Darío Barassi se afianza cada día más. En la tele y en el teatro, está ganándose un nombre en Buenos Aires a fuerza de talento y de proponer algo distinto. En esta entrevista realizada en Buenos Aires, habla de la familia, la carrera, su futuro y que quiere tener 14 hijos gorditos corriendo.
—A Darío Barassi por razones familiares lo conozco desde niño y yo imaginé siempre que a esta edad iba a ser un formal abogado con estudio en San Juan dedicado a hacer plata y de pronto está en Buenos Aires, conocido en todo el país.
—No es el único que pensaba eso, cuando freno un poco en mi vida y veo dónde estoy parado, pienso ¿En qué momento fue que se cambió todo el plan?, ¿Cómo llegué acá?
—De cualquier forma desde que eras chiquito era natural en vos la simpatía, siempre tenías el chiste a mano, eras distinto.
—La verdad que sí y me parece que eso es como un plus que me juega a favor. Cuando estoy frente a las cámaras en vez de inhibirme, el carisma y la simpatía se potencian. Hay gente que hace humor y en cámara es de una manera, después se apaga y son tipos mucho más oscuros. Hay historias de grandes humoristas que eran depresivos.
—¿Pensaste que esto iba a ser tan rápido?
—No. Soñé muchas veces con esto desde los 12 años, con el shampoo en la mano, agradeciendo el Martín Fierro. No pensé que iba a venir por el lado de la tele, no me consideraba un tipo muy televisivo ya que soy extremadamente enorme en todo sentido, hablo muy rápido y soy gangoso. Ahora no se paran de abrir puertas y, pecando de humildad, creo que puedo aportar algo, soy un personaje muy remador de situaciones.
—Comenzaste como notero, fuiste panelista y ahora estás actuando más.
—Arranqué como notero en Telefé, estuve un año pagando derecho de piso, como notero de espectáculos tenía que preguntar cosas que me resultaban muy incómodas. Después me propusieron ser parte del panel y también probé, pero no sé si tengo tanto como para opinar de la vida de otro.
—Prueba y error.
—Así es. Finalmente me dijeron “¿Qué querés hacer?” dejame jugar, hacer personajes, probar, y me abrieron un vestuario con ochenta mil looks distintos, vestidos, pelucas. Ahora soy más yo.
—En teatro también demostraste que sos un actor.
—Me defino como actor, es a lo que más estudio le dedico, es lo que me define arriba de un escenario.
—Una vez leí que practicaste vóley.
—Si, soy un gordo ágil. Juego al tenis, ahora estoy con un personal trainer que es un tipo insoportable, me viene a buscar cuando digo que no quiero entrenar. Pero la actividad física me gusta.
—¿Pensaste qué pasaría si mañana sos delgado?
—No. Hay productores caníbales en televisión que me dicen “no se te ocurra adelgazar porque ser gordo es tu empresa”. Amí ser gordo me define, pero con treinta kilos menos seguiría siendo gordo, me cuesta visualizarme con más flacura.
—Igual que para la mujer la belleza es un arma, la simpatía para el hombre es un arma…
—Cien por ciento…
—La simpatía mata galán…
—Sí, yo doy fe, de verdad, si yo no fuera simpático.
—Morirías virgen.
—Sí, es fuerte decirlo. Amí la simpatía me salvó de no morir virgen. Tengo amigos en Buenos Aires y en San Juan muy facheros, íbamos de vacaciones y el que se animaba a hablar con el grupito de minas era yo. Ellas los miraban a ellos, pero yo era el enganche, y siempre alguna gordita sola conseguía. Cuando sos más grande te das cuenta que la seducción pasa por otro lado, yo me creo la persona más atractiva del mundo.
—¿Cómo es trabajar en Utilísima?
—Por estar en Utilísima engordé 10 kilos en un año. Es un delirio, tenés en tu camarín un teléfono que tiene el dibujo de una hamburguesa, lo apretás y te atiende una voz que te dice cocina Utilísima y podés pedir lo que quieras y te lo mandan.
—El programa sale en distintos países.
—Es un boom, son dos gorditas que cocinan y yo conduciendo, entonces hay algo del combo de estos tres gorditos que están todo el tiempo riéndose que garpa mucho. Mi hermano Fernando, que está en México, me dice “gordo te veo todo el tiempo y es un programa que en México funciona muy bien”.
