Mi madre se llamaba Juana Isabel y ambos me protegieron
muchísimo a pesar de que éramos ocho hermanos. Éramos muy humildes y muy
trabajadores. Mi primer trabajo fue vender churros de la panadería La Madrileña
recorriendo toda la ciudad en un triciclo, y después partía a la escuela
Quintana.
Vengo de una familia de las lagunas de Guanacache. Mi apellido es huarpe por adopción. Te explico: una mañana me llamó el investigador don Draghi Lucero a casa y me dice: “Usted no es Talquenca es Talquinca”, que significa “gente del inca”. Este origen lo llevo con muchísimo orgullo.
Se refirió también a la época del proceso: “Es que toda persona que le cantara al pueblo estaba marcada. Hasta tal punto que a mí me dejaron cesante de todos mis trabajos. Me dejaron en la calle con dos hijos chicos. Tenía un prontuario en el D2 y la pasé bastante mal… pero mejor no dar tantos detalles. Son dolorosos. Me seguían muchísimo. No ‘fui boleta’ por casualidad. Y todo porque en pleno Proceso, con Armando Tejada Gómez teníamos una canción llamada “Contra el olvido”, que formaba parte de la cantata “Tonada larga para el país del sol”. En una parte decía: “Entierren al olvido porque el olvido olvida… ha sido peligroso ser jóvenes en estos años… un respeto muy hondo por los que ya murieron”. Imaginate. A pesar de que la veníamos cantando antes del golpe militar.
Años después, cuando Tejada Gómez volvió de su exilio,
organizamos un recital en el antiguo cine City que fue escandaloso pero
llenamos”.
(*)
Directora del Instituto de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas Manuel
Alvar (INILFI) de la FFHA de la UNSJ. Miembro de la Academia Argentina de Letras
Fuente: Publicado en La Pericana edición 415 del 13 de octubre de 2024