME DIERON NI UNA PATA”.

Pero como yo sé que Dios es muy justo, yo puedo vivir sola…

(*) Directora del Instituto de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas Manuel Alvar (INILFI) de la FFHA de la UNSJ. Miembro de la Academia Argentina de Letras


Fuente: Publicado en La Pericana, edición 412 del 22 de septiembre de 2024


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