Fue un hombre de otra época, absolutamente desinteresado en cuestiones de dinero y de convicciones firmes en la defensa de valores en los que creía. Pero al mismo tiempo llegó al gobierno sin colaboradores de nivel ni los conocimientos para comprender una maquinaria tan compleja como es un Estado moderno.
¿Por dónde comenzamos a explicar la gobernación de Alfredo Avelín?
Alguien dirá: todo tiene un comienzo.
En este caso, optamos por comenzar por el final.
Esta fue la crónica de una muerte anunciada.
Tan anunciada que inclusive, el líder de la Cruzada Renovadora aguardó el desenlace, que llegó formalmente aquel 26 de agosto de 2002.
Ese día, la Sala Acusadora de la Cámara de Diputados dispuso su suspensión y minutos después, el bloquista Wbaldino Acosta se hacía cargo de la gobernación. De esa forma culminaba la gestión del caudillo cruzadista, la cual estuvo atravesada por una profunda crisis social, el retraso en el pago de los sueldos a los estatales, los paros docentes y la escasez de fondos para resolver los problemas.
La destitución
Avelín fue juzgado por la Legislatura Provincial a partir de una denuncia de la Mesa Intersindical de gremios estatales, por “poner en riesgo el normal desenvolvimiento de la administración, no pagar los sueldos, no garantizar la salud y la educación, —jaqueada por las huelgas—, y por no depositar las retenciones de los empleados”.
El proceso que lo destituyó fue el cuarto Juicio Político que Avelín tuvo que enfrentar durante su gestión, ya que anteriormente había sido acusado por las mismas causas, de no pagar los certificados de Bonos SAJU y no transferir la Coparticipación Municipal a las intendencias.
El 26 de agosto Avelín fue suspendido por la Sala Acusadora de la Legislatura que consideró viable la acusación del mandatario ante la Sala de Sentencia. Sólo lo defendieron en esta instancia tres diputados de su partido, Cruzada Renovadora.
En el proceso de juzgamiento, Avelín fue acusado por los diputados Nélida Monserrat, del Bloquismo; Delia Pappano, de la UCR y Tulio Del Bono, del Justicialismo, nombrados por los diputados de la Sala que viabilizó el juicio.
Los diputados acusadores pidieron, además de los cargos por los que fue encontrado culpable, que fuera condenado por el delito de retención indebida de los fondos que se les descuentan a los empleados para la Obra Social y los gremios, pero ese punto no prosperó, con lo que el mandatario evitó ser juzgado en la justicia del crimen y que fuera inhabilitado para ejercer cargos públicos.
Fin de la Alianza
Alfredo Avelín llegó al poder en 1999 de la mano de la Alianza por San Juan, el armado político que reunió a bloquistas, radicales y cruzadistas.
Pero con el transcurso de la gestión, las diferencias políticas salieron a la luz y la relación entre las fuerzas se rompió.
El caudillo encaró el tramo final de su gobierno acusando a la Nación de ahogar a la provincia económicamente, ya que los recursos de la coparticipación no ingresaron durante semanas. En ese marco, la administración aliancista dejó de pagarle el sueldo a los estatales durante 4 meses y enfrentó una seguidilla de huelgas de los docentes.
Ese combo de inestabilidad condujo a que todo el arco político le soltara la mano a Avelín.
Los máximos referentes del partido justicialista en ese momento, José
Luis Gioja y Jorge Escobar, aseguraron que el gobierno estaba agotado.
Por su parte, los bloquistas, trabajaban en los equipos técnicos que acompañarían al sucesor Wbaldino Acosta y los radicales ya se habían alejado de la estructura orgánica de la Alianza.
Así se llegó a la sesión del 26 de agosto de la Sala Acusadora, la cual necesitaba 12 votos de sus 18 integrantes para suspender al entonces mandatario.
Al final, serían 16 los diputados que se manifestarían a favor de separar del cargo al líder de la Cruzada: los 8 legisladores peronistas, 3 bloquistas, 3 radicales y 2 independientes.