“Oscar Kummel me hizo entender que lo mío es el teatro”
—¿Cómo era Darío Pacheco antes de ser famoso?
—Me vine a estudiar a Buenos Aires cuando tenía 18 años.
—Primero vivías en San Juan.
—Sí. Hice la primaria en la Escuela Rivadavia y después el mejor recuerdo que tengo de San Juan tiene que ver con el colegio secundario, ir al Central Universitario. Cuando vine a estudiar a Buenos Aires me acuerdo que en el curso de ingreso a la facultad me destacaba ampliamente respecto de cualquier pibe de cualquier colegio importante de Buenos Aires, porque en el Central tenés una formación universitaria.
—¿Hasta ese momento vos vivías en San Juan con tu mamá y tus tres hermanos?
—Con mi mamá Laura y mis tres hermanos.
—¿Tu papá falleció muy joven?
—Cuando yo tenía 5 años. Mamá se volvió a casar con Antonio Enrique. Fue un segundo papá para nosotros, siempre vivimos en el centro y con él nos fuimos a vivir a una finca a Santa Lucía. Fue como otra vida, fueron dos años muy distintos, por eso lo marco, tengo un muy lindo recuerdo.
—Y un día te viniste a estudiar o a hacer carrera.
—En quinto año del colegio dije ¿Qué puedo hacer? y me costó convencer a mi vieja para que me dejara ir a teatro. Estudié en el Instituto Alemán con Oscar Kummel, un gran profesor que me hizo entender que lo mío era el teatro y me convencí, me voy a Buenos Aires.
—Oscar falleció hace poco.
—Sí, me pegó bastante. Amí me pasó que estaba un día en el Instituto, había que hacer una obra en la que todos los personajes protagónicos eran mujeres. Yo era el único hombre y él me eligió como protagonista. Me vistió de mujer y me dijo “es lo tuyo, tenés que aprovechar”. Me dio muchos consejos, con quién estudiar en Buenos Aires y me vine teniéndolo como padrino.
—Empezaste con teatro y abogacía, al mismo tiempo.
—Sabía que Buenos Aires era la cuna del teatro y, aparte, porque la familia quería, iba a estudiar abogacía. Estudiaba abogacía en la UBA y teatro en algún sótano del Abasto, por supuesto ninguno de mis hermanos ni mi mamá sabía, si no, no me dejaban.
—¿Tu mamá vive en San Juan?
—Tuvo varios intentos de venirse a Buenos Aires y yo los frustré. La proyección es que Leandro y yo nos quedemos a vivir acá así que seguramente se viene. Sería muy egoísta que se quede en San Juan, aunque yo necesito ir 10 días al año allá, rencontrarme, conmigo, mi familia, abuelos, mis tías Mattar, amigos, el asado, el dique.
—¿Qué es lo que pasa cuando llegás a San Juan?
—La necesidad que tengo de regresar tiene un límite temporario, que es a la semana o a los diez días. Estoy acostumbrado a un ritmo acelerado y allá viven a otro ritmo. Después de dos días me aparece el bicho de ciudad y digo bueno es hora de volver.
“Me llamaron para hacer una película de Porcel de joven”
—¿Es cierto que algunos dicen que sos hijo del gordo Porcel?
—Soy muy parecido. Me acuerdo que un día apareció por todos los medios con declaraciones que eran un desastre. Llegué al canal y me dijeron “gordo imitalo porque sos parecido”, consiguieron un polar que era exactamente igual al que él tenía puesto y me pusieron una peluca que quedó perfecta. Vi el video dos segundos antes del aire y le saqué muy rápido las expresiones y garpó muchísimo.
—¿Fue tu personaje más famoso?
—Sí. Me gustaba porque era actoral, muy gestual. Justo ahora me llamaron porque van a hacer una película de Porcel y Olmedo para ver si quiero hacer el personaje de Porcel de joven.
—Fijate que caso la vida de Porcel, qué vida dual, un tipo súper simpático, entrador, pero su vida fue difícil.
—No sé como ha sido su historia. En la televisión hay una vorágine, hay que saber separar ficción de realidad. Cuando terminás de grabar una escena hay que saber desconectarse. Que tus contactos sean ajenos a la televisión, yo necesito a mis amigos de siempre, me gusta que mi novia no sea de la televisión. Cuando arranqué con la tele, empecé con terapia para poder manejarlo, tenía que lograr separarme, si no te perdés.
