La historia de los Di Lorenzo en San Juan comienza con Don Giuseppe. Era un inmigrante italiano que llegó a Argentina en 1924, al igual que otros, escapando de la guerra.
Giuseppe Di Lorenzo arribó al puerto de Buenos Aires junto a su esposa Concepción y su pequeña hija Adelina. El hombre decidió venir a San Juan porque aquí vivía Don Carmelo Zaire, el padre de su esposa, que trabajaba como tonelero en la Bodega López Peláez. Él fue quien le pidió a Giuseppe que se radicaran en San Juan.
Di Lorenzo abrió su primer local de peluquería en la calle Mitre y Mendoza. Más tarde se trasladó a Mendoza, antes de llegar a Santa Fe. Ese fue el lugar dónde el negocio empezó a crecer y alcanzó un gran desarrollo económico. El comercio tenía una particularidad: no solo era peluquería, Giuseppe también trabajaba como peluquero, relojero, dentista, tenía cuatro taxis y una bomba de nafta.
El terremoto de 1944, al igual que para el resto de los sanjuaninos, produjo un importante quiebre en el negocio del italiano. Con la gran catástrofe, perdió todo.
Para volver a empezar se unió a otros peluqueros, como Luis Gardela, Juan Bronzetti y César Gardela. Juntos pusieron una carpa en el Parque de Mayo. Después se asociaron e instalaron un negocio en Libertador y Urquiza. Allí estuvieron entre 1947 y 1950.
En esa misma época, el segundo hijo de Giuseppe, Arquímedes, tenía quince años y estaba a punto de iniciarse en el rubro. Empezó a trabajar en el “Hogar y Club”, dónde iban los universitarios a cortarse el pelo.
Después de varios cortes a universitarios se mudó a calle Salta y Mitre se unió a Hugo Gardella. Así, en el local de la libertador trabajaban los padres y en el otro los hijos.
En 1955 los Gardella y Di Lorenzo se dividen y cada uno se une a su padre. En esa época Don Giuseppe compró el local, que han mantenido hasta el siglo XXI, ubicado en Salta e Ignacio de la Roza. La compra fue posible gracias a los préstamos que otorgaban en la época de la reconstrucción y que resultaban accesibles. El edificio quedó terminado entre 1957 y 1960.
En la década de 1960, Arquímedes impuso un estilo, revolucionando con el corte modelado a la navaja. Viajó a Buenos Aires y desde allí trajo la moda de la escuela francesa de Doger Di. En esa época trabajaba desde las 8 hasta las 13, con turno. Además, empezó con los lavados de cabeza a caballeros, algo atípico para esos años.
El renombre que Di Lorenzo alcanzó fue tal que tuvo repercusión a nivel nacional. En 1968 viajó a Francia para participar de un certamen en e que el equipo argentino salió campeón del mundo.
En 1970 Giuseppe tuvo un accidente con una bicicleta que le fracturó el fémur. Dejó de trabajar y a los siete años falleció. Desde entonces, Arquímedes quedó sólo frente al negocio.
En esa misma época, el joven incursionó en un nuevo rubro, abrió su propia confitería “A morfar”. Para eso llevó la peluquería al salón de arriba. Ambos locales funcionaron de esta manera hasta 1994.
Marina García, esposa de Arquímedes, también se sumo, tímidamente, al negocio. Empezó a cortar cuando su esposo viajaba y también atendía a algunas amigas. Después se especializó en permanentes junto a Juanita Becerra. En 1985 consiguió una colaborada y empezó a crecer el sector de damas.
Marina falleció en el 2001, desde entonces, los hombres quedaron a cargo de la peluquería.
El hijo de Arquímedes, Daniel, es el tercer Di Lorenzo que decidió trabajar en el arte del corte.
En realidad su padre le había prohibido cortar el pelo. Pero, mientras estaba en la Boero, el joven aprovechaba para cortarle el pelo a sus compañeros, a cambio de cigarrillos. Tuvo su primer cliente a los nueve años, un vecino, Raúl Bruna.
Cuando terminó el secundario, su padre le dijo que si quería dedicarse a la actividad tenía que estudiar. Daniel se fue a Buenos Aires, pero a los seis meses, volvió. En esa misma época, un colega de Arquímedes dejó la peluquería. Así, tuvo la oportunidad empezar a cortar, al menos, a la clientela joven.
Los clientes que esperaban a su padre lo observaban y algunos empezaron a pedirle que les cortara el pelo. De esa forma, empezó a ganar su clientela, con su propio estilo, con un aire más casual, práctico y atrevido.