A las 23.40 de ese día, la escribana mayor de Gobierno puso en funciones a Acosta.
Avelín rechazó la posibilidad de defenderse del proceso que llevaron a cabo los diputados y el 24 de septiembre de ese año se materializó la destitución, de la mano de la Sala Juzgadora de la Cámara. Con el fallo en la mano, el ex gobernador recurrió a la Corte Suprema de Justicia pero no tuvo éxito.
Cómo llegó al gobierno
Retrocedamos ahora en el tiempo. ¿Cómo llegó Avelín a la gobernación?
Se aproximaban las elecciones provinciales y la figura del Gobernador Jorge Escobar estaba desgastada. Aún así, no surgía algún referente opositor que pudiera presentar una propuesta superadora a la existente para seducir al electorado sanjuanino.
Fallo polémico de la Justicia mediante, Jorge Alberto Escobar pudo presentarse como candidato a un tercer mandato al frente del Ejecutivo Provincial, para lo cual contaba con grandes chances de ganar.
Tal como sucedió a nivel nacional por aquellos años, en San Juan toda la oposición se agrupó en una alianza electoral con el único objetivo de desbancar a Escobar.
Era increíble en aquellos días ver repentinamente en un armado electoral a dirigentes tan disímiles como Mario Capello (U.C.R.), Wbaldino Acosta, Enrique Conti y los hijos de Leopoldo Bravo (Partido Bloquista) y a Alfredo Avelín con su hijo Alfredo Avelín Nollens (Cruzada Renovadora).
El tema más difícil de resolver era como llegar a acuerdos que satisfaciera las apetencias de los distintos partidos en cuanto a candidaturas.
Y es en este punto donde se produjo el gran error de los dirigentes del Frente de la esperanza.
Anunciaron un sistema electoral que abrió las posibilidades de que un solo candidato a gobernador pudiera ser sostenido por infinidad de candidatos en cada cargo.
Quienes diseñaron el sistema seguramente pensaron que se desataría una gran puja por la candidatura a gobernador.
Nada más lejos de la realidad.
Los partidos que integraban la Alianza por San Juan apostaron a los cargos con posibilidades ciertas de éxito (diputaciones, concejalías, por ejemplo), y evitaron la candidatura que debía competir con Escobar, el gran triunfador de la década.
Dos hombres ya veteranos de la política, aceptaron el desafío: Alfredo Avelín y Wbaldino Acosta.
Ninguno de los dos tenía mayores exigencias respecto a otras candidaturas.
Tras diez años de gestión, la gente estaba cansada del escobarismo.
Errores de los estrategas justicialistas permitieron que toda la oposición se nucleara en una sola fuerza. Y fue así como la Alianza fue gobierno y Avelín vio realizado su sueño dorado. Tras una decena de candidaturas desde los años 60 en adelante, la historia estaba de su lado.
La realidad se encargaría de demostrar que no es fácil gobernar una provincia. Sus poco más de dos años de gobierno fueron tremendamente problemáticos.
Tal como le sucedió a Escobar en su momento, sus aliados políticos no le perdonaron su personalismo y activaron un juicio político que terminó con la destitución del fundador de la Cruzada Renovadora.
Historia de un caudillo
Alfredo Avelín nació en San Juan el 13 de marzo de 1927. Era hijo de inmigrantes libaneses, José Avelin y Mercedes (Zaide) Ahun.
Cursó sus estudios en la Escuela nº 110 (Carpintería Pocito), en la escuela Domingo F. Sarmiento (Rawson), en el Colegio Don Bosco y en el Colegio Monseñor Pablo Cabrera. Recibido en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Córdoba (1953), ejerció como médico ad—honorem en el Hospital Doctor Guillermo Rawson Tambien trabajó en el policlínico ferroviario y en su consultorio particular.
De origen radical, Avelín inició su militancia en la política atraído por las propuestas de Arturo Frondizi.
A los 30 años de edad fue elector nacional para elegir como presidente a Frondizi y precisamente por ser el elector más joven desempeño las funciones de Secretario en el Colegio Electoral.