“La política me aburre”
—Hablemos un poquito en serio, ¿te importa el país, la política?
—Cuando entrás en el mundo de la televisión te desconectás un poco de la realidad y hay momentos en los que te sentís muy ajeno. No soy de estar muy informado, a mí la política me interesa más como ciencia que como práctica porque la veía algo tan ajeno a lo que yo leía que no me interesaba.
—¿Te aburre un poco la política?
—Sí, me aburre y no me termino de involucrar.
—¿Será porque no hay personajes interesantes?
—Puede ser, me parece que no encuentro una figura que me represente o su carisma me resulte atractivo, no me involucro. De hecho por una cuestión de distancia física no tenía derecho de votar, entonces muchas veces decía no voy a viajar hasta San Juan, no tengo tiempo y como la distancia lo justifica por ley. Ahora tuve que cambiar el domicilio. Me costó, pero lo hice por un auto que compré.
—¿El deporte te importa? ¿Seguís el fútbol?
—Vos me preguntás de que sos y yo te contesto Escorpio. Tengo menos fútbol que una revista Para Tí, me gusta un mundial, me gusta ver tenis, vóley, pero soy cero futbolero. En el asadito con los amigos están todos mirando el fútbol y yo dándole al queso.
—No tenés deporte y no tenés política ¿De qué conversás?
—Me gusta mucho el cine, el teatro, mis conversaciones tienen que ver mucho con ese lado, algo más cultural. Me encanta ir al Colón, me gusta mucho la música, la mayoría de mis amigos es gente del teatro.
“Me veo casado y cuidando chicos”
—Recién nombraste dos veces tu pareja ¿No tiene nombre?
—Sí, es una ex novia con la que estamos volviendo. Estamos juntos hace como tres meses pero todavía no nos ponemos el título de novios. Me hace muy bien, eso es lo que yo te digo conectarte con algo afuera del escándalo y del mundo de la vorágine de la tele.
—¿Te ves casado y cuidando chicos?
—Cien por ciento. Estoy siendo un poco egoísta dedicándome tanto a mí, pero sí. Muero por tener hijos, 14 gorditos corriendo, me encantaría y aparte creo que estoy con la persona para hacer eso, no lo veo tan lejano.
—Por una de tus ramas venís de una familia bastante católica.
—Sí, de hecho mi obra se llama Chicos católicos y me acuerdo en un primer momento para aceptar la obra pedí leer el guión para ver qué podía ofender a mi religión. En una época yo era absolutamente practicante, hoy por hoy no voy todos los domingos a misa pero soy un tipo de mucha fe.
—¿Crees en algunas instituciones, como en el matrimonio formal?
—Creo en las dos cosas, si me casaría. Me parece que lo elijo, no por una cuestión de que estoy cumpliendo un deber. Me suma el hecho de que mi pareja es una mujer que se quiere casar, me parece que tiene ver con valores compartidos. Soy de los tipos que cree casarse con una persona y para toda la vida. Generalmente en la tele y el teatro, te diría que el mayor porcentaje de la gente con la que me muevo es atea, en ese sentido soy muy distinto.
—¿En los doce años que llevás afuera, notaste algunos cambios en San Juan?
—En todo nivel. En lo estético de la ciudad encuentro un San Juan mucho más lindo. Hay más movimiento, lo veo más activado, hay actividad de noche, de día, hay más movida cultural. El primer día que llego a San Juan siempre le agarro el auto a mi vieja y salgo a dar vueltas y me voy encontrando con eso, siempre. Es como un escalón más y me alegra, me da mucho orgullo.
Por su trabajo en la obra “Chicos católicos” Darío ganó una beca para estudiar en una academia de teatro de Nueva York. El actor estudia canto con Sebastián Mazzoni y fue él quien le informó sobre esta oportunidad para perfeccionarse en Estados Unidos. El ingreso no es sencillo, pero su talento sobre el escenario le sumó varios puntos para ganar esta plaza. Ya tiene el permiso de su pareja y la única preocupación, tal vez el mayor desafío que le queda al sanjuanino, será mantener el régimen que empezó y gracias al cual logró bajar diez kilos. Para su regreso, sueña con trabajar junto al Enrique Pinti. Confesó que le encantaría ser el Pumba de “El rey León” la obra que el director teatral prepara para el próximo año.
Fotos: Luciano Bataller
Nota publicada en El Nuevo Diario. Edición 1581 del Viernes 21 de junio de 2013