Carlos Rago fue maestro, pintor y escritor. Nació en Buenos Aires y era hijo de inmigrantes italianos. La docencia lo llevó a trabajar en escuelas del norte y sur del país, en dos de ellas trabajó con chicos de pueblos nativos. Luego del terremoto de 1944 llegó a San Juan, donde hoy viven algunos de sus descendientes.
Carlos Rago fue reconocido en San Juan por su labor
como educador, la que ejerció en el aula como maestro, director y en los
diversos cargos que ocupó como funcionario público. También se ganó el
reconocimiento por su trabajo como artista plástico. Y si bien esta tierra se
acopló casi naturalmente a su talento, su vocación, su contante esfuerzo y
trabajo, Rago no nació acá, era oriundo de Buenos Aires y llegó después de un
periplo que lo llevó a trabajar en varias escuelas, algunas internadas en lo profundo
de la selva chaqueña, otras sobrevivientes a los más crudos inviernos en el sur
del país. Después de su fallecimiento, en 2000, uno de sus hijos, Augusto Rago,
y algunos de sus nietos residen en San Juan.
Un semillero de maestros
Carlos fue el segundo de cinco hermanos, todos maestros. Nació en 1919, en la
ciudad de Laprida (Buenos Aires), en el seno de una humilde y trabajadora
familia de inmigrantes italianos. Sus padres eran Constantino Rago y María
Dominga Di Liscia. El matrimonio era oriundo de Borello, un pueblo de la
provincia italiana de Chieti. Venían de una familia de pastores, se casaron en
ese lugar, en 1913 y al poco tiempo decidieron viajar a Argentina buscando un
mejor futuro para la familia que soñaban formar.
Al llegar al país se instalaron en Laprida, una ciudad porteña ubicada a
120 kilómetros de Olavarría. Constantino aprendió a trabajar en la construcción
y se dedicó a ese oficio el resto de su vida. En la provincia de Buenos Aires
tuvieron a sus cinco hijos: Mario, Carlos, Antonio, Carmela y Constantino.
Todos estudiaron en la Escuela Normal de Olavarría, se recibieron de maestros
nacionales y se dedicaron a la docencia. De los cinco hermanos, Antonio,
Carmela y Constantino fueron los que se quedaron en su provincia natal. Mario
fue enviado a Entre Ríos y más tarde a Capital Federal; mientras que Carlos
tuvo varios destinos. Uno de los primeros fue Tres Lomas, donde conoció a quien
se convertiría en su esposa, Irma Álvarez.
Desde la crudeza del sur a la selva chaqueña
Al poco tiempo, en 1941, el maestro tuvo su primer
destino a una escuela más alejada, fue la N°12 de Lago Buenos Aires, hoy Perito
Moreno, en Santa Cruz y, en la misma provincia, un año después, fue director de
la Escuela Auxiliar N°8. No pasó mucho tiempo y lo enviaron a Chubut, a Cañadón
Grande, donde fue director de la Escuela de Aborígenes N°76 y luego de la N°15.
A diferencia de otros establecimientos, allí los alumnos comían y su esposa,
Irma, trabajaba cocinándoles. Uno de los retos más complicados para enseñar en
las escuelas del sur, era soportar el frío. En una oportunidad, el docente le
escribió a Eva Duarte pidiéndole el mismo tipo de abrigos que utilizaban los
gendarmes para dárselos a los estudiantes. Ella no solo accedió y le dio la
ropa, sino que además le regaló un cuadro de ella, dedicado.
Después de algunos años en el sur, Carlos e Irma
volvieron a armar su equipaje, esta vez para instalarse en Chaco. Allí, en
medio de la selva, él fue director de la escuela N°447 de Pampa Palangana y,
también ahí, en 1946, nació su primera hija: Cristina.
Mientras enseñaba en Chaco,
empezó a gestionar el traslado a otro punto del país, donde hasta ese momento
no había estado: San Juan. Acá estaba viviendo una hermana de su mujer, que
llegó a la provincia luego de que su marido, que era el doctor Mera, fuera
trasladado para trabajar en el Hospital Rawson.
El destino final: un San Juan
renaciendo
Era 1947. San Juan se levantaba de los escombros en los que lo dejó el
terremoto de 1944 y la reconstrucción demandaba el trabajo de varios
profesionales. En ese panorama, llegaron Carlos e Irma con su hija, que apenas
tenía meses, y se instalaron en la casilla número 14, del Barrio Enfermera
Medina. El maestro empezó a trabajar como director en la Escuela N°40 de Campo
de Batalla, hoy Maestro Argentino, ubicada en Carpintería, Pocito. Allí estuvo
durante más de una década y, en 1952, nació su segundo hijo: Augusto
César.
