Paco

Como todas las mañanas, Paco se levantó, prendió fuego y puso la pava sobre las llamas. Preparó el mate y encendió el primer cigarrillo del día. Tomó unos mates, se afeitó y ligó otro cigarrillo "para el camino". Se caló la gorra y entró, dando espesas bocanadas de humo, en el aire tibio de la mañana.

Tomó la calle larga. La tierra exhalaba un vaho lechoso y los yuyos y los pastos de las quintas linderas impregnaban la atmósfera de un acre tufo a vegetales ásperos. La lluvia se presentía en el ambiente; algunos teros disimulaban sus crías y aturdían la mañana con destemplados gritos y concéntricos vuelos. La tierra ávida y el pueblo, quieto, imploraban el milagro del agua. Algunas vacas y caballos de las quintas mostraban la huella de la sequía en el color terroso de la piel sucia y en las cabezas gachas y cansinas. Instintivamente el ganado olfateaba el sur y se estremecía en una anhelante espera. Todo el instinto maternal de la tierra esperaba ser preñada por la lluvia. En una alcantarilla, unos sapos croaban su anticipado gozo.

Paco llegó a la obra, tiró el pucho y bajó al pozo ciego que estaba calzando. Se puso a recibir baldes con ladrillos que le bajaba el peón; cuando le bajaron la mezcla empezó la tarea de calzar el pozo. Alzó la vista y, desde los doce metros de profundidad alcanzó a ver, en el cielo, alguna estrella. Siguió la tarea, pero, un extraño presagio lo inundaba, si por él fuera, de buena gana hubiera abandonado el pozo. Siguió trabajando y, para ahuyentar el presagio, se puso a pensar cosas.

En eso estaba (pensando cosas) cuando sintió el crujido, levantó la vista y vio que algo se le venía encima, se encogió y trató de esquivar el bulto. Sintió un golpe y el cascote le pegó en la mitad de la columna. Le entró un sopor y antes de perder el conocimiento Paco vio varias cosas. Como en un remolino desfilaron las imágenes:

Vio escenas de su niñez; vio un partido de fotbal en el que él era el arquero; vio un pájaro negro que volaba con un ala averiada y el pájaro tenía la cara de Paco; vio una multitud ciega que escuchaba a un profeta de cuya boca no salía ningún sonido. En una vertiginosa sucesión de imágenes desfiló toda su niñez, su infancia y su juventud. Vio a Tom Mix y Perla White en un absurdo romance en una nave espacial del futuro. Vio un pueblo pequeño y a la orilla de ese pueblo una casa humilde de ladrillo sin revocar y techo de chapas. Una bandada de golondrinas entraba a la casa por una ventana y salía volando por entre las chapas del techo.

La pieza rosada

Un Paco transparente y luminoso se acercó a esa casa y miró el interior desde la ventana. Era una habitación rectangular de paredes rosadas y techo de zinc que descansaba sobre alfar-jías de pino; había una mesa de luz de caoba, sobre la mesa una tabaquera de lana y un yesquero; había una cama de hierro y una mesa de pino; sobre la cama yacía un hombre muerto. Paco reconoció en ese muerto a su padre. La tabaquera y el yesquero le eran altamente familiares. Esa fue la última visión, luego entró en un dulce sopor y se sumergió en las sombras.

 Cuando Paco recobró el conocimiento habían pasado tres semanas. Se hallaba en una cama de hospital; el cuerpo lo tenía adormecido, quiso mover las piernas y no pudo. Un señor de blanco le decía: ¡Vaya, que siestita! y empezó a consolarlo e informarle: se había roto la columna "felizmente la médula estaba sana", ¡de esta va a salir bien, amigo, pero, va a demorar un tiempo! Le tocó la cabeza (como una caricia) y se fue a atender otro enfermo.

Paco guardó cama casi un año. La vida siguió su curso y Paco y su familia se fueron a vivir a San Juan. Quince años después de la premonición donde vio al padre muerto, este falleció.

Lo velaron en un pueblito de Córdoba. El pueblo era como tantos de la pampa húmeda; a las orillas del pueblo había una casa de ladrillos sin revocar y techo de chapas. La pieza donde velaron al padre de Paco estaba pintada de rosa. Había u-na mesa de luz de caoba, una cama de hierro y una mesa de pino sobre la que, entre cuatro velas, yacía el cuerpo del finado. Sobre la mesita de caoba una tabaquera de lana y un yesquero. En un callejón de enfrente una golondrina ensayaban un ballet de despedida.

Treinta años después murió Paco. Parece que la taba de la vida le echó culo. Le extirparon un pulmón, que es como arrancarle un ala a un pájaro. Como el pájaro negro que vio cuando el golpe del cascote. Anduvo un tiempo cayendo y volviendo a pararse, hasta que parece que no pudo más y cayó "al todo".

Coincidentemente y sin conocer el sueño de Paco, el poeta Jorge Leónidas Escudero en su poema "Paco” del libro "Piedra Sensible", poema que dedicó al personaje de ésta historia dice:

 

Ave rara no más tiene haber sido

ese flaco albañil sin más creerse

que vino alcanzado por ausencias y

cantó a mujeres

Después fue a trabajar a la ciudad

y el viento le arrancó un ala entera.

Lo oíamos raspar en la oscuridad

la vida que ya no se encendía

Se nos fue de ese modo...

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