En 1958 Américo García, elegido gobernador de San Juan, lo designó intendente de la ciudad de San Juan. Fue una gestión polémica que creó no pocos problemas al gobernador.
Avelín, que entonces tenía 31 años, puso en marcha una serie de organismos que cumplieron una necesidad de la época, como el servicio fúnebre municipal y el banco de sangre. Pero sería la creación de la farmacia sindical la que terminó con su carrera política en el desarrollismo.
En un primer momento la farmacia sindical estaba destinada sólo a los municipales, a los que brindaba descuentos en los medicamentos. El problema fue cuando pretendió llevar esos beneficios a otros sectores de la población. Inmediatamente reaccionaron los propietarios de farmacias y el caso llegó a Buenos Aires.
Alfredo Vítolo, entonces ministro del Interior, llamó al gobernador García (la municipalidad era en realidad un apéndice del gobierno provincial pues al intendente lo designaba el gobernador) y le planteó una opción terminante:
—¿Qué está haciendo este hombre? ¿Cómo una farmacia sindical va a competir con las farmacias privadas? Que Avelín siga con la farmacia sindical o que renuncie.
Avelín no aceptó la orden y Américo García lo relevó del cargo.
No sólo se fue dando un portazo sino que fundó su propio partido político provincial. El 29 de octubre de 1.960 nació la “Cruzada Renovadora”.
Desde ese momento sería el principal opositor a los gobiernos de García y Frondizi.
La imagen en Buenos Aires
La periodista María Fernanda Villosio lo entrevistó antes que el líder de la Cruzada fuera electo gobernador. Su relato pinta una de las aristas de don Alfredo. Leamos la nota:
Alfredo Avelín, el médico que también es senador por San Juan
“Fernando de la Rúa miró con cara de espanto: el local partidario que pertenece a Cruzada Renovadora de San Juan estaba repleto de ataúdes de madera de álamo color claro, prolijamente apilados.
El senador Alfredo Avelín, dueño de casa y promotor de la visita a la provincia de su flamante socio en la Alianza, no atinó a ensayar una explicación. Apenaspudo disimular una sonrisa cuando De la Rúa, con elegancia, agilizó el encuentro y se retiró “con un julepe bárbaro”, según contó un testigo de la visita.
Hace 45 años que Avelín es médico clínico. La compra de féretros a precios módicos en Buenos Aires y su entrega gratuita a familias carecientes forma parte de la actividad social que el legislador desempeña todos los fines de semana en la capital sanjuanina. Y la llegada del jefe del gobierno porteño a sus pagos, hace quince días, coincidió con el arribo de 80 unidades que había que ubicar en esa sede hasta que se desocupara un depósito cercano.
“Una banca sirve. No creo que haga historia, pero es un elemento importante para hacer cosas por la gente”, reflexiona Avelín, tras recordar la anécdota que le pareció muy divertida por la impresión que semejante cantidad de ataúdes causó en el candidato presidencial de la UCR.
Este político de 71 años no termina de calzarse el traje que le cabe por ser el único representante en la Cámara alta del partido Cruzada Renovadora de San Juan. Alterna el saco y la corbata con un guardapolvo blanco que utiliza cada vez que pisa San Juan y atiende un promedio de 160 pacientes por día, sin cobrarles un centavo.
Desde su papel de sanitarista, también en Buenos Aires, cada tanto pone en una situación incómoda a Carlos Ruckauf con pedidos de muletas y camas ortopédicas que el vicepresidente no le niega. Cuentan que en una de las últimas reuniones de labor parlamentaria, Avelín propuso veladamente que los legisladores solventaran con parte de sus dietas la compra de una silla de ruedas motorizada para un empleado del Senado.
“Arreglá para que este gasto lo pague el Senado”, le encomendó, expeditivo, uno de los senadores justicialistas.