Aparte, Carlos comenzó a desenvolverse en otras
funciones: fue maestro suplente de la Escuela N°152, Secretario Técnico de
Inspección de Escuelas Nacionales de la provincia, Inspector de Zona de
Escuelas Nacionales, Director General de Escuelas, interventor en la Dirección
General de Escuelas, profesor de Castellano y Caligrafía en la Universidad
Provincial Domingo Faustino Sarmiento, maestro en las escuelas nocturnas
Almirante Brown, Fray Justo Santa María de Oro y Obreros del Porvenir y asesor
de la Secretaría de Estado de Planeamiento y Estadística. Además de ocupar esos
roles en la provincia, tuvo varias misiones a su cargo como representante de
San Juan en la Nación, por temas educativos.
A la par de su intensa labor en educación, durante
toda su carrera como docente, se dedicó a pintar. Comenzó con los óleos, siguió
con los grafitos, también hizo acuarelas, pero su distintivo fue el fino
trabajo de pintura con pluma. Tuvo un talento casi innato para este arte,
aunque, cuando vivía en Buenos Aires, tomó clases a distancia con la Escuela
Zier.
Algunas de sus obras se pueden ver en Casa España,
la Corte de Justicia y la Escuela Normal Superior Sarmiento.
Entre el arte, la educación, la ingeniería y el derecho
Carlos falleció el 20 de octubre del año 2000 y en 2011 fue declarado vecino
ilustre de la Ciudad de San Juan. La vocación con la que hizo cada uno de sus
trabajos, fue la que buscó transmitir a sus dos hijos que continúan con su
legado. La mayor, Cristina Rago, después de egresar de Colegio Santa Rosa de
Lima, siguiendo en cierta forma los pasos de su padre, estudió psicopedagogía
en la Universidad Católica de Cuyo y fue una de las primeras egresadas de esa
carrera, cuando la casa de altos estudios funcionaba en el Colegio El Tránsito.
Ella se casó con el general Carlos Julio Mosquera, fallecido, que pasó a retiro
luego de que se produjera el golpe de estado de 1966. El matrimonio se radicó
en Buenos Aires y tuvieron una hija: Julieta Mosquera Rago.
El hijo menor del matrimonio Rago Álvarez, Augusto
Rago, se recibió de Ingeniero Civil en la Universidad Nacional de San Juan
(UNSJ) y, desde muy joven, comenzó a trabajar en la docencia. Se casó con
Leticia Ferrón, que fue su compañera en la Escuela Normal Superior Sarmiento y
su novia, desde los trece años. Ella es abogada, fue secretaria del Cuarto
Juzgado Civil, se ha desenvuelto en la actividad privada, en la docencia
universitaria, fue fiscal de Primera Instancia y fiscal de Cámara de la
Provincia.
Augusto fue jefe del Área Instrumental del INPRES, secretario general del Centro de Ingenieros de San Juan, presidente del Consejo Profesional de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores de San Juan y vicepresidente de la Federación de Entidades Profesionales de San Juan. Además, dentro de la UNSJ, fue secretario académico de la Facultad de Ingeniería y más tarde ocupó la misma secretaría en la universidad. En la actividad privada, trabajó en la construcción de varios edificios, como el de la DGI, la última parte de la Escuela Industrial, el Barrio Parque Rivadavia Norte, entre otras obras.
En 1994 fue designado jefe del Departamento de Servicios Generales del Poder Judicial de San Juan.
Aparte, Augusto Rago ha militado dentro del bloquismo, fue presidente del cuerpo técnico de ese partido. Fue vicepresidente primero del Comité Departamental de Capital, en los noventa, además de vicepresidente y presidente de la Convención del partido.
Leticia y Augusto tuvieron cuatro hijos.
La mayor es Valeria Rago Ferrón,
abogada, especializada en derecho administrativo. Es subsecretaria de Legal y Técnica
del Ministerio Público de la Defensa del Poder Judicial de Buenos Aires y está
casada con Christian Asinelli, que fue legislador de la Ciudad de
Buenos Aires y es subsecretario de Relaciones Financieras Internacionales para
el Desarrollo de la Nación. Ellos son padres de: María Valentina, María
Sofía y María Victoria Asinelli Rago.
La segunda es Luciana Rago Ferrón, que es profesora y Licenciada en Artes Visuales. Después de ganar una beca en España por la Fundación Reina Sofía, se radicó en ese país. Le sigue Ludovico Rago Ferrón, él es abogado, especializado en derecho penal tributario y es el único de sus hermanos que vive en San Juan.
El menor es Constantino Rago Ferrón, que tiene gran talento para el piano, es abogado y asesor en las comisiones de legal y justicia de la Auditoría de la Ciudad de Buenos Aires.