Apenas me miraste sentí que me querías
pues mi alma presentía tenerte junto a mi.
Nos fuimos acercando a un mundo de poesías
allí donde nacían mis ansias de vivir.
Nos dimos a la fragua solar de nuestros versos
unidos al preludio bendito del amor.
Nos dimos los encantos de todos los secretos
que habíamos jurados guardar entre los dos.
((Estribillo))
Y aprendimos a amarnos ciegamente,
con el mágico atril de la ternura
como dos golondrinas impacientes
transitando en el alma de Chabuca.
Nos bebimos la luz de la alborada
cuando deja su llanto en el rocío
con las manos sedientas apretadas
en la piel de tu pecho con el mío.
Apenas me miraste sentí que despertaba
de un sueño inalcanzable que se hizo realidad
y pude darme cuenta que en ti recuperaba
las horas olvidadas que van quedando atrás.
Y así fueron creciendo mis ansias en las tuyas
lo mismo que las flores de un mágico jardín
que viven donde crecen sus parpados la lluvia
y nuestro juramento de amarnos hasta el fin.
Autor: Ernesto Villavicencio
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