El consultorio en el bloque
Sigue el relato de la periodista:
“Sobre el escritorio del despacho de Avelín, en el cuarto piso del Senado, hay rastros de su profesión: un tensiómetro y un estetoscopio conviven entre proyectos de ley.
Es común verlo con el instrumento destinado a escuchar latidos ajenos colgado de su cuello o recomendando a alguno de sus asesores que afloje con el stress.
En una escena similar, Avelín recibió a esta cronista. “Pase m´hija, adelante”, invitó mientras terminaba de revisar a su paciente en el improvisado consultorio.
La charla con el senador, de una hora y media, se interrumpió dos veces.
La primera vez, para que Avelín recetara por teléfono el tratamiento adecuado para un oído que supuraba. Y la segunda, para que el mozo que traía el café conociera el estado de salud de un ascensorista del Senado que había sufrido una descompensación por quedar atrapado en el elevador.
“Logré que pusieran un teléfono en el ascensor —explicó Avelín—. El hombre tiene que poder avisar si pasa algo”.
Muchos de sus compañeros de la Cámara alta toman en broma lo que dice en el recinto. Se caracteriza por hacer reclamos de asistencia sanitaria cuando nadie los espera.
El año último, en pleno escándalo del caso Yabrán, el jefe de Gabinete, Jorge Rodríguez, acudió al Senado para uno de sus habituales informes un día después de que recibiera en la Casa Rosada al empresario.
La oposición tenía preparada artillería pesada para acusar al funcionario por los vínculos del poder con el negocio telepostal. Al promediar el debate, en medio de un clima caliente, Avelín planteó un tema que en él ya es un clásico: la necesidad de que el Gobierno donara un tomógrafo para un hospital provincial de San Juan.
Como Rodríguez se fue sin responder, el legislador le gritó antes de que abandonara su silla: “¡Usted es el primer corrupto!”.
Hoy todavía sigue reclamando el aparato.
“Cuando hablo de las parturientas que se mueren y de los desdentados, hay muchos senadores que se ríen porque creen que hago planteos electorales —admite—.
Pero a mí no me importa, porque son mediocres. Hace muchos años que atiendo pacientes y si mañana tengo que dejar la banca porque no puedo cumplir, me voy sin ningún problema”.
Las ideas que defendió
Si uno charla con sanjuaninos que vivieron la época de Avelín gobernador, un gran porcentaje de ellos les dirá:
—Don Alfredo no estaba preparado para ser gobernador. No contaba con un equipo propio de funcionarios ni conocía de los complejos mecanismos de una administración moderna.
Pero esa misma gente defenderá la honestidad de Avelín, sus convicciones y su papel como legislador nacional.
Alfredo Avelín fue uno de los primeros políticos argentinos en interesarse por la situación del agua en las últimas dos décadas. Mientras ejercía la actividad en su banca como senador nacional desde mil novecientos noventa y uno, apoyado por su hija, Nancy Avelín desde la Cámara de Diputados de la Nación, defendió los Hielos Continentales de la Patagonia.
Fue también un gran defensor del patrimonio nacional y de los recursos naturales, y se opusó a las privatizaciones de YPF (petróleo), ferrocarriles, correo argentino, Banco Hipotecario y del sistema jubilatorio con la creación de las AFJP.
Con Cavallo
Sus luchas y sus afrentas públicas le fueron tejiendo una imagen de caudillo.
Una reunión de antología fue la que protagonizó con el ministro Cavallo.
Contaba Polito Bravo que la provincia estaba incendiándose por los atrasos salariales a los empleados públicos. Necesitaban urgentemente la ayuda nacional. Pero primaron las diferencias ideológicas.
Delante de todos y por diferencias abismales de entender la política económica argentina, Avelín se despachó con dureza ante el menemista devenido en “salvador” aliancista: “Usted es un caradura. Es un cachafaz.
Es el jefe de la mafia. Usted es el culpable de todas las desgracias económicas del país y ahora viene a ser redentor”
“Yo no renuncie”
Hasta el último de sus días Avelín fue muy duro con quienes lo destituyeron:
—Como arruiné el negocio de estos piratas degradantes de las instituciones y de la provincia, entonces me inventaron el juicio político, porque el juicio político fue un invento de estos tramposos y fulleros de la política que indudablemente no perdonan que haya hombres decentes, correctos, honestos, con honor argentino. Y como ellos creían que había renunciado… yo no renuncié, les rompí en la cara la resolución de la Cámara y se los tiré prácticamente en las narices. Me fui como entré, con la frente alta, con el respeto de todo San Juan y, por supuesto, la historia juzgará el día de mañana a estos traficantes de la política, verdaderos traidores de la causa nacional.
De vuelta en el llano, volvió a sus libros –escribió varios, algunos de carácter intimista— a sus poemas, a atender gratuitamente a la gente, a concurrir diariamente a su oficina en el local de la Cruzada Renovadora, aunque sabía que muchos días estaría sólo.
La vida para él no cambió mucho.
Fue tan sencilla como antes de llegar al gobierno.
Uno de sus más cercanos colaboradores me comentó una vez:
—La vida de don Alfredo pasaba por su casa—consultorio, el partido y la visita a sus pacientes. Con decirte que ni siquiera salía a comprarse ropa. The Sportman se la enviaba a su casa y él elegía lo que quería. Nadie lo vio nunca en un restaurante y sólo una vez fue a tomar un café, luego de un programa en Radio Colón. No se frecuentaba con amigos –no se le conocía alguno en especial— y sus relación con la gente era de médico o jefe partidario.
Un hombre solo
Avelín fue en esencia un político solitario. La prueba es que no pudo conformar un gabinete y los principales ministerios fueron ocupados por dirigentes de otros partidos.
Esa soledad se potenciaba con su forma de conducción. Quienes a través de los votos llegaban a ocupar un cargo de importancia, advertían que no podían actuar con ciertas imposiciones y se alejaban del partido. Ocurrió con los diputados nacionales Moreno Ferrer, Otto Argentino Torres y Omar Aveta, los intendentes Zulma Ortiz, Carlos Fernández, Vicente Mut, Jorge Abelín y José Antonio Camacho, los diputados provinciales Italo Argentino Canata y Cornejo y hasta dos incondicionales durante muchos años, como su compañero de fórmula en una elección, Julio Prado y su ex asesor y ministro de Economía Ricardo Ortiz.
Alfredo Avelín quedaría en mi memoria como un político distinto, un hombre de otra época, absolutamente desinteresado de cuestiones de dinero, honestamente preocupado por mejorar la situación de los más desprotegidos.
Fue sin duda uno de los grandes protagonistas de la política sanjuanina durante cuatro décadas. En varios momentos fue el dirigente con mayor consenso en la provincia.
Fue, además, un político de convicciones firmes en la defensa de determinados valores. Un hombre cuya voz fue importante en el Congreso de la Nación aun cuando se disintiera con sus opiniones.
Pero, es necesario decirlo, no se preparó para atender la complejidad que impone gobernar un Estado ni en acercar a los mejores especialistas en cada uno de los centenares de temas que abarca una gestión.
Además, privilegió sus principios por sobre los intereses de la provincia.
No aceptó, como si lo hicieron otros gobernantes, “tragarse sapos” cuando de eso dependía tal vez pagar sueldos o terminar una obra.
Avelín advirtió tarde que no era lo mismo conducir su partido donde fue fundador e indiscutible líder que manejar una provincia con dirigentes y partidos que no coincidían con muchas de sus propuestas. Una prueba de ello es que en sus últimos meses como gobernador le resultó muy difícil armar un gabinete de nivel.
La muerte
El 26 de enero de 2.012, minutos antes de las once de la mañana, murió Alfredo Avelín. Tenía 84 años. Su esposa, Barbarita, su compañera en la vida y en la costumbre de cebarle mate cada mañana mientras el médico hacía ejercicios manuales con un extensor, ya había muerto. Su patrimonio incluía sólo su vivienda, un auto Peugeot modelo noventa y ocho, y una jubilación como médico